Wudu, adhan e Imân
El Islam de nuestros abuelos, capítulos 9, 10 y 11
27/07/2013 - Autor: H. S. Sa´îd b. Aÿiba al Andalusí - Fuente: Webislam
WUDU´ (De luz. Darse luz o lucirse)
El origen de la palabra la tenemos que buscar en el sustantivo Dou´, que significa luz, en el sentido de darse luz o lucirse a sí mismo ante La Presencia Creadora. Éste es el acto inicial de preparación antes del Salat, y significa limpiarse, purificarse, quitar de ti aquello que interfiere, eliminar lo que dificulta, romper con la armadura que nos enmascara. “Ponernos luminosos” para así situarnos totalmente desposeídos ante la acción transformadora del Creador en nosotros. Es por lo tanto un acto de renovación con el que asumimos la predisposición de consciente apertura en plenitud y en aproximación al estado de Fitra o de simplicidad primigenia al que cualquier practicante, según estas explicaciones, debe de aspirar.
Al lavar manos, pies, orificios del rostro, cabellos (orificios, extremos y puntas) ó el total del cuerpo, según el caso, indicamos, simbólicamente, nuestra predisposición de enfrentarnos limpios de cuerpo y espíritu ante La Trascendencia, es decir; “luminosos”.
Pero además del sentido de preparación espiritual, el Wudu´ tiene una funcionalidad práctica que, como todo en Islam, nunca separa lo cotidiano de Lo Trascendente. Así pues, la práctica del Wudu´ nos ayuda a lograr el estado de relajación física y reactivación mental que vamos a requerir durante la ejecución del Salat. Además se produce un resultado de carácter biofísico al eliminar el exceso de electricidad estática del cuerpo e inducirlo a la relajación y a la reactivación del circuito sanguíneo. Desde muy antiguo es conocida la eficacia de este ejercicio para ayudarnos al despertar de la actividad mental.
Las absorciones de agua por la nariz activan las abundantes terminaciones nerviosas de las fosas nasales, de la pituitaria, por lo que para simplificar ésta aclaración, no viene mal recordar aquí la similitud entre el Wudu´ y algunas prácticas del Kriya Yoga, a fin de no tener que extenderme en más explicaciones sobre los efectos que, de esta práctica ya son conocidos entre muchas de las personas que son “caminantes”. A este gesto le sigue el Adhan.
EL ADHAN (Autorizar)
Del verbo Adhdhana, equivalente a dar permiso, autorizar algo o a alguien. El Adhan lo recita “al Muecín” o el almuédano, quien lo canta desde un punto elevado, siempre que es posible, y en voz alta para que sea bien oído por todo y por todos cuantos nos rodean. Con el Adhan se anuncia al Universo entero: ¡Solo La Divinidad es grande, doy testimonio de que no existe mas dios que La Divinidad, y doy testimonio de que Muhammad es Su Profeta. Venid al Salat, venid a la felicidad..."!!
Es lo mismo que decir; ¡Escuchadme criaturas!, nada es comparable con Al Lah (Bendito y Alabado), solo Él es la Realidad y yo soy testigo de este acontecimiento por el magisterio de S. Muhammad (p.b.), el anunciador del que soy partícipe, venid a descubrirlo conmigo".
Por medio de estas frases cantadas a la entrada del Salat reconocemos la Absoluta Unicidad de Allah (b.a.) como Realidad única, y el Magisterio Profético de Sidna Muhammad (p.b.). Ambas conforman la proclamación de lo que ya dijimos que llamamos la Shâhâda, la puerta que abre el conocimiento del estado de Islam ante la Conciencia libre y responsablemente dispuesta. Con este gesto se anuncia a todo, se invita a todo a participar en la fiesta de la Unicidad; "venid al Salat, venid a la felicidad". No se trata de un acto en solitario -aunque en algún momento estemos solos-, pues el musulmán se hace en la relación con sus semejantes.
Cada “Musal-li” (practicante del Salat) es como un radio que junto a otros muchos conforman una rueda en cuyo centro se encuentra la Kaaba. La autoría de este pequeño templo cúbico de piedra tallada es desconocida, pero la tradición piadosa atribuye su reconstrucción a Abraham y a su hijo Ismael. En el subsuelo del solar donde se levanta la Kaaba, se encuentra el manantial de Zam-Zam que, según la tradición, calmó la sed de Ismael. Este es el padre del pueblo árabe y, siendo el primogénito hijo de Abraham y Agar, es, para el pueblo musulmán, el heredero de las promesas.
En el momento del Adhan, el Almuédano sabe que su voz es la voz de la Creación que situada frente a su "Rabb", su Señor, es como si dijera; "Henos aquí ante la puerta de Tu Misterio, somos el Espejo en el que se mira Tu Rostro, ¡ábrenos!”.
El Adhan equivale a la llamada ante la Puerta de la Trascendencia, es la llave que abre lo que esta cerrado ante los sentidos ordinarios. Lo iniciamos con un cántico de viva voz, lanzada a todos los vientos, en reconocimiento de la grandeza exclusiva del Creador, sólo Allah (bendito y alabado) es Grande. Esto no implica comparación posible, sino que sólo Él es verdadero.
Allah solo guarda la Grandeza inconmensurable de lo conocido y de lo desconocido, pues sólo Él, Es. Es entonces, ante éste reconocimiento, cuando todos los ídolos de barro y de madera, todos los diosecillos, los formados por el ego y la ignorancia, caen ante nuestros sentidos desalojados por la Grandeza del que todo lo llena.
Después de este reconocimiento primordial (sin el cual se hace imposible otro paso), nuestro enfoque se dirige hacia el único Verdadero, sin dudas y sin confusión. Nos presentamos a nosotros mismos en nuestra condición de "´Abd", de individuos dóciles a la Acción Creadora sobre nosotros, esto es, musulmanes (recordar el significado de éste término fuera del concepto popular).
Esta es una presentación personal y colectiva ante el total de las criaturas del Universo, algo así como decir; "que toda la Creación sepa hacia Quién me dirijo y quién soy".
Es tanto como decir; “Yo soy de los que reconocen que Todo no es más que Uno y lo sé porque participo de la dimensión profética de la humanidad, en todos los Maestros y Profetas de todos los tiempos y en todos los lugares, resumidos en el magisterio de Sidna Muhammad (p.b.)”.
Pero aunque cada uno de nosotros es un acontecimiento perfectamente diferenciado en la historia del Universo, no somos un "algo" aislado de un "todo", sino que estamos integrados consubstancialmente en el Todo, que no lo es sin "la parte".
Conscientes de esta verdad indiscutible continuamos el Adhan, la llamada, invitando a la congregación de todas las personas, de todos los seres, a formar entre todas las partes ese total, ese Uno, rendido en reconocimiento ante Su propia dimensión Trascendente como El Creador: "Venid al Salat, venid a la Felicidad". "Entrémonos Amado en la espesura", que pregonaba el místico poeta Juan de Yepes, descendiente de musulmanes e inspirado en los padres del Sufismo.
El Adhan es pues, en resumen, el pregón que anuncia un acontecimiento que trasciende a la propia individualidad. El preludio de la Unión definitiva que, entre Creador y criatura, ha de darse revelando Una Sola Realidad que, cinco veces al día, es como el avance de ese otro Salat permanente que esperamos, el reencuentro en elTawhid, en la Unidad.
Va a comenzar el Salat, y hay un instante de silencio durante el que cada persona se coloca fraternalmente unida a otras dos, una a la izquierda y otra a la derecha. Como quien tiene el deseo de formar un solo cuerpo, una sola realidad, una verdadera unión en la que significamos: “ante El Creador no hay diferencias, no hay distancias, Todo es Uno, Uno es Todo”.
Alguien se separa del resto, se coloca al frente, solo y de cara al Oriente, hacia la tierra de donde nace la Tradición. Los pies firmemente enraizados en el suelo, como hijo de la tierra. La mirada baja, en señal de recogimiento ante La Grandeza Creadora, y el corazón alto, tan alto como La Misericordia le otorgue. De espaldas a todos, y a todo cuanto pueda ser pasajero e inestable -aunque no en ausencia de nada-, se prepara para la responsabilidad de dirigir la plegaria y la alabanza común, es el Imán.
El IMÂN o IMAM
Imam puede serlo cualquier persona supuestamente digna en cualquier momento. Por eso es que en el imanato no existen sentimientos de superioridad o vanidad. Si el imánse pone al frente es porque él marca la armonía del movimiento uniforme, como en cualquier otra acción colectiva, como en una orquesta.
El Imán sabe que en ese acto nada puede esperar de nadie excepto del Creador (s.u.) y sabe que a su espalda están sus conocidos, el pueblo de los creyentes o “la Umma” -de la misma raíz que el adverbio Amam de donde se deriva Imán-, quienes le siguen en su cometido.
El Imán sabe que, al mismo tiempo, su presencia simboliza, en ese breve momento, al guía, a Muhammad (p.b.) el iletrado -“Ummi”- (palabra que también procede de la misma raíz lingüística Amam), en el sentido de que ante El Creador nadie sabe nada, aún cuando vaya el primero entre iguales.
Pero recordemos que antes de iniciar el Salat nos hemos preparado con el ejercicio delWûdu´, con la desposesión de todos los estorbos, con la ruptura de las corazas, con ese deseo de retorno al estado de Fitra o de simplicidad primigenia.
Por lo tanto, en el acto de ser Ummi (iletrado) ante la Trascendencia, el Imán, que representa a la Umma tras él, se hace simbólicamente también como un recién nacido de madre, “umm”, que también pertenece a la misma raíz lingüística. En definitiva, en representación de todos, sin deseos, el Imán se convierte en alguien que desposeído, desnudo, ignorante iletrado aunque sea sabio y, como un recién nacido, se abre ante El Creador y deja salir de su corazón una alabanza.
Esta alabanza es el preludio, el inicio de un estado de Presencia continuada que alaba sin cantar, que comunica sin hablar y que con el tiempo nos mantiene (si tenemos la fortuna) en un Salat continuado donde sólo canta el corazón del que ama. Alcanzar, por lo tanto, este nivel de comprensión adquirido sobre la experiencia, exige desde nuestra parte, y en primer lugar, un deseo comprometido de búsqueda y, posteriormente, la adecuada respuesta a la acción de Allah sobre nosotros.
Ese especial “toque”, que nos permite “sospechar” que detrás de cada apariencia se esconde Otra Realidad, ese otro “algo” que nos invita a intuir que somos “un no se qué de más”, es algo que inicialmente todos poseemos. Pues el solo hecho de haber nacido como poseedores de “Fitra” no otorga la cualidad de intuir en lo más profundo, y con simplicidad, la dimensión de Lo Trascendente.
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