El precedente “humanitario”
Traducción para Rebelión por S. Seguí |
Obama está tomandose su tiempo
y dice claramente que el uso de la fuerza por los Estados Unidos puede
ser autorizada sólo por la ONU, que los estadounidenses están ya pagando
el costo de la guerra en Afganistán y que se ha sobrevalorado la
posibilidad estadounidense de resolver con las armas esta crisis.
Además, los militares de EE.UU., sobre todo después de la trágica
experiencia de la intervención en Libia y el incidente del 11 de
septiembre de 2012 en Bengazi, donde mataron al embajador de EE.UU.
Chris Stevens, se oponen a la intervención en Siria.
Pero para que no haya dudas,
mientras el presidente de EE.UU. toma su tiempo mejor movilizar el
ejército y enviar más buques de guerra al Mediterráneo, frente a Siria. Y
entretanto, se estudia la “opción Kosovo”, por cuanto para la Casa
Blanca aquella guerra se considera realmente muy similar a la crisis
siria. Una guerra, se sabe, lleva a otra y ésta también podría llegar a
ser “humanitaria”, es decir, podría lanzarse una campaña de 78 días de
bombardeos aéreos –lo que duró aquella aventura de la OTAN–
desencadenada sin autorización de las Naciones Unidas, contra todas las
leyes internacionales y justificada para salvar a la población civil.
Después de una masacre inventada de la nada, según la ONU, la matanza de
Racak, con el resultado de que el 24 de marzo de 1999, se desató el
caos en toda la pequeña ex Yugoslavia. Lo que, para salvar a los civiles
albaneses de Kosovo, produjo 3.500 víctimas civiles, serbios y
albaneses, y una larga retahíla de efectos colaterales criminales
contra la población civil que querían salvar.
¿Pero es en realidad el precedente más similar a Kosovo el de Siria
después de la brutal matanza de cientos de civiles, muchos de ellos
niños, muertos por gas venenoso?
Si atendemos a la impaciencia
de algunos países clave de la Alianza Atlántica –Gran Bretaña, Turquía
y, por último pero no menos importante, Francia, con su la experiencia
reciente de guerra en Libia y Malí– pareciera que sí. De hecho, muchos
elementos parecen reclamarlo. La matanza no puede dejar indiferente a
nadie, con el horror de los rostros de los niños perdidos para siempre,
los millones de refugiados, toda una generación de jóvenes en fuga y
tantas, demasiadas víctimas después de dos años de guerra.
A pesar de ello, la matanza –el casus belli–
es por lo menos contradictoria. Los rebeldes acusan a Damasco, el
régimen de Assad niega cualquier responsabilidad y acusa a los rebeldes.
El gobierno sirio tiene armas químicas letales, pero hay pruebas de que
también las poseen los rebeldes, según ha informado la ex fiscal de La
Haya, Carla del Ponte (otro paralelismo más con los Balcanes). En
resumen, del mismo modo que la masacre de Racak, donde se encontraron 40
cadáveres que correspondían a las víctimas de los enfrentamientos entre
fuerzas militares de Belgrado y milicianos del ELK, agrupados a
propósito, según la versión de los patólogos enviados por las Naciones
Unidas, los cientos de víctimas del bombardeo de Goutha en Damasco
podrían ser responsabilidad no del régimen sino de los rebeldes. Un poco
como sucedió –según nos ha recordado Franco Venturini en el Corriere della Sera–
en la masacre de pan en
Sarajevo, no sólo de origen dudoso sino que, según un documento de las
Naciones Unidas, víctimas de proyectiles de mortero venidos de la zona
controlada por los musulmanes bosnios. Pero fue suficiente para
justificar el primer bombardeo de la OTAN sobre Bosnia. Un “golpe”
preparado a sabiendas para provocar una intervención externa. ¿O hay que
excluir la misma lógica suicida, cuando nos hallamos frente a milicias
jihadistas mucho más crueles contra la población civil que dicen
defender y que en cambio ponen en fuga, aterrorizada, como es el caso de
las decenas de miles de kurdos sirios? ¿O es más probable un bombardeo
“normal” y no menos criminal del ejército sirio que por casualidad
golpeó depósitos químicos en manos de los rebeldes, como podría hacer
creer la versión de ayer de Damasco, que afirma haber descubierto
arsenales de armas tóxicas en las zonas bajo fuego? Que el ejército
sirio se ha manchado las manos con sangre
está fuera de toda duda, del mismo modo que está fuera de cuestión que
Assad es ya un personaje amortizado. Pero, ¿qué pensar de una masacre
química que se produce sólo a 24 horas de la llegada a Damasco de una
misión de observadores de la ONU, tan esperada, llegada para investigar
las armas químicas?
El precedente de Kosovo
significa, sobre todo, bombardear un país sin un mandato de las Naciones
Unidas, sólo por decisión de la OTAN en su histórica primera guerra. La
misma OTAN que extiende contra Siria sus designios y su organización
desde hace dos años. Basta pensar en la cumbre que se celebrará en la
frontera con Jordania, con el beneplácito de Israel, entre las fuerzas
armadas atlánticas (incluyendo Italia, que al menos en palabras de Emma
Bonino declara que “la solución sólo puede ser política”), turcas y
estadounidenses, francesas, alemanas (pero Angela Merkel, como en Libia,
dice no a la intervención armada); todos ellos junto a los generales
qataríes y saudíes. Arabia Saudí, por cierto, es el país que está
matando dos pájaros de un tiro: apoya y financia el golpe militar en
Egipto, y apoya y financia a los rebeldes (incluidos los jihadistas)
anti-Assad en Siria.
Pero hay un elemento que
iguala a Kosovo y los demás precedentes balcánicos a Siria. Es el de
nuestras responsabilidades occidentales. Que no son, como se suele
repetir y como por desgracia ha sostenido el primer ministro italiano,
Letta, en Viena, las de haber estado mirando los toros desde la barrera,
indiferentes a las matanzas en la ex Yugoslavia. Como en los Balcanes,
en Siria lo cierto es lo contrario: Europa y Estados Unidos (a saber por
qué siempre en compañía de la petromonarquía saudí) formando la
coalición de los “Amigos de Siria” desde hace dos años, desde el inicio
del levantamiento contra Assad en marzo de 2011, financiaron, armaron y
entrenaron a los rebeldes. Alimentando y apoyando una guerra que produce
matanzas, refugiados, víctimas. Tal vez sólo para darse cuenta en el
último momento de que han estado apoyando a salafistas y miembros de Al
Qaida que aspiran al califato en Siria. Tal como sucedió, por otra
parte,
con la intervención “humanitaria” en Libia contra Gadafi.
Es precisamente la similitud
con la intervención armada en Kosovo y en los Balcanes lo que debería
dejar claro el hecho de que una guerra exterior –con ataques aéreos a
distancia, o con ataques navales, o con drones y abundantes
acciones “encubiertas”– justificada para salvar la vida de civiles y tal
vez terminar con una paz falsa como la de Kosovo, produciría muchas más
víctimas que las registradas hasta el momento, sin por ello resolver el
nudo central del espacio sirio disputado por el jihadismo salafista
sirio, en expansión después del golpe militar de El Cairo. Lo que
Occidente ve como “popular”, cerrando los ojos al número de víctimas,
mientras se masacra a los Hermanos Musulmanes, representantes del
islamismo político que ha sido, hasta ahora, el baluarte contra el
fundamentalismo islamista armado.
Fuente original: http://www.ilmanifesto.it/attualita/notizie/mricN/9803
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