El ISIS retiene a decenas de miles de civiles en su último reducto en Mosul
Entre 50.000 y 150.000 personas permanecen atrapadas por los yihadistas en el casco viejo
Dubái
Mosul vive, por primera vez desde 2014, un final de Ramadán sin el Estado Islámico (ISIS por sus siglas en inglés). Pero en medio de la destrucción dejada por nueve meses de combates, resulta difícil celebrar el Eid al Fitr, como se conoce la festividad que sigue al mes del ayuno. Además, los yihadistas aún mantienen un reducto en el casco histórico de la ciudad, donde entre 50.000 y 100.000 civiles les sirven de escudos humanos dificultando el avance de las fuerzas gubernamentales. Las ONG advierten de que los militantes disparan a quienes intentan huir.
“Entre el 65% y el 70% de la ciudad vieja ha sido liberado, queda por recuperar menos de un kilómetro cuadrado”, declaraba este domingo el teniente coronel Salam al Obeidi, de la fuerza antiterrorista (CTS) que lidera el asalto, citado por la agencia France Presse.
Sus palabras, desde la línea de frente a apenas 50 metros de las posiciones del ISIS, mostraban tanto la satisfacción por lo alcanzado, como la frustración por las enormes dificultades que plantea el tramo final. “Es cuestión de días”, había asegurado poco antes el primer ministro iraquí, Haider al Abadi, durante su felicitación del Eid. Pero los días se están alargando.
Su Gobierno, que lanzó la operación para recuperar Mosul el pasado octubre, confiaba haber liberado la ciudad en tres o cuatro meses. En enero, las tropas iraquíes, con ayuda logística y apoyo aéreo de EE UU, sólo habían logrado hacerse con el este de la ciudad. Tras verse obligadas a frenar el avance en dos ocasiones para evitar bajas civiles, el nuevo objetivo era expulsar al ISIS para el final de Ramadán.
Sin embargo, los entre 300 y 400 yihadistas que aún resisten en las callejuelas de la medina, según estimaciones militares, están dispuestos a todo antes de morir. El pasado miércoles por la noche destruyeron la Gran Mezquita de Al Nuriy su distintivo minarete inclinado, conocido como El Jorobado, que constituían una de las señas de identidad de la ciudad. La aljama había alcanzado un nefasto simbolismo cuando, desde su púlpito, el líder del ISIS, el ahora fugitivo Abu Bakr al Bagdadi, proclamó el Califato hace tres años. La perspectiva de la inminente sustitución de su bandera negra por la enseña iraquí les hizo preferir su voladura, de la que intentaron culpar a EE UU.
Más grave aún. Estos irreductibles mantienen rehenes a decenas de miles de habitantes que utilizan como escudos humanos con la intención de frenar el avance de las tropas gubernamentales, una amalgama de fuerzas especiales, soldados regulares y milicianos de cuyo comportamiento con la traumatizada población local depende en gran medida que el éxito militar se convierta en político. Nadie sabe cuántas personas permanecen atrapadas en condiciones espantosas.
El jefe del CTS, el general Sami al Arithi, estima que son al menos 50.000 civiles, la mitad de la población estimada de la ciudad vieja, según ha declarado este domingo a la televisión estatal. Sin embargo, la víspera, la coordinadora humanitaria de la ONU para Irak, Lise Grande, elevaba esa cifra a entre 100.000 y 150.000.
Sea cual sea su número, viven una situación desesperada con apenas agua, comida o medicinas, y en edificios antiguos que amenazan con derrumbarse ante las sacudidas de los proyectiles incluso cuando no les impactan de forma directa. Varias ONG han denunciado que el ISIS dispara contra quienes intentan escapar del cerco y que cientos de personas han muerto intentando escapar durante las pasadas tres semanas.
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