Barcelona, entre el terror y el asco
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Guadi Calvo/Resumen Medio Oriente, 22 de agosto de 2017 – De los crímenes del último jueves en Barcelona no hay otro culpable que José María Aznar, tan culpable y tan asesino como de cada uno de los muertos de Atocha, de Bagdad, de Kabul, de Trípoli, de Damasco, de París, de Londres, de Berlín, de Niza, de Manchester, de Bruselas de Estocolmo, de San Petersburgo… y pueda usted aquí seguir agregando cuanto nombre de ciudad, pueblo o villorrio donde la alianza genocida de la conocida célula terrorista “trío de las Azores”, que complementan George W. Bush y Tony Blair, junto a todos los secuaces que los han seguido como presidentes y primeros ministros, que han continuado impulsado las muertes en Europa, Asia y África. Son estos los culpables y el mundo lo sabe y el mundo lo disimula.
Es la caterva de políticos occidentales la que le han permitido a Arabia Saudita y Qatar, fundamentalmente, seguir inoculando el odio y el fanatismo wahabita, vía las multitudes de mezquitas y madrassas, que con sus grandes fortunas han establecido a lo largo de la geografía del Islam. En Pakistán y Afganistán para 1986, el wahabismo era prácticamente desconocido y las políticas sauditas lograron instalarlo borrando del mapa a escuelas como el sufismo que son la síntesis más acabada de la paz. Desde las orillas paupérrimas del Níger hasta las paradisiacas playas de Bali, sino también en cada uno de los barrios marginados de Europa en los que recala la lacra (dixit Nicolás Sarkozy) de los inmigrantes y refugiados de aquellas geografías, que sedientos de esperanzas creen que van a encontrar en las antiguas metrópolis todo aquello de lo que han sido despojados.
El wahabismo está presente cargado de recursos financieros y con la aquiescencia de occidente en toda Europa, pero claro, a la indigna dinastía saudita, esto no lo sale gratis, sino que lo pagan y bien pagado con cifras espeluznantes que transfieren a las grandes potencias fabricantes de armas, que son las mismas que después se tiran de las barbas, cuando en un metro de Bruselas, un bistró de París o un paseo de Barcelona, quedan amontonados decenas de cadáveres de ciudadanos, en estos tiempos simples consumidores.
El ataque del último jueves difiere, peligrosamente, de los últimos producidos en Londres o el de Berlín, Estocolmo e incluso Niza, donde se fundó esa nueva tendencia de ataques low cost, para el que solo hay que tener una tarjeta de crédito y un carné de conductor, para alcanzar el Firdaws, el jardín donde moran los mártires, después de arrollar unos cuantos infieles en nombre de un Allah, demasiado parecido a Salmán bin Abdulaziz, el rey de Arabia Saudita. Ahora ya solo alcanzaba con eso un espontáneo que salte al ruedo y acelere contra la multitud inadvertida. En Barcelona hubo una organización previa, con varios componentes a los que el Mosso d’Esquadra, Josep Lluís Trapero, se encargó de acribillar con odio y cuidadosamente en Cambrils, Tarragona, a unos cien kilómetros al oeste de Barcelona, después de otro fallido atropello masivo.
Una célula que vaya a saber cuánta metástasis ha hecho en el cuerpo enfermo de Europa, y cuanta cobertura le podrá dar al único sobreviviente de la tragedia del jueves, el marroquí Younes Abouyaaqoub, un vecino “tímido, tranquilo y reservado” de Ripoll, Gerona, que si apenas tenía 8 años cuando la banda terrorista de las Azores inició la devastación de su mundo y por lo que se ve también del nuestro. Europa sabe que está plagada de Abouyaaqoub, dispuesto a vengar las matanzas de sus hermanos musulmanes, y que luchar contra ellos es casi imposible. Organizados o de manera espontánea estos ataques se repetirán en cualquier sitio, en cualquier momento. Y nada tiene que ver si el Daesh finalmente sea derrotado, en Siria e Irak.
Últimamente escribir sobre ataques terroristas en Europa se está convirtiendo en una tarea muy sencilla. Como en muchas planillas de fórmula, solo es cambiar la fecha, el lugar, los nombres de los protagonistas y el número de víctimas, por lo demás es todo igual. Por lo general jóvenes que o bien ya tienen dos o tres generaciones de inmigrantes en Europa, o ellos mismos han llegado siendo niños junto con sus familias de algún remoto lugar de ese oscuro mundo que queda más allá de las fronteras de la Unión Europea, o bien sea desde el profundo corazón de Bangladesh o apenas cruzando los escasos 15 kilómetros del estrecho de Gibraltar, las míticas Columnas de Hércules o la arábiga Bab el-Zakat (Puerta de la Caridad), a veces el sarcasmo de la casualidad se parece demasiado a una burla.
Tras los hechos de Barcelona, dos nuevas acciones terroristas parecen haberse fuera del mundo islámico, la primera fue en la ciudad finlandesa de Turku, al oeste de Helsinki, este viernes en horas de la tarde en proximidades de la céntrica la Plaza del Mercado. Un comunicado policial informó que efectivos de la fuerza detuvieron a un hombre tras herirlo de un balazo en la pierna, después de apuñalar y dejar heridas a ocho personas de las cuales dos han muerto. A pesar de que la policía finesa no confirmó que el ataque pueda ser considerado como una acción terrorista, se sabe que el joven apresado es nacido en el exterior y poco antes de los apuñalamientos se escuchó en varias oportunidades el grito de Allah akbar (Allah es grande).
Un caso similar sucedió en la siberiana ciudad de Surgut, a 2.900 kilómetros al este de Moscú, donde un joven de 17 años apuñaló a ocho personas en plena calle el sábado por la mañana, y al que la policía mató. Por la tarde como es usual la agencia, Amaq, órgano de difusión del Daesh, en la red Telegram, informó que los sucesos de Surgut, habían sido realizados por Daesh. Mientras que otras fuentes informan que el joven sufría ciertas alteraciones mentales, por lo que no se puede confirmar fehacientemente el carácter terrorista del incidente. Si bien ninguno de los atacados ha muerto, dos de ellos están internados con heridas de gravedad.
Ese mismo sábado en horas de la noche la policía debió evacuar la estación de la ciudad de Nimes, en el sur de Francia, tras la denuncia de hombres armados, generando escenas de pánico colectivo en las calles aledañas a la terminal ferroviaria. Aunque posteriormente, las autoridades informaron sobre una falsa alarma.
En poco más de 48 horas el mundo fue sacudido por cinco posibles atentados en Barcelona, Cambrils, Turku, Surgut y Nimes, que en cantidad de daños poco representa contra el último ataque de Boko Haram, en Nigeria donde cerca de 30 personas murieron y otras 83 resultaron heridas en un triple atentado suicida este último martes en la localidad de Mandari. Aunque ya sabemos en estos casos no clasifica para el dolor, las velas y las flores.
Los líderes de Europa y Estados Unidos han sido los responsables de los centenares de miles de muertos que asolan el mundo desde 2003, por ser generosos, por lo que ver a estos mismos gobiernos solidarizarse con las víctimas del terror solo puede dar asco.
*Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.
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