La amenaza del regreso de los combatientes extranjeros de Estado Islámico que escapan de Siria e Irak
Mientras el proclamado "califato" del autodenominado Estado Islámico (EI) se hunde en Irak y Siria, funcionarios de seguridad alrededor del mundo se hacen una pregunta crucial: ¿qué pasará con sus combatientes?
Unos 30.000 extranjeros se unieron a las filas del grupo y ahora preocupa que estos individuos curtidos en el campo de batalla regresen a sus países de origen o se muden a otro lugar para ejecutar en ataques.
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Aunque es algo difícil de predecir, la cambiante fortuna de EI tendrá indudablemente importantes consecuencias.
A través de la frontera
Existen indicios de que algunos de estos combatientes extranjeros permanecerán en Siria e Irak.
El jefe del MI5, el servicio de inteligencia y seguridad interior de Reino Unido, dijo la semana pasada que de los 800 británicos que se unieron a EI, un número menor de lo esperado había retornado al país y que al menos 130 de ellos habían muerto.
Probablemente estos combatientes extranjeros que se queden seguirán formando parte de EI a medida que el grupo se convierte en lo que fue en sus primeros días, hace unos diez años: una fuerza insurgente letal que usa tácticas variadas que van desde los ataques terroristas hasta la guerra de guerrillas.
Muchos de los combatientes extranjeros están siendo juzgados en tribunales iraquíes, creando dilemas legales y morales para muchos de sus países de origen ante la posibilidad de que sean condenados a la pena de muerte.
Sin embargo, muchos otros milicianos han estado abandonando el "califato", sobre todo a través de los 822 kilómetros de frontera que comparten Siria y Turquía.
Aunque las autoridades turcas han estado patrullando con mucho mayor celo que en el pasado, el terreno montañoso y la presencia de unas complejas redes de tráfico de personas hacen permeables las fronteras.
Estado Islámico tiene una red de apoyo bien establecida en toda Turquía, que está jugando un papel clave en la salida de los combatientes extranjeros de Siria.
Dados los numerosos ataques que han bañado de sangre el país en los últimos tres años, las autoridades turcas están preocupadas por este flujo de personas. Otros países fronterizos como Jordania y Líbano tienen temores similares.
De un campo de batalla a otro
Los posibles destinos finales de los combatientes extranjeros que abandonan Siria e Irak son numerosos.
Hay evidencias de que algunos se han unido a las "provincias" que EI ha establecido en Yemen, en la península del Sinaí, en el norte del Cáucaso o en Asia oriental.
El grupo también tiene una fuerte presencia en Libia, donde Estados Unidos estimó el año pasado que había unos 6.500 combatientes de EI, y varios centenares en Afganistán. Marawi, en Filipinas, ha sido ha sido tomada parcialmente desde mayo por combatientes vinculados a EI.
También hay datos anecdóticos que apuntan que hay militantes viajando a zonas de conflicto en la República Democrática de Congo y Birmania. La llegada de combatientes extranjeros a estas regiones podría reforzar las capacidades de los grupos yihadistas locales y cambiar el rumbo de conflictos.
Países vulnerables
Muchos combatientes extranjeros optan por retornar a sus países de origen.
Aunque puede que algunos de ellos no vuelvan a participar en actividades militantes, otros están estableciendo redes clandestinas con miras a ejecutar ataques y, según las condiciones locales, generar desestabilización en la situación política del país.
Las naciones del norte de África son particularmente vulnerables a este riesgo, en especial Túnez, de donde salieron unas 6.000 personas para unirse a EI (la tasa per cápita más alta del mundo).
Los países árabes del Golfo también pueden sufrir de este tipo de problemas.
Rusia, el Cáucaso y varios países de Asia Central también son áreas de preocupación, pues de allí salieron para unirse a EI gran cantidad de combatientes, algunos de los cuales incluso lograron tener un papel prominente en el campo de batalla.
La amenaza sobre Europa
Para las autoridades europeas el retorno de un estimado de 6.000 yihadistas es una grave preocupación.
Hasta ahora, menos de uno de cada cinco individuos involucrados en ataques en Occidente desde la declaración del "califato" en 2014 tenía experiencia como combatiente extranjero, según un estudio del Instituto Italiano de Estudios Políticos y del Programa sobre Extremismo de la Universidad George Washington.
Pero esto podría cambiar a medida que se incremente el número de retornados, que en este momento se estima en unos 1.000.
Puede que muchos no muestren señales de desear participar en más actividades violentas, pero hay una preocupación válida de que algunos podrían hacer uso de sus destrezas de combate.
Es posible que usen sus redes de contacto y su estatus de "celebridades" entre entusiastas no afiliados de la yihad para planificar ataques terroristas.
No es probable que las pérdidas territoriales sufridas por EI afecten las habilidades operativas de estos militantes que gozan de amplia independencia.
Regreso legal
Aunque aún existen problemas significativos, las autoridades europeas han mejorado sus mecanismos para compartir información de inteligencia de cara a poder detectar a estos combatientes.
Y, gracias a los avances en la cooperación con Turquía, muchos yihadistas han sido detenidos antes de que lleguen más allá.
Unos pocos logran llegar a Europa legalmente o haciéndose pasar por refugiados, como hicieron algunos de los que participaron en los ataques de París en noviembre de 2015.
Pero, la mayor parte de los combatientes extranjeros vendrán a Europa de forma legal, con frecuencia usando sus legítimos pasaportes europeos.
Si detectarlos es un problema, decidir qué hacer con ellos es igualmente difícil. Arrestarlos podría ser la respuesta obvia, pero la realidad es más complicada.
El Ministerio de Interior de Reino Unido reveló el año pasado que de los 400 combatientes extranjeros británicos que habían regresado a Siria e Irak, solo 54 habían sido condenados.
Por toda Europa se pueden observar dinámicas parecidas.
Pero ¿qué impide a las autoridades arrestar, enjuiciar y condenar a los combatientes extranjeros retornados?
Principalmente, se trata de un asunto legal, que tiene a los legisladores luchando para mantener las normas al día en un ambiente en el que las amenazas cambian continuamente.
Aunque las leyes varían de país en país, comparten algunos problemas. En algunos países, unirse a una organización terrorista o combatir en un conflicto foráneo no estaban tipificados como delitos para el momento en el que la mayor parte de los yihadistas viajaron a Siria.
Desde entonces muchos países establecieron nuevas leyes, pero estas no pueden aplicarse de forma retroactiva.
Incluso en países donde esas acciones han sido consideradas como delito desde tiempo atrás, las autoridades luchan para recolectar la evidencia necesaria para construir un expediente penal sólido.
Una cosa es saber gracias a la información de los servicios de inteligencia que alguien se unió a EI o cometió atrocidades en Siria y otra muy distinta es poder comprobarlo más allá de cualquier duda razonable ante un tribunal.
Aún más complicado es el tema de los hijos de los combatientes extranjeros nacidos o criados en el "califato".
Aunque la mayor parte de ellos no pueden ser penalizados legalmente, merecen atención debido al trauma que han sufrido y, en algunos casos, porque presentan signos severos de radicalización pese a su corta edad.
El resultado es que las autoridades están desbordadas teniendo que hacer seguimiento a centenares de combatientes, así como a un número creciente de simpatizantes locales de EI, mientras intentan determinar quienes representan una amenaza de seguridad inmediata.
En lugar de ello, las autoridades en Europa han aumentado la inversión en programas que buscar "desradicalizar" a los combatientes extranjeros. Aunque podría ser prematuro hacer una evaluación definitiva, hay indicaciones de que algunos, como el que se estableció en la ciudad danesa de Aarhus son efectivos.
Mirando al futuro
La pérdida de gran parte del territorio que controlaba es un duro golpe para Estado Islámico.
Sin embargo, el grupo y muchos de sus seguidores ya están resurgiendo en varias partes y probablemente lo harán cada vez con mayor frecuencia y vehemencia en el futuro cercano.
EI se convertirá en una organización más descentralizada y amorfa que operará de forma más asimétrica, pero no desaparecerá.
Más aún, es improbable que la marca EI y el atractivo emocional de su "califato" vayan a desvanecerse próximamente.
Y, pese a los retos fundamentales, la fuerte presencia digital de la organización sobrevivirá en alguna forma, potencialmente reavivando el compromiso de sus simpatizantes e impulsando a algunos a ejecutar ataques terroristas.
La caída del "califato" cierra un capítulo, pero otro nuevo está a punto de abrirse.
*Lorenzo Vidino es director del programa sobre Extremismo de la Universidad George Washington y del programa sobre Radicalización y Terrorismo Internacional del Instituto Italiano de Estudios de Política Internacional (ISPI) en Milán.
Este texto fue editado por Duncan Walker.
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