Vida de los Compañeros del Profeta (s.a.s.)
13/07/2001 - Autor: Redacción Webislam - Fuente: Webislam
Biografía de Hamza Ibn Abdel Muttalib
"EL León de Allâh" y "Señor de los Mártires"
Después de un día lleno de actividad, duro trabajo, oración y diversión, la ciudad de Makka reposaba en un profundo sueño.
Los qureishíes dormían profundamente en sus lechos salvo una persona, que en ese momento abandonaba el suyo, pues se acostaba temprano para luego levantarse con entusiasmo y acudir a su cita con Allâh. Dedicaba parte de su tiempo en invocar a Allâh y suplicarle continuamente... su esposa despertaba y le rogaba tener piedad consigo mismo y tomarse un merecido descanso. Él respondía con lágrimas que anticipaban sus palabras:
¡Se ha terminado el tiempo de descanso, Jadiya!
Aún no había atraído la atención de su tribu, pese a que algunos ya estaban al tanto de su secreta prédica.
Hasta entonces, eran muy pocos los que habían aceptado su mensaje. Entre los que aún no habían creído en él, había quienes le tenían cariño y respeto. Deseaban de todo corazón poder creerle y unirse a su prédica. Solamente se los prohibían las circunstancias, lo heredado, las presiones de las tradiciones ancestrales y esa indecisión entre el llamado del ocaso y el de un nuevo amanecer.
Uno de esos indecisos era Hamza Ibn Abdel Muttalib (ra), tío del Profeta (s.a.s.) y su hermano de leche.
Hamza conocía la grandeza y magnitud de su sobrino, por ello, estaba consciente de la veracidad de su mensaje y de todas sus características. Muhammad (s.a.s.) no era sólo su sobrino, era también un hermano y amigo... Ambos eran casi de la misma edad, jugaron, se criaron juntos y siguieron juntos paso a paso durante sus vidas.
Pero poco a poco tomaron rumbos distintos: Hamza empezó a competir con los jóvenes de su edad por gozar de la buena vida y por ganarse un puesto entre los nobles y señores de Makka. Muhammad (s.a.s.), en cambio, se retrajo a la luz de su alma, la que lo iluminó hacia el camino de Allâh; el llamado de su corazón lo llevó lejos del bullicio de la vida diaria, hacia una profunda contemplación y preparación para el encuentro con la verdad.
A pesar de tomar rumbos distintos, las virtudes de Muhammad (s.a.s.) nunca escaparon a la atención de su tío y merecieron todo su respeto y el de los demás qureishíes. Hamza salió aquella mañana y, como de costumbre, se encontró con los nobles de Qureish ante la Ka’aba...estos hablaban de Muhammad (s.a.s.). Y por primera vez, Hamza (r.a.) notó preocupación en los nobles a causa del mensaje de su sobrino. En sus rostros se notaba enojo, envidia y amargura cuando lo mencionaban. Antes no se preocupaban por él. ¿O sería que lo ocultaban? Ahora se veía en sus caras intensa preocupación e impaciencia.
Hamza (r.a.) se burló de sus temores... les acusó de exagerar y de evaluar mal la situación... Abu Yahl aseguró que Hamza sabía la magnitud del peligro que significaba su sobrino y el mensaje que predicaba, pero que intentaba suavizar la situación y dar tiempo al triunfo del Mensajero(s.a.s.). Prosiguieron así, con gran alboroto y amenazas. Hamza (r.a.) sonreía a veces pero lo hacía con cierta amargura. Y cuando se alejaron, quedó solo con las nuevas ideas y conceptos que había oído, y comenzó a meditar profundamente el asunto de su sobrino.
Con el pasar de los días, el murmullo de Qureish seguía en aumento, hasta pasar a ser una clara provocación. De lejos... Hamza vigilaba la situación. La firmeza de su sobrino lo impresionaba... y su sacrificio por la fe y el Mensaje era algo novedoso para Qureish, a pesar de que la tribu sabía lo que era sacrificio y firmeza.
Pero la duda no podría engañar a Hamza (r.a.). Él era quien mejor conocía a Muhammad, desde niño,... hasta su honesta y sobria vida adulta. Llegaron casi juntos a este mundo, se habían criado juntos y juntos habían alcanzado la madurez. La vida del Mensajero (s.a.s.) era pura y transparente como los rayos del sol. Hamza no recordaba ningún episodio oscuro respecto a Muhammad; tampoco recordaba haberle visto furioso, desesperado, siendo injusto, o perdido sin rumbo.
Hamza (r.a.) no solo era fuerte físicamente, sino que gozaba de equilibrio mental y aguda razón. "Sería natural seguir a un hombre conocido por su honestidad y su sinceridad..." pensaba Hamza. Pronto se revelaría la verdad.
Y llegó el día...
Hamza salió con su arco al desierto para practicar el deporte que tanto amaba y dominaba, la cacería. Pasó el día cazando; al regresar fue, como de costumbre, hacia la Ka’aba para girar alrededor de ella y luego ir a su hogar. Cerca de la Ka’aba, alguien le dijo: "¡Oh, padre de Umara!...Si supieras lo que tu sobrino ha recibido de Al Hakam Ibn Hisham...Lo encontró sentado y lo atacó, lo insultó y lo dañó en todas las formas imaginables...".
Hamza (r.a.) escuchó atentamente, luego aseguró su arco y se dirigió con pasos firmes a la Ka’aba para encontrar a Abu Yahl. Estaba decidido a darle su merecido. Lo encontró conversando con otros noble qureishíes. Se acercó y fríamente le acertó un fuerte golpe con el arco en la cabeza, hasta hacerla sangrar profusamente. Y antes que nadie pudiese reaccionar gritó:
"¿Insultas a Muhammad siendo que soy de su religión y digo lo que él dice? Si puedes, responde a lo que te acabo de hacer"
"¿Insultas a Muhammad siendo que soy de su religión y digo lo que él dice? Si puedes, responde a lo que te acabo de hacer"
Todos olvidaron el golpe asestado a Abu Yahl, las palabras emitidas por Hamza (r.a.) fueron como un relámpago, les anunciaba que pertenecía a la religión de Muhammad (s.a.s.).
¿Hamza se convirtió al Islam? ¿El más digno de los jóvenes de Qureish? ¿El indómito?
La islamización de Hamza era una desgracia insoportable para Qureish. Tentaría a muchos otros nobles, y Muhammad (s.a.s.) encontraría quien le apoye y refuerce su posición. ¡Un día Qureish despertaría por los golpes de quienes destruyen sus ídolos y dioses!
Era la verdad: Hamza (r.a.) había abrazado el Islam; declaró públicamente lo que escondía en su pecho, dejando a los presentes asombrados. Hamza aseguró su arco sobre su hombro y, tal como llegó, se marchó hacia su casa.
Este valeroso guerrero tenía un razonamiento agudo y una mente muy sagaz. Una vez en su hogar, pensó en lo sucedido: ¿Cómo y cuando había declarado su Islam?
Lo había declarado en un lapso de vehemencia, nerviosismo y furia. Había sentido pena por su sobrino, quien era oprimido por los qureishíes sin tener ningún apoyo. Hamza (r.a.) se enfureció y quiso defender el honor de Bani Hashim, su clan; por eso había herido a Abu Yahl en la cabeza y había exclamado a todos su islamización. Pero...¿Acaso era este el mejor camino para abandonar la religión de sus padres y ancestros, la religión de siglos y siglos. Para adoptar un nuevo credo que aún no probaba sus mandatos, del cual conocía muy poco?
En verdad, Hamza (r.a.) no dudaba un instante de la sinceridad de su sobrino ni de la nobleza de sus intenciones. Pero... ¿podía recibir una religión con todas sus obligaciones y responsabilidades en un momento de ira como lo había hecho?
Respetaba de todo corazón la religión de su sobrino. Pero, si el destino le tenía preparado ser uno de los seguidores del Islam y su defensor, ¿Cuándo sería la ocasión adecuada para adoptarlo? ¿En un momento de ira y vehemencia o después de un lapso de meditación y estudio?
La rectitud y agudeza de su conciencia, obligaron a Hamza a someter todo el asunto a un nuevo estudio y una revisión detallada y minuciosa. Meditaba el asunto... Pasaron los días y su mente no conocía el sosiego y pasaron noches enteras sin poder conciliar el sueño.
Cuando anhelamos conocer la verdad por medio del razonamiento, la duda se convierte en un medio para lograrlo. Hamza empezó a usar la razón y la mente para analizar al Islam y establecer una comparación entre la nueva religión y la antigua. En su mente afloraron dudas motivadas por la nostalgia y el apego a la religión de sus padres y ese miedo natural a todo lo nuevo. Sus recuerdos se concentraban en la Ka’aba, sus dioses e ídolos y las glorias que esos dioses labrados habían traído a Qureish y a Makka. Apartarse de esta tradición y esta religión de noble antigüedad parecía un abismo difícil de salvar.
Hamza (r.a.) se asombró de la facilidad con la cual había abandonado la religión de sus ancestros... se lamentó de lo hecho... pero continuó su análisis. Llegó a la conclusión de que la mente no era suficiente... y se refugió en lo oculto con sinceridad y esperanza. Ante la Ka’aba, dirigió sus plegarias devotamente hacia el cielo; pidió ayuda a través de toda luz y fuerza existente en el universo. Tal vez así llegase la guía hacia el sendero recto...
Hamza relataría esto, después, con sus propias palabras: "Fui a la Ka’aba y rogué a Allâh que me guíe hacia la verdad y aleje toda duda de mí... Allâh me escuchó y lleno mi corazón con certeza."
"Fui al Mensajero de Allâh (s.a.s.) y le comenté el asunto. Él invocó a Allâh para darle a mi corazón firmeza en el Islam..."
Y así acepto Hamza el Islam con total convicción.
Allâh fortaleció al Islam a través de Hamza (r.a.). Este se erigió como un gigante en defensa del Profeta (s.a.s.) y los musulmanes oprimidos. Abu Yahl, al ver a Hamza entre las filas de musulmanes, dedujo que se había declarado la guerra y comenzó a incitar a los qureishíes para atacar al Profeta (s.a.s.) y a sus seguidores. Al mismo tiempo inició la preparación de una guerra civil a fin de satisfacer su ira y envidia.
Aunque Hamza no podía evitar todo daño contra los musulmanes, su conversión fue como una coraza para los creyentes; y fue, a la vez, aliento para mucha gente que entraba en el Islam. Él y Omar Ibn Al Jattab (r.a.) hicieron que muchas tribus entraran en el Islam con su conversión. Por la fuerza y dedicación sincera que Hamza puso en su fe, el Profeta (s.a.s.) lo llamó: "El león de Allâh y de Su Profeta".
Aunque Hamza no podía evitar todo daño contra los musulmanes, su conversión fue como una coraza para los creyentes; y fue, a la vez, aliento para mucha gente que entraba en el Islam. Él y Omar Ibn Al Jattab (r.a.) hicieron que muchas tribus entraran en el Islam con su conversión. Por la fuerza y dedicación sincera que Hamza puso en su fe, el Profeta (s.a.s.) lo llamó: "El león de Allâh y de Su Profeta".
Hamza fue el Emir de los musulmanes en la primera batalla que enfrentaron los creyentes contra los idólatras. Recibió el primer estandarte que el Mensajero (s.a.s.) entregó a sus generales. Y allí estuvo el León de Allâh y de Su Profeta, en Badr, devastando las filas de los idólatras.
Los restos del derrotado ejército qureishí retornaron de Badr a Makka en un estado lamentable. Abu Sufián retornó con el corazón derrotado. Habían dejado el campo de batalla plagado de cadáveres qureishíes. La gente más noble y poderosa había caído: Abu Yahl, Utba Ibn Rabia, Shaiba Ibn Rabi’a, Umaia Ibn Jalaf y muchos otros de lo mejor de la aristocracia de Qureish yacían en Badr.
Qureish no iba a dejar la situación así... Comenzaron a preparar la venganza; reunían fuerzas y recordaban la derrota para darse valor en la venganza de su honor y sus muertos. Qureish insistía en la guerra. Y así llegó la batalla de Uhud.
Todo Qureish y sus aliados árabes salieron a combatir en esa batalla bajo el mando de Abu Sufián. Los idólatras tenían como objetivo eliminar a dos hombres: Al Mensajero de Allâh (s.a.s.) y a Hamza (r.a.) - Que Allâh esté complacido de él.
Los qureishíes tenían un plan para eliminar a Hamza; antes de salir eligieron al hombre encargado de hacerlo. Era un esclavo abisinio de una habilidad sobrenatural con la lanza. Su misión sería seguir a Hamza durante la batalla, no quitar de él la vista. Pasare lo que pasare, debía matar a Hamza. Le prometieron un magnífico premio si lo hacía, lo harían libre. Su nombre era "Uahshi", el salvaje.
Lo enviaron con Hind bint ‘Utba para animarlo más e inducirlo hacia su macabra misión. Hind había perdido a su padre, su tío, su hermano y su hijo en la batalla de Badr. Se le había dicho que Hamza (r.a.) fue el culpable. Por ello, entre todos los qureishíes, Hind era la que más deseaba acabar con Hamza y vengarse de él. Pagaría cualquier precio por la cabeza del guerrero.
Hind pasó días alimentando el odio y la codicia de Uahshi para no fallar en su misión; llegó a ofrecerle todas sus joyas si asesinaba a Hamza.¡Todas las joyas de Hind, la esposa del jefe de Qureish! Esperaba impaciente la batalla que lo haría libre por fin y, además, inmensamente rico. Así era la conspiración rodeaba y cercaba al noble guerrero, Hamza, "León de Allâh"
Al comenzar la batalla, ambos ejércitos se enfrentaron en las afueras de Medina con violencia. Hamza se encontraba entre ellos. Llevaba puesta su armadura completa y adornaba su pecho con la blanca pluma de un avestruz, como era su costumbre en las batallas.
Su habilidad natural para el combate le hacía causar estragos entre los idólatras.
Los musulmanes estuvieron a punto de ganar la batalla, los qureishíes ya se retiraban con estupor; sin embargo, algo falló... los arqueros apostados en la montaña para proteger la retaguardia del ejército musulmán bajaron en tropel para recoger el casi asegurado botín, desobedeciendo así la orden del Profeta (s.a.s.), de cuidar esa retaguardia hasta el final.
La ocasión fue aprovechada por los osados jinetes de Qureish para lanzar un ataque sobre los musulmanes por detrás y abrir una gran brecha en sus filas. Los musulmanes empezaron a reagruparse, pero ya era tarde; algunos hasta habían dejado sus armas en el suelo al ver la batalla ganada. Y la sorpresa fue dura y violenta.
Hamza (r.a.), al ver tal desastre, duplicó sus esfuerzos y empezó a golpear a diestra y siniestra con su espada. Mientras tanto, Uahshi lo seguía paso a paso, esperando el momento adecuado para eliminarlo.
Pero dejemos que el propio Uahshi nos describa lo sucedido:
"Soy de Abisinia... arrojo la lanza al modo de los de Abisinia, raramente fallo. Al enfrentarse los ejércitos, salí a vigilar a Hamza de cerca. Lo vi entre los guerreros, derribaba violentamente a los hombres con su espada, nada se ponía en su camino. Por allâh que estaba listo para tirarle y matarle; me oculté detrás de un árbol esperando una oportunidad, pero Sibau Ibn Abdel ‘Uzza se me adelantó y Hamza se encargó de acabarlo de una estocada..."
"Entonces balanceé mi lanza, al encontrar el ángulo correcto la arrojé, le acerté en su vientre y lo atravesé con ella... se levantó hacia mí pero no pudo avanzar y cayó muerto...
"Me acerqué a él y tomé mi jabalina. Luego volví al campamento, no tenía más que hacer, lo había matado para obtener mi libertad."
"Cuando volvimos a Makka me liberaron y allí me quedé hasta que el Profeta (s.a.s.) entró triunfante y la liberó. Ese día huí hacia la cercana Taif..."
"Cuando la gente de Taif se dirigió al Mensajero de Allâh (s.a.s.) para entregarse no supe que hacer. Ir a Sham o al Yemen era mi dilema. Por Allâh, estando yo en esta encrucijada, un hombre se me acercó y dijo: ¡Qué te sucede! El Profeta de Allâh no mata a nadie que entra en su religión..."
"Así fue que llegué a Medina, y me presenté ante el Mensajero (s.a.s.) y declaré el testimonio de la verdad. Al verme, dijo:
¿Tú eres Uahshi?
Respondí: Si, Profeta de Allâh.
Me dijo:
Cuéntame cómo mataste a Hamza. Y así lo hice; al terminar mi relato me dijo: ¡Hay de ti! ¡Aléjate de mi vista! Desde entonces hice lo posible por no cruzarme en su camino, para que no me viese hasta el día de su muerte."
"Cuando los musulmanes salieron a enfrentar a Musailama Al Kaddhab de Al Iamama, salí con ellos. Llevé la jabalina con la que había matado a Hamza. Al enfrentarse los ejércitos vi a Musailama Al Kaddhab ubicarse blandiendo su espada; me preparé para lanzar, balanceando mi jabalina, al ver el ángulo adecuado la arrojé y le acerté de pleno..."
Luego pensé:
"Si maté con esta jabalina a la mejor persona, que era Hamza... ruego a Allâh que me perdone al matar con la misma a la peor persona: Musailama el mentiroso."
Y esta es la historia de la muerte del León de Allâh y de Su Profeta, un mártir glorioso.
Su vida impresionó e impactó a su generación, también lo hizo su muerte. A sus enemigos no les bastó con asesinarlo, después de alistar todos aquellos guerreros para acabar con él y con el Profeta (s.a.s.).
Hind bint ‘Utba mandó a Uahshi extirparle el hígado a Hamza y traérselo. Uahshi no demoró mucho en satisfacer su demencial deseo. Mientras le alcanzaba el hígado con la diestra, recibía las joyas de Hind, su recompensa, con la izquierda.
Hind, hija de ‘Utba, aquel que murió en manos de los musulmanes en Badr, y esposa de Abu Sufián, jefe de los paganos e idólatras árabes, mordió el hígado de Hamza y lo masticó, como forma de saciar su venganza.
Cuando acabó la batalla, los idólatras volvieron a Makka. El Profeta (s.a.s.) bajó junto a sus compañeros hasta el campo de batalla para ver a los mártires.
Allí estaba, al fondo del valle, viendo los rostros de sus Compañeros, que habían caído por la causa de Allâh, los que habían hecho un pacto con Allâh y recibirían una gran recompensa. De pronto, se detuvo, miró, calló y apretó los dientes, cerrando sus párpados ante el horror.
Nunca pensó que la crueldad natural del ser humano llegaría a esta brutalidad horrible, descuartizando el cadáver de un hombre caído en batalla, como lo hecho con su tío Hamza Ibn Abdel Muttalib (r.a.), el León de Allâh... y el Señor de los Mártires.
El Profeta (s.a.s.) abrió sus ojos brillantes y los dirigió nuevamente hacia el cadáver de su tío horriblemente despedazado y dijo:
"Jamás me ocurrirá una desgracia igual... nunca estuve ante una situación que me enfurezca tanto como esta"
Miró a sus Sahabas y dijo:
"Si no se apenase Safía —hermana de Hamza— y no llegase a ser tomada como una tradición después de mí, lo dejaría para que quede en los vientres de las fieras y los buitres... Cuando Allâh me de la victoria sobre Qureish, donde sea, ¡Me cobraré la vida dé treinta de sus hombres!"
Los Compañeros del Profeta gritaban, a su vez: "¡Por Allâh! Si por su ayuda logramos vencerlos, aunque sea una vez en la vida ¡Nos cobraremos de un modo que jamás lo hizo árabe alguno!"
Pero Allah no solo agració a Hamza (r.a.) con hacerlo mártir, también hizo de él una oportunidad para enseñar al mundo que la justicia debe prevalecer y que la misericordia es un deber y una obligación en cualquier castigo o talión.
Ni bien terminó su amenaza, el Profeta (s.a.s.) recibió la siguiente revelación en el mismo campo de batalla, ante el destrozado cadáver de su tío.
Allâh dijo:
Invita a los humanos a la senda de tu Señor, con prudencia y con bella exhortación; refútales de la manera más benevolente; porque tu Señor es el más conocedor de quien se desvía de Su senda, así como también es el más conocedor de los encaminados.
Cuando castiguéis, hacedlo del mismo modo que fuisteis castigados, pero si perseveráis, ello será preferible para los perseverantes.
Sé constante, porque tu perseverancia sólo será con la ayuda de Allâh; no te apenes por ellos, ni te angusties por sus asechanzas.
Porque Allâh está con los piadosos, que son benefactores.
Sé constante, porque tu perseverancia sólo será con la ayuda de Allâh; no te apenes por ellos, ni te angusties por sus asechanzas.
Porque Allâh está con los piadosos, que son benefactores.
(Corán XVI, 125-128)
La revelación de estos versículos, en ocasión de su martirio, fue el mejor homenaje que Hamza obtuvo de Allâh como recompensa.
El Profeta (s.a.s.), decidió que en esos momentos, la mejor despedida para Hamza era orar por el descanso de su alma tantas veces como mártires hubo en la batalla.
De este modo, el cadáver del guerrero fue llevado hasta el lugar donde se realizaba la oración por los mártires caídos. Allí, en ese campo de batalla, que fue testigo de su heroísmo y le vio caer ensangrentado, oró el Profeta (s.a.s.) y sus Compañeros, por Hamza. Luego, trajeron otro mártir y el Profeta (s.a.s.) oró por los dos, luego se lo llevaron, dejando a Hamza (r.a.) en su mismo lugar. Trajeron a un tercero, lo pusieron también al lado de Hamza (r.a.) y el Profeta (s.a.s.) rezó por ambos. Y así se hizo con todos los mártires. El Mensajero (s.a.s.) rezó setenta veces por su tío en ese día.
Cuando los soldados volvían a Medina vieron a las mujeres llorar por sus mártires. El Profeta (s.a.s.), con tristeza, dijo:
¡Nadie llore por Hamza (r.a.)!
Said Ibn Muadh, con intención de satisfacer al Profeta, dijo a unas mujeres que lloren por Hamza y ellas lo hicieron. El Profeta (s.a.s.), apenas escuchó sus llantos y lamentos, salió y les dijo:
"No era esa mi intención. Volveos y que Allâh se apiade de vosotras. Desde hoy, no habrá más llanto."
Muchos de los Sahabas dedicaron a Hamza (r.a.) elogios; sin embargo, el mejor elogio fueron las palabras del Profeta ante su cadáver quién dijo:
"Que la misericordia de Allâh te alcance, ya que tú fuiste —según sé— bueno y generoso con los parientes y un gran benefactor..."
La pena que el Profeta sentía por la partida de su tío era muy grande... consolarlo en ese momento era algo muy difícil. Sin embargo, el destino guardaba para el Mensajero de Allâh (s.a.s.) el mejor consuelo...
Al regresar a su casa después de la batalla, el Profeta (s.a.s.) pasó frente a una mujer cuyo padre, esposo e hijo habían caído en dicha batalla. Al ver a los soldados musulmanes retornar, fue a preguntarles sobre sus familiares. Le comunicaron la noticia de la muerte de su padre, de su esposo y su hijo. Ella, sin embargo, preguntó ansiosamente: "¿Y cómo está el Mensajero de Allâh?" Le dijeron: "Bien, como es tu deseo, gracias a Allâh." Dijo: "Muéstrenmelo para verlo" .
Los hombres se quedaron junto a ella hasta que el Profeta (s.a.s.) se acercó. Al verlo, le dijo: "Cualquier pérdida, aparte de ti, es algo fácil"
Esa escena fue un verdadero consuelo. El Mensajero sonrió levemente ante tanta generosidad, obediencia y absoluto apoyo.
Las palabras de esta pobre mujer que, después de oír semejante noticia, que derrumbaría montañas, preguntó por el Profeta (s.a.s.), fueron el mejor consuelo que el destino pudo dar al Profeta (s.a.s.) por la pérdida del León de Allâh y el Señor de los Mártires.
¡ Que Allâh bendiga a Hamza!
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