La niña española de la yihad
BEATRIZ MESA
Qué pasó por la cabeza y por el cuerpo de la joven a la que llamaremos por el seudónimo de Amina, acostumbrada a estudiar y a jugar con amigos, cuando una tarde activó los foros y las páginas del Estado Islámico (EI) y se sumergió hasta quedar totalmente hipnotizada? Es la persona más joven que ha intentado marcharse desde la ciudad española de Ceuta para hacer la yihad en las filas del Daech [el nombre en árabe de la organización terrorista] en Siria con el fin de «ayudar a los hermanos musulmanes sirios», recuerda la muchacha que acaba de cumplir 15 años y ha pasado casi uno recluida en el centro de menores de Ceuta. Ya en libertad, ha quedado bajo la tutela de su hermana mayor y con ganas de finalizar la ESO, una vez se deshaga del todo de los pajaritos que rondaron en su cabeza durante meses.
«Quiero que mi hija sea la niña de antes. Está creando su nuevo entorno de amigos y ha tomado conciencia de que debe retomar los estudios, y dejar esa otra vida. Es una niña que ha estado muy influida por el móvil», interviene la madre con ojos todavía hundidos por la tristeza que le causó la manipulación a la que fue sometida su hija por parte del aparato del EI, con tentáculos en todo el mundo, en especial en barrios marginales de ciudades españolas como Ceuta, donde ha circulado el discurso de la «defensa legítima de nuestros hermanos musulmanes» contra el régimen de Bachar el Asad.
Amina, después de la detención y las terapias psicológicas con especialistas en menores, muestra su arrepentimiento por haber servido también de eslabón para que otras mujeres mayores que ella se arrimaran a la red que se estaba gestando en la clandestinidad para alistarse al EI. Su carita de niña contrasta con el discurso adulto que emerge de su interior: «Atravesaba en aquel momento una crisis de moral, me sentía vacía, no estaba bien y me dejé llevar por el discurso yihadista y el acto del martirio del que me hablaron», afirma. De hecho, el discurso vertido fundamentalmente en Facebook -la herramienta con la que mujeres yihadistas reclutaron a la joven Amina- dejaba mensajes sobre la decadencia de los valores en la sociedad occidental actual, donde las comunidades musulmanas sufren la exclusión. Y esa degradación espiritual solo se puede combatir, según le inducían con peripecias verbales, con la guerra santa.
La machacaban noche y día los reclutadores que, en su caso y en primera instancia, eran todas mujeres ceutís. Con el tiempo, el adoctrinamiento para Amina y las que fueran sus correligionarias abandonó la galería virtual y lo recondujeron en mezquitas improvisadas dentro de casas particulares o también en mitad del campo de la localidad ceutí de Binzú, fronteriza con Marruecos, donde «varios hombres marroquís vestidos normal [al estilo occidental] venían para enseñarnos los preceptos que debíamos aprender antes de pasar a la acción», continúa su relato. ¿Y cuáles eran? «Pues conocer a través de las surat[los versos en el islam] el capítulo de El Reino, de extrema relevancia para los musulmanes porque trae bendiciones». ¿Y qué dice? «Pues no sé, que cuando morimos tenemos un destino en el reino de los siete cielos...», intenta dar respuesta con un profundo desconocimiento de la religión islámica.
«Yo me creía la manera en la que interpretaban la religión porque, de tanto decirme las cosas, pues me las acababa creyendo», confiesa, dando muestras del cariz sectario de los dinamizadores durante su labor de captación con colectivos muy vulnerables e ignorantes. «Y por la fuerza de Alá tenía que alcanzar el paraíso haciendo la yihad. Tenga en cuenta que para nosotros, los musulmanes, el paraíso es la meta, porque es lo que nos han enseñado», prosigue.
Vídeos de castigos
Durante aquel proceso de integración en la organización criminal, Amina recuerda que le mostraban vídeos de castigos islámicos, en los que se amputaban manos por robar, o se aplicaba la pena capital por delitos graves. «Eran vídeos de decapitaciones muy violentos, pero de tanto verlo y verlo, al final te hacen creer que eso es así, a pesar del miedo que tenía», dice bajando la voz.
El momento álgido en la captación de Amina fue cuando se le propuso contraer matrimonio con otro joven musulmán de Melilla de origen rifeño. «Era guapo, tenía 17 años y me dijo que me quería, que me haría muy feliz y que debíamos hacer bien yéndonos para hacer la yihad», dice. Y añade: «Normalmente, las mujeres captadas necesitan ir acompañadas de un hombre».
Y allí fue Amina, hasta Melilla, junto a otra mujer adulta, envueltas ambas en el velo integral, entregada a los pasos que debía dar antes de alcanzar el EI para emprender la guerra contra los impíos. Durante el doloroso proceso grabó un último mensaje: «El Daech tiene un proyecto de extenderse por las sociedades infieles, como Francia y España, donde estaban convencidos de que arrasarían hasta crear un califato».
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