AMLO es Totalmente Palacio
¿Por qué se enojan los neoliberales con Andrés Manuel o este con ellos si son iguales? Cierto, AMLO predica la austeridad, pero la verdad es que Milton Friedman estaría muy orgulloso de este discípulo. Diversas han sido las muestras de que López Obrador tiene una veta de fifí, aunque ninguna tan evidente hasta ahora como patentar su nombre como si se tratara de una marca.
Sí. El mismo IMPI (Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial) comparte en su página: “se entiende por Marca a todo signo visible que distinga productos o servicios de otros de su misma especie o clase en el mercado. Por su parte, el Nombre Comercial es la protección del nombre de un establecimiento industrial, comercial o de servicios, los cuales estarán protegidos sin necesidad de registro”.
¡Qué espanto! Ya ni los libros de historia podrán decir que el 79° presidente de la nación se llamaba Andrés Manuel López Obrador. ¿Cómo lo nombrarán? ¿Los adjetivos utilizados por la oposición y la crítica más acérrima? Desde PEJE hasta uno bastante sucio, que no voy a repetir, pasando por MALO (oigan, ¡yo de plano protesto!).
Tal vez veamos espacios en blanco junto a “dirigente de la 4T” o el presidente “de los otros datos” o el “presidente del PAN” y no, no por ser el expartido de Calderón, sino por los que se cuelga al cuello y se pone de adorno en la cabeza. Bien podría ser también el “presidente florero”, por la cantidad de flores que siempre le cuelgan. O “el Totalmente Palacio” por aquello de que habita en Palacio Nacional, el mismo lugar donde vivieron los dos emperadores que ha tenido México: don Agustín de Iturbide y Maximiliano de Habsburgo.
¿O será que en su espíritu franciscano, López Obrador piensa cobrar regalías cada vez que se mencione o se escriba su nombre? Tal vez vaya más allá y lo que quiera es que con lo recaudado se ayude a comprar cachitos de la lotería del avión sin el avión.
La otra opción de patentar los nombres —en este caso el suyo y el de su esposa— es apoyar la carrera artística de Beatriz Gutiérrez Müller y, bueno, es sabido que los nombres artísticos se patentan para que no puedan ser usados por otros cantantes. Sin embargo, el rubro bajo el cual fueron patentados los suyos fue “título de registro de marca”. Con lo cual, deberíamos distinguirlos de otros nombres. ¿En serio, de otros? ¡Pues para eso tenemos cada quien su nombre con apellidos y dados de alta en el registro civil! Ergo, todo esto viene siendo francamente innecesario.
En realidad, estamos ante un asunto netamente neoliberal, además de terrible. Como lo es el permitir que en época de crisis los desempleados sean lo que tengan que usar sus ahorros para el retiro en lugar de que el gobierno los apoye. Tan neoliberal como entender que un funcionario puede tener, sin tenerlas, más de 20 residencias, obtenidas todas tan solo con su sueldo de funcionario de los últimos 50 años. O que, para generar energía, no importa contaminar, aunque en ese caso el economista Friedman pediría fuera sin pérdidas…
Seamos sinceros: a las gente verdaderamente suntuosa, incluidos muchos neoliberales, viven bien, en palacios rodeados de mármol y maderas preciosas. Con muebles tapizados en raso de seda y murales pintados por Diego Rivera. Sin olvidar usar zapatos de excelente calidad, como son unos Crockett & Jones (esa sí una marca de calzado), ingleses, cuyo precio supera los 13 mil pesos. O un suéter Ferragamo (otra marca) con un valor de 23 mil pesos. O quizá es que yo no había entendido que con ese tipo de zapatos se comprende la petición aquella de tener sólo un par…
El hecho es que mientras la autoridad de autoridades, Paul Krugman, premio Nobel de economía, gente de izquierda de verdad y fuerte crítico del neoliberalismo (por lo que uno tendería a pensar que apoyaría a López Obrador), nos está diciendo que tengamos mucho cuidado porque el “presidente palacio” es populista y ha conducido pésimamente la estrategia para enfrentar la pandemia, al izquierdista que es en realidad neoliberal lo que le preocupó y a lo que le dio prioridad es ir a buscar registrar su nombre para cobrar por el uso que se le dé a este, sin que se sepa a dónde irían a parar esos recursos.
Ahí la dejo por hoy y me quedo con la incertidumbre de saber hasta cuando, como columnista, voy a poder escribir el nombre de AMLO, López Obrador o Andrés Manuel López Obrador sin que me cobren por ello.
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