Ya chole con tus quejas…
El viernes pasado, en su conferencia matutina, el presidente López Obrador lanzó una perorata de casi tres horas, la más larga de su administración. Por si fuera poco, en la tarde se dirigió al pueblo de México para presentar un análisis de prensa donde concluye que el 66% de las notas publicadas son adversas a su proyecto. Va una más.
Desde el inició de su administración, el Presidente no sólo ha puesto en marcha una serie de acciones que trastocan los pilares de nuestra incipiente democracia.
Con el advenimiento del lopezobradorismo, hemos sido testigos de un proceso de erosión institucional, centralización del poder presidencial y la preparación de un coctel molotov de riesgo político. La homeóstasis del poder presidencial es un juego de suma cero: lo que gana el Presidente, lo pierde el ciudadano. Y el equilibrio es muy endeble.
El debilitamiento de la burocracia y de organismos autónomos como el INE y la CNDH, la eliminación de recursos destinados a organizaciones de la sociedad civil, la colonización de la SCJN y la transformación del Ejército en una policía merman los contrapesos democráticos. En el campo de la salud, la eliminación del Seguro Popular, el desabasto de equipo médico y medicinas para responder a la contingencia sanitaria, la mala coordinación entre órdenes de gobierno y la poca capacidad del INSABI se traducen en una menor eficacia del Estado.
Para abonar al combo, las impredecibles consultas y plebiscitos a modo para tronar proyectos de inversión y enjuiciar expresidentes trastornan los principios democráticos y generan incertidumbre jurídica. Así, ahuyentan la inversión privada que, incluso su jefe de Oficina, acaba de reconocer como indispensable para salir de la crisis.
De acuerdo con Parametría, sin embargo, 50% de los encuestados volverían a votar por López Obrador si las elecciones se repitieran hoy. La aprobación presidencial se mantiene en altos niveles e incluso, durante esta administración, se ha reducido el número de manifestaciones y movilizaciones sociales. Pero la paz parece sostenida sobre alfileres: en los rubros de seguridad, economía y corrupción está reprobado, de acuerdo con esta misma y otras mediciones.
Es evidente que hay una conflictividad social cada vez menos silenciosa. En el último mes, los normalistas han tomado casetas de peaje, FRENAAA instaló su plantón en la avenida Reforma, el magisterio tomó las vías férreas en Michoacán, grupos feministas se apropiaron de diversas instalaciones de Derechos Humanos, y se agravaron los conflictos por el agua en Chihuahua, contaminando a Tamaulipas y tal vez otras entidades del país, como Baja California.
La pérdida de empleos y de seres queridos puede generar irritación social. El esfuerzo de centralización del poder ha disminuido la capacidad de operación estatal. No es improbable que enfrentemos en los próximos meses una mayor efervescencia social.
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