¿Qué significa que la jefa de gobierno de CDMX, Claudia Sheimbaund, ordenó reprimir a un puñado de alcaldes opositores de la capital del país?

 ¿Qué mensaje se manda cuando el propio presidente Obrador cuando lanza una persecución política demencial contra opositores como Rosario Robles, Ricardo Anaya y gobernadores como Francisco García Cabeza de Vaca y Silvano Aureoles, entre muchos otros?

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¿Qué debemos entender cuando el Ejército, la Guardia Nacional y el Instituto Nacional de Migración reprimen de manera brutal a cientos de migrantes cuyo único “pecado” es buscar “el sueño americano”; el mismo cuyas remesas festeja a diario el mandatario mexicano.

¿Qué pretende el presidente López Obrador cuando todas las mañanas lanza todo el peso del Estado contra los medios, contra periodistas y críticos de su fallida gestión y cuando recurre a la difamación, la calumnia y la amenaza contra los periodistas?

 La respuesta a las interrogantes anteriores la conocen todos.

Resulta que en el gobierno de López Obrador estamos viviendo un retroceso a más de medio siglo de la vida política mexicana y, sobre todo, la experimentamos la vuelta a la represión, la antidemocracia y el autoritarismo que dieron vida a los peores momentos de la represión oficial.

Y es que, curiosamente, buena parte de la clase política gestada y empoderada en el Partido Morena, se asume como heredera de los tres más grandes movimientos estudiantiles de los últimos 60 años.

Nos referimos, como todos saben, a los movimientos estudiantiles de 1968, 1971 y 1986, que alentaron a estudiantes del IPN y la UNAN, en los dos primeros casos, y sólo a los de la UNAM en la tercera revuelta, promovida por el CEU.

De esos tres momentos surgieron buena parte de los cuadros políticos que hoy nutren al partido en el poder; clase política que en sus mocedades cuestionó todo aquello que hoy representan; el autoritarismo, la corrupción, la transa, la ratería y, sobre todo, la ambición sin límite por el poder, la tentación autoritaria y, sobre todo, el poder en un solo hombre.

En efecto, lo peor del viejo PRI, lo más podrido, autoritario y represor del viejo partido contra el que lucharon los jóvenes del “68”, del “71” y del “86”, del siglo pasado, es lo mismo que defienden hoy dentro de Morena las mujeres y los hombres del poder.

Sí, muchos de aquellos jóvenes que lucharon contra el poder absoluto y nada democrático de Gustavo Díaz Ordaz, de Luis Echeverría y de Miguel de la Madrid, hoy defienden el poder absoluto, totalitario, autoritario, represor y nada democrático del gobierno de López Obrador.

Y si, vivimos la traición de la historia por parte de los sátrapas del gobierno de AMLO.

Y es que, como saben, en el primer caso –en 1968–, la movilización se organizó contra el autoritarismo del entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz –motejado como GDO por su acrónimo–, verdadero epítome de la represión oficial y a quien los jóvenes de entonces motejaron como “el gorila represor en el poder”.

El segundo caso fue una revuelta estudiantil contra el populista autoritario de Luis Echeverría, hijo político de GDO y quien ya como presidente orquestó su nueva venganza política contra los universitarios, a quienes igual que hoy, veía como sus enemigos naturales.

Y la tercera movilización estudiantil se produjo durante el gobierno de Miguel de la Madrid, en la rectoría de Jorge Carpizo, quien intentó un cambio radical en la UNAM, que fue rechazado por los estudiantes que exigían ser escuchados.

La paradoja es que hoy, a más de medio siglo de que se produjeron esos movimientos estudiantiles, sus herederos no son iguales a aquellos represores, sino que son peores.

Hoy, políticos como Pablo Gómez, Claudia Sheimbaun, Martí Batres, Alejandro Encinas y muchos otros son los principales responsables y los impulsores del culto al partido único, al gobierno de un solo hombre, al “Dios de Palacio” y defienden “a capa y espada” el uso de la fuerza como método único para resolver las controversias.

Es decir, que todos terminaron tal como lo escribió el gran José Emilio Pacheco, “de viejos, son todo aquello que cuestionaban a los 20 años”.

Y hoy, como ya lo dijimos, el gobierno de AMLO y su claque –producto de 1968, de 1971 y de 1986–, persigue a los periodistas críticos, a los políticos disidentes; apalea a los movimientos sociales, asesina a los líderes que defienden la tierra y la ecología y, en especial, reprime a quienes disienten.

Sí, la clase política en el poder, los militantes de Morena y los lacayos de López Obrador, hoy son la vergüenza de la historia; son la derrota de la historia y son la escoria de la política mexicana.

Se los dije.