La maya pax, música de dios, música de la guerra
Marcelo Jiménez Santos*
Marcelo Jiménez Santos, Mártires de la guerra social maya, acrílico en loneta, 2.40 × 1.80 m., Museo de la Guerra de Castas, Tihosuco, Quintana Roo (fotografía de Marcelo Jiménez).
La conflagración o guerra social maya ocurrida en la península de Yucatán entre los años de 1847 a 1901 fue registrada por la historia oficial como Guerra de Castas. Lorena Careaga[1] plantea que varios términos usados para describir a los mayas, su cosmología y su historia no son adecuados; por ejemplo, los términos acuñados por los historiadores como “guerra de castas”, “cruzóob”, “cruz parlante” y “Chan Santa Cruz” son, en gran medida, ajenos a la memoria de gran parte del pueblo maya en Quintana Roo. El Nojoch Báatel Tambal (la Gran Guerra, como le suelen decir en maya los abuelos) no sólo fue un levantamiento armado que se caracterizó por los enfrentamientos entre blancos y mestizos en contra de la población maya campesina que vivía sometida y, en muchos casos, esclavizada, también fue una contienda espiritual y cultural.
La resistencia indígena al trabajo esclavizado, al despojo de sus tierras, espacios sagrados e interminable pago de tributos e injusticias, fueron en gran medida algunas de las causas que alimentaron y avivaron durante los poco más de tres siglos las ansias de recuperar su autonomía territorial, política, económica y espiritual. Antes de ser sometidos, la vida maya estaba concebida en función de la naturaleza y los seres sobrenaturales que la habitaban, con los cuales guardaban relaciones de respeto, equilibrio y cuidado. Muy diferente a la competencia, deslealtad y traición del nuevo sistema que se imponía.
Entre los principales líderes de esta insurrección destacan Manuel Antonio Ay (1817-1847), quien fue el primer mártir de la guerra, ejecutado en juicio sumario el 26 de julio de 1847 en el atrio de la iglesia del barrio de Santa Ana (Valladolid); Cecilio Chi (1820-1848), orador, estratega y líder maya, conformó la ideología libertaria y de comunión con su cultura ancestral, murió asesinado el 3 de diciembre en manos de su secretario; Jacinto Pat, nacido en Tihosuco y muerto en Holchén, Yucatán, en 1849, era llamado tatich (jefe o gran señor) por la gente que trabajaba con él, priorizaba la negociación política a la guerra, y Evaristo Sulub, considerado el último líder maya que combatió hasta el año de 1933 en la comunidad de Dzulá, en lo que ahora es el municipio de Felipe Carrillo Puerto, en Quintana Roo.
Al cabo del primer año de los exitosos enfrentamientos, y tras la muerte de sus principales líderes, la contraofensiva del ejército yucateco no se hizo esperar, ante lo cual los insurrectos se fueron replegando hacia el oriente de la península, justo donde actualmente es el estado de Quintana Roo. Lugar donde fundaron, en 1850, su ciudad sagrada y bastión de la resistencia, definida en sus propios textos históricos como Noj Kaj Santa Cruz Xbáalam Naj K’ampokolché, actualmente Felipe Carrillo Puerto, cabecera municipal del municipio del mismo nombre, en la región central del estado de Quintana Roo.
Los dos principales líderes de esta segunda etapa fueron José María Barrera y Manuel Nahuat. Alfonso Villa Rojas señala:
La Fundación de “Chanta San Cruz” fue un hecho de apariencia sobrenatural, acaecido a fines de 1850, el que dio nuevo impulso a la rebelión y un santuario a la misma. Sucedió que, grabada en el tronco de un caobo que crecía a la orilla de un manantial, apareció una pequeña cruz que, como cosa de milagro, estaba dotada del don de la palabra. Entre otras expresiones, la crucecita decía ser la propia Trinidad, que por orden del Padre había bajado a la tierra para aconsejar y protegerlos debidamente en su lucha contra los blancos. A este respecto, les aseguraba que estaría presente en todos sus combates para evitar que fuesen heridos por las balas.[2]
Marcelo Jiménez Santos, Mosaico cultural maya (fragmento mural), acrílico en loneta, 12.00 × 4.00 m., Centro Internacional de Negocios y Convenciones, Chetumal, Quintana Roo (fotografía de Francisco Martín).
En estas condiciones de resistencia, el movimiento bélico creó rituales musicales y dancísticos que fortalecieron sus creencias religiosas. La “maya pax”, música y danza maya, se interpretaron por vez primera como parte de la ofrenda que rendía culto a la Santísima o Kiich kelen Yúum (padre hermoso) y los danzantes llamados vaqueros y vaqueras asumieron un papel fundamental en la organización de las celebraciones religiosas y de la situación de guerra que vivían.
Maya pax es el término con el que se reconoce la música, los instrumentos musicales, la danza e incluso a los bailadores que rinden culto a la Santísima en los centros ceremoniales mayas y demás comunidades que pertenecen a dichos centros ceremoniales. En el año 2018 la H. XV Legislatura Constitucional del Estado Libre y Soberano de Quintana Roo declaró la música Maya Pax como Patrimonio Inmaterial del Estado de Quintana Roo.
Tanto la música como la danza son reminiscencia de la jarana yucateca, pero en el contexto ceremonial, al ser parte de la ofrenda a la Santa Cruz, se reinterpretaron de manera solemne. Los vaqueros y las vaqueras participan en cumplimiento de alguna promesa o en pago por un favor recibido. La dotación instrumental empleada en la maya pax ceremonial la conformaban, en un principio hasta una corneta; actualmente la integran uno o dos violines (cordófonos de frotación), un bombo y una tarola, considerados como membranófonos tubulares (instrumentos que requieren de una tensión en el parche o cuero para emitir el sonido, en este caso con cuerpo en forma de tubo). El bombo y la tarola son construidos por los propios músicos, ahuecando troncos de cedro o caoba, que cubren con cuero de venado; en el caso de la tarola se le coloca a lo largo del diámetro de uno de los parches un mecate o hilo a manera de bordón o redoblante. Inicialmente el violín era manufacturado por los mismos músicos con maderas de la región, tripas de animales para las cuerdas y fibra de henequén para el arco. Actualmente es adquirido en los comercios de la región.
Marcelo Jiménez Santos, Danzantes maya pax, acrílico en manta, 70 × 95 cm., colección privada (fotografía de Marcelo Jiménez).
Las vaqueras confeccionan sus prendas tradicionales, como el hipil y el sombrero decorado con rosetones de coloridos listones. La enseñanza de estas expresiones culturales se da, principalmente, en los ámbitos familiar, comunitario y durante las fiestas patronales por imitación de los abuelos y de los padres.
En la actualidad, en Quintana Roo existen dos tipos de música con su propio repertorio. Éstos son el jaranero, o popular, que se practica y escucha en algunos pueblos de los municipios de José María Morelos y Lázaro Cárdenas, colindantes con el estado de Yucatán (repobladores), y el que nos ocupa, conocido como maya pax ceremonial o tradicional, que se conserva y practica en las comunidades de la región maya de los municipios de Felipe Carrillo Puerto y Tulum, en la parte central del estado de Quintana Roo.
Desde los tiempos de la guerra, los mayas autodenominados máasewales han atesorado un repertorio musical de carácter sagrado que, a lo largo del tiempo, ha permanecido con muy pocos cambios. La maya pax se escucha en los días de fiesta comunitaria, cada son tiene un momento de presentación específico establecido por la tradición. De esa manera, los sones sagrados se ejecutan dentro del ceremonial religioso en los santuarios y las piezas para baile y corrida de toros en el contexto festivo, pueden ser interpretadas en cualquier lugar y ocasión.
Marcelo Jiménez Santos, Xtáabay (2), acrílico sobre madera, 1.12 × 2.20 m., colección del autor en el Museo Maya Santa Cruz Xbáalam Naj, Felipe Carrillo Puerto (fotografía de Marco León Diez).
Esta música sagrada de los mayas actuales de la región central del estado de Quintana Roo la podemos escuchar en los principales centros ceremoniales y comunidades que comprenden el área geográfica máacewal, perteneciente a la zona maya del municipio Felipe Carrillo Puerto.
En esta nueva sociedad maya se fusionaron algunos elementos culturales de origen prehispánico con otros recién adquiridos en su desventajosa convivencia con sus verdugos. La cultura que originaron los hace diferentes de los demás mayas peninsulares. Una de sus principales características es su organización religiosa-política-militar que se desenvuelve en torno al culto a la Santísima, que, junto con su santuario daría cohesión y sentido a su rebelión.
A pesar de haber depuesto las armas, en la memoria colectiva del pueblo maya máacewal, la guerra no ha terminado pues sus condiciones de vida tampoco han mejorado.
El actual auge y desarrollo turístico de la zona norte del estado ha propiciado que los jóvenes descendientes de los rebeldes cambien, en muchos de los casos, sus lugares de residencia ante la posibilidad de obtener mejores trabajos; sin embargo, en los días de las fiestas patronales, y ahora por la pandemia por COVID-19, regresan a sus comunidades para participar activamente en la organización de los festejos o, como en el último de los casos, a reintegrarse a la dinámica comunitaria. Por otro lado, es alentador que las nuevas generaciones estén aprovechando las nuevas herramientas que la tecnología brinda para llevar a cabo interesantes acciones de resistencia cultural, no sólo con la música tradicional, sino también con otros géneros musicales que se han apropiado, como el rap o el reggae en lengua maya; reinventándose día a día para mantener vivo su patrimonio cultural incesantemente reinvertido, reactivado y renovado como un proceso contemporáneo de creatividad e innovación.
Marcelo Jiménez Santos, Xtáabay (1), acrílico en manta, 75 × 100 cm., colección del autor (fotografía de Marcelo Jiménez Santos).
Bibliografía
ROSADO CASTRO, M. L., El patrimonio dancístico de Quintana Roo, México, Instituto de Investigación y Difusión de la Danza Mexicana-Delegación Quintana Roo, 2013.
NATARÉN CORDERO, L., Maya pax, ceremonial o tradicional y jaranero o popular, Chetumal, Conaculta-Unidad Regional Quintana Roo de Culturas Populares, 2000.
GONZÁLEZ DURÁN, J. Los rebeldes de Chan Santa Cruz, Mérida, H. Ayuntamiento de Felipe Carrillo Puerto, 1978.
* Artista plástico y promotor cultural.
[1] Lorena Careaga, Hierofanía combatiente: lucha, simbolismo y religiosidad en la Guerra de Castas, Chetumal, Universidad de Quintana Roo, 1998.
[2] Alfonso Villa Rojas, Los elegidos de Dios. Etnografía de los mayas de Quintana Roo, México, INI, 1978.
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