¡PORFIRIO ACUSA: “GUERRA PACTADA CON EL CRIMEN”!
¿De verdad todos aquellos que, como Porfirio creyeron en López, no sabían la clase de farsante, mentiroso, “engañabobos” y dictadorzuelo que siempre ha sido el de Tabasco?
Primero las preguntas obligadas.
¿Cuántos mexicanos, como Porfirio Muñoz Ledo, que creyeron en el líder social y aspirante presidencial, López Obrador, hoy están no solo arrepentidos sino horrorizados del dictador tabasqueño?
¿Cuántos de esos arrepentidos tienen las agallas, como las que muestra Muñoz Ledo, para proponer de manera abierta, frontal y clara un bloque social y político para contener el dictador AMLO?
¿De verdad todos aquellos que, como Porfirio creyeron en López, no sabían la clase de farsante, mentiroso, “engañabobos” y dictadorzuelo que siempre ha sido el de Tabasco?
¿No les bastó con el desastre de gobierno en el antiguo DF; no fueron suficientes las transas que cometió en el PRD; no tuvieron con la cultura antidemocrática y dictatorial que impuso López en Morena y con el financiamiento del crimen organizado al hoy partido oficial, para saber que mantenía vínculos con las bandas criminales?
¿Nunca vieron –los políticos profesionales como Muñoz Ledo–, que López era un verdadero peligro para México, para los mexicanos, para la democracia y, en especial, para la estabilidad del país?
¿De verdad puede ser creíble que por tantos años, tantos mexicanos hayan sido no sólo engañados sino engatusados “por un encantador de serpientes”, como López, cuya fragilidad ideológica, mitomanía y rencor social siempre estuvieron a la vista de todos?
En efecto, lo primero era formular las anteriores preguntas porque hoy es muy fácil –para muchos como Muñoz Ledo, como la señora Lilly Téllez y otros–, colocarse “la casaca” de críticos y opositores de AMLO, cuando por décadas estuvieron a la vista de todos las evidencias de que el señor Obrador era todo lo que hoy sorprende a Muñoz Ledo.
Y es que nadie debe olvidar aquella máxima de que en la política y en el poder “no hay sorpresas, sino sorprendidos”.
Y los sorprendidos que hasta hoy se percataron del verdadero talante populista, dictatorial, nada democrático y maniqueo de López Obrador acaso permanecieron ciegos, sordos o, en caso contrario, intentaron jugar el juego del oportunismo que, al final los habría derrotado.
Y viene a cuento el tema a propósito del desplegado que difundió Porfirio Muñoz Ledo –el lunes 15 de agosto del 2022–, quien de manera valiente formuló a un “Llamado a restaurar la República”.
Se trata –como su nombre lo dice–, de una convocatoria ciudadana a forjar “la unidad combatiente por la paz”, para ejercer “el derecho sagrado de resistencia a la opresión”.
Y es que la mayor preocupación de Muñoz Ledo –y por ello lo subraya en mayúsculas–, es que en México vivimos “UNA GUERRA INTERNA PACTADA POR EL GOBIERNO CON EL CRIMEN”.
Así lo dice, de manera textual:
“El primer deber de las y los ciudadanos mexicanos, es HOY denunciar y combatir por todos los medios legítimos el sórdido propósito de militarizar el país al término de este sexenio.
“El presidente de la República, en grave violación constitucional, pretende desaparecer la Guardia Nacional y entregar a las fuerzas armadas el control del aparato del Estado.
“De nuevo los militares en las calles junto al derrame indetenible de sangre ciudadana. UNA GUERRA INTERNA PACTADA POR EL GOBIERNO CON EL CRIMEN.
“Nuestros heroicos soldados y marinos no son “CORCHOLATAS” al servicio de caciques tropicales, sino el último reducto de la soberanía nacional y de las libertades públicas.
“Rechacemos la provocación y la mentira. Forjemos la UNIDAD COMBATIENTE POR LA PAZ. Ejerzamos el derecho sagrado de la resistencia a la opresión. Toda flaqueza frente al despotismo en un suicidio anticipado”. (Fin de la cita)
Como queda claro, cada día son más los políticos de primer nivel que acusan lo que aquí se dijo por años; que existe una alianza entre el gobierno de López Obrador y algunas de las más poderosas bandas criminales.
Peor aún, el desplegado promovido por Muñoz Ledo va más allá y también comparte la idea –revelada en este espacio–, de que el país en llamas que hemos visto en los días recientes en no pocas entidades es “una guerra pactada” por el gobierno con el crimen.
Y por eso el añoso Muñoz Ledo llama “a restaurar la República”.
Curiosamente, el llamado de Porfirio se produce cuando desde Palacio el presidente Obrador intensifica una campaña para engatusar a los ciudadanos sobre sus dos prioridades hacia el último tercio de su gobierno.
Primero, López insiste en justificar la militarización total de la seguridad pública con el espantajo de que las bandas criminales protestan por la eficacia de su gobierno frente a la violencia criminal.
Y, segundo, que el propio mandatario se contradice y argumenta que los medios, sus críticos y adversarios han exagerado la violencia que a diario se vive en México, con la finalidad de dañar a su gobierno, a pesar de que la criminalidad llegó a niveles intolerables en todo el país, que hoy es “territorio criminal”.
Es decir, que López Obrador está lejos de reconocer el fracaso estrepitoso de su gestión al frente del gobierno federal –a pesar de que la terca realidad lo desmiente a diario–, lo que acelera la posibilidad de que en cuestión de meses veremos a un presidente arrinconado por el derrumbe total del país, lo que catalizará el peligro de un golpe de Estado.
En efecto, el mandatario mexicano empieza a dar señales de que tarde o temprano ordenará el asalto al poder por los métodos golpistas, para lo cual colocará a las fuerzas castrenses como su mejor barrera de protección para aferrarse al poder de manera indefinida.
Por eso AMLO ha intensificado el soborno a militares y marinos de alto rango; por eso la persecución a los adversarios, como Alejandro Moreno, líder nacional del PRI y por eso las campañas de persecución en redes y en medios “paleros” contra los críticos.
Y es que, en efecto, los dos últimos años de López Obrador en el poder presidencial podrían resultar los más peligrosos para la estabilidad del Estado, para la soberanía nacional y para las libertades de los ciudadanos.
Al tiempo.
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