EGIPTO
Los Hermanos Musulmanes insisten en reclamar la salida de Mubarak
El principal grupo opositor de Egipto, los Hermanos Musulmanes, ha insistido en pedir la renuncia del presidente, Hosni Mubarak, al considerar que su anuncio de no presentarse a las próximas elecciones llega tarde.
Hosni Mubarak, durante su discurso ayer en la cadena Al Masriya. (AFP)
WASHINGTON-. "Está claro que el presidente Mubarak ignora las peticiones del pueblo y de los Hermanos con las otras fuerzas opositoras, que todavía piden la salida del presidente, y no menos de esto", ha declarado a Efe Gamal Nasar, portavoz de ese grupo opositor.
Hosni Mubarak anunció ayer que no dimite y que sólo cede en no presentarse a las próximas elecciones, después de las multitudinarias movilizaciones que exigieron ayer su salida en distintas ciudades egipcias.
El presidente de EEUU, Barack Obama, ha mantenido una conversación telefónica con su homólogo egipcio y le ha transmitido que la transición "ordenada" de Egipto "debe ser significativa, debe ser pacífica y debe comenzar ahora", y que dicha transición "debe llevar a unas elecciones que sean libres y justas".
El dirigente estadounidense, en un discurso recogido por "The Washington Post", explica que en su conversación con Mubarak, éste había reconocido que "el statu quo no es sostenible", con lo que "ha de ocurrir un cambio".
"Egipto no ha tenido muchos momentos de transformación, las voces del pueblo egipcio nos dicen que este es uno de esos momentos", ha añadido Obama.
Washington también ha transmitido a Mubarak que mantendrá "la alianza y amistad" con El Cairo y continuará dispuesto a ofrecer toda la ayuda necesaria.
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Kissinger: “Mubarak era la mejor manera de alcanzar los objetivos de EEUU en la región”
En declaraciones a la cadena Fox, el ex Secretario de Estado Henry Kissinger aseguró que los estadounidenses “hemos tenido cinco presidentes que consideraron que Hosni Mubarak era la mejor manera de alcanzar los objetivos de EEUU en la región”.
Kissinger reconoció que tras Anuar el Sadat, Mubarak fue un elemento estabilizador en la región. Cínicamente reconoce que “estábamos tan acostumbrados a Sadat y a Mubarak que por treinta años olvidamos que antes Egipto era una fuente de actividades nacionalistas anti-americanas“.
Viejo zorro político, comprende que Egipto es el país clave del Medio Oriente y que los resultados de la actual situación repercutirán en todo el entorno.
Kissinger, quien tuvo una activa participación en la política exterior norteamericana en la década del 60 y el 70 del siglo pasado, fue un aliado de las dictaduras latinoamericanas de esa época y organizó la Operación Cóndor, un plan internacional de eliminación sistemática de opositores en nombre de la “lucha contra el comunismo”.
También, se ha demostrado su participación en el golpe de Estado contra el gobierno de Salvador Allende en Chile. Fue sometido a proceso en Estados Unidos por el asesinato del comandante en jefe del Ejército chileno René Schneider, aunque en el 2006 la Corte Suprema de ese país falló que su responsabilidad había sido política y no criminal.
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EGIPTO
Mubarak, desafiante, acepta fin forzado por protestas
Por Ulises Canales
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El Cairo, 1 feb (PL) El presidente Hosni Mubarak aceptó hoy públicamente su inminente final como estadista tras 30 años en el poder, y prometió facilitar una transición pacífica, aunque desafió a sus adversarios jurando que morirá en Egipto.
En su segunda alocución a la nación en menos de una semana, el mandatario se vio obligado a pronunciarse sobre lo que calificó de "prueba difícil" para este país, sumido en el caos desde el comienzo hace ocho días de multitudinarias protestas callejeras.
Con el rostro desencajado, el jefe de Estado declaró que "teniendo en cuenta las condiciones actuales, no tengo la intención de presentarme a un nuevo mandato", una decisión histórica considerada insuficiente por sus opositores.
Según el dirigente, "nunca he sido alguien que ha querido acaparar el poder", y se negó a "abandonar mi misión", alegando que "mi primera responsabilidad ahora es restaurar la seguridad en el país para que pueda llevarse a cabo una transición pacífica".
Mubarak dijo desear que quien resulte ganador en las elecciones presidenciales egipcias previstas para septiembre próximo "pueda llevar a cabo esa transición", pero defendió que hasta entonces terminará su mandato y defenderá su país.
Miles de personas que aún permanecen en la céntrica Plaza Tahrir de El Cairo gritaron: "Boukra, boukra" (mañana, mañana) y "Barra, barra" (fuera, fuera), para indicar al mandatario de que tenía que dejar el poder de inmediato y marcharse del país.
La intervención del presidente tuvo lugar tras una jornada de masivas protestas en la bautizada Marcha del Millón. Alrededor de dos millones de egipcios en distintas ciudades con el reclamo común que dimita del cargo de forma súbita e incondicional.
Con su discurso, Mubarak también desafío a quienes reclaman que se marche a Israel o Arabia Saudita, siguiendo los pasos de su hasta hace poco homólogo tunecino Zine el-Abridine Ben Ali, derrocado por una revuelta popular el 14 de enero pasado.
"Me siento orgulloso del tiempo que he pasado al frente de este país que es la patria de todos los egipcios. He combatido por este país, he defendido su territorio, su soberanía y voy a morir en esta tierra. Solo la historia podrá juzgarme para bien o para mal", recalcó.
Igualmente, provocó irritación entre sus detractores la aseveración de que las reivindicaciones "nobles de los jóvenes" fueron manipuladas por "organizaciones políticas que quieren acelerar los cambios y han utilizado a los ciudadanos sin tener en cuenta su seguridad".
Mubarak, de 82 años y 30 en el cargo, aseguró que ordenó al nuevo vicepresidente, Omar Suleiman, y al primer ministro Ahmed Shafiq, emprender con la mayor celeridad posible un programa de reformas para atender las legítimas demandas populares.
Añadió que también giró instrucciones para introducir modificaciones constitucionales y legislativas "para responder a esas reivindicaciones del pueblo, y así llevar la democracia y la seguridad a ese pueblo".
Lamentó, sin embargo, que hay fuerzas políticas de la oposición que "han rechazado negociar y dialogar con nosotros porque tienen su propia agenda y no toman en consideración la situación tan inestable y difícil por la que atraviesa Egipto".
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EGIPTO
El Ejército pide a los egipcios que abandonen las protestas en la calle
Los manifestantes consideran insuficiente el anuncio de Mubarak de ceder el poder en septiembre y acuden de nuevo a la plaza Tahrir de El Cairo
Escuchado el anuncio de Hosni Mubarak, ayer, de que no se va, pero que no se presentará a la reelección en las presidenciales de septiembre, y visto el poder de convocatoria del movimiento que reclama la salida del dictador con una masiva concentración -cientos de miles de personas- en la plaza de la Liberación de El Cairo, el Ejército egipcio ha tomado la palabra hoy para llamar a los ciudadanos, que inician hoy el noveno día de protestas, a que vuelvan a sus casas. Se ha escuchado vuestro mensaje y se han atendido vuestras demandas, dice el estamento militar, personaje clave en el país por el apoyo que goza entre la población pero también como cuna del actual presidente y de los dos anteriores.
"Las Fuerzas Armadas os llaman. Empezasteis saliendo a la calle para expresar vuestras demandas y sois los únicos capaces de recuperar la vida normal", ha dicho un portavoz militar, dado que ahora -se supone que tras la intervención presidencial de ayer- se ha escuchado el mensaje de los manifestantes y sus demandas de mayor libertad y democracia van a ser atendidas. La llamada a abandonar las calles y las protestas ha sido realizada apenas unas horas después de que Mubarak, anunciara que no optaría a un sexto mandato en las elecciones presidenciales, previstas para septiembre. En todo caso, dejó claro que tenía la intención de pilotar el país hasta entonces, pese a las presiones, dentro del país y fuera, de que inicie "ahora" la transición. Así se lo pidió ayer, el presidente de EE UU, Barack Obama, que le urgió a una "transición verdadera, pacífica y que tiene que empezar ahora".
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EGIPTO
Los manifestantes exigen la dimisión inmediata de Mubarak
Miles de egipcios siguen en la plaza de la Liberación después de que el presidente se haya negado a dimitir.- Anuncian nuevas marchas para el viernes
NURIA TESÓN - El Cairo - 02/02/2011
No hay nada peor para un árabe que le tiren un zapato. Es un signo de repudio, de rechazo y de ignominia para el que lo recibe y la mayor demostración de repulsa e indignación para el que lo lanza. En la jornada de ayer se vieron muchos. La mayoría de la gente que sigue resistiendo en la plaza de la Liberación de El Cairo tenía la esperanza de que el esperado discurso del presidente Mubarak respondiera a sus demandas. Pero han visto frustradas sus expectativas. En su mente un lema claro: "si Mubarak no se va nosotros tampoco". Muchos de los manifestantes se han entrado de la aparición de Mubarak en televisión nacional y del contenido de su discurso gracias a las llamadas que les han informado de las novedades. Y la reacción de las miles de personas que permanecen en la plaza ha sido la misma: no piensan moverse hasta que Mubarak se vaya del poder.
Para los presentes, su renuncia a no presentarse a las futuras elecciones no significa que vaya a abandonar el cargo que mantiene desde hace treinta años, por lo que persisten en la idea de permanecer en la plaza hasta que esto se produzca.
El rechazo al discurso de Mubarak no se hizo esperar, y las imágenes de las cadenas de televisión mostraban la inmediata indignación de los manifestantes, que respondieron al unísono con gritos de "fuera fuera". "No puedo ver a nadie en la plaza de la Liberación que acepte que vaya a ser presidente otros ocho meses más y que vaya a ser la persona en la que confíen para realizar una transición democrática después de treinta años en el poder", ha dicho uno de los manifestantes a la agencia Reuters.
Una indignación que no se ha limitado solo a El Cairo. Las protestas en Alejandría se intensificaron, y las retransmisiones en directo mostraron choques entre algunos de los manifestantes y simpatizantes de Mubarak. Unos enfrentamientos en los que se llegaron a escuchar disparos, sin que se haya conocido algún herido, mientras un tanque del Ejército intentaba controlar la situación.
Tal y como ya habían anunciado a lo largo del día de hoy, los egipcios tienen la intención de salir de nuevo a las calles el próximo viernes. El escenario de la nueva protesta va a cambiar: se va a trasladar de la plaza en la que el mundo ha puesto sus ojos durante la semana de protestas a las puertas del palacio presidencial Heliopolis, sede del Gobierno. Una nueva protesta con la que quieren ver la reacción que toma la guardia presidencial ante sus reivindicaciones.
La gente sigue aguantando en la plaza, tras ocho días, con mantas, agua y zumos que les van dejando la gente más adinerada. Y entre todos limpian los restos. En un ambulatorio cercano, el mayor número de atendidos es por desfallecimiento debido al cansancio, la falta de agua y comida. Los residentes en El Cairo, no todos, han podido hacer un alto en su protesta e ir a descansar a sus hogares. Pero otros muchos provienen de otras ciudades del país, y ya son muchos días sin descanso durmiendo a la intemperie.
Antes del discurso y de la indignación, la plaza fue una fiesta llena de vida y de voces. Más de un millón. La concentración superó con creces las expectativas de sus convocantes. Desde todas las calles se vertieron ríos de manifestantes de todas las clases sociales.
La plaza se había llenado de familias y de jóvenes deseosos de libertad. No importaron las dificultades en los accesos habilitados por los soldados que registraban e identificaban a cada ciudadano. Tampoco el calor o el toque de queda. Se comió y se bebió. Algunos rezaron. La mayoría, simplemente hablaron, rieron y gritaron consignas. Los egipcios han hecho de la plaza un hogar en el que caben todos y no piensan abandonarla hasta que hayan limpiado sus rincones hasta al último miembro del régimen de Hosni Mubarak.
FUENTEl EL PAIS /MADRID
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EGIPTO
Cambio cosmético o verdadera ruptura
EDITORIAL DEL DIARIO VASCO "GARA"
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Cientos de miles de personas se manifestaron ayer en el Cairo, y llevaron la situación a un punto de no retorno. Mubarak, de hecho, ya ha anunciado que no se presentará a las próximas elecciones, como se lo había dictado su hasta ahora aliado y benefactor EEUU. Inspirado en un simple deseo de libertad y decidido a no dejar escapar la oportunidad para capturar y reclamar su destino, el pueblo egipcio ha conseguido la más sentida de sus reivindicaciones, un sueño que hasta hace bien poco parecía utópico: que Mubarak se vaya. A su vez, Jordania -donde la opresiva monarquía movió ficha y nombró un nuevo primer ministro-, Siria -donde ya se ha convocado el correspondiente «Día de la Ira»- o Yemen se postulan como los nuevos focos para un alzamiento popular. La política exterior occidental que en nombre del realismo y la estabilidad ha promocionado gobiernos autoritarios debería aprender una primera lección: las autocracias son más frágiles que cualquier otra forma de gobierno.
Desde una posición oportunista, las potencias que sostuvieron a Mubarak afirman ahora que el cambio es necesario, pero que debe ser un cambio estable. Lo que quiere decir un compromiso con las fuerzas de Mubarak mediante un alargamiento del círculo de poder. Hablar de una transición pacífica en Egipto, y en el mundo árabe, resulta obsceno: tras aplastar y triturar la oposición, Mubarak lo ha hecho imposible. La política del «yo o el caos», tan utilizada por los autócratas, hace que se clarifique la elección: o un cambio cosmético en el cual algo cambia para que todo siga igual, o una verdadera ruptura democrática.
La hipocresía de las potencias occidentales resulta descorazonadora. Apoyan públicamente la democracia y, cuando el pueblo se revuelve contra los tiranos en demanda de libertad y justicia -y no de religión-, se muestran profundamente preocupados. ¿Por qué no alegrarse de que los egipcios hayan conseguido una oportunidad para su libertad? Hoy, la consigna de Mao resulta pertinente: «Hay un gran caos bajo el cielo, la situación es excelente»
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ANALISIS
ENTREVISTA: BRAHMA CHELLANEY Consejero del Gobierno indio
"La revuelta de la calle se extenderá hasta Pakistán"
Pregunta. ¿Cómo ve lo que está sucediendo en Egipto?
Respuesta. Es una crisis muy fuerte para el mundo árabe y para Estados Unidos. Es la revuelta de la calle -en la que los jóvenes han volcado su frustración y odio- contra los palacios -donde se refugian los tiranos que les gobiernan-. La calle es antiamericana y los palacios los sostiene EE UU. De ahí, las consecuencias que también puede tener en EE UU.
P. ¿Es otro episodio del llamado choque de civilizaciones?
R. No, no es una cuestión de musulmanes contra Occidente. El mundo árabe vive un levantamiento político movido por la ira contra los dirigentes corruptos y por el abismo creado entre esos gobernantes y una juventud sin futuro. Es una protesta legítima nacida en la rabia por creciente hundimiento de la clase media y de sus esperanzas de una vida digna.
P. ¿Cree que la revuelta se extenderá más allá de Egipto?
R. El enfrentamiento entre la calle y los palacios se esparcirá por el norte de África y Oriente Próximo hasta llegar a Pakistán. En 10 años, la revuelta habrá cambiado la faz de los regímenes despóticos contra los que se ha levantado. Acabará con la mayoría de estos, incluida la monarquía saudí.
P. ¿Considera que el efecto dominó barrerá las dinastías del Golfo?
R. Esos países son incluso más frágiles que el norte de África por la enorme cantidad de extranjeros que viven en ellos y porque son naciones que encierran contradicciones étnicas o sociales. Por ejemplo, la monarquía de Bahrein y sus principales autoridades son suníes cuando la mayoría de la población es chií.
P. ¿Ve como uno de los detonantes de la revuelta la decisión de Mubarak de entronizar a su hijo Gamal para dirigir Egipto?
R. Las dinastías tienen pocas posibilidades de supervivencia en esta situación volcánica. El despotismo es una olla a presión sin válvula de seguridad, cuando su interior comienza a hervir estalla sin control. No hay escape. La democracia, por el contrario, sí que tiene válvula de seguridad por la que se puede canalizar la rabia.
P. La gente no grita contra EE UU ¿Por qué le va a afectar?
R. Hay un sentimiento de que los dictadores son corruptos y déspotas porque tienen el apoyo de EE UU. Su actuación se seguirá muy de cerca.
P. ¿Será positiva la retirada de las tropas de Afganistán?
R. La retirada será positiva para EE UU que ha librado dos guerras sin sentido, aunque si abandonan Afganistán no se librarán del terror en sus ciudades. Sin embargo, desde el punto de vista de la estabilidad regional es negativa, porque los talibanes no podrán controlar todo Afganistán y el país se romperá en base a la división étnica. Con ello, se expandirá la inestabilidad a toda Asia Central cuyas fronteras se han trazado precisamente dividiendo las etnias.
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ANALISIS
El factor Hermandad Musulmana
Pepe Escobar
Asia Times Online
Un millón de personas marchó por las calles en El Cairo este martes, un millón más marchará hacia el palacio presidencial egipcio en Heliópolis el próximo “Viernes de la Partida”. El grafiti más común –pintado también sobre los tanques Abrams estadounidenses de color caqui– así como la consigna más popular, sigue siendo “el pueblo quiere que caiga el sistema”. Parece que el ejército ha elegido su lado, afirmando tácitamente que “no recurrirá a la fuerza contra nuestro gran pueblo”.
Con el barril Brent de petróleo rompiendo la barrera de los 100 dólares por primera vez desde septiembre de 2008, los temores crecientes sobre el flujo del petróleo por el Canal de Suez, bancos, escuelas y la bolsa cerrados, comités populares dirigiendo la seguridad, la quema de sus uniformes por algunos policías que se suman a las protestas y filas de activistas, manifestantes y blogueros gopeando con furia los teclados para transmitir la palabra (antes de que el presidente Hosni Mubarak tuviera la "valentía" de cerrar el último servidor de Internet en funcionamiento), la revolución egipcia puede estar acercándose a la fase final.
La estrategia del faraón y su “sucesor”, Omar “el torturador suave”, Suleiman de utilizar al ejército para intimidar, y luego recuperar la calle, sólo podría tener éxito si el Nilo se tiñera de sangre esta semana. Parece poco probable. A pesar de todo esta implacable dictadura militar hará todo lo posible por aferrarse al poder.
Tal como lo ve la multiforme calle egipcia, no se trata de que, como señala de modo tan curioso el Wall Street Journal, “tal vez la nueva fase sea feliz para Washington”. A esas masas en la Plaza Tahrir (Plaza Liberación) que protestan arriesgando sus vidas no les importa un rábano, lo mismo que no les importa un rábano la seguridad de los suministros de petróleo a Occidente o la seguridad de Israel. Se trata de Egipto, no de EE.UU.
El domingo, el presidente de EE.UU., Barack Obama instó a un dócil “cambio en el gobierno de Egipto”, mientras las calles gritan “¡fuera el dictador!”. Al-Jazeera tuvo que salir con un editorial en el que recuerda a todos que la definición de “reforma” de Obama simplemente no puede significar el mismo régimen corrupto/represor con un retoque.
Estamos ante una situación revolucionaria clásica; los que están arriba no pueden imponer su voluntad como solían hacerlo, los muchos que están abajo se niegan a ser dominados como lo hacían. Infinitamente desconcertadas, las capitales de EE.UU. y Europa pueden agregar en el mejor de los casos cantos de fondo al revuelo de la calle. La calle quiere una vida política e institucional sólida y poder ganarse la vida decentemente en un entorno menos corrupto. Y resulta que es imposible bajo las reglas inmutables del juego: el sistema de “nuestro” dictador apoyado por el Occidente industrializado.
Entre sonsas teorías conspirativas como que la revolución egipcia está financiada por el lobby judío, la Agencia Central de Inteligencia de EE.UU., el financiero estadounidense George Soros, o todos juntos, a la calle egipcia no puede importarle menos si el faraón decide o no “dirigir una transición ordenada”; no aceptará nada menos que su pasaje sin retorno, tal vez para abrazar a sus amigos en la Casa de Saud. Especialmente ahora que la calle ha visto cómo, con Suleiman, Mubarak está imitando al Shah de Irán en 1978, cuando instaló a Shapour Bakhtiar como primer ministro (y no funcionó).
Hablad con la Esfinge
El futuro camino sensanto apunta a una alianza cívica egipcia dominada por todos los sectores opuestos al régimen (virtualmente todos los del país) y el componente inevitable, el ejército. Por mucho que sectores del establishment en Washington y los medios corporativos de EE.UU. hayan estado elucubrando frenéticamente, no existen condiciones objetivas para una toma del poder islamista; es simplemente estúpido.
Washington puede estar a punto de dar luz verde a Mohamed El-Baradei –crucialmente apoyado por la Hermandad Musulmana-. Pero ni siquiera la Esfinge de Giza sabe si esto será suficiente para la calle.
El-Baradei es una persona extraña y creíble. Durante los duros años del faraón estuvo en el extranjero. No es pusilánime, y se mantuvo firme estoicamente con respecto a Irán contra el gobierno de George W. Bush como jefe del Organismo Internacional de Energía Atómica. El-Baradei, galardonado con el Premio Nobel de la Paz de 2005 en realidad puede emerger como “puente” antes de unas elecciones libres y limpias, una nueva constitución y un nuevo orden en Egipto.
Pero no hay evidencia de que vaya a urdir una política económica muy diferente de la del usual engaño del “ajuste estructural” del Fondo Monetario Internacional-Banco Mundial, con muchas sospechosas privatizaciones mezcladas con ese mantra nebuloso de Davos: “buena administración”. Si es así, la calle tenderá a enfurecerse realmente, de nuevo.
Por el momento, no hay mucha evidencia de que Egipto pueda seguir el camino de Irán en 1979. La izquierda secular estuvo a cargo del gobierno post revolucionario de Irán (en Egipto, la izquierda está diezmada por la represión). Irán sólo se convirtió en una república islámica meses más tarde, después de un referendo nacional (si eso sucediera, los egipcios apoyarían abrumadoramente una república secular). La perspectiva más probable, positiva, es que en 2012 Egipto, políticamente, pueda parecerse más a Turquía.
Esto nos deja con la candente pregunta sin respuesta que está por encima de todas: ¿cuál será el papel post revolucionario de la Hermandad Musulmana (HM)?
Hermanos al rescate
La HM provoca un miedo total en todo Occidente porque el régimen de Mubarak siempre la asimiló efectivamente con al-Qaida. Es ridículo.
La HM fue fundada por Hasan al-Banna en el puerto de Ismailia en 1928 –luego se trasladó a El Cairo-. Su preocupación inicial fue concentrarse en servicios sociales, estableciendo mezquitas, escuelas y hospitales. Durante las últimas décadas, la HM logró convertirse en la fuerza política fundamentalista más importante del mundo suní. También es el mayor partido disidente de Egipto, con 88 escaños de los 454 de la cámara baja del Parlamento.
La HM no apoya la violencia –aunque lo hizo en el pasado, hasta los años setenta-. El aura de violencia se relaciona sobre todo con el legendario Sayyid Qutb, considerado por muchos como padre espiritual de al-Qaida. Qutb, crítico literario que había estudiado en EE.UU., se unió a la HM en 1951 y se separó años más tarde.
Las ideas de Qutb eran radicalmente diferentes de las de al-Banna –especialmente su concepto de una “vanguardia” que tiene más de Lenin que de El Corán-. Estaba convencido de que la democracia era “un fracaso” en el mundo islámico (a diferencia de la abrumadora mayoría de los egipcios en la actualidad, que luchan por la democracia; la HM, además, participa plenamente en la sociedad civil y política.) Qutb ni siquiera se califica como el pensador islamista moderno más influyente; el Islam político dominante, personificado por la autoridad del imam de al-Azhar en El Cairo, lo refutó despiadadamente.
Contrariamente a la propaganda neoconservadora estadounidense, la HM tampoco tuvo nada que ver con los movimientos fascistas en la Europa de los años treinta o con partidos socialistas (en realidad está a favor de la propiedad privada). Es sobre todo un movimiento nativo urbano, de la clase media baja, tal como lo define el profesor de la Universidad de Michigan, Juan Cole. Incluso antes de la revolución, la HM estaba comprometida con el derrocamiento del régimen de Mubarak, pero pacífica y políticamente.
La Hermandad Musulmana iraquí, fundada en los años treinta en Mosul, ahora es el Partido Islámico Iraquí y un protagonista político importante que siempre ha mantenido un diálogo con Washington. Y en Afganistán, el partido Jamiat-I Islami fue inspirado por la HM.
La HM ciertamente no rechaza la tecnología y la innovación intelectual.
Está verdaderamente por todas partes en las calles de la revolución egipcia, pero con mucho cuidado de no mostrar una actitud “descarada”. Según el portavoz Gamel Nasser, se considera sólo un pequeño sector de la revolución. Y la revolución tiene que ver con el futuro de Egipto, no del Islam.
Algunos podrán argumentar una vez más que es lo mismo que lo que decían los mulás en Teherán en 1978/1979. Indudablemente el shah fue depuesto pràcticamente por todos los sectores de la sociedad, incluido el Partido Comunista. Entonces los teócratas se hicieron cargo, violentamente. Según sus antecedentes, durante las últimas tres décadas, no existe evidencia de que la HM tendría el alcance necesario para intentar la misma acción.
A los extranjeros les cuesta imaginar lo brutal que ha sido la máquina de represión de la policía estatal de Mubarak. El sistema se basa en 1,5 millones de policías, cuatro veces la cantidad de miembros del ejército. Sus salarios se pagan en gran parte con los 1.300 millones anuales de “ayuda” de EE.UU., que también ha servido para reprimir duramente a la clase trabajadora y en general a cualquier organización progresista.
Esta situación ha existido desde mucho antes de Mubarak. La historia formulará preguntas directamente al fantasma del ex presidente Anwar Sadat. Éste creó una "trifecta" para hacer que sus políticas intifah (puertas abiertas) funcionaran; el FMI le aconsejó que creara una economía rudimentaria de exportación, manipuló la religión para extraer fondos de Arabia Saudí y así aventajó a la HM, y obtuvo miles de millones de dólares de EE.UU. por llegar a un acuerdo con Israel. La inevitable consecuencia crucial de todo esto es que fue un monstruoso Estado policial dedicado, entre otras joyas represivas, a una lucha brutal contra las organizaciones de la clase trabajadora.
Y este es el antídoto para al-Qaida
Incluso mientras la devastaban durante las décadas de Sadat y Mubarak, la HM por lo menos conservó una estructura. En las elecciones libres y limpias, la HM ciertamente conseguiría por lo menos un 30% de los votos.
A los medios corporativos globales les vendría bien desplazarse a la central de la Hermandad Musulmana en El Cairo, en El Malek El Saleh, y aprender algo. El nuevo jefe de la HM, Mohamed Badie, se preocupa más del área social que de la política. Sobre la posibilidad de que Egipto acabe siendo un Estado islámico, insiste en que la decisión será “del pueblo”.
A diferencia de Badie, Sherif Abul Magd, profesor de ingeniería en la Universidad Helwan y jefe de la HM en Giza, fue mucho más locuaz al hablar con el periódico italiano La Stampa. Tuvo cuidado de destacar que los manifestantes no deberían oponerse a los militares. Subrayó que “nuestro pueblo ya controla las calles”.
Sobre todo bosquejó la estrategia de la HM para la próxima etapa; a un primer ministro interino deberían agregarse cinco jueces para establecer un comité presidencial encargado de reescribir la constitución y luego de convocar a elecciones para el Parlamento y la presidencia.
Magd fue inflexible: “Un Estado islámico no está en conflicto con la democracia, pero el pueblo debería poder elegirlo”. Washington ya lo sabe, pero en todo caso se alarmará porque la HM no cree en ese famoso cadáver geopolítico: el proceso de paz israelí-palestino; “la paz es imposible sin un acuerdo con Hamás”. En cuanto a al-Qaida: “actualmente sólo es una invención de la CIA para justificar la guerra contra el terror”.
La calle árabe sabe –y en gran parte aprueba– que la HM se ha opuesto permanentemente a los acuerdos de Camp David de 1978 y no reconoce a Israel. Estratégicamente, la HM ha comprendido que es contraproducente destacarse ahora; otra cosa es en el futuro. El punto crucial es que la HM se opone firmemente a la violencia contra los civiles, y por lo tanto rechaza con firmeza a al-Qaida. Una HM que rechaza la violencia y que es muy activa en la política civil en Egipto posiblemente no asustará a Occidente. Como partido establecido del Islam político, la HM podría ser el mejor antídoto para fanáticos al estilo de al-Qaida.
Al contrario de lo que dicen las sirenas alarmistas de derecha, ningún “fervor islámico” envuelve a Medio Oriente. Al contrario, lo que se ve actualmente es mucha corrupción moral, que para colmo está del lado equivocado de la historia.
La posición de Israel se explica por sí misma, desde el Jerusalem Post que describe la revolución egipcia como “el peor desastre desde la revolución de Irán”, hasta un columnista del periódico Ha’aretz que vocifera que Obama traicionó a “un presidente moderado egipcio que se mantuvo leal hacia EE.UU., promovió la estabilidad y alentó la moderación”.
En cuanto al presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, telefoneó a Mubarak para decirle cuánto lamenta todo este lío; y luego ordenó a sus matones que impidieran que los palestinos manifestaran su apoyo a la democracia en Egipto.
No cabe duda, con la HM como parte de un gobierno egipcio, un gobierno egipcio verdaderamente soberano, el tratado de paz entre Israel y Egipto será volverá a negociar (la HM está a favor de un referendo). Y así llegamos al meollo de la cuestión. Después de esta revolución, los intereses de EE.UU. e Israel posiblemente no podrán converger, ni siquiera como una ilusión óptica.
No es una revolución antiestadounidense; es una revolución contra un régimen apoyado por EE.UU. Un gobierno post Mubarak legítimo y soberano posiblemente ya no podrá ser un títere de Washington, con todas las implicaciones regionales que esto significa. Y eso va mucho más allá de la HM. Tiene que ver con el corazón milenario del mundo árabe que posiblemente está al borde de un drástico cambio radical.
FUENTE: REBELION
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens y revisado por Caty R.
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JORDANIA
Abdalá nombra nuevo primer ministro a un asesor militar aliado de Israel y de Estados Unidos
La monarquía hachemí se anticipa y anuncia reformas
POR Loles Oliván
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Se confirma en Jordania que el rey Abdalá ha destituido al primer ministro Samir Rifai, contra quien se alzaron en primer término las protestas de las últimas semanas en el país por ser el responsable formal del aumento de los precios de la gasolina y de productos básicos para la población. Añádase a ello que su gobierno había paralizado un siempre anunciado y nunca puesto en marcha proceso de reformas. En su lugar, Abdalá ha designado nuevamente en el cargo a Maruf al-Bajit, militar retirado con grado de general, quien ya ocupara ese puesto entre 2005 y 2007. Cuenta en su historial con el nada prestigioso título de haber sido embajador de Jordania en Israel. En su calidad de asesor de inteligencia militar muy próximo al rey, es un firme defensor de los fuertes vínculos con Israel y con Estados Unidos, principal valedor de la monarquía hachemí y el mayor aliado y donante de una limitada ayuda económica y militar al país.
Con este movimiento, Abdalá no pretende dar respuesta a las reivindicaciones que desde mucho antes del pasado mes de enero han expresado amplios sectores de la población jordana en intermitentes manifestaciones populares exigiendo un cambio político —modificación de la ley electoral, de la ley de prensa y libertad de expresión y asociación— y económico —frente a la corrupción rampante, el régimen ha situado al país en el empobrecimiento masivo y en una insostenible recesión que ha causado, además, una deuda externa de 15 mil millones de dólares este año— sino anticiparse al muy previsible influjo de las revoluciones árabes desencadenadas en Túnez y Egipto. Para ello, ha prometido nuevamente, en un discurso demasiadas veces reiterado por el régimen desde la década pasada, la “reforma”. En palabras del propio monarca, se trata de “que se den rápida y tangiblemente los pasos necesarios para una verdadera reforma política que refleje nuestra visión de una modernización y desarrollo globales en Jordania […] necesarias para proporcionar una vida mejor a nuestro pueblo y que deben aumentar la participación popular en el proceso de toma de decisiones”1. La reforma deberá incluir, según la declaración del rey, una “revisión inmediata” de las leyes que gobiernan la política y las libertades públicas.
A diferencia de Túnez, y en menor medida, Egipto, las manifestaciones en Jordania han sido formalmente convocadas por un amplio abanico de sectores reconocibles aunque no necesariamente confluyan ni en sus consignas, ni en sus demandas, ni previsiblemente, en los límites de sus reivindicaciones. Por un lado, la oposición islamista —el Frente de Acción Islámico— que ha venido moviéndose alternativamente en contra y al lado del poder establecido por intereses puramente electoralistas; adoptando posiciones críticas y de denuncia cuando se trata de asuntos de gobierno local, sus cuadros, como en otros partidos de corte islamista del mundo árabe, no solo no cuestionan el modelo económico neoliberal vigente en su país sino que además reconocen en la monarquía hachemí un firme bastión para hacer frente a la compleja dimensión interna que tiene la cuestión palestina en Jordania. Ello ha desencadenado en varias ocasiones enfrentamientos internos en la propia organización islamista, entre sus integrantes jordanos, con más peso y representación, y los palestinos. No es de extrañar, pues, que tras haber decretado el rey el cambio de gobierno en el país, el propio secretario general del FAI, Hamzah Mansur, si bien calificada el cambio de “cosmético” y rechazaba que sea el rey y no el Parlamente quien designe y destituya al primer ministro, haya declarado que “Jordania no es Egipto” en alusión a la revolución que reclama en el país vecino el derrocamiento de Mubarak y de su régimen. “No hay comparación entre Egipto y Jordania […] Nosotros reconocemos la legitimidad de los hachemíes. Todo el mundo reconoce aquí que no quiere un cambio de régimen sino reformas”2.
Otro sector convocante es el de la Unión de Asociaciones de Profesionales Jordanos (UAPJ), el movilizado y comprometido frente de asociaciones profesionales que ha mantenido tradicionalmente una férrea oposición a la política hachemí de servidumbre a la injerencia estadounidense e israelí, así como a la política de liberalización económica dictada por las instancias económicas del Banco Mundial y del FMI para la región. Su más destacada labor ha sido la de exponer y denunciar públicamente la política regional del régimen jordano, particularmente en lo que toca a las relaciones con Israel —el llamado Tratado de Paz jordano-israelí de 1994 supuso la materialización de la traición del régimen hachemí a las aspiraciones árabes-palestinas— así como al intervencionismo militar estadounidense en la región. Durante el embargo y la invasión y ocupación de Iraq, la UAPJ protagonizó innumerables actos de denuncia y protesta saldados con múltiples detenciones de sus miembros y penalizaciones de todo tipo que el régimen aplicó sin miramientos a pesar de tratarse de un sector socioeconómico de relevancia para el país. El movimiento antinormalización en Jordania, que rechaza la normalización de relaciones en cualquier ámbito con Israel, se ha desarrollado en muy variadas dimensiones gracias a su compromiso y a su determinación.
Junto a ellos, grupos políticos de izquierda sin representación parlamentaria —naseristas, baasistas, marxistas— y organizaciones sociales y populares, muy especialmente de los sectores palestinos gestadas en la miseria de los campamentos de refugiados del país que son, junto a capas depauperadas de población autóctona cada vez más extensas, los grandes marginados de la política jordana, con escasísima representación y objetivo de la caridad de las ONG’s financiadas por USAID desde mediados de los 90 y de su afán “reformista”.
Está por ver si, a diferencia de los islamistas, estas corrientes detendrán sus reivindicaciones tras el cambio de gobierno, si aceptarán el juego de una limitada participación en él —Al-Bajit ya ha declarado que pondrá en marcha consultas con abogados, grupos opositores, asociaciones de profesionales y sociedad civil sobre la constitución de su nuevo gobierno— o si seguirán la senda marcada por las masas tunecinas y egipcias.
No obstante, a diferencia de Túnez y Egipto, donde la institución del ejército puede maniobrar y ganar tiempo porque cuenta con el respeto popular por un historial heroico ganado en las independencias y en el enfrentamiento con Israel (para el caso de Egipto), el escenario jordano de una revuelta de esas dimensiones difícilmente podría escapar a la intervención represiva de un aparato militar y policial esencialmente adiestrado para hacer valer la autoridad, el control y la continuidad de un régimen que únicamente sostiene su legitimidad, desde su implantación en 1946 por los británicos, gracias precisamente al puntal del ejército, de los cuerpos de seguridad policial y de los servicios secretos, integrados todos ellos y debido a su procedencia puramente jordana, por elementos adeptos a la identidad y hegemonía hachemí del Estado.
El cambio de gobierno en el país no es más que un lavado de cara probablemente forjado y forzado desde el Departamento de Estado de Estados Unidos ante la previsión de que el foco de las revueltas árabes se extienda también a la apacible Jordania, aliado menor de Estados Unidos pero piedra angular en el conflicto palestino-israelí que, si entrase de lleno en el frenesí revolucionario que mueve las calles de Túnez y El Cairo, bien pudiera arrastrar a ese 70% de población palestina —y otros sectores de la izquierda jordana no domesticada— para quienes el cambio de regímenes en el mundo árabe no puede disociarse de la ocupación israelí de Palestina ni del rechazo al sionismo.
Fuente: Rebelión
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TUNEZ
Día decimonoveno del pueblo tunecino
¿Quién gobierna Túnez?
POR Alma Allende
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Hoy en Túnez han ocurrido algunas cosas terribles:
Han quemado el instituto más grande del Bardo, uno de los barrios de la capital.
Han asaltado el restaurante hebreo Mamie Lily en la Goulette.
Han secuestrado en una escuela de la Ariana al hijo de un general.
Han incendiado la sinagoga de Djerba.
Han evacuado todas las escuelas de la ciudad.
Han pedido a los medios extranjeros que abandonen el país.
Hoy no ha ocurrido ninguna de estas cosas en Túnez. Pero ha ocurrido -y es un verdadero suceso- que se ha dicho que todas estas cosas han ocurrido y el rumor, por los mismos medios con los que se combatió la censura, ha circulado, volado, infectado a miles de personas y generado el mismo clima de inseguridad y terror que si estas cosas hubiesen sucedido realmente. Los mismos que podrían llegar a hacer estas cosas, los mismos que siguen recorriendo las calles, de día y de noche, intimidando y asustando, los mismos que asaltaron locales e instituciones ayer en Qasserine, lanzan noticias antes de lanzar bombas y con el mismo propósito. ¿Los mismos? ¿Quiénes son?
La policía se ha declarado hoy en huelga en Sfax y protesta en otras ciudades por lo que consideran un trato injusto; quieren, dicen, recuperar la confianza de su pueblo. Lo cierto es que no hay policía. En muchas de las ciudades y pueblos de Túnez no hay policía. Es bonito que no haya policía. Pero lo que podría considerarse una conquista popular mientras los barrios estaban organizados, ahora deviene una fuente de inquietud. Los pequeños asaltos y las enormes mentiras comienzan a minar la serenidad de la gente. No han evacuado las escuelas, no, pero sí es cierto que muchos alumnos han vuelto a casa o han sido recogidos por sus padres antes de que finalizara el horario lectivo. Los de Bizerta, donde nos encontrábamos a las 15 h., porque tenían miedo después del incendio, que nunca ha ocurrido, del instituto del Bardo; los de Túnez porque tenían miedo después de los tiroteos, jamás acaecidos, en los colegios de Bizerta. Es impresionante la velocidad con que circulan las verdades; es aún más impresionante la velocidad con la que circulan los rumores. Y si la verdad no admite exageración, pues dejaría de serlo, el rumor exige -como toda emoción imperiosa- una expresión mayúscula. No se puede añadir nada a la verdad; todo el mundo quiere añadir algo de su cosecha a una fábula.
¿Está intentando la policía recuperar la confianza de la gente generando inseguridad en ciudades desprotegidas? Es posible. Pero también es cierto que el nuevo ministro del Interior ha confirmado que ayer el ministerio fue asaltado por cientos de personas, en lo que califica como “un complot contra la seguridad del Estado”. ¿Está intentando el gobierno ganarse la confianza de los que no quieren creer en la discontinuidad proclamada a los cuatro vientos? También es posible. Pero no menos cierto es que las milicias recedistas, junto a mercenarios sacados de las cárceles en los días posteriores al 14 de enero, permanecen a la espera, bien organizadas y financiadas, asestando dentelladas en la oscuridad.
El caso de Bizerta, la bella ciudad portuaria del norte del país, es significativo. Con la mayor concentración de cuarteles y militares de Túnez -de las tres fuerzas-, vivió durante una semana los más duros combates del país tras la fuga del dictador. Muchos de esos milicianos que trataron de asaltar las bases y apropiarse de las armas del ejército siguen ocultos en el bosque de Nador y desde allí amenazan a la población. Anoche volvieron los intercambios de disparos y esta mañana, poco antes de nuestra llegada, los soldados detuvieron a dos miembros de las milicias. Con el helicóptero sobrevolando nuestras cabezas y una masiva presencia de soldados en las calles, la atmósfera es pesada en Bizerta. Se espera que de un momento a otro ocurra algo tan grave como indeterminado y un amigo de Mohamed nos aconseja, en efecto, regresar lo antes posible a la capital.
Pero no ocurre nada. O sólo una pequeñez ilustrativa: encontramos un cadáver. Asaetados a través del teléfono por noticias sin confirmar, caminamos agitados hacia la calle 26 de Marzo cuando Ainara ve delante de nosotros un joven que arroja un bulto al otro lado de un muro y sale corriendo. Al pasar buscamos con los ojos, llevados por la curiosidad, a través de los calados abiertos en la pared. Y de pronto vemos algo que no relacionamos en principio con el gesto del fugitivo. Es un cuerpo. Está tumbado bocabajo entre la hierba, completamente inmóvil. Viste unos pantalones vaqueros negros y una chaqueta gris de lana con capucha. No está en la postura de alguien que se ha quedado dormido ni tampoco parece verosímil que nadie haya escogido ese lugar y esa hora para una siesta. Es evidente que está muerto.
Decidimos rodear el muro, que ciñe el recinto de una modesta urbanización, y avisar al guardián. Con él nos dirigimos, un poco sobrecogidos, hasta el cuerpo semiescondido en el jardín. Allí está. No se mueve, no respira. El guardián lo toca con el pie.
- Pero, ¡si es un maniquí!
Un maniqui, en efecto. Enseguida lo comprendemos todo. El joven fugitivo había robado el maniquí de alguna tienda cercana y lo había arrojado por encima de la pared pensando en volver luego a recogerlo sin peligro. Le hemos arruinado la operación. El alivio, se comprende, se convierte en hilaridad. Y nos alejamos riendo mientras el guardián acompaña del brazo al muñeco hasta su pequeño garito, contento también del hallazgo.
Pasamos la tarde en Burjaluf, un pueblo de 7.000 habitantes a las afueras de Bizerta, en casa de la familia de Mohamed. Allí conocemos a Mohamed Ali, soldador, y a Qais, albañil, los dos en paro, los dos muy activos desde que comenzó la revolución. Nos cuentan su experiencia como miembros de los comandos de autodefensa durante los diez días de temprano toque de queda y combates en los cuarteles próximos. Todos participaron en estos piquetes compuestos de 25 personas que se comunicaban entre sí y con el ejército a través de los teléfonos móviles. Las mujeres, reunidas en grandes grupos en las casas, les proporcionaban té y comida.
Hablamos de la necesidad de convertir ese impulso defensivo y solidario en alguna forma de organización permanente que se ocupe no sólo de la seguridad sino de gestionar la vida cotidiana en sustitución de la célula del partido y de una municipalidad al mismo tiempo incompetente y cómplice. Y de si es posible construir esa nueva institución bajo un gobierno que no es revolucionario y que, aún más, sigue controlado en la sombra por las mismas fuerzas oscuras.
- De hecho -dice Mohamed Ali- no es ni siquiera Ghanoushi el que gobierna. No hay que obsesionarse con él. Son otros, detrás de su sillón, los que dan las órdenes.
Pero la discusión del día gira en torno a si realmente se puede hablar de revolución. ¿Qué es una revolución? ¿Un gran movimiento de masas, con independencia de si alcanza sus objetivos? ¿La subversión completa de un orden y de un sistema? ¿Basta derrocar un tirano? ¿Hay que derrocar la tiranía?
Mohamed Ali da una definición que horas antes, curiosamente, había adelantado nuestro amigo Mario, profesor de la Universidad de la Manuba, en el pequeño restaurante donde habíamos comido con Mohamed:
- Sólo se puede hablar de revolución si hay un momento en el que todo el pueblo sale a la calle a hacer una gran fiesta. Las victorias se festejan y si no se festejan es que no hay victoria. No hemos podido festejar nada en la calle, ni siquiera la expulsión de Ben Alí. Y eso quiere decir que aún no hemos vencido.
La paradoja de los medios occidentales es que se han vuelto de pronto marxistas. No dejan de insistir en que las causas de las revueltas tunecinas tienen que ver con el pan y con el paro o, como leo en El Mundo al volver a casa: “las revueltas tienen un envoltorio de libertad pero un corazón económico”. Hay un patente eurocentrismo en este tipo de análisis; la libertad y la democracia son un invento europeo y los pueblos que Europa desprecia y ha contribuido a encadenar -¡en nombre de la libertad y la democracia!- son incapaces de pensar en otra cosa que en su estómago (o en ese estómago alargado que es el fútbol y el centro comercial). No soportan que los árabes se tomen en serio lo que ellos han usado tan mal. No sabemos si en Túnez ha habido, hay, está habiendo, habrá una revolución, pero en estos días los tunecinos (y los egipcios) no hablan de comida sino de política.
FUENTE: REBELION
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YEMEN
El presidente de Yemen anuncia que no ampliará su mandato
La declaración se produce en víspera de la gran manifestación convocada para mañana en la capital Saná para exigir su dimisión
El mayor partido de la oposición ha calificado el anuncio del presidente Saleh como positivo pero ha dicho que se mantiene la convocatoria de mañana. "Esperamos el próximo paso concreto. En cuanto a nuestra manifestación, el plan sigue en pie y todo será organizado y ordenado ", ha dicho Mohamed al Saadi, subsecretario del partido islamista Islah. "Esta es una lucha pacífica a través del cual la gente puede hacer oír su voz y expresar sus aspiraciones ", ha añadido Al Saadi.
Saleh, de 68 años, es uno de los gobernantes que más tiempo lleva en el poder en el mundo árabe, ya que accedió a la Presidencia de Yemen del Norte en 1978, logró ser elegido en 1999 tras la unificación con el sur del país, y fue reelegido en 2006. Aunque su mandato concluye en 2013, una enmienda constitucional que actualmente debate el Parlamento contempla su elección vitalicia. Y como algunos de sus homólogos árabes, desde hace años maniobraba discretamente para que le sucediera su hijo Ahmed, comandante de la Guardia Republicana.
Pero ante las protestas populares que se suceden en el país, ya el pasado domingo intentó rebajar la tensión anunciando un aumento de los salarios para todos los funcionarios y miembros de las Fuerzas de Seguridad. "No voy a trabajar para prolongar mi mandato", ha asegurado hoy Saleh en un discurso ante el Parlamento, en el que ha señalado que "se van a congelar las reformas constitucionales de acuerdo con lo que exige el interés público".
Las manifestaciones que durante la última semana le han obligado a anunciar estos cambios han sido mucho más nutridas y violentas en el sur del país. En el antiguo Yemen del Sur, al deseo de mejorar las condiciones de vida se une el sentimiento separatista que esa región ha albergado desde la unificación con el Norte en 1990 y que ya originó una guerra civil cuatro años después. El país, uno de los más pobres del mundo, está lastrado por estructuras tribales, analfabetismo y varios conflictos armados. Con ese paisaje de fondo, es comprensible que muchos teman el riesgo de 'somalización'
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