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lunes, 22 de agosto de 2011

El Evangelio de Bernabé

El Evangelio de Bernabé (cont.)
Escrito por: Musa Bao el 21 Mar 2008 - URL Permanente
112.

H
abiendo dicho esto, Jesús dijo: “Es necesario que busquéis de las frutas del campo la sustancia para sostener nuestra vida, ya que hace ocho días que no hemos comido pan. Por lo tanto rezaré a nuestro Dios, y os esperaré con Bernabé”.
Así todos os discípulos partieron de cuatro en cuatro y de seis en seis según dijo Jesús. Se quedó allí con Jesús el que escribe; y entonces Jesús, suspirando, dijo: “Oh Bernabé, es necesario que yo te revele grandes secretos, los cuales después de que yo parta del mundo, tú deberás revelárselos a este”.
Entonces llorando, contestó el que escribe, y dijo: “Déjame llorar maestro, y otros hombres también, porque somos pecadores. Y tú, que eres un santo y profeta de Dios, no es bueno para ti llorar tanto”.
Jesús contestó: “Créeme, Bernabé, que no puedo llorar tanto como debería. Porque si los hombres no me hubiesen llamado Dios, yo habría visto a Dios aquí como Él será visto en el Paraíso, y habría estado a salvo para no temer el Día del Juicio. Pero Dios sabe que soy inocente, ya que nunca he tenido el pensamiento de ser tenido por más que un pobre esclavo. No, yo te digo, que si yo no hubiese sido llamado Dios habría sido llevado al Paraíso cuando parta del mundo, mientras que ahora ya no iré allí sino hasta el Día del Juicio. Debes saber, oh Bernabé, que por esto voy a ser constantemente perseguido, y seré vendido por uno de mis discípulos por 30 monedas. Por lo tanto estoy seguro de que el que me venderá será matado en mi lugar, ya que Dios me llevará de la Tierra, y cambiará la apariencia del traidor de tal manera que todos creerán que él soy yo, no obstante, cuando él muera una muerte mala, yo viviré ese deshonor por un largo tiempo en el mundo. [i] Pero cuando Muhammad venga, el sagrado Mensajero de Dios, esa infamia será eliminada. Y esto lo hará Dios porque yo he confesado la verdad del Mesías; y Él me dará esta recompensa, de que se conozca que yo estoy vivo y que soy ajeno a esa muerte de infamia”.
Entonces contestó el que escribe: “Oh maestro, dime quien es ese miserable, ya que quisiera ahorcarlo para que muera”.
“Tómalo con calma”, respondió Jesús, porque Dios así lo quiere, y él no puede hacer de otra manera; pero cuida que cuando mi madre esté afligida por este evento tú le digas al verdad, para que ella sea consolada”.
Entonces contestó el que esto escribe: “Todo esto haré, oh maestro, si Dios lo quiere”.

113.

C
uando los discípulos regresaron traían piñones, y por la Voluntad de Dios ellos hallaron una buena cantidad de dátiles. Así, y después de la oración del mediodía ellos comieron con Jesús.
Entonces los apóstoles y discípulos, viendo triste al que escribe, temieron que fuese necesario que Jesús partiese pronto del mundo. Pero entonces Jesús los consoló diciendo: “No temáis, porque todavía no ha llegado mi hora de partir de vosotros. Yo viviré con vosotros todavía un poco más. Por lo tanto debo de enseñaros ahora, para que vayáis, como he dicho, a través de todo Israel predicando penitencia; para que Dios tenga misericordia del pecado de Israel. Que todos por lo tanto se cuiden del lujo, y hagan mucha más penitencia; porque todo árbol que no de buen fruto será arrojado al fuego.
Hubo un ciudadano que tenía un viñedo, y en el medio de él tenía un jardín, el cual tenía una hermosa higuera; pasados tres años el propietario se dio cuenta de que esta no daba fruto, y viendo que los demás árboles sí lo daban, él dijo a su labrador: “Corta este mal árbol, ya que desperdicia el suelo”.
El trabajador contestó: “No es así, mi señor, ya que es un árbol hermoso”.
“Ten cuidado” dijo el dueño, “porque a mi no me interesan las bellezas inútiles. Deberías saber que la palma y el bálsamo son más nobles que el higo. Pero yo había plantado en el patio de mi casa una planta de palma y una de bálsamo, las cuales hice rodear con costosas vallas, pero cuando estos no dieron fruto, sino hojas que se amontonaban y pudrían en el suelo enfrente de la casa, hice que ambos fueran quitados. ¿Y como perdonaré a una higuera lejos de la casa, que estorba en mi jardín y mi viñedo y en donde todos los demás árboles dan su fruto? Ciertamente ya no la toleraré”.
Entonces dijo el trabajador: “Señor, el suelo es fértil. Espera, por lo tanto, un año más, ya que yo podaré las ramas de la higuera, y le quitaré la tierra rica, poniéndola en tierra pobre con piedras, y así dará fruto”.
El dueño respondió: “Ahora ve y hazlo; ya que yo esperaré, y la higuera dará fruto”.
¿Entendéis esta parábola?”.
Los discípulos contestaron: “No, señor; por lo tanto explícanosla”.

114.

J
esús respondió: “En verdad os digo, que el dueño es Dios, y el trabajador es Su Ley.
Dios, entonces, tenía en el Paraíso la palma y el bálsamo; ya que Satanás es la palma y el primer hombre el bálsamo. A ellos Él los arrojó fuera porque ambos no dieron fruto en buenas obras, sino que se dijeron palabras impías que fueron la condenación de muchos ángeles y muchos hombres. Ahora que Dios tiene al hombre en el mundo en medio de Sus criaturas, y que estas adoran a Dios de acuerdo a Su precepto y el hombre, digo, al no dar fruto, Dios lo cortará y lo entregará al Infierno, pudiendo observar que Él no disculpó al ángel ni al primer hombre; castigando al ángel eternamente y al hombre por un tiempo. Pero la Ley de Dios dice que el hombre tiene demasiadas cosas buenas en esta vida, y por lo tanto es necesario que él sufra tribulaciones y sea privado de bienes terrenales, para que él pueda hacer buenas obras. Así que nuestro Dios espera del hombre a que este sea penitente. Verdaderamente os digo que nuestro Dios ha condenado al hombre a trabaja, para que, como dijo Job, el amigo y profeta de Dios: “Como el pájaro nació para volar y el pez para nadar, así el hombre nació para trabajar”.
Así también, nuestro padre David, un profeta de Dios, dijo: “Al comer el trabajo de nuestras manos seremos bendecidos y será bueno para nosotros”.
Por lo tanto que cada uno trabaje de acuerdo a su cualidad. Ahora, decidme, si David nuestro padre y Salomón su hijo trabajaron con sus manos, ¿qué deben hacer los pecadores?”.
Dijo Juan: “Maestro, trabajar es una cosa buena, pero esto deben de hacerlo los pobres”.
Jesús respondió: “Sí, porque ellos no pueden hacerlo de otra manera. ¿Pero no sabes que el bueno, para ser bueno, debe estar libre de necesidad? Así el sol y los demás planetas están fortalecidos por los preceptos de Dios de manera que ellos no pueden hacerlo de otra forma, así que ellos no tienen mérito. Decidme, ¿acaso dijo Dios cuando dio el precepto del trabajo: “el hombre pobre vivirá del sudor de su frente?”. ¿Y dijo Job que “como el pájaro nació para volar, así el hombre pobre nació para trabajar?”. Pero Dios dijo al hombre: “Comerás el pan con el sudor de tu frente”; y Job que, “el hombre nació para trabajar”. Por lo tanto (solamente) el que no sea hombre está libre de este precepto. Seguramente por ninguna otra razón las cosas son tan costosas, pero hay una gran multitud de ociosos; si estos trabajasen, algunos atendiendo la tierra y otros pescando en el agua, habría mayor abundancia en el mundo. Y de la falta de ello, será necesario rendir cuentas en el terrible Día del Juicio.

115.

Q
ue el hombre me diga otra cosa. ¿Qué ha traído él al mundo, por razón de lo cual pueda él vivir en el ocio? Cierto es que él nació desnudo, e incapaz de cualquier cosa. Entonces, de todo lo que él ha hallado, él no es el dueño, sino el usuario. Y por lo tanto él tendrá que rendir cuentas de ello en ese terrible día. La lujuria abominable que el hombre hace como las bestias brutas, debería ser temida enormemente; ya que el enemigo es de la propia casa de uno, así que no es posible entraren ningún lugar sin que tu enemigo entre contigo. ¡Ah, cuantos han sido los que han perecido por la lujuria! Por la lujuria vino el Diluvio, tanto que el mundo pereció ante la misericordia de Dios y solo fueron salvados Noé y 83 personas humanas.
Debido a la lujuria castigó Dios a las tres malvadas ciudades de donde escaparon solo Lot y sus dos hijos.
Por la lujuria la tribu de Benjamín fue casi aniquilada. Y yo os digo en verdad, que si yo os narrase cuantos han perecido debido a la lujuria, el espacio de cinco días no sería suficiente”.
Santiago dijo: “Oh maestro, ¿que significa lujuria?”.
Jesús contestó: “La lujuria es un deseo desbocado de amor, el cual no estando dirigido por la razón, rompe los límites del intelecto y afecto humanos; así que el hombre, no conociéndose a si mismo, ama lo que el debería odiar. Creedme, cuando un hombre ama una cosa, no porque Dios le haya dado esa cosa, sino como su dueño, el es un adúltero; porque el alma, que debería vivir en unión con su Creador, él la ha unido a la criatura. Y así Dios lamenta a través de Isaías, el profeta, diciendo: “Tu has cometido fornicación con muchos amantes; entonces, regresa a Mi y Yo te recibiré”.
Como que Dios vive, y ante Cuya Presencia comparece mi alma, si no hubiera lujuria interna dentro del corazón del hombre, él no caería en la externa; ya que si se quita la raíz, el árbol muere rápidamente.
Que el hombre se contente por lo tanto con la esposa que el Creador le dio, y que olvide a toda otra mujer”.
Andrés contestó: “¿Cómo puede un hombre olvidar a las mujeres si vive en la ciudad donde hay tantas de ellas?”.
Jesús replicó: “Oh Andrés, cierto es que el que vive en la ciudad, ella le hará daño; ya que la ciudad es una esponja que absorbe toda iniquidad.

116.

E
l hombre debe vivir en la ciudad tal como el soldado vive cuando tiene enemigos alrededor de la fortaleza, defendiéndose contra todo asalto y siempre temiendo la traición por parte de los ciudadanos. Aun así, mantengo que rechace toda tentación externa de pecado y tema al sentido, ya que este tiene un deseo supremo de cosas impuras. ¿Pero como se va a defender si él no controla al ojo, el cual es el origen de todo pecado carnal? Como que Dios vive, y ante Cuya Presencia comparece mi alma, el que no tenga ojos corporales está seguro de no recibir castigo excepto en tercer grado, mientras que el que tiene ojos lo recibe hasta en séptimo grado.
En el tiempo del profeta Elías sucedió que Elías vio a un hombre ciego que lloraba; un hombre de buena vida, y le preguntó diciéndole: “¿Por qué lloras, oh hermano? El ciego contestó: “Lloro porque no puedo ver a Elías el profeta, el santo de Dios”.
Entonces Elías lo reprendió, diciendo: “Cesa de llorar, oh hombre, porque al llorar tú pecas”.
EL ciego contestó: “Ahora dime, ¿es pecado ver a un santo profeta de Dios, que resucita al muerto y hace que descienda fuego del cielo?”.
Elías respondió: “Tú no dices la verdad, ya que Elías no es capaz de hacer nada de lo que dices, ya que él es un hombre como tú; incluso si se juntaran todos los hombres del mundo, no serían capaces de hacer revivir ni a una mosca”.
Dijo el ciego: “Tú dices esto, oh hombre, porque Elías debe haberte reprendido por algún pecado tuyo, así que lo odias”.
Elías contestó: “Quiera Dios que estés diciendo la verdad; ya que, oh hermano, si yo odiase a Elías yo amaría a Dios, y entre más odie yo a Elías, más amo a Dios”.
Entonces el hombre ciego se enojó grandemente, y dijo: “¡Vive Dios que tú eres un hombre impío! ¿Puede entonces ser amado Dios mientras que uno odia a los profetas de Dios? ¡Lárgate porque yo ya no te escucharé!”.
Elías contestó: “Hermano, ahora puedes ver tú con tú intelecto cuán mala es la vista física. Porque tú deseas la vista para ver a Elías, y odias a Elías con tu corazón”.
El ciego respondió: “¡Ahora vete!, porque tú eres el Diablo, que me haría pecar contra el santo de Dios”.
Entonces Elías dio un suspiro y dijo con lágrimas: “Tú has hablado la verdad, oh hermano, ya que mi carne que tú deseas ver te separa de Dios”.
Dijo el ciego: “Yo no deseo verte; no, si tuviera ojos los cerraría para no verte”.
Entonces dijo Elías: “¡Te hago saber, hermano, que yo soy Elías!”.
El ciego contestó: “Tú no dices la verdad”.
Entonces dijeron los discípulos de Elías: “Hermano, él es en verdad el profeta de Dios, Elías”.
“Que me diga”, dijo el ciego, “si él es el profeta, ¿de que linaje soy, y como me volví ciego?”.

117.

Elías respondió: “Tú, eres de la tribu de Leví; y porque tú, al entrar al templo de Dios, miraste lujuriosamente a una mujer, estando tú cerca del santuario, nuestro Dios te quitó la vista”.
Entonces el ciego dijo llorando: “Perdóname, oh santo profeta de Dios, porque he pecado al hablar contigo; puesto que si yo te hubiera visto no hubiera pecado”.
Elías contestó: “Que Dios te perdone, oh hermano, porque en cuanto a mí yo sé que tú me dijiste la verdad, viendo que entre más me odio más amo a Dios, y si tu me vieses, tú tendrías tú deseo, que es no complacer a Dios. Porque Elías no es tu Creador, sino Dios; por lo tanto, en lo que a ti respecta yo soy el Diablo”, dijo Elías llorando, “porque yo te hago alejarte de tu Creador. Llora entonces, oh hermano, porque tú no tienes la luz que podría hacerte distinguir lo verdadero de lo falso, y que si tú hubieras tenido eso, tú no habrías despreciado mi doctrina. Por lo tanto te digo, que muchos desean verme y vienen de lejos para conocerme, pero desprecian mis palabras. Por lo tanto sería mejor para ellos, para su salvación, que no tuviesen ojos, viendo que todo el que encuentra placer en la criatura, sea él quien sea, y no busca encontrar placer en Dios, ha hecho un ídolo en su corazón, y ha abandonado a Dios”.
Entonces dijo Jesús, suspirando: “¿Habéis entendido todo lo que dijo Elías?”.
Los discípulos contestaron: “En general, hemos entendido, y estamos asombrados por el conocimiento de que aquí en la Tierra hay muy pocos que no son idólatras”.


118.

Entonces dijo Jesús: “Decís la verdad, porque ahora estaba deseoso Israel de establecer la idolatría que ellos tienen en sus corazones, al considerarme Dios; muchos de los cuales han despreciado ahora mi enseñanza, al decir que yo podría hacerme señor de toda Judea, si yo me confesase Dios, y que estoy loco por querer vivir en pobreza entre lugares desiertos, y no vivir continuamente entre príncipes en una vida gratificante. ¡Oh hombre infeliz, que aprecias la luz que es común a las moscas y hormigas y desprecias la luz que es común solo a los ángeles y profetas y amigos santos de Dios!
Por lo tanto, si uno no cuida al ojo, oh Andrés, yo te digo que es imposible no caer de cabeza en la lujuria. Por eso Jeremías, el profeta, llorando vehementemente, dijo en verdad: “Mi ojo es un ladrón que se roba mi alma”. Por eso David, nuestro padre, rezaba con el mayor anhelo a Dios nuestro Señor que dirigiese su vista hacia otra parte para que no viera la vanidad, ya que en verdad todo lo que tiene un fin es vano. Decidme, entonces, si uno tuviese dos monedas para comprar pan, ¿las gastaría para comprar humo? Seguramente que no, al darse cuenta de que el humo daña a los ojos y no da sustento al cuerpo. Que así haga entonces el hombre, y que con la visión externa de sus ojos y la visión interna de su mente él trate de conocer a Dios su Creador y complacer Su Voluntad, y no haga de las criaturas su fin, lo cual le hace perder al Creador.


119.

P
orque verdaderamente cada vez que un hombre mira una cosa y olvida a Dios, el Cual la hizo para el hombre, él ha pecado; ya que si un amigo tuyo te diese algo para guardarlo en memoria suya, y tú lo vendieses y olvidases a tu amigo, tu has pecado contra tú amigo. Así hace el hombre; ya que cuando él mira a la criatura y no tiene en la memoria al Creador, Quien la creó por amor al hombre, él peca contra Dios su Creador, por ingratitud.
Por lo tanto, el que mire a las mujeres y olvide a Dios, Quien creó a la mujer por el bien del hombre, él la amará y deseará. Y hasta tal grado irrumpirá esa lujuria suya, que él amará todo como a la cosa amada; así que entonces viene ese pecado del cual es una vergüenza acordarse y de esta manera el hombre coloca una venda ante sus ojos, él será el amo del sentido el cual no puede desear lo que no le es mostrado. Ya que así estará la carne sujeta al espíritu, porque así como el barco no puede moverse sin el viento, así la carne sin el sentido no puede pecar.
Entonces que sea necesario para el penitente convertir el relato de historias divertidas en oración, la razón misma lo muestra, incluso aún, sin ser un precepto de Dios. Porque en cada palabra vana el hombre peca, y nuestro Dios borra el pecado gracias a la oración. Porque la oración es el abogado del alma; la oración es la medicina del alma; la oración es la defensa del corazón; la oración es la rienda del sentido; la oración es la sal de la carne que no la deja corromperse por el pecado. Yo os digo que la oración es la mano de nuestra vida, con la cual el hombre que reza se defenderá en el Día del Juicio; ya que él cuidará su alma del pecado aquí en la Tierra, y preservará su corazón para que no sea tocado por los malos deseos; ofendiendo a Satanás ya que él mantendrá a su sentido dentro de la Ley de Dios y la carne caminará en rectitud, recibiendo de Dios todo lo que pida.
Como que Dios vive, y ante cuya Presencia estamos, un hombre sin oración no puede ser un hombre de buenas obras, tal como un hombre mudo no puede apelar por su causa ante un hombre ciego; tal como una llaga no puede ser curada sin ungüento; como un hombre no puede defenderse sin movimiento, ni atacar a otro sin armas, navegar sin timón, o preservar la carne muerta sin sal. Porque verdaderamente el que no tiene mano no puede recibir. Si el hombre pudiera convertir el estiércol en oro y el barro en miel, ¿qué haría?”.
Entonces, quedándose Jesús callado, los discípulos contestaron: “Nadie haría otra cosa más que hacer oro y miel”.
Y a esto dijo Jesús: “¿Entonces por qué no cambia el hombre las pláticas vanas por la oración? ¿Acaso le ha sido dado tiempo por Dios para ofender a Dios? Ya que, ¿que príncipe le daría a su súbdito una ciudad para que este pudiera hacerle la guerra? Como que Dios vive, si el hombre supiese de que manera es transformada el alma por las pláticas vanas, él se mordería la lengua con sus dientes para cortársela antes que hablar. ¡Oh mundo miserable!, ya que hoy los hombres no se congregan a rezar, pero en los porches del templo y en el mismo templo, tiene allí Satanás el sacrificio de la plática vana, y lo que es peor, de cosas de las que no puedo hablar por vergüenza.

120.

E
l fruto de las palabras vanas es este: Que debilitan el intelecto de tal manera que no está preparado para recibir la verdad; así como un caballo acostumbrado a cargar solo con una onza de lana no puede cargar sacos de piedras.
Pero lo que es peor, es el hombre malgastando su tiempo en bromas y chistes. Cuando él está dispuesto para rezar, Satanás pondrá en su memoria esos mismos chistes, tanto que cuando él debería llorar por sus pecados para hacer que así Dios tenga misericordia y ganar el perdón por sus pecados, al reírse él hace que Dios se enoje: Él Cual lo castigará y lo expulsará.
Entonces, ¡ay De los que bromean y hablan vanamente! Pero si nuestro Dios odia a los que bromean y se entretienen en vaniloquios, ¿cómo considerará a los que murmuran y calumnian a sus prójimos, y en que condición estarán los que tratan con el pecado como negocio sumamente importante y necesario? ¡Oh mundo impuro, no puedo concebir cuan gravemente serás castigado por Dios! Por lo tanto, aquel que quiera hacer penitencia, repito, debe dar sus palabras a precio de oro”.
Sus discípulos contestaron: “¿Pero quien va a comprar las palabras de un hombre a precio de oro? Seguramente nadie, ¿Y como hará él penitencia? ¡Es cierto que él se volvería codicioso!.
Jesús respondió: “Vosotros tenéis vuestros corazones tan pesados que yo no soy capaz de levantarlos. Por ello es necesario que de cada palabra yo os explique su significado. Pero dar gracias a Dios, Quien os ha dado la gracia de conocer los misterios de Dios. Yo no digo que el penitente deba vender sus palabras, sino que yo digo que cuando él hable debe pensar que él está arrojando oro. Ya que ciertamente, haciéndolo así, tal como el oro es gastado en cosas necesarias, así él hablará (solamente) cuando sea necesario hablar. Y justo como nadie gasta oro en una cosa que le hará daño a su cuerpo, así que no hable de algo que pueda hacerle daño a su alma.

121.

C
uando el gobernador ha arrestado a un prisionero al cual él examina mientras el notario escribe (el caso), decidme, ¿como habla ese hombre?”.
Los discípulos contestaron: “Él habla con temor y va directo al tema a tratar, para no hacerse sospechoso, y él tiene cuidado de no decir cualquier cosa que pudiera desagradar al gobernador, sino que intenta decir aquello que pudiera favorecerle para quedar libre”.
Entonces contestó Jesús: “Esto debe hacer el penitente, entonces, para no perder su alma. Porque Dios le ha dado a cada hombre dos ángeles como notarios; uno escribiendo lo bueno, y el otro lo malo que el hombre hace. Si entonces un hombre quiere recibir misericordia que administre bien sus palabras más que como se administra el oro.

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