"El secreto de Muhammad. La experiencia chamánica en el Profeta del islam", nuevo libro de Abdelmumin Aya
Entrevista para Webislam
"El secreto de Muhammad. La experiencia chamánica en el Profeta del islam", nuevo libro de Abdelmumin AyaTu libro irrumpe en las librerías con un personaje histórico de candente actualidad. ¿Qué ofrece El secreto de Muhammad al conocimiento de la personalidad del Profeta del islam?
El libro ofrece el fruto de mis investigaciones. Ahora yo sé, y conmigo mis lectores, que el Profeta Muhammad tenía frecuentes dolores de cabeza, que le gustaba mucho bromear, que tenía un fino olfato, que odiaba el ruido y las conversaciones vanales, que necesitaba de la tranquilidad (hasta el punto de que ha habido quien ha dicho que tenía “psicología felina”), que hablaba con las cosas inmateriales, que escuchaba y veía a los muertos, que creía en el mal de ojo, que en cierta ocasión atrapó a un genio, que su héroe de infancia era el negro ‘Antar, y tantas otras cosas... Yo he aprendido a ver a un Profeta dolido y triste porque muchos de sus conciudadanos se burlaban del Mensaje que venía a traer, y también al niño que intentaba explicar a sus contemporáneos que tres figuras blancas le tumbaron en el suelo y le abrieron el pecho. Un niño obligado por el clima insalobre de Meca a vivir más tiempo de lo acostumbrado en el desierto, que enfermó de los ojos y fue curado por un monje cristiano, un niño que antes de los cuatro años ya había perdido a su padre y a su madre, y que a los ocho lloraba por las callejas de Meca siguiendo el cuerpo muerto de su abuelo…
¿Cómo crees que habría que estudiar el personaje de Muhammad?
Sin prejuicios. Como mínimo, con el mismo respeto y escrupulosidad académica que se utiliza para otros personajes históricos. Para ayudarnos a comprender la auténtica dimensión de la propuesta islámica, y liberarnos de prejuicios que nos han hecho perder de vista la verdadera fuerza telúrica del Islam, este libro propone ahora a los occidentales estudiarlo desde la óptica del Chamanismo. ¿Por qué? Tal vez porque nos hemos dado cuenta de que, cuando se trataba de exponer las experiencias extáticas que los chamanes del mundo entero decían que habían tenido, los fenomenólogos de la religión no hacían chistes ni sarcarmos, como los arabistas cuando se refieren al contenido de los hadices de Muhammad. En el caso de los chamanes, los fenomenólogos, los etnólogos, los militares y hasta los misioneros lo recogían todo como si fueran palabras y gestos de un inapreciable valor. ¿Por qué las experiencias de Muhammad, que -como se demuestra en el libro tienen un paralelismo innegable con esas otras- merecen un tratamiento menos serio?
Es curioso que hoy en día se hable tanto del islam sin conocer apenas al Maestro de los musulmanes. Salvo honrosas y contadas excepciones, la mayoría de los arabistas u orientalistas han mantenido durante siglos en nuestro imaginario una caricatura de “Mahoma” muy alejada de cualquier consideración realista. Somos conscientes de que el punto de vista de un musulmán puede parecer demasiado subjetivo para tomarse en cuenta en el ámbito académico, pero ¿Por qué crees que no se le ha dedicado la atención que merece a este profeta?
Por miedo al compromiso que supondría darse de bruces con la realidad de Muhammad. Por vértigo a caer en ese remolino que te engulle y acaba con tus fanfarronadas de académico. Muhammad pone fin a todas tus fantasías, tus idolatrías, tus poses… Sí, por miedo…Y también por fanatismo religioso, ¿por qué no decirlo? El Arabismo nació de la Iglesia Católica. Nació para alejar a la gente de “la secta de Mahoma y sus secuaces”. Por eso, el Arabismo es la única especialidad académica a la que se permite despreciar el objeto último de su estudio. El Arabismo español, hasta ahora, no ha sido más que una estrategia de fronteras.
Pero, habrá excepciones ¿no?
Por supuesto. Siempre las hay. Hay arabistas que aman el Islam, pero ¡tantas veces tienen que ocultar ese amor entre sus colegas…! Porque lo que está bien visto entre ellos es mantener una posición -más que crítica- escéptica, hacer ver que uno no es un crédulo ingenuo como esos pobres musulmanes, demostrar que todo lo bello que hay en el Islam ha sido copiado de alguna otra cultura con la que haya entrado en contacto, etc… Pero ellos mismos en su actitud reciben su castigo: porque ninguna disciplina académica puede sobrevivir mucho tiempo tratando de demostrar que aquello que estudia carece de belleza, de sutilidad, de fuerza…
¿Qué interés podría tener –por ejemplo- para un agnóstico El secreto de Muhammad?
Mi estudio parte de comprobar un hecho: Muhammad es un personaje desaprovechado. Todo el valor ejemplar -carismático- que podía tener para los occidentales –y que desde luego ha tenido para los musulmanes- es arrojado por la borda, por puros prejuicios, sin darle la menor oportunidad a poder enseñar nada a la cultura occidental. Occidente ha querido aprender -y ha aprendido- del Tantra, del Taoismo, del Shinto, de cualquier legado u obra, de Lie Tzi, el Chilam Balam o Shankara, pero se ha resistido a ver nada provechoso en el Islam de Muhammad…
Por eso, no es cuestión de diferenciar entre “creyentes” o “agnósticos”, sino de que todos aprovechemos en lo posible la experiencia del pasado del hombre. Si la Humanidad no entiende con relativa urgencia que existen 1.800.000.000 de musulmanes en el mundo, y que éstos ni leen ni se han formado tratando de imitar a Sócrates, Buda, Lao Tsé, San Pablo ni Confucio, sino que gravitan alrededor de un centro: Muhammad… Si no entendemos rápidamente el valor de Muhammad de conformador de caracteres, y seguimos con los prejuicios etnocéntricos, con todo eso del Profeta de la Guerra Santa, el Profeta lujurioso que elaboraba revelaciones al gusto de sus contemporáneos y de sus pasiones, no sé lo que va a ser de todos nosotros…
Has hablado del cristianismo como origen del Arabismo… Y dices en tu libro que Jesús también es chamán. ¿No crees que esta apreciación puede ser considerada desde el cristianismo como una infravaloración de aquél que ellos consideran Dios?
Creo que cada comunidad espiritual tiene que hacer su propio trabajo de exégesis. En El secreto de Muhammad he considerado pertinente la cita de algunos paralelismos entre las experiencias de Jesús y Muhammad. Se nos dice que Jesús curaba, y que curaba con su saliva y un poco de barro, y otras veces porque alguien le tocaba el manto; se nos cuenta que resucitaba a los muertos y que expulsaba demonios de los poseidos. Una especie de «viaje celeste de Jesús» sucede durante -lo que la tradición cristiana ha llamado- “la trasfiguración”, cuando conversa con Moisés y Elías. La experiencia del Fin del Mundo que tienen los chamanes también queda reflejaba en el Evangelio: «El sol se oscurecerá y la luna no dará su resplandor. Las estrellas caerán del cielo y las potencias que están en los cielos serán conmovidas...», leemos en el Evangelio de San Marcos. Los primeros cristianos declararon que vieron a los muertos salir de las tumbas, dice el de Mateo. ¿Sería tan extraño que el sepulcro vacío formara parte de una experiencia visionaria de los discípulos y no constituyese en los primeros tiempos un dogma de fe? Sugiero en el libro –y creo en mi fuero interno- que hay razones más que sobradas para defender también el chamanismo de Jesús, pero no quisiera entrar en el terreno de nadie… Personalmente, creo que el esfuerzo brutal que ha hecho el cristianismo por acercar al creyente la figura de Jesús en ocasiones ha caído en lo caricaturesco, y que verlo como un chamán podría ayudar a darle una mayor dignidad…
Desde la perspectiva islámica, el fenómeno profético es de mayor trascendencia en comparación al chamanismo. ¿No piensas que la teoría que defiendes degrada a Muhammad?
No. En absoluto. La naturaleza chamánica y la profética no son opciones que se excluyan. Para mí es tan evidente que el Profeta fue un chamán, como que fue más que un chamán. Al referirnos a Muhammad como chamán estamos tan sólo atendiendo a un aspecto de lo profético; pero un aspecto trascendental. Todo profeta es un chamán; mientras que no todo chamán es profeta. Lo profético rebasa el ámbito de lo chamánico, pero no puede obviarlo. La función social del chamán queda cumplida contribuyendo a la curación de su mundo, y sólo cuando un chamán lo ha sido para toda la humanidad, más allá del tiempo y las edades, ha sido precisa la revelación de una palabra que dé sentido al ser humano; sólo al que recibe esta palabra le llamamos “profeta”. En El secreto de Muhammad hemos querido mostrar “las tripas de Muhammad”, el hecho chamánico, eso de lo que normalmente no se suele hablar dentro de las tradiciones religiosas de masas, para luego invitar a la comunidad islámica a explicar el hecho profético en unos términos inteligibles para unos contemporáneos cada vez menos familiarizados con la experiencia espiritual. La palabra profética –la Revelación- tiene unas características específicas que en El secreto de Muhammad con toda conciencia han quedado pendiente de abordarse. Porque había que empezar por el principio: y el principio es dirigirse a los que nos rodean y decirles que no necesitaban fe para respetar a Muhammad.
Entiendo lo que dices, pero no siento que me hayas contestado… Te lo pregunto de otro modo: ¿Qué pensará la comunidad musulmana de tu libro?
La comunidad musulmana no necesita mi libro para oír hablar de Muhammad. Los musulmanes tienen en todos los idiomas de la Umma modos extraordinarios de presentar los más variados aspectos de la personalidad del Profeta… El secreto de Muhammad es un libro concebido para no-musulmanes. Respecto a esos musulmanes conversos que hablan de Al-lâh, de metafísica, del tauhîd, y no dicen nada de Muhammad, que leen sólo a Guenon o a Corbin, y cuyas referencias son más de Ibn ‘Arabî o Rumi que del Corán, para mí son aún musulmanes de media shahâda (testimonio de Islam). Les falta “Muhammad rasûlul-lâh”, que es una comprensión, y una vivencia, y un aprendizaje. No: un entrenamiento. Muhammad es un entrenamiento para el mu’min.
¿Por qué no se ha hablado hasta ahora en el islam de chamanismo?
Porque los musulmanes que lo son de nacimiento y provienen de un ámbito tradicional identifican el chamanismo con la brujería. Sería un error fatal que nadie pensase que estoy llamando “brujo” al Profeta. En todo caso, sólo puede ser un error de alguien que no haya leído el libro, porque en él queda bien claro qué es un chamán y qué es un brujo…
¿Y tampoco los musulmanes conversos, más familiarizados con Mircea Eliade?
Hay que tener mucho cuidado. Muchos musulmanes conversos relacionan erróneamente lo chamánico con el uso de psicotrópicos, y la asociacion del Profeta con las sustancias alucinógenas -al estilo de Castaneda con el peyote- sería inaceptable. Podría relacionarse el chamanismo de Muhammad con el chamanismo iranio, siempre que no cometamos la imprudencia de relacionar las experiencias del Profeta con los psicotrópicos utilizados por los escitas. Conocemos por Heródoto que los chamanes de este pueblo se provocaban experiencias chamánicas usando para ello el vapor del cáñamo y emitían gritos delirantes y alegres, pero también sabemos que Muhammad condenó el uso de todo tipo de drogas.
¿Qué aporta a la figura del Profeta esta nueva teoría sobre sus atribuciones chamánicas?
En primer lugar, mostrar esa sinceridad de la que tanto ha dudado la historiografía occidental sobre el Profeta. No hace falta ser musulmán para aceptar esa sinceridad; basta con el sentido común. Si el Profeta no hubiera sido sincero ¿por qué se complicó tanto la vida oponiéndose a la aristocracia de Meca? ¿Por qué no fabricó un mensaje que le causara menos problemas? En este libro pretendo demostrar que los que han negado al Profeta su sinceridad porque dijera que le habían abierto el pecho o que había viajado al séptimo cielo son simplemente ignorantes o malintencionados, ya que ha habido muchos individuos en todo el planeta que han dicho haber sentido parecidas experencias: los chamanes… Ya sean de Nueva Zelanda, Siberia o el Amazonas sus vivencias extáticas son idénticas. ¿Por qué habría que aceptar la sinceridad de unos y negársela a otros?
Sinceridad de Muhammad…, ¿Y qué más aporta tu libro?
Bueno, la sinceridad, no es poco. La sinceridad de Muhammad es una asignatura pendiente en los estudios que de él que se hacen en Occidente... Si he aprendido a ver alguna otra cosa en Muhammad gracias a esta investigación es su fuerza. Muhammad no era un beato, un personaje de hagiografía barata, como tampoco Jesús fue el Cristo de Zefirelli. Muhammad y Jesús, y Salomón y Moisés, y Zaratustra fueron hombres que irradiaban fuerza, chamanes, seres humanos que removían las energías de lo que les rodeaba. En concreto, Muhammad era un hombre de una actividad física inagotable: un hombre que curaba, que guerreaba, que hacía el amor, que estaba a disposición de todo el que lo necesitaba, que sacaba demonios de los poseidos, que mantenía conversaciones con los muertos, que amenazaba a esos kuffâr que vivían sembrando el odio y el desorden… Un hombre, en definitiva, que cambió su mundo. ¿Cómo podría ser la apariencia física de un hombre así? Un hadiz que se remonta a ‘Alî describe a Muhammad de un modo revelador: “Cualquiera que lo veía de repente, se espantaba de él”. Y, continua diciendo ‘Alî, “cualquiera que lo trataba, le amaba”.
¿Enseña tu libro a amar a Muhammad?
Ojalá, pero éste no era mi propósito. Según la lógica islámica de la shahâda (testimonio de Islam), primero hay que negar falsedades para luego afirmar certezas. El secreto de Muhammad se ha limitado a ser un “no” a todas las mentiras que durante siglos se han volcado sobre su persona. Por el hecho de que Muhammad contara determinadas experiencias extraordinarias, lâ, no fue un farsante, lâ, no fue un demente… Sin embargo, cuando hemos llegados al il-lâ que definiría al profeta Muhammad nos hemos quedado mudos. Hemos comprendido que del Profeta sólo pueden hablar aquellos que lo viven desde dentro, como una realidad actual, y no como un personaje de la historia. Porque Muhammad es una experiencia…
¿Hay que ser árabe para comprender al profeta Muhammad?
No es el menor obstáculo pertenecer a otra tradición o tener otra lengua materna distinta al árabe para adentrarse en Muhammad. Ya ocurrió así en tiempos del Profeta. Uno de sus más queridos compañeros era persa, otros dos eran judíos. En este sentido, El secreto de Muhammad es una buena oportunidad de descubrir una nueva dimensión del Profeta. Porque sólo cuando llegamos a Muhammad-chamán el Islam deja de ser un fenómeno árabe, un fenómeno semita o –todo lo más- mediterráneo, y se universaliza. Mientras sigamos hablando de Muhammad como “el profeta de los árabes”, los signos que contiene Muhammad dentro de sí no se nos abren ni se nos revelan.
¿Qué idea nos deja del Islam la lectura de tu libro?
El Islam no es una idea, no es una Filosofía, no es una Dogmática. Es una serie de actitudes, de experiencias físicas que conforman una iniciación. El Islam es un camino iniciático.
Por último y ateniéndonos al título de tu obra, ¿cuál es el secreto de Muhammad?
El que Al-lâh te revele.
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