El pasado de Musavi
Mir Hussein Musavi fue primer ministro de Irán en los ochenta y lo había sido antes de Exteriores. Tras la revolución, formaba parte del sector más radical del Partido de la República Islámica, la formación política creada por los partidarios de Jomeini que muy pronto eliminó al resto de partidos legales (incluida toda la izquierda). Cuando se produjo el asalto a la embajada de EEUU, Musavi era director del periódico del PRI y en sus editoriales pidió que se juzgara por espías a los diplomáticos secuestrados. Llegó a participar en el interrogatorio de aquellos norteamericanos de los que se creía que eran agentes de la CIA. [Para conocer los orígenes de la revolución iraní, ver el libro "Iran Under the Ayatollahs", de Dilip Hiro.]
El actual candidato de la oposición era entonces un duro entre los duros. ¿Llegó a estar implicado en los atentados contra los marines norteamericanos en Líbano? Hay quien piensa que sí.
No es el único político iraní que ha hecho un largo y, en cierto modo, contradictorio, camino desde el derrocamiento del sha. Muchos de los líderes estudiantiles que llevaron a cabo el asalto a la embajada son hoy conocidos representantes del sector reformista y tuvieron cargos públicos relevantes en la presidencia de Jatamí.
El pasado de Musavi es tan siniestro como lo fue esa época de la historia de Irán. El país afrontó dos guerras que en su origen casi se solaparon. Por un lado, la guerra con Irak, iniciada por Sadam Hussein para aprovecharse del caos de los primeros años de la revolución de Jomeini para quedarse con los yacimientos petrolíferos del sur de Irán (un intento que repitió años después con Kuwait). En el plano interno, Irán vivió sus 'años del plomo' con la insurrección de los Muyahidin Halq, un grupo que combinaba ideas islamistas con izquierdistas, y la represión posterior.
Los Muyahidin cometieron atentados indiscriminados y acciones de guerrilla urbana cuando el régimen de Jomeini era más débil. El desafío al Estado alcanzó proporciones mayúsculas. Ningún alto cargo del Gobierno podía considerarse fuera de peligro. El golpe más audaz de los Muyahidin se produjo el 28 de junio de 1981. Una bomba voló la sede del PRI en el momento en que se estaba celebrando una reunión de los principales dirigentes del partido. Murieron unas 70 personas y entre ellas estaba el ayatolá Beheshti, que estaba considerado como el político más importante de Irán, sólo por detrás de Jomeini. Dirigía el partido y el sistema de justicia. Hubiera sido el primer presidente del Irán revolucionario si Jomeini no hubiera decidido en el último momento que el cargo no recayera en un clérigo.
No fue el único ataque contra la cúpula del poder. El primer ministro Bahonar y varios ministros fallecieron en otro atentado en agosto de 1981.
Existían serias dudas de que el régimen pudiera sobrevivir a estos ataques. La resistencia armada contaba con miles de partidarios en Teherán, aunque el alcance de su violencia terminó por asustar no ya a los clérigos sino a la influyente clase comercial del bazar. La represión fue feroz. Centenares de militantes de los Muyahidin fueron fusilados y miles acabaron en prisiones donde se practicaba la tortura de forma generalizada. Ante la tesitura de matar o morir, el régimen eligió la primera opción.
De esa época, hay multitud de declaraciones de Musavi en favor de un aumento de la represión, que terminó alcanzando a sectores de izquierda que no compartían los métodos de los Muyahidin. El partido comunista Tudeh fue ilegalizado y sus miembros sufrieron una purga que les expulsó de la universidad y del funcionariado. Musavi dirigió esta política de eliminación de la izquierda laica en la política iraní con la misma intensidad con que intentó poner en marcha una reforma agraria que fue finalmente bloqueada por el sector más conservador del régimen (entre los que ya estaba el actual líder supremo Jamenei).
¿Cuál fue el papel de Musavi en la política exterior de Irán y, sobre todo, en las guerras sucias que tuvieron lugar en Líbano? Los servicios de inteligencia y las fuerzas militares respondían directamente ante Jomeini, no ante el primer ministro. Es cuando menos probable que Musavi estuviera al tanto de la decisión del régimen de responder por la fuerza a la intervención norteamericana en Líbano. Inicialmente, Reagan envió a los marines como fuerza de interposición en la guerra civil libanesa, pero pronto terminaron por tomar partido en favor de los cristianos maronistas. Ni Teherán ni la naciente Hizbolá iban a permitirlo. El atentado contra el cuartel libanés de los marines, con 299 militares muertos, y otros ataques similares forzaron la retirada norteamericana y supusieron un triunfo para los aliados de Irán en Líbano.
Ahora, en un blog de la revista CQ, Jeff Stein afirma que Musavi dio órdenes directas a los que llevaron a cabo esa guerra clandestina. Afirma, citando a fuentes militares y de la CIA, que el entonces ministro de Exteriores nombró al que fue el hombre clave en esa ofensiva, el embajador en Damasco Ali Akbar Mohtashemi, y le encargó la campaña de atentados. Un almirante retirado confirma en el artículo que la NSA grabó conversaciones del embajador con miembros de esa célula.
Además, el ex agente de la CIA Robert Baer (autor del libro "See no Evil", traducido al español como "Soldado de la CIA", en el que está inspirada la película "Syriana") eleva la apuesta y dice que Musavi trataba directamente con Imad Mugniyeh, el arquitecto de esa campaña. Mugniyeh fue eliminado de forma misteriosa en febrero de 2008 en Damasco.
Sea o no cierta esta acusación, el pasado de Musavi es un ejemplo más de las muchas paradojas que encierra la política iraní y que encajan mal con las visiones simplistas.
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No todo van a ser muertos y espías. Para los interesados en la faceta artística de Musavi, hay ejemplos de su estilo como pintor y como arquitecto.
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