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domingo, 26 de enero de 2014

Nuevo viejo Orden

Nuevo viejo Orden

27/05/2005 - Autor: Hashim Cabrera - Fuente: Verde Islam
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Hashim Cabrera
Hashim Cabrera
En las postrimerías del segundo milenio de la Era Cristiana y a comienzos del siglo XV de la cronología islámica, el ser humano se enfrenta a una situación sin precedentes demasiado señalables. Las consecuencias de un modo de entender la existencia por parte de un sistema en apariencia vencedor, propuesto como modelo único, son más que visibles.
Una de los aspectos más evidentes de ésta forma particular de concebir la existencia, es la relación de dominio y conquista que establece el ser humano con la naturaleza, en una sociedad progresivamente secularizada que ha abierto una brecha entre las necesidades de la vida cotidiana y los ideales y necesidad de trascendencia.
Tras el Renacimiento y con la llegada de la Ilustración, la sociedad occidental ha vivido un proceso de secularización que se ha llegado a identificar con la Modernidad.. Esta, ha procurado sobre todo, bienes de consumo, objetos y máquinas, pero también degradación medioambiental y vacío existencial.
En este proceso secularizador, en el que las ciencias positivas y sus aplicaciones tecnológicas ocupan el lugar que en las sociedades tradicionales estaba destinado a la Sabiduría, al Saber como gnosis, como experiencia holística, el individuo accede a los bienes como si el proceso de su adquisición fuese un fin en sí mismo.
Las cuestiones trascendentes, los valores morales que acompañaron siempre a las civilizaciones brillan hoy por su ausencia, de la misma manera que la Metafísica o la Teología desaparecen del panorama de las ciencia
Asistimos a la declaración de un Nuevo Orden que no es sino el último lifting del orden más viejo. Orden, que tras apariencias y palabras socialmente consagradas como válidas, encubre la continuidad de un status quo, el mantenimiento del Mercado Único abastecido por la macroestructura de las empresas multinacionales de carácter privado.
No deja de ser una paradoja que, tras la caída del muro de Berlín y el desmantelamiento del aparato comunista, basado en una ideología que consagraba los valores puramente materiales de la existencia, el bloque vencedor, vaciado de cualquier veleidad trascendentalista, lleva adelante el proyecto mecanicista de la producción y el consumo hasta sus últimas consecuencias. Este no tan Nuevo Orden, tras sendas operaciones de imagen, muestra el escaparate occidental, como prueba de su victoria, a las masas hambrientas de un planeta ciertamente dañado, y como prueba asimismo de su ostentosa superioridad.
Cuando las generaciones se acostumbran a ver la realidad de una manera determinada, y los individuos ya no disponen de métodos que le permitan contrastar la información que les suministra el sistema, puede llegarse a la paradójica situación de que se justifique la intervención militar y la dictadura en nombre de principios democráticos y libertarios.
El fundamento estructural de ésta alienación colectiva es la desacralización de la Naturaleza y el distanciamiento que se ha producido entre ésta y el ser humano, como si éste último fuese un ente ajeno a aquella. La base ideológica del mecanicismo materialista, que sigue siendo el fundamento doctrinal del Nuevo Viejo Orden, se sitúa en la consideración del carácter inagotable de los recursos naturales, la idea de un universo infinitamente capaz y eternamente dispuesto a soportar su explotación masiva por parte de una especie que ha construido su hábitat y definido su "civilización" en un ámbito urbano de acero, vidrio y cemento, alejándose de las influencias incómodas de una Naturaleza cambiante en la que los ciclos y los ritmos obligan a los seres que la forman a un proceso constante de autoconocimiento.
El pensamiento moderno ha hecho de la Naturaleza y de la Creación, un proceso opaco en el que ya no podemos encontrar los signos que conectan los hechos naturales con sus realidades trascendentes.
Todavía en nuestro tiempo, algunas culturas conservan esa capacidad de trascendencia y sus individuos son capaces de "ver" significado y transparencia en lugar de objetos convenidos y aceptados, éstos individuos ven "signos" en la Creación, pues su mente aún no ha sido alienada por el espíritu racionalista y disponen todavía de Sentido, de una forma de inteligencia que les conecta con el Intelecto Superior. Precisamente a esas culturas se las tilda desde el ideario oficial, de atrasadas, primitivas y sumidas en la oscuridad y la ignorancia.
El vacío que habita en el interior del hombre moderno, ahora llamado posmoderno en un intento de colmar por agotamiento el poder sugestivo del término, es fruto de esa alienación de cualquier trascendencia y es la consecuencia de una ignorancia sobre lo que la propia ciencia contemporánea dice o lo que algunos científicos sostienen como resultado de sus observaciones.
Cuando la herida abierta ha comenzado a sangrar, surgen las oportunas voces de los políticos enarbolando consignas medioambientales y programas de "desarrollo sostenido", eso sí, siempre que, para cerrar la herida se utilicen los nuevos productos "ecológicos" que, aunque son un poco más caros, no producen tanto daño a nuestra Madre Naturaleza. Salvemos la Tierra, La Tierra en peligro, el incendio de los pozos en Kuwait, crucero en el Exxon Valdez, son algunos de los títulos de la reciente filmografía oficial. Ya no es necesario disponer de macroestudios en Hollywood para conseguir el sueño de Cecil B. De Mille. Ahora el largometraje se rueda en los escenarios naturales y con sonido ambiental. Es la era del Reality Show a nivel planetario.Sin embargo, cuando alguien quiere levantar la voz para señalar las dolorosas carencias del humano moderno, el vacío que es fruto de haber perdido la conexión con Dios, con lo Absoluto, es silenciado con exabruptos inapelables de anacronismo, sentimentalismo, antigüedad etc., señalado como marginal y fuera del espíritu de los tiempos, y en el mejor de los casos, si su discurso es intelectualmente impecable, se le tolera como a tantos intelectuales que acuden a los congresos de filosofía y cultura con el sambenito cariñoso de enfants terribles.
Ante semejante panorama sólo cabe abordar la existencia desde una perspectiva de autoconocimiento y transformación personal, a través de las tradiciones que en la Historia guardan los tesoros de la condición humana, las referencias y los métodos que conducen al ser humano hacia un verdadero progreso espiritual que no tiene por qué ser incompatible con el disfrute de los bienes materiales. Vías de conocimiento que la oficialidad sitúa en las vitrinas de un supuesto Museo de la Historia, pero que están vivas mientras existan hombres y mujeres que las recorran con plena sinceridad. Caminos, en fin, que llevan al Recuerdo de nuestro Principio, que nos acercan a nuestro Creador y nos devuelven la dignidad perdida el la loca carrera de la conquista moderna. A ojos de éstos buscadores, lo moderno, incluido su postoperatorio, huele a algo viejo y enranciado, a aquello que trata de mantenerse a toda costa, aun a costa de la degradación y posible desaparición de la especie humana de éste bello planeta que fue un jardín que tuvo ciertamente una Edad Dorada en la que los hombres eran sólo criaturas que adoraban a su Señor.
En lugar de reflexionar sobre las causas que están llevando a la Humanidad al borde de la autodestrucción, se asegura a los consumidores que la tecnología está alcanzando los niveles necesarios para frena la destrucción y asumir victoriosamente el liderazgo de una Nueva Era. Entretanto, el proceso de sacralización del dinero como panacea que permite acceder a los bienes, como fin en sí mismo, en su posesión, hace de los edificios bancarios, templos de un nuevo viejo ecumenismo en el ámbito de los intereses humanos.
Posiblemente se frenarán progresivamente las emisiones tóxicas que el sistema industrial arroja en nuestro entorno. Es muy posible que la próxima producción química sea aparentemente menos letal. Pero: ¿Se reconocerán desde el propio sistema los errores de base que han llevado a éste estado de cosas? ¿Se contará alguna vez la verdadera Historia, por encima del secreto mantenido en nombre de los interesas de los estados? ¿No será el estado único y su gobierno único el mayor interesado en ocultarnos hoy la verdad?
Una sola superpotencia con mucho mayor poder, que necesita urgentemente un sparring que justifique la continuidad de la industria armamentista, base de la economía moderna, y de paso borre del mapa mundi toda posible disidencia o alternativa que amenace su diabólico plan.
Una vez limpias las aguas, ya sólo será necesario inventar una religión que devuelva una mínima dignidad al hombre posmoderno, una religión light que no suponga obstáculo ninguno a la circulación de los capitales por las arterias del nuevo viejo organismo. Una vez el negocio planetario se haya cerrado, será necesario llenar el vacío interior con algún sucedáneo ecológico que no sean las drogas duras que para entonces habrán sido devueltas con seguridad a la trastienda de la farmacia. Tal vez sea una religión de la Naturaleza, un panteísmo sin dios que mantendrá entretenidos a los humanos en los largos ratos de ocio frente a las pantallas de la tecnología virtual. Lo que si resulta ya bastante evidente es que una vía trascendente que ponga en cuestión la cimentación misma del sistema no será tolerada. Una forma de vida que cuestione el sistema bancario al uso, por ejemplo, es un enemigo a abatir. La denuncia de la usura como fundamento de la explotación de la raza humana por parte de una minoría que controla la reserva de oro, siempre será peligrosa si no es la opinión de un hombre sino el sentir de una amplia comunidad.
Ese y no otro es el último obstáculo que el Nuevo Viejo orden ha de sortear para cerrar su negocio.
A principios de éste siglo, el genocidio y erradicación del sistema político islámico de la faz de la tierra tuvo su origen en la necesidad de las potencias occidentales de proveerse de combustible y materias primas que alimentaran un sistema en plena expansión. El acceso a los territorios petrolíferos, que hasta ese momento habían estado bajo el dominio del último califato, fue un objetivo estratégico mantenido hasta hoy. La mascarada de la Guerra del Golfo, con la aparición es escena de un sparring tan convincente como Sadam Hussein, es sólo el penúltimo capítulo de la serie.
Pero ahora las necesidades son otras. El acceso a las fuentes de energía está bastante asegurado con la complicidad de los gobiernos de los paises productores.
El problema cambia de matiz cuando no se trata ya del acceso a los territorios sino del dominio de las conciencias, del ejercicio sistemático de la alienación a escala global que asegure el mantenimiento de ese Nuevo Orden.
Cabría preguntarse por qué va dibujándose progresivamente en el panorama de la información, el perfil de un Islam intolerante y peligroso. Por qué se asocia insistentemente la idea de los musulmanes como representantes de un sistema totalitario e intolerante, cuando la Historia, incluso la oficialmente aceptada, nos habla del espíritu universalista y de tolerancia de que estuvieron imbuidos los estados islámicos de cualquier tiempo y lugar. Cuántas veces hemos oido, hasta la saciedad, la añoranza de la Córdoba de las tres culturas, cuando floreció la Ciencia y la Filosofía en una comunidad donde todos los creyentes eran respetados? ¿Por qué ese cambio y esa vuelta al espíritu de la Cruzada?

Es más que probable que el último tramo del proceso desacralizador a escala global, pase por la estrategia de escindir a la última comunidad de creyentes que aún conserva una referencia inalterada, una Revelación no amañada, un Libro cierto. Para desarticular esa alternativa, es necesario que el sistema opere sobre los musulmanes de la misma manera que durante siglos hizo con los cristianos: separando lo religioso de lo profano, dejando los asuntos espirituales reducidos al ámbito de la privacidad y la intimidad , sin efecto alguno en el marco social o económico, construyendo sociedades estandarizadas de carácter laico donde se alojen los creyentes como abejas en un panal despersonalizado e inocuo, periódicamente fumigado con imágenes y consignas, que eviten las grave enfermedad que supondría la autodeterminación, el librepensamiento y, sobre todo, el vuelo de algún enjambre disidente. Somos conscientes de la similitud entre éstas visiones y algunos escritos de hace cincuenta años dentro del género de la ciencia-ficción, nos acordamos de George Orwell, como también recordamos a Julio Verne cuando el pié del humano pisó la superficie de la luna. Ciencia, ciencia-ficción, reality-show. Que cada cual saque sus propias consecuencias.

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