El caos global y la silueta de una
guerra nuclear
Alfredo Jalife-Rahme
Donetsk, en el este de Ucrania, fue escenario de intensos combates el
viernes 30, que dejaron varios civiles fallecidos. En la gráfica un hombre
muerto por la metralla es recogido. Un intento de reabrir pláticas de paz fue
abortado antes de empezarFoto Reuters
A
diferencia de la vulgar propaganda negra de los círculos superbélicos
israelí-anglosajones que desean la tercera guerra mundial –quizá para pretender
salir ilusamente de su grave crisis financierista que crearon–, el presidente
Putin –quien se ha comportado con una enorme prudencia frente a la asfixia de
la OTAN en las fronteras de Rusia, una superpotencia nuclear– envía señales
inequívocas a Estados Unidos –mediante varias voces al más alto nivel oficioso
con gran resonancia en Occidente, como Mijail Gorbachov e Igor Ivanov– de no
cruzar el Rubicón que desembocaría en un Armagedón nuclear.
En forma dramática, el último
presidente de la extinta URSS, Mijail Gorbachov, acusa a Estados Unidos “de
jalar a Rusia a una nueva guerra fría que puede crecer en
un conflicto armado” (http://goo.gl/N0Ji22).
En paralelo, en un artículo para el
rotativo neoliberal en idioma inglésThe Moscow Times –vinculado a la mafia
oligarca rusa y feroz crítico del presidente Putin–, Igor Ivanov, anterior
canciller de Rusia de 1998 a 2004 y hoy mandamás del Consejo de Asuntos
Internacionales de Rusia (RIAC, por sus siglas en inglés), aduce que “la crisis
de Ucrania es más peligrosa que cualquier otra durante laguerra fría”, por lo que urgió a los líderes políticos a prevenir
un conflicto nuclear: en ausencia de un diálogo político, con
desconfianza mutua que alcanza alturas históricas, la probabilidad de accidentes
incluyendo las armas nucleares es cada vez más real (http://goo.gl/BCJeXP).
Igor Ivanov desecha en forma juiciosa
toda la retórica hueca alrededor de una nueva guerra fría:“No puede haber una
repetición de unaguerra fría debido a que los
cambios en el mundo no embonan en el antiguo paradigma”, cuando, a pesar de sus peligros, las relaciones internacionales estaban
confinadas a un cierto orden (sic) establecido después del fin de la Segunda
Guerra Mundial, mientras que hoy vivimos en un mundo donde el viejo
orden cesó de existir y uno nuevo que convendría a los principales jugadores no
ha sido aún establecido, y esto es lo que hace que “nuestros tiempos sean tan
diferentes de laguerra fría”. ¡Sin duda!
Comenta en forma sensata
queformalmente, todos suscribimos las normas establecidas de las leyes
internacionales. Sin embargo, como la crisis ucrania ha demostrado una vez más,
las viejas instituciones están perdiendo dramáticamente su eficiencia y las
leyes internacionales se han vuelto víctimas de los intereses políticos.
Del lado de Estados Unidos no faltan
tampoco las pocas voces conocedoras y racionales –marginadas por la masiva
propaganda negra de los ignaros superbélicos–, como Theodore Postol, experto en
armas nucleares y hoy profesor emérito de ciencia, tecnología y política de
seguridad nacional en el MIT, quien rememora en forma pertinente cómo hace 20 años, una cadena de coincidencias casi (sic) provoca una crisis
nuclear entre Estados Unidos y Rusia, cuyo riesgo es mucho mayor
ahora(http://goo.gl/uQoNVi).
Dejando de lado su exhumación
perturbadora sobre la vulnerabilidad del género humano ante un error de cálculo
nuclear, Theodore Postol propone tres medidas para evitar el Armagedón: 1) la
capacidad militar de la OTAN debe servir para persuadir, no
provocar, mayores acciones negativas de Rusia; 2) Estados Unidos debe
frenar sus esfuerzos peligrosos e insensatos (sic) de modernización de sus
fuerzas nucleares, ya que este programa crea la apariencia de que
Estados Unidos se prepara a luchar y a ganar una guerra nuclear con Rusia, y 3) Rusia debe tener acceso a tecnologías de sensores de satélites
especializados, cuandotanto Estados Unidos como los europeos poseen esta
tecnología y pueden abastecerla, lo cual ayudaría a corregir esta carencia
peligrosa al igualar el campo de juego nuclear.
Nadie puede ganar una guerra nuclear
que significaría la mutua destrucción garantizada de Rusia y Estados Unidos.
Además, es innecesario que Europa padezca las consecuencias letales de su
avaricia tecnológica y lo mejor consiste en su triple colaboración con Estados
Unidos y Rusia, a la que deberían invitar a China e India.
Las superpotencias nucleares no tienen
más remedio que acomodarse al nuevo orden global que, a mi juicio, es tripolar
geoestratégico: Estados Unidos /Rusia /China.
Jen Psaki, vocera del Departamento de
Estado que dirige John Kerry, rechazó las afirmaciones de Mijail Gorbachov y
declaró, al contrario, queEstados Unidos continuará colaborando con Rusia en
varios temas que incluyen Irán, Siria y el conflicto ucranio (http://goo.gl/Uv9RrT).
Quizá como pirueta acrobática para
disminuir las tensiones en escalada, el jefe de estado mayor militar de Ucrania,
Viktor Muzhenko, admitió que las tropas rusas no habían tomado parte
en los combates de Donetsk y Luhansk(http://goo.gl/3Phs8z).
Fuentes del Pentágono exhiben una
creciente preocupación por la interrupción de los canales militares de
comunicación entre la OTAN y Rusia, y hasta el pugnaz general Philip Breedlove,
de la fuerza aérea de Estados Unidos y comandante en jefe de la OTAN –quien se
ha pasado amenazando a Rusia–, ahora desearestablecer contactos con los
militares de Rusia y reanudar el diálogo con el general
Gerasimov, jefe de estado mayor del ejército ruso (http://goo.gl/Sh1q7U).
En medio de tanta jeremiada
escatológica, alivia que dos senadores del más alto nivel estratégico nuclear
de Estados Unidos –Sam Nunn (Partido Demócrata) y Richard Lugar (Partido
Republicano– exhorten a una cooperación entre Estados Unidos y Rusia, que deben arreglar su asociación en seguridad nuclear yreconocer el imperativo de proveer liderazgo global con el fin deprevenir el terrorismo catastrófico lejos de ganancias
geopolíticas de regateo (http://goo.gl/1QuGHJ).
En la reciente comparecencia de dos
geoestrategas –el teniente general retirado Brent Scowcroft, mormón del Partido
Republicano, y Zbigniew Brzezinski, del Partido Demócrata– ante el Comité de
Servicios Armados del Senado, que preside el superbélico senador John McCain,
llamó la atención que el rusófobo Brzezinski haya diluido su vino en forma
notable al exhortar al no ingreso (¡supersic!) de Ucrania a la OTAN con su
concomitante finlandización, así como la adopción de
medidas paraintentar evitar la universalización (sic) del presente conflicto en
Europa que lleve a una colisión global con Rusia, en particular en el Medio
Oriente, donde incluso se puede llegar a compromisos creativos en Siria con la eliminación de los extremistas regionales (http://goo.gl/Zqs0Xo).
Aquí el problema de Brzezinski es semántico, en cuanto a quién –y desde qué
perspectiva– define elextremismo.
Lo óptimo es que no se han roto los
últimos eslabones entre Rusia y Estados Unidos, mientras China se encuentra en
la prudente retaguardia perpleja.
Más allá de la metáfora del reloj del juicio del día final(http://goo.gl/Rg8bRv), en contraste a la cronicidad letal del
cambio climático, las consecuencias nihilistas de una guerra nuclear entre
Estados Unidos y Rusia serían inmediatas.
Al borde del precipicio, todavía existe
un poco de tiempo para pasar del ominoso caos global al creativo nuevo orden
tripolar geoestratégico del siglo XXI entre Estados Unidos, Rusia y China.
Casandra después de sus perpetuas
advertencias tuvo razón con la destrucción de Troya. Hoy Estados Unidos y Rusia
deben impedir que Casandra vuelva a tener razón.
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