La bandera negra es el mensaje
- El Estado Islámico pone en marcha una agencia de noticias mientras se beneficia de la prensa y la ‘yihadosfera’
La información sin matices y el ruido en las redes sociales son armas para los yihadistas, recordaba horas después del atentado en la iglesia de Normandía, el pasado martes, el experto Charlie Winter. Autor de estudios sobre el Estado Islámico tan divulgados como el Manifiesto del EI sobre las mujeres, Winter apuntaba a una de las mayores preocupaciones en la lucha contra el yihadismo: de qué se informa y cómo.
En sus dos años de vida como referente de la yihad mundial, muy por encima de Al Qaeda, el Estado Islámico –también conocido como ISIS, ISIL y Daesh, el nombre importa poco– ha desarrollado una política de propaganda tan eficiente y pragmática, y tan intensa, que está dando sus mejores frutos precisamente en el momento en que peor le va en los campos de batalla de Iraq y Siria, los dos países en los que ha definido su califato.
Al mismo tiempo que ha ido perdiendo territorio ha conseguido, promoviendo o inspirando atentados en medio mundo, llevar su guerra al exterior y, lo que es peor, imponer una narrativa propia. Mientras en los think tank, los organismos de seguridad y los gobiernos occidentales se debatía la cuestión de cómo afrontar la propaganda del EI, ésta se ha vuelto aún más profesional. Su último estadio es el uso de una especie de agencia informativa, Amaq, para comunicarse con el enemigo.
A través de la red Telegram, Amaq emite comunicados, partes de guerra y noticias de atentados incluso de grupos que no le son afines. Estos comunicados son escuetos y asépticos, y en tanto parecen ser fidedignos, son pronto recogidos por varios observatorios especializados y de ahí pasan a los servicios de noticias.
En alguna ocasión, los mensajes de Amaq pueden tergiversar las cosas o engañar, pero ser creíble en lo fundamental parece ser muy importante para la organización. El pasado marzo desmintió la especulación del Pentágono de que su comandante Abu Omar al Shishani había sido liquidado por un dron en Siria, pero en julio dio la noticia de su muerte en combate, en Iraq. En octubre del 2015 el EI se atribuyó el derribo de un avión ruso de pasajeros sobre el Sinaí, y al mes siguiente explicó cómo lo había hecho. Cuando el pasado mayo desapareció sobre el Mediterráneo un avión de Egyptair, todo el mundo esperaba el comunicado. Pero aunque los corifeos del yihadismo lo celebraban en las redes sociales, la nota de Amaq nunca llegó.
En paralelo a Amaq y a la extensa red de canales que utiliza el EI en todos los soportes electrónicos para difundir su propaganda, la llamada yihadosfera funciona en las redes sociales a toda máquina y al margen del control del Estado Islámico, que se aprovecha de ese ruido mencionado por Charlie Winter.
Gracias a la intensísima y muy inteligente labor desarrollada sobre todo en el 2014, los vídeos heroicos –al mejor estilo de los videojuegos y de gran capacidad hipnótica– con los que ha conseguido miles de adeptos ya no le son tan necesarios. Tampoco las imágenes de decapitaciones con las que generaron terror. La bandera negra se ha convertido en un poderoso mensaje en sí misma, en un producto de márketing muy atractivo.
Así llegamos a los comunicados de atribución, reivindicación o adopción de atentados, que suelen tener un formato fijo. Se suponía que un combatiente del EI sólo lo era si actuaba en nombre del califato y así lo proclamaba. Ahora eso ya no parece necesario. En Amaq pueden sentarse tranquilamente a esperar a conocer las características del atentado para adoptar a su autor o autores. Y son generosos.
El gran éxito del EI en su guerra contra el “enemigo lejano” (como contraposición al “enemigo cercano” en el campo de batalla, según los conceptos ya teorizados en el seno de Al Qaeda) es que a sus comandos oficiales ha sumado los espontáneos, los autoradicalizados, los niños perdidos y los sociópatas que se envuelven en la bandera negra porque es lo único que encuentran más grande que ellos mismos.
De este modo, los comunicados de Amaq pueden citar (con bastante sorna, por cierto) “fuentes internas” según las cuales tal o cual ataque ha sido obra de un soldado o soldados del EI que han respondido al llamamiento de atacar a los “infieles” o los “cruzados” en su propio territorio. Y eso es igual de válido en el caso de los degolladores de un sacerdote en Normandía, que dejaron en vídeo su juramento de lealtad al califa Abu Bakr al Bagdadi, y en el de un yihadista tan improbable como el homicida múltiple del club gay de Orlando.
Ese llamamiento a atentar fue reiterado en su mensaje del 21 de mayo, en vísperas del Ramadán, por Abu Mohamed al Adnani, portavoz oficial del EI, y ha tenido un alcance mediático que ya hubiera deseado Osama bin Laden en sus tiempos. Al Adnani pedía explícitamente que no se haga distinción en las víctimas entre civiles y policías o militares porque “todos son culpables”. La muerte de mujeres, niños y –significativamente– de musulmanes es dispensable como daño colateral. Este aspecto, que fue objeto de un debate ideológico entre el Estado Islámico y Al Qaeda, da idea de a qué clase de individuos se está dirigiendo.
El discurso se adorna con citas de los hadices (dichos y relatos del profeta) y de tal o cual doctor de la fe cuidadosamente seleccionadas y manipuladas, porque el EI tiene la necesidad de legitimar su fraudulento califato a la luz del islam. Pero es dudoso que muchos seguidores comprendan el sentido de sus textos. Por lo que se sabe de los terroristas que han actuado en Europa, sus conocimientos de la religión y la cultura islámicas eran superficiales en el mejor de los casos.
Todo esto pone las cosas muy fáciles al EI porque a la vez que se presenta como legítimo y creíble su impacto se resume en algo tan simple como la bandera negra dibujada a mano por un menor afgano en Alemania, sin que hagamos distinciones. Por decirlo de algún modo, nadie se lee la letra menuda, ni los fanboys del yihadismo ni los que sienten su amenaza. Así, François Hollande corrió a vincular el atentado de Niza con el EI cuando el retrato de su autor no estaba aún nada claro. La policía alemana trató, en cambio, con una prudencia encomiable la información sobre el tiroteo de Munich, que no tenía nada que ver con el yihadismo. Sin embargo, las redes sociales ardieron: unos, celebrándolo; otros, denostando a Angela Merkel por acoger refugiados. Y siempre, en beneficio de esa narrativa del Estado Islámico según la cual el islam y Occidente están en guerra.
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