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domingo, 8 de octubre de 2017

Notas sobre el islam en occidente

29/07/2003 - Autor: Abderrahmán Aguirre - Fuente: Webislam
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Islam y Occidente
Islam y Occidente
Este breve informe tiene por objeto mostrar un campo de acción inexplicablemente poco tocado por los musulmanes. Me refiero a la enorme laguna espiritual que existe en las sociedades tecnocráticas y modernas. Una introducción previa justificará las motivaciones de lo afirmado y el humus donde se asientan. Seguidamente encuadraré el vacío espiritual del hombre moderno, fruto de la acción del nihilismo en las sociedades contemporáneas, las causas de ese vado así como la imposibilidad de la religión tradicional de Occidente de llenar ese hueco. Seguidamente esbozaré el cuadro sociológico que dicho vado genera. En general me he centrado más en cuestiones de análisis cultural, propedeúticas de acciones y políticas, que en cuestiones operativas. Esto es viene dado por la laguna que creo existente acerca de como orientar "ab initio" las propias acciones.
Apunte previo
No este el lugar para un estudio profundo sobre la modernidad Y su desarrollo, más este encuadre es necesario ya que de las bases de las que se parte dependen las conclusiones alcanzadas. Conocer el terreno que se pisa es condición necesaria tanto para ejecutar lo que se decide, como para conocer los procesos que llevan a establecer las conductas decididas. Sin esta condición previa, cualquier disposición o acción se queda en mera intención, o lo que es peor y buenas voluntades aparte, en complicidad involuntaria e inconsciente con aquello que precisamente se quiere neutralizar o combatir. Este es el sentido de la presente nota previa ya que el primer paso es analizar el por qué los musulmanes nunca, o muy poco, se han planteado intervenir de manera seria en el ámbito que nos ocupa. El por qué de esa ausencia a la cita apunta a muchos de los males endémicos de la umma hoy en día, especialmente al desconocimiento del enemigo al que nos enfrentamos y del proceso histórico que nos envuelve.
Un error en el que muchos musulmanes suelen caer es en la proyección inconsciente de muchos siglos de enconada pugna entre el Islam y la Cristiandad sobre la coyuntura histórica actual. Dicha disposición no pasaría de ser una mera perspectiva obnubilada sino fuera por que hace imposible cualquier cartografía o mapa que apunte minimamente a la realidad de lo que sucede. Desconocer el calibre de los procesos históricos acontecidos en Occidente durante los últimos quinientos años equivale ni más ni menos, y necesariamente, a estar condenado a repetirlos. Saber a qué se enfrenta el Islam, qué es la modernidad o Occidente, si es que este existe como tal, o qué es la cristiandad, si es que queda algo de ella, es clave para saber el problema que se afronta. No estamos hablando de meras posturas intelectuales o de juicios más o menos ingeniosos. La grave tragedia de la confusión a la que nos referimos es clave para que el musulmán no pueda ser capaz de vislumbrar los problemas a los que se enfrenta la umma y la manera de hacerles frente. Pensar que la actual modernidad en expansión no es sino la Cristiandad o el Occidente de antaño vela y encubre la naturaleza de aquello que nos atenaza. En realidad la situación es todavía más grave ya que al reducir todo a una pugna más entre dos grandes Tradiciones, la musulmana y la cristiana, todo lo que se haga se ajustará al intento de una victoria social, política o económica en el escenario que nos es servido por la historia. Este mero planteamiento supone ya la derrota inevitable y la crisis terminal del Islam ya que dicho escenario, que no es neutral, es el que ha forjado la propia modernidad en su desarrollo. A este respecto no olvidemos que la primera víctima histórica de los escenarios forjados por el propio devenir moderno es la propia Tradición Occidental. Cualquier actitud que no tenga en cuenta lo antedicho y aunque presente la mejor de las voluntades, la más pura y combativa, tendrá al enemigo insertado en la propia alcoba trabajando inconscientemente, y a largo plazo, para el.
Lo dicho nos lleva directamente a uno de los epicentros del problema. El espacio para el dawa al que nos referimos en este estudio, el vacío espiritual propio de las sociedades modernas y tecnificadas, es inexplicablemente terreno casi ignoto para el Islam ya que este ignora, y lo que es peor, no se esfuerza en conocer ni en entender la actual naturaleza de las sociedades occidentales.
Dicho espacio no es reconocido como tal en parte por la situación descrita anteriormente, y eso a pesar de que en las estanterías de las librerías sea frecuente encontrar libros sobre el Islam o el sufismo generalmente escritos por occidentales o por desinformados apologetas de la New Age al servicio del capital y del modo de vida burgués. El Islam no conoce Occidente, tampoco sabe como relacionarse con él. Además los fuertes complejos de inferioridad y de desconfianza, de los propios musulmanes, para con su propia Tradición intelectual y su cultura, sus sabios y sus costumbres, se intentan compensar con exultantes pulsiones y arrebatos emocionales que apelan a pasados que se desconocen supinamente, y lo que es peor, a lo que cualquier sujeto libérrimo, sin taqlid ninguno, imagina que pudiera ser un rigorismo ritual que de sello de una islamicidad de la que en realidad se sabe muy poco. Es decir, la fractura que la cultura moderna ha supuesto en la Tradición islámica convierte a lo más exterior de la islamicidad en aquello a lo que agarrarse con furor como último valladar, cuando no se esta seguro de casi nada. Nadie afirma nada, nadie conoce nada, nadie se atreve a pensar, especialmente en los ambientes de la sunna. Para colmo todo ese monumento a la ignorancia se presenta, para así superar traumas y complejos, de manera envanecida y exultante, y claro así nos luce el pelo. La fragilidad doctrinal Y en lo relativo a lo interno del Islam actual se intenta suplir con una tosca y desviada apelación a lo exterior fruto del miedo que suscita la fascinación por la técnica moderna. En este sentido es tragicómica esa visión que de la sociedad islámica que tienen muchos musulmanes sunnitas, una especie de adopción encubierta del modo de vida americano en su versión puritana..,coloreado con velos, barbas y zurdos escribiendo con la derecha. Por desgracia la incapacidad para reconocer la modernidad y sus efectos en Occidente es la incapacidad para reconocer la modernidad y sus efectos en la propia umma.
Desconocer el estado de las cosas hace imposible saber qué hacer, pero es que en lo referente al problema que nos ocupa no estamos hablando del deber como musulmanes de acudir con la invitación del Islam al ámbito descrito, ni siquiera de los evidentes intereses políticos de dichos modos de acción en estos días tan difíciles para la umma. Simplemente y para empezar me quiero limitar a poner de manifiesto la incapacidad de los musulmanes de reconocer ese ámbito de acción... de aquellos barros dichos lodos. Esto es en realidad pasmoso y sobre todo viene de la mano del panorama ya apuntado. Budistas, yoguis hinduistas, los taoístas Y los practicantes del Tai-chi, los japoneses y su Zen, monjes tibetanos, hasta los pieles rojas son conscientes de este vacío y actúan en el tanto por interés político como espiritual. El Islam no advierte este terreno abonado, acaso por su excesiva cercanía emocional para con el antiguo Occidente. Esto no es sino síntoma del supino desconocimiento de la naturaleza de la encrucijada histórica donde nos encontramos y encuentra un marco, la cómoda proyección de imaginarios colectivos de enfrentamiento, ya caducos y no por que haya dejado de haber enfrentamiento sino por haber cambiado su naturaleza. Quizás esto sea más cómodo que reflexionar ya que esto último trae tiempos de mudanza, y por tanto cambios en la apariencia y en las estructuras, y eso a mucha gente no le gusta. Cómodo desde luego es el representar mundos de imaginación donde el pensar se censura ya que interrumpe el sueño y los privilegios de algunos. Además de cómodo es un bálsamo que autolegitima en la derrota. En cualquier caso las consecuencias de quien vive de espaldas a la realidad son evidentes: actuar el papel que le ha sido escrito por la propia modernidad y sus centros de poder.
En lo referente a la shi a la interpelación y la responsabilidad es si se quiere mayor. En un mundo, el sunnita, donde el tassawuf en buena medida esta perseguido y bajo sospecha, y los gnósticos casi al margen de la ley, es muy difícil que se pueda responder a cualquier necesidad de realización espiritual interior. Incluso es difícil que se pueda comprender nada sobre todo si sé constata la falta de porosidad y el cerrilismo del Islam sunni. Por contra la shi a ha sabido mantener la tradición islámica con un vigor desconocido en el ámbito del sunnismo y este es uno de sus grandes tesoros y algo más, es vanguardia guerrera de primera magnitud en un mundo apestado y ahogado por la llamada muerte de dios. Me refiero al enorme potencial intelectual y espiritual del Islam shi, por desgracia poco valorado en términos políticos por los propios shies.
Lo cierto es que dadas las circunstancias se puede afirmar el depósito y la transmisión privilegiada que la shi a lleva a cabo del pensamiento, la tradición y la gnosis musulmana dada la actual situación del sunnismo. Un dato Ibn Arabi es denostado por la inmensa mayoría del Islam sunni, prohibido en Egipto, cogido con pinzas en Marruecos, considerado un hereje por los Hermanos Musulmanes y el wahabismo... por contra Ibn Arabi es el autor al que Iman Jomeini consagra su vida, probablemente su vida más auténtica, motor invisible de su inquebrantable actividad pública. Pareciera que la historia se repitiera ya que la seña de identidad más nítida de la propia shi a ha sido la de ser la depositaria de la sabiduría interior del Islam, de su gnosis, sin perjuicio de su presencia en la propia sunna. Huelga decir la tremenda responsabilidad que se deriva de lo afirmado, antes y ahora.
Desde luego todo esto no son más que palabras más remiten a una cita ineludible, por deber y por interés político, entrar y pulsar un ámbito no tocado, adentrarse en el desierto espiritual que la modernidad tiene en su trastienda. Cuesta pensar como un país como Irán, asediado internacionalmente, no pone a trabajar en el exterior su mayor recurso y potencia contramoderna: su patrimonio intelectual y espiritual.
Occidente y modernidad
Un mera descripción del por qué del páramo espiritual de la modernidad acotará el problema e ilustrará el por qué las iglesias cristianas son incapaces de responder a este problema.
La génesis del problema es de raíz religiosa y viene de la mano de la auténtica inversión que los cristianos han realizado de la idea de unidad. El uno cristiano no es tal uno ni refleja unicidad alguna, es un otr9, un par del mundo, el llamado ente realísimo de la escolástica. La presencia divina en el mundo esta apagada y el dios cristiano es distante y esquivo. La realidad queda así por arte de magia convertida en nada, en mero objeto en manos del hombre para su explotación y disfrute. La realidad sensible será pues devaluada y no por la omnipotencia, belleza y plenitud divinas sino sencillamente por su deserción, es decir, por la incapacidad de la realidad, de la creación, de acercar lo más minimamente a Dios. Es sencillo constatar como toda idea de ser Uno con la realidad afirmando la Unidad, o de sumisión a la misma y aceptación del decreto creador queda así bloqueada, imposibilitada. Se yugula por tanto toda idea de unicidad, de tawhid, para a continuación maldecir la creación y considerarse como un extraño en la misma, extraño que sin embargo ha de servirse de ella en términos de explotación ilimitada, ya que al tiempo y desde este paradigma, es su señor ya que su mirar y su utilizar, el del hombre como nafs, es el exclusivo sentido del mundo. Además el hecho de hablar de un dios-ente en términos de verdad entificada, demiurgo que crea, concreto, humanizado, ya que el hombre solo puede pensar en términos racionales entes o concreciones, nos llevará a un universo mental estrictamente humano donde la idea de verdad será un "esto es la verdad", un dios distante, ente perfecto, par del mundo, demiurgo creador. La unidad así ha sido rebajada al ámbito del juicio humano. No es casualidad que el tipo de relación dios-hombre previamente descrito sea el mismo que el de un ingeniero con su obra acabada. No es de extrañar que ese falso uno sea el mismo que opera en la pretensión de verdad del pensamiento moderno a través de un "esto es la verdad" aplicado a la ciencia, la filosofía o la política.
Así las cosas, que papel juega ese dios, mera representación humana, en todo lo dicho ya que es del todo prescindible. El Coran afirma muchas veces la evidencia de la propia realidad, de sus provisiones y abundancias como evidencia de Dios. Si la realidad tiene algún tipo de conexión con Dios y nos conduce hasta El, es decir si se integra en la Realidad y en la Verdad, siendo algo más que un mero objeto, el problema del enlace entre dos realidades la humana y la natural plantea el problema de ese mismo enlace, de la Unidad entre ambos y aparentes polos, y por tanto de Dios, es decir la Realidad que trasciende esos aparentes polos. En el modelo cristiano moderno esto no rige ya que nada afirma lo divino pues se desconfía de todo. Solo existe como tal el hombre ya que su propia conciencia, su nafs, es la prueba del mismo como ser existente.
"Pienso luego existo" que diría Descartes además de su total desconfianza ante lo que como Realidad se presenta. El resto, como mucho, no sería más que materia inerte, ni siquiera eso, sino algo que solo encuentra su sentido en el exclusivo uso que el hombre realiza de ello.
La afirmación radical de la conciencia humana, el nafs, y sus permanentes ejercicios de representación y asociaciones, será la que acabará prescindiendo de un dios que se había hecho prescindible y nada evidente, por humano demasiado humano, en el modelo descrito. De esta manera se asesina a un dios que nunca existió y se suplanta por lo que siempre estuvo operando la representación humana y su pretensión de dotar de sentido desde ella misma lo que percibe. Así la unicidad de todo lo que es, el tawhid, en su sentido más profundo y la sumisión que resulta, quedará suplanta por una revuelta permanente contra la Realidad que desde la conciencia humana se intenta manipular, para así dotada de un sentido y de una unidad ficticia y forzada, así los "esto es la verdad" se sucederán, hasta llegar al último, el puro apetito de la subjetividad, desnudo de excusas y coartadas filantrópicas, en la gran orgía del mercado mundial.
La pretensión de generar un sentido falsamente unitario, elaborado desde la conciencia humana, estará en la raíz de la propia modernidad una vez asesinado ese dios que nunca existió. De esta manera el ateismo no será sino la consecuencia natural del propio cristianismo degenerado. Esta pretensión se traducirá en el frenesí uniformador donde la unidad de verdad y de ser, se confunde con un "esto es la verdad" tramado por un hombre asentado en el imperio absoluto de su conciencia. Así los criterios uniformadores se irán sucediendo de la mano de la ciencia, la política y el pensamiento moderno y encontrarán su expresión en una idea de progreso que siempre colocará más allá su permanente incapacidad de doma de la realidad. Que lejos queda todo esto a la sensibilidad islámica expresada en citas del Coran como aquella de que Allah si no tolera algo es que se le asocie o que si diriges tu vista a Oriente o a Occidente solo verás la faz de Allah. En realidad todo el proceso de humanización descrito no servirá nada más que a esa pretendida devaluación radical del mundo, a ese nihilismo, que todo lo reducirá a los apetitos ilimitados se una conciencia humana sin límite alguno embebida con sus propias construcciones, ahogada en su propia vanidad y reducida a la permanente satisfacción de sus pretensiones y asociaciones para con la Realidad. Esto no esconde más que interés y apetencia de ver a la Realidad someterse al imperio del hombre para su propia satisfacción. El capitalismo destapará a las claras este intento de reducción de la realidad al capricho de las representaciones y de los apetitos humanos, así el capital en expansión, donde todo queda sometido al comercio y al consumo, al uso y al disfrute de la conciencia, será la última etapa de un nihilismo inatacable desde cualquier fase del proceso que simplemente pretenda una vuelta atrás, de ahí la incapacidad cristiana, o que no sepa evadirse al propio proceso de expansión del capital y del nihilismo. Así las cosas todo habrá quedado supeditado a la expansión del capital y a sus necesidades, dicho capital será el instrumento de la conversión de la realidad en el ámbito de explotación del hombre ya que por el comercio ilimitado los frutos de la realidad pasarán a perder su valor en si, desde su dimensión unitiva y sagrada, y pasarán a tener solo un valor de cambio, sin límite alguno, una gran compra-venta generalizada. Es curioso que como culminación del proceso sea el propio hombre y el propio comercio de bienes y servicios los supeditados a las necesidades de un capital financiero, pura nada, en expansión ilimitada e incontrolada. Este parece ser el rostro que culmina el devenir moderno, más allá de envoltorios filantrópicos de humanización del mundo que solo encubrían ver al propio nafs empaparlo y penetrado todo, a través de una ilimitada compra-venta universal. Así el capitalismo no sería más que la más avanzada y perfeccionada fase de un nihilismo de expansión ilimitada.
Sirva este apresuradísimo resumen, que exigiría todo tipo de notas, aclaraciones, desarrollos y nuevos matices para incardinar el nihilismo contemporáneo y su origen religioso.
Nada que venga desde el propio cristianismo podrá alterar el proceso ya que la propia modernidad no es sino el cristianismo secularizado. De esta manera, aunque no sea ese su deseo y admitiendo las mejores intenciones, la propaganda cristiana no hace sino alimentar el propio devenir nihilista pues sirve el marco teórico y la disposición psíquica que posibilita el proceso. El origen de esta descomunal errancia que es la modernidad esta ni más ni menos en la ausencia de taqlid hacia los hombres de conocimiento que antaño hubo en el cristianismo. La gnosis cristiana fue, para empezar duramente perseguida tras el Concilio de Nicea. Sus restos fueron encerrados en conventos y cenobios cada vez sometidos a mayores restricciones en los enunciados y maneras propias de la vida espiritual. Finalmente la jerarquía liquidó cualquier vía sapiencial de iluminación, cualquier método o sabiduría o disciplina iluminativa que pudiera albergar y encauzar las inquietudes espirituales de las gentes no estrechamente controladas por la institución eclesial, especialmente en Occidente. En Oriente el fenómeno es paralelo aunque la osmosis con el Islam y las menores ambiciones temporales de la jerarquía permitieron una mayor pervivencia de la gnosis cristiana- . Los desenfrenados deseos de poder político del vaticano pasaban por excluir cualquier interpretación o parecer al margen de la oficial y única, exigían un "esto es la verdad" que excluyera otras maneras de afirmar la misma Verdad, más elevadas o simbólicas o que hablaran directamente al corazón o al intelecto sin mediación del clérigo, y que desde luego excluían hombres de conocimiento e iluminados al margen de los funcionarios vaticanos que procuraban que nada escapara a su mediación y control. Muchos siglos de barbarie fueron el efecto y en Occidente solo fue posible cierto renacer de la gnosis cristiana y del pensamiento cristiano en la baja Edad Media, al margen de la jerarquía eclesiástica y de la mano de la osmosis, producida desde el propio Islam. Renacer echado por tierra con la reforma y la contrarreforma poco después. El resultado de lo afirmado es la pérdida e inexistencia de cualquier ciencia iluminativa en el cristianismo y el confinamiento de cualquier experiencia interior de la religiosidad a la conciencia subjetiva y a la satisfacción emocional del propio sujeto. Esto es tremendo ya que si las ciencias gnósticas hacen hincapié en algo es en la fractura de la subjetividad y la conciencia para alcanzar la iluminación.
Sirva lo afirmado para mostrar las causas del agotamiento espiritual y religioso del cristianismo dadas sus altas cotas de compromiso con la propia modernidad y con el nihilismo, así como el suicidio que procuro de su gnosis en función de sus intereses de control político. La Iglesia no podía tolerar alguien que la disputara el monopolio, ni aún desde dentro ya que esto ponía en peligro sus desmedidas ansias de poder político. En realidad la función de la gnosis, el tassawuf, o irfam en el caso del Islam, es central en una religión ya que permite beber de la fuente de lo originario y ser capaz de actualizar y realizar una correcta hermenéutica de lo que siempre fue, al margen de las mutaciones que desnaturalizarían el din, y adecuándose a las diferentes circunstancias de la historia y de las culturas. Y no olvidemos que las diferencias culturales han sido queridas por Allah a través de la creación y pensar lo contrario no es sino asociar a Allah la propia cultura.
La tarea de los arif es esencial, aún desde las tensiones que pueden provocar, ya que su testimonio es síntoma de la vitalidad de una religión y de su capacidad de regeneración. Sofocar esa fuente por no ser capaz de integrar sus velocidades, vértigos y quietudes, o sencillamente por no entender nada, es el mejor pasaporte para la esterilidad o la decadencia. Ali Shariati se preguntaba acerca de la muerte de Hallaj, ¿de qué valió su muerte? Recordemos que Hallaj fue dejado de lado por muchos sufíes de la época por querer, no romper el arcano del irfam, sino hacerlo bajar a la arena de la época con el fin de revitalizar Islam y hacerle salir de la crisis en que estaba sumido. El Islam solo encontrará vías de salida a su crisis desde la activación de sus potencias y estas pasan por el cultivo de su patrimonio sapiencial en el sentido más amplio de la expresión, es decir beber de la fuente de lo originario, de aquello desde donde devinieron antiguas épocas plenas y grandes. Constatar la decadencia cristiana es muy ilustrativo acerca de los males que asolan la umma. La religión que liquida sus maneras de sabiduría, interpone de manera absoluta a su clero o a sus alfaquíes entre Allah y el corazón del fiel, o asocia una representación del mundo, circunscrita a un tiempo o a un lugar, a Allah en forma de pretensión uniformadora, se dirige hacia un callejón sin salida y hacia la parálisis. Activar las potencias del Islam y en este caso saber presentarlas a los occidentales sedientos del océano del espíritu es algo más que una estrategia política o una manera de dawa es cultivar aquello que hace al Islam alcanzar su plenificación y su realidad luminosa, es decir su gnosis en el contexto de sharia que le es propio.
De lo afirmado podremos empezar a comprender el perfil psicológico del hombre moderno. Un hombre al margen de cualquier marco que le determine, de cualquier manera de sharia, ya que todo lo ha sacrificado al exclusivo arbitrio de su conciencia y a su capacidad para el consumo ilimitado. Un hombre para el que todo es vértigo y velocidad, nada le constituye, solo su propio vacío que le hace capaz de asimilar el permanente tráfico de experiencias sin que nada quede de ellas en su interior. Esta permanente mudanza excluye cualquier perfil nítido y necesita de una fragilidad extrema. Así es este hombre moderno insertado en flujos permanentes de circulación de capital, información y mercancías. Cualquier perfil nítido sería un obstáculo a dicho fluir que se sirve del espejismo de su libertad, de la libertad de su conciencia deseante de bienes mundanos y objetos, libertad ilimitada en la propia soberanía de la conciencia.
Tradicionalmente toda cultura instaura marcos que constituyen en cierta dirección, determinan un perfil para el miembro de dicha comunidad, otorgan una personalidad e incardinan en dicha comunidad. Esto crea perfiles nítidos, difícilmente manipulables por el capital en expansión, arraigados, dotados de límites, por eso la uniformización de culturas y caracteres es una exigencia de la expansión del propio capital. La única cultura en la historia que ha visto como algo negativo los límites naturales de la propia existencia humana es la moderna. No podía ser de otra manera dada la devaluación que se realizaba de la naturaleza y de la Realidad, incluyendo la humana. El límite, que hace ser lo que uno es, aportando un marco de constitución, que diferencia y singulariza, siempre ha sido considerado como límite positivo y como marco del despliegue del Ser para todas las culturas. La idea de sharia y la de fitra siempre fueron de la mano de manera armoniosa en toda cultura y no olvidemos que las culturas, todas, se han instaurado sobre cimientos religiosos y sobre amonestadores, al menos originariamente. La libertad acontece en la necesidad de ser lo que necesariamente se es y la sharia aporta el marco de despligue y plenificación de ese ser en potencia. Ahí aparece la verdadera libertad y no en la mitificación moderna de una libertad que parte de un enfrentamiento con todo aquello que me limita, es decir con mi propia fitra y el entorno que me constituye.
El Islam se presenta como actualización de la religión primordial, originaria del ser humano, sello de todas las profecías, y siendo así recoge de una manera expresa y precisa lo que siempre había acontecido de manera invariable en el contexto de otras revelaciones proféticas.
Solo la revuelta moderna contra las leyes de la creación intenta obviar lo que tan expresamente recoge el Islam. El resultado es un hombre frágil, en rebeldía contra su propios límites, que tiene muy poco que oponer a casi nada. Como diría Aristóteles el no ser no es y como dijo Ibn Arabi todo desde el punto de vista de la relación con Allah es sublime. Hace bien poco Nietzsche afirmaba que el nihilismo no hace sino pulir y abrillantar la eterna rueda del ser que eternamente gira. Ese hombre moderno, frágil y débil, encontrará en su propia debilidad su capacidad de alquimia ya que su propio desamparo le permitirá viáticos que otros no se podrían permitir. Su práctica inexistencia le permitirá volver la vista al pasado con increíble asepticidad, proyectando muy poca cosa en su mirada, podrá volver a estudiar a los antiguos con poco equipaje y ningún filtro. Podrá viajar a otras culturas y orillarse en su regazo superando prejuicios y viejos rencores, para así redescubrir y redescubrirse. Ver que el pasado esta repleto de futuros inéditos que siguen entre nosotros, y constatar aquello que permitió los esplendores de ataño. Su extrema fragilidad le dotará de una vista tremenda, de una agudeza inusual. Todo encuentra un sentido en la unidad, y el nihilismo no hace sino pulir la belleza divina, inadvertidamente. De hecho su esfuerzo por negar y asociar no hace sino preparar auroras. A este náufrago de la era del último hombre, emboscado entre las moscas del mercado que diría Nietzsche, solo le moverá una cosa: su sed de absoluto en un mundo en el que al máximo se le habrá negado. En un mundo donde la desorientación es la regla la sed de quibla, de orientación, es extrema. Estos hombres de silenciosa trayectoria, de callada búsqueda en la sociedad de la modernidad y la tiniebla esperan y sobreviven, y no son pocos.
Cartografiando
Esta aproximación realizada al tipo humano que se asienta en la trastienda de la modernidad y que experimenta una implacable sed de absoluto encuentra su sello concreto de existencia en varios frentes. Uno de ellos es su ruptura irreversible con el anodino e integrado cristianismo. El peligro potencial de este grupo humano es tremendo, y no por su resonancia política, sino por poder volver a hacer sonar el ritmo de lo originario y restaurar un orden sagrado, en realidad esos emboscados son la única línea de fuga que le queda a la modernidad triunfante en Occidente, difíciles de controlar por su silencio y su pretensión de silencio.
Búsqueda, la del silencio, en un mundo atronado por el vértigo, desvelando la unicidad absoluta, pletórica de sentido, aún aquí y ahora, en la decadencia extrema.
El propio sistema genera sus contrapesos y la pseudoespiritualidad new-age es uno de sus recursos cuando ya las religiones tradicionales de Occidente no dan más de si. Una espiritualidad a la carta, de fin de semana, incentivadora y terapeútica de ese sujeto ilimitado e insertado en los circuitos del capital intentará neutralizar la sed de absoluto integrándola. Esto puede contentar a unos pocos, en profundidad a nadie, si acaso a los que solo aparentemente parecían buscar. Las sectas también pululan a sus anchas y también colaboran a la lógica de la modernidad y del capital prestigiando indirectamente a las inoperantes religiones tradicionales de Occidente y cercenando otras alternativas. En cualquier caso acreditan la existencia de un humus predispuesto a la espiritualidad ya lo sagrado. Pero no todo son sectas o espirituales de fin de semana.
Desde comienzos de este siglo una ofensiva dulce y silenciosa vino a Occidente desde el lejano Oriente. Primero los orientalistas, pero después los propios representantes de dichas Tradiciones se ocuparon y ocupan de difundir sus doctrinas en Occidente. Bien a través nativos o de occidentales formados en dichos entornos tradicionales. Se engaña a si mismo quien piense que estos procesos fueron inocentes. El impacto de Occidente, tan poderoso en Oriente exigía un esfuerzo de reconocimiento en el propio Occidente. No se trataba de encontrar la aquiesciencia de los occidentales, como se pudiera malinterpretar, sino de cobrar una influencia y un prestigio que asegurara su sobrevivencia a largo plazo, incluso en sus paises de origen. Yo me pregunto, qué habría sido del Zen japonés sin su difusión en Occidente, probablemente se habría perdido hasta en Japón. Muchas de estas religiones y sabidurías orientales fueron conscientes de que el futuro no solo se resolvía en sus ámbitos históricos sino también en el propio Occidente. A nadie se le escapa la relevancia que para el budismo tibetano tiene su difusión en Occidente, como religión y como colectivo político por lo referente al Tibet.
El caso del Zen es paradigmático. Tras la segunda guerra mundial diferentes maestros Zen, entre ellos el célebre Deshimaru comienzan a abrir dojos en las principales ciudades europeas. Su objetivo es conciso, no es una mera decisión "misional". Se trata de abrir perspectivas y nuevas vías de afirmación y supervivencia para esta doctrina japonesa derivada del budismo. Al tiempo un maltrecho Japón activaba sus posibilidades de relación y de prestigio en el exterior. Evidentemente los sabios zen son conscientes del impacto modernizador en Japón. Los jóvenes sencillamente dejan las tradiciones de sus mayores y los gobiernos modernos acentúan estos procesos de desarraigo. El futuro no solo se juega en las calles de Tokyo, también en las de Paris. El proceso es aplicado con un trazado cuidadosamente diseñado y es muy bien visto por el propio estado japonés. Desde luego no se trasplanta sin más el mundo del Zen japonés. Todo se reduce a lo esencial y la política de los dojos es muy abierta. Se trata de difundir un respeto por lo japonés y por el Zen, y antiguas tradiciones se adaptan a un medio muy diferente. Tampoco se cae en el error de hacer algo ligero sino que esta implantación del Zen en Occidente se focaliza en lo esencial, por eso no esta descafeinado, y a partir de ahí acoge al occidental interesado, sin prejuzgar demasiado, incluyéndole en sus actividades más externas sin ni siquiera esperar demasiado compromiso en forma de conversión.
Otras maneras de budismo se difunden también, como el budismo tibetano siguiendo una estrategia similar y partiendo de la psique del occidental al que no se puede tibetanizar y hacerle abandonar su cultura. Se aplica la misma política, fijar lo esencial y dejar hacer al devenir y a las propias convicciones en lo que respecta a los occidentales conversos. Suficiente es para estos budistas ampliar su ámbito de influencia. Se contentarán con que se hable del budismo tibetano, esa ya será una batalla ganada. Además saben muy bien diferenciar entre lo esencial y lo accesorio. Paralelamente se pueden contar historias parecidas de los yoguis e hinduistas, en este caso la difusión será tremenda. Tai-chi y taoísmo también encontrarán su hueco. Este humus tan atractivo, tanto política como espiritualmente, permanece sin embargo casi intocado por el Islam, y no es excusa el menor compromiso político de estas tradiciones ya que ni siquiera se ha intentado.
Por un lado existe en el mercado un generosa tirada de libros acerca de Islam, principalmente sobre sufismo o irfam. Sin embargo a esa difusión no corresponde la existencia de grupos que de alguna manera recojan esa inquietud. La respuesta es achacable a los propios musulmanes. En pocos casos ha existido una política consciente de desarrollo del sufismo en Occidente, ni siquiera como baza política como lo hicieron los japoneses. Los musulmanes parecen no darse cuenta del predicamento de los autores sufíes en Occidente ni de la existencia del humus para el dawa que hemos descrito. ¿Por que no existen políticas activas como las desarrolladas por otras confesiones en este sentido? El ámbito de actuación esta, el patrimonio del irfam y del pensamiento esta, hay maestros, hay necesidades espirituales y políticas. ¿Entonces por qué no se actúa?
Maneras de actuación
Alguna notas previas sobre las directrices de actuación. Primero de índole estratégico. El objetivo no es tanto verse reflejado y confirmado por occidentales que se hacen musulmanes sino poner las bases de un reconocimiento del Islam, a través del sufismo o irfam, que es lo que más interesa del Islam en Occidente y lo que esencialmente interesa en los ámbitos donde existe un vacío espiritual. Difícil será al margen de circunstancias políticas muy concretas que otra cosa del Islam, en principio y tal como están las cosas, pueda interesar al margen del sufismo, guste o no guste. Desde esta perspectiva no se trataría por tanto de hacer dones o de verse reflejado en los occidentales que se hacen musulmanes, sino desde lo esencial de la sharia: las purificaciones y las abluciones y los pilares del islam, ser capaz de invitar a Islam en los propios terrenos en los que se mueven los occidentales, y a partir de ahí dejar hacer a Islam, si es que tenemos confianza en la potencia de Islam. Probablemente esto necesitaría de un esfuerzo, que otros si han sabido hacer, y que es posible sea excesivo dada la inevitable e incuestionada asociación que se realiza entre las culturas de los países históricamente islámicos e Islam. Debate muy al margen de la propia sharia, e incluso del fik, por lo que yo he llegado a ver. En este sentido es curioso comprobar las grandes sorpresas que depara bucear en los libros de historia del Islam, en los pilares del fik y de la sharia, o en los momentos inaugurales del Islam, para luego, por contra, constatar un entorno rígido y poco amable que desconoce casi todo y al tiempo esta tremendamente envanecido y sin un gramo no ya solo de autocrítica sino de apertura a aprender nada o a persuadirse que no sabe de mucho o incluso aceptar que el pasado de Islam como de casi todo esta lleno de futuros inéditos y no se puede leer como un relato lineal. Es el correlato de lo que hablábamos antes, la incapacidad para reconocer los nuevos escenarios y los nuevos enemigos. Lo peor de todo es que generalmente se adoptan posturas ya acuñadas y desplegadas previamente por Occidente, a las que se viste de musulmán, sin advertido casi nadie, con la mayor naturalidad y hasta incluso con exhuberancia y jactancia. El resultado es una parálisis en la potencialidad del dawa al crear un ambiente nada receptivo, poco amable, incapaz de islamizar culturas ajenas y ansioso de verse reconocido en el musulmán converso y por supuesto validado por su conversión. Es normal que colectivo acomplejado y con las señas de identidad masadas desde luego tiende a ver con agrado conversiones que de alguna manera convalidan y compensan su propia decadencia, más este adocenamiento cómodo no es desde luego la senda que permita salir de crisis alguna. Estas mentalidades claramente modernas y uniformizadoras son de las mayores lacras del Islam contemporáneo y una de las peores herencias envenenadas de la modernidad al Islam.
El Islam es más importante que todo eso y además el interés en un reconocimiento de Islam en Occidente es casi una emergencia geopolítica. Trabajar en ese ámbito requeriría como he dicho un cambio de disposición e importantes esfuerzos de adecuación a entornos muy diferentes culturalmente que filtran mismas conductas de maneras muy diferentes. Hablando claramente vayamos a la esencia de la sharia y al irfam y no reduzcamos el Islam a maneras de vestimenta o de saludo, pues eso ya es asunto exclusivo de los propios occidentales y de sus maneras de encarar el Islam, o ¿es qué desconfiamos de la potencia de Islam? Cualquier persona sabe que lo prudente y recatado en un ambiente, en otro puede resultar, neutro, ridículo o incluso descarado.
Si reducimos Islam a peleillas por esos asuntos todo irá como hasta ahora para ir a peor. Sin estos cambios de disposición y negándonos a activar las potencias de la sharia, como el iytihad y el ra i en una situación excepcional, y sobre todo sin enfangarse en discusiones sobre lo superfluo o sobre maneras que son meras costumbres es imposible acercarse al ámbito que se trata de abordar. No tiene sentido hablar del camino del corazón si lo primero y lo único que se va a hacer es encallar en la forma de saludar o de vestir, o en poner la cabeza como un tambor a aquel que Dios le haya hecho ser zurdo.
Confiemos en Islam más y sepamos perder nuestra propia importancia como regidores o policías, jamás solicitados, de conductas ajenas. No olvidemos que la sharia del Islam es un marco de plenificación y autodescubrimiento de la propia fitra y no un yugo que solo suscita endurecimientos en el ánimo y deseos de ver en el mismo estado al prójimo. No me gustaría que se confundieran mis palabras como una apología de maneras de Islam liberal o adocenado. La tolerancia es la mayor catástrofe en la que han incurrido las sociedades modernas ya que no es sino la coartada sociológica a ese sujeto ilimitado en sus apetencias, que se cree libre y golpea sin embargo con el martillo de su ficción su verdadera realidad, su necesidad y su fitra. Simplemente intento poner de manifiesto que la unidad monolítica de la Realidad a ojos de nuestra limitada capacidad de percepción se enuncia en una pluralidad aparente.
Aclarado este punto estimo que habría dos vías de penetración en el ámbito que nos ocupa. Una sería editorial, fomentando las traducciones y los trabajos sobre sufismo. Se trataría de incentivar la traducción de los grandes textos del irfam y de la filosofía islámica así como comentarios y estudios sobre dichos textos. Es increíble que en la actividad editorial a este respecto los musulmanes sean convidados de piedra, es decir no estén presentes. Otra, ya ensayada algo por el tassawuf norteafricano y últimamente también algo por el turco-naqsbandi, es mandar maestros que puedan hacer escuela en el caldo de cultivo previamente definido. Esa es la vía ensayada con éxito por otras confesiones. De hecho es la única vía para apuntar a los objetivos descritos, lo demás juegos florales. Siendo así las cosas y desde la dosis de realismo necesarias, grandes sorpresas podría deparamos el destino. Acaso un Islam sufí guste menos por ser acaso menos controlable o menos movilizable. Una cosa es evidente los musulmanes debemos confiar plenamente en Islam y la shi’a en la gran riqueza de su tradición gnóstica y de irfam.
Desde luego la mera existencia de estos círculos interesados en Islam, aún sin tener acaso una motivación militante directa, haría mucho por una percepción elevada del Islam en el propio Occidente. En Europa es mucho más efectivo, en términos políticos, la existencia de círculos de investigación islámica y de círculos de irfam, aún políticamente neutros, que círculos de militantes islamistas europeos, ya que en primer lugar no los hay, y además estarían desconectados de la sociedad y con imposibilidad de conectarse con la misma. Insisto en la importancia para los equilibrios geopolíticos existente, garantía de la permanencia sin ir más lejos del estado de Israel, la percepción que del Islam se tenga en Europa.
En fin solo poner de manifiesto con este trabajo la enorme afea de trabajo que el Islam más esotérico tiene en el propio corazón de Occidente ya que si algo es negado a los occidentales es esa sed de espíritu y de realización interior. En realidad simplemente habría que dejar hacer a los propios textos y a los maestros y círculos que pudieran congregarse, sin preocuparse demasiado acerca de la sintonía con las maneras del Islam exterior de determinado país. Esa es la condición de propagación en Occidente de cierto Islam y ese es un objetivo político de emergencia, aún cuando en el detalle podamos observar asuntos que desde entornos culturales ajenos cueste entender o llame la atención. Si el Islam es universal es por su capacidad de acoger e integrar, Y desde luego no por esas pulsiones uniformadoras de carácter para policial que solo buscan la afirmación de privilegios de sangre o casta. No olvidemos que el gran peligro del Islam es la confusión entre arabidad e islamicidad. Dicha confusión esta en la raíz de la pérdida de Al-Andatus, en el enquistamiento de oligarquías en las sociedades islámicas y en la manipulación política del Islam. En el irfam y en la esencia de la sharia encuentra el Islam su gran tesoro y bagaje, desde ahí solo se trata de dejarlo crecer y trabajar.
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