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jueves, 23 de noviembre de 2017

Crímenes en nombre del islam

Lo que hacen los talibán en Afganistán es, simplemente, vandalismo

07/04/2005 - Autor: Tahar ben Jelloun - Fuente: Webislam
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Tahar Ben Jelloun
Tahar Ben Jelloun
Una idea tenaz circula desde hace siglos acerca de la relación del Islam con la imagen. Según ella, el Islam habría prohibido la representación pictórica de la figura humana y de todo aquello que imite la creación de la mano de Dios. Tal idea es falsa. No aparece en parte alguna del Corán. Por el contrario, el Islam prohíbe formalmente la reproducción de la imagen del profeta Mahoma y, ciertamente, la de la idea de Dios. Representar al último de los profetas, al último mensajero de Dios, sería no comprender la idea de que el Islam tiene de la profecía y, sobre todo, de un hombre analfabeto elegido de Dios para llevar su palabra a los beduinos de Arabia y a los demás ciudadanos del mundo en el siglo VII.
Mohamed era un ser de carne y hueso, un hombre casado varias veces que recibía los versículos coránicos que Dios "hacía descender a su corazón". Representarlo sería reducirlo a una imagen forzosamente incompleta, torpe e incluso errónea. Lo esencial en el Corán es la idea de soplo -viento espiritual-, esto es, la idea del alma que recibe el mensaje. ¿Cómo entonces imaginar -o, más exactamente, trasladar en imágenes- tal idea abstracta y sagrada?
Más vale que dejemos al profeta al margen de todo intento de reproducción. Pues bien, de ahí proviene la prohibición, no de las imágenes, sino de una sola imagen, aquella que pretendiera dar un rostro, unos rasgos, una mirada al profeta de los musulmanes.
Lo que hacen los talibán en Afganistán es, simplemente, vandalismo. El vándalo es ante todo y sobre todo un ignorante, un ser primario, carente de cultura, de pensamiento y, especialmente, de libertad. Los talibán confunden el siglo XXI con la Jahiliya, es decir, la época de las tinieblas, época preislámica en la cual los árabes adoraban ídolos de piedra. Uno de los primeros gestos de los compañeros del profeta que propagaban el Islam consistió en destruir las estatuas y otros ídolos de piedra, lo cual tenía un sentido: Dios no es un objeto sino una idea, es el alma de la humanidad. De esta forma el Islam nació de una reacción contra esta idolatría inestable y sin espíritu.
Los talibán, que han demostrado bien a las claras que no han entendido nada del espíritu del Islam, se permiten volver quince siglos atrás para asesinar la memoria de una cultura milenaria.
Sobre esta barbarie, que por otra parte se vuelve encarnizada sobre las mujeres y sobre el arte, por más que reciba críticas de Pakistán, constan ya referencias en el wahabismo, doctrina musulmana rigorista seguida y propugnada por Arabia Saudí: destruir a los hombres santos (los "marabuts") y sus tumbas como lugares de peregrinación, destruir todo lo que no sea estrictamente ortodoxo. Las primeras manifestaciones del islamismo en Argelia, a finales de los años ochenta, consistieron en demoler los santuarios donde se hallaban enterrados los hombres considerados por el pueblo como santos, dignos de figurar entre los compañeros del profeta. Al parecer, la campaña actual de demolición puede estar financiada por Arabia Saudí.
Afganistán, islamizado principalmente en el siglo VIII, posee tesoros de arte budista desde mucho antes de la llegada del islam. El mulá Mohamed Omar, de quien partió la orden de destruir las estatuas budistas, verdadero patrimonio de la cultura universal, obra en nombre "de la virtud y de la lucha contra el vicio". Pero está en contradicción con el espíritu del Corán y del Islam, un espíritu que propugna la adquisición del saber y el respeto de las culturas ajenas. Además, este jefe político difícilmente puede erigirse en jefe religioso, en la medida en que el Islam proscribe el sistema de jerarquías. En los textos consta que no existe "sacerdocio" en el Islam. Los chiitas tienen una concepción que en esta cuestión diverge de la herencia de Mahoma.
Todo esto no solamente perjudica a la imagen del Islam y de los musulmanes, sino que la mayoría de los musulmanes (sunitas) lo considera como una caricatura y como una interpretación muy reductora del pensamiento islámico.
Una vez más, la ignorancia, el oscurantismo y el fanatismo se apoderan de una religión y la desfiguran de un modo bárbaro.
Por ello, y más que nunca, la separación de la religión y la política es de todo punto imprescindible para luchar contra la ideología de las tinieblas.
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