Los criminales y su acuerdo
Trump y Netanyahu darán en breve a conocer el llamado “Acuerdo del Siglo”, con lo que intentan legitimar la ocupación de los territorios palestinos por Israel.
Estados Unidos e Israel han decidido concretar el denominado Acuerdo del Siglo, que no es otra cosa que impedir la autodeterminación del pueblo palestino, convertirlo en una serie de bantustanes, dispersos, con autonomía limitada y sujetos al arbitrio de la alianza entre el imperialismo y el sionismo.
Tal decisión, probablemente sea comunicada por Trump y Netanyahu, urbi et orbe, el día 15 de mayo próximo, fecha en la cual el mundo palestino conmemora la llamada Nakba – la catástrofe – que significó la expulsión de cientos de miles de palestinos de los territorios, que el sionismo ocupó tras su proclamación el día 14 de mayo del año 1948. Este Acuerdo, cuyo contenido preciso no es conocido aún públicamente, ha sido, en cambio, filtrado en sus elementos centrales por algunos medios de prensa estadounidenses, que han tenido la posibilidad de tener acceso a documentos de discusión entre los gobiernos de Estados Unidos y de la entidad sionista. Demostrando con ello que estamos en presencia de una política, que consolida la colonización, la ocupación, el apartheid y el crimen en los territorios, tanto de la Palestina Histórica como de aquellos ocupados tras la guerra de junio del año 1967.
Efectivamente, el diario The Washington Post tituló, en su edición del día 14 de abril del año 2019, que el paquete de paz de Trump para Oriente Medio probablemente no llegue a concretarse en la conformación de un Estado palestino. Las palabras exactas expresadas en el diario estadounidense por las periodistas Anne Gearan y Souad Mekhennet señala “Trump peace package for Middle East likely to stop short of Palestinian statehood” lo que implica claramente que el plan de los socios Trump y Netanyahu ignora por completo los derechos y anhelos palestinos. Los funcionarios estadounidenses, que trabajan este proyecto de coacción más que de paz, lo ha realizado con miembros civiles y militares del gobierno israelí. Todos ellos coordinados por el yerno del presidente estadounidense, el empresario inmobiliario Jared Kushner, han tratado de mantener en secreto los detalles y alcances del documento que sería presentado en el mes de mayo. Se ha difundido, sin embargo, que este plan supone la eliminación de cualquier espacio o posibilidad que Palestina obtenga un Estado propio.
La autodeterminación no es un concepto manejado por Kushner y compañía, en una labor llevada a cabo entre cuatro paredes y donde ningún miembro del mundo político palestino ha sido partícipe de lo que se va a tratar de imponer sobre ellos. El denominado Acuerdo del Siglo se convierte así en una burla a los esfuerzos por avanzar en el logro de un Estado palestino pero, sobre todo, muestra que la preocupación de Estados Unidos es simplemente satisfacer los apetitos de sangre y tierra del sionismo. Si el resultado de los esfuerzos diplomáticos de Kushner, con el mundo árabe, es este Acuerdo del Siglo, simplemente representaría la más abyecta violación del derecho internacional al amparo de declaraciones falsas y demagógicas, como aquellas expresadas en febrero del 2019 cuando en una gira por algunos países árabes, para recabar apoyos a su plan de para Palestina, el yerno de Trump sostuvo ante el medio Sky News Arabia que “Lo que tratamos de hacer es descubrir qué es una solución realista y justa para los problemas aquí en 2019 que puede permitir a las personas vivir una vida mejor"
Indudablemente que esa solución, presentada hipócritamente como una alternativa de vida mejor no es para Palestina, no tiene como norte el que sus habitantes originarios vivan mejor, sino que afianzar el dominio del régimen sionista y que estos sigan gozando de las prebendas y privilegios que le sotorga la usurpación, el robo y la impunidad de ocupar una tierra que no les pertenece. Esto comprueba la visión de las autoridades palestinas, a través del Presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abás con relación a calificar el plan de Trump como “la bofetada del siglo” que tiene como norte, acabar el proyecto nacional palestino. Abás ha reconocido, además, que en sus contactos con enviados de Estados Unidos y con la participación de miembros de la Monarquía saudí, se le ha ofrecido, que ante la posibilidad de un hipotético Estado palestino, su capital sea la localidad de Abu Dis, ubicada al sur de Al Quds y que ha sido rechazada categóricamente pues Abás y el conjunto del pueblo palestino considera a Al Quds es la capital eterna de Palestina. Ha trascendido, igualmente, que el plan niega tajantemente, una de las reivindicaciones centrales del pueblo palestino: el derecho al retorno de los millones de refugiados palestinos, expulsados el año 1948.
En ese contexto, no es extraño que en el último año, Estados Unidos esté dando todos los pasos destinados a sionizar Palestina en su conjunto, tanto la Palestina histórica como aquella ocupada desde el año 1967, que es el caso de Cisjordania y una Franja de Gaza, usurpada territorialmente hasta el año 2005 y posteriormente bloqueada hasta el día de hoy. Ya sea a través del traslado , a contrapelo de las opiniones del mundo, sus gobiernos y las resoluciones de las Naciones Unidas, de su embajada desde Tel Aviv a Al Quds, el retiro de organizaciones como la Unesco, el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, el no reconocer la jurisdicción de la Corte Penal Internacional y decretar la soberanía falsaria de Israel sobre los territorios ocupados de Los Altos del Golán, pertenecientes a Siria y que fueron ocupados también en los hechos de junio del año 1967. Todo esto ha sido planificado, de tal manera, que permite invisibilizar los derechos palestinos en particular, como también de los pueblos de Siria y El Líbano, creando así un colchón de seguridad extrema, una entidad encerrada en sí misma, erizada de muros, armas de destrucción masiva, alambradas y un ejército dotado de una doctrina militar criminal.
El gueto creado por el sionismo contra el pueblo palestino también ha significado que esta sociedad, dominada ampliamente por los sectores más extremistas haya conformado un gueto, al cual llaman defensivo, de protección frente a sus vecinos. Es verdaderamente delirante dar cuenta cómo una sociedad, que recuerda día a día lo que denomina sus padecimientos, su “holocausto”, precisa de encerrarse, construir altas murallas, aislarse del entorno y creer que de ese modo puede demostrar su mito de considerarse “la mayor democracia de Oriente Medio. Como una ironía de la historia, señala Michel Warschawsky, autor del libro “A tumba abierta: la crisis de la sociedad israelí “el sionismo, que quería derribar las murallas del gueto, ha creado el mayor gueto de la historia judía. Un gueto fuertemente armado, sin duda, pero gueto de todas maneras, replegado sobre sí mismo y convencido que fuera de sus murallas está la jungla, un mundo profunda e irremediablemente antisemita, cuyo único objetivo es destruir la existencia judía, en Oriente medio y en todo el mundo”.
Esa paranoia redunda en conformar una sociedad, una entidad, un régimen que día a día vuelca su violencia contra todos aquellos que no son considerados goyim. Contra todos aquellos que su mitología identitaria califica como “no humanos” “excremento a lo más”. Y, de esa manera lo que buscan es la desaparición de todos los seres humanos, que ocupan el sitio que sus mitos le señalan como tierra prometida, por ser ellos un pueblo elegido por una divinidad, que desprecia al resto del planeta pero favorece su usurpación, sin necesidad de mostrar certificado de propiedad alguno. Israel busca así aliados y protectores que hagan suyo este cuento para niños. Busca socios, para ofrecerles ser su herramienta de dominio en la zona del Levante Mediterráneo y al mismo tiempo, punta de lanza contra países, sociedades y movimientos políticos considerados por el binomio Estados Unidos e Israel, como enemigos a combatir. De allí que centren sus ataques contra Irán, contra Siria, HAMAS, Hezbolá, contra el Eje de la Resistencia, que ha logrado aglutinar fuerzas que se oponen a ese dominio criminal.
Ese es el fundamento del Acuerdo del Siglo, consolidar el dominio del sionismo, avalado por su padre putativo en tierras palestinas, expulsarlos de sus hogares, desunir los vínculos territoriales que atan al palestino a su tierra: sus olivos, cultivos, fuentes de agua. Sus sitios de culto, su historia tejida a lo largo de miles de años. Israel pretende así, sionizar a Palestina, quitarle su carácter árabe, robarle su identidad, copiar descaradamente su vestuario, apropiarse de su gastronomía, su cultura basal. Israel pretende vaciar de contenido al pueblo palestino expulsándolos de sus hogares o demoliendo sus viviendas en forma brutal, impidiéndoles transitar por sus ciudades y pueblos. Prohibiéndoles visitar sus familias en otras ciudades de la Palestina ocupada y menos aún osar entrar en la Palestina Histórica. El pueblo palestino no puede andar libre por su patria ancestral, cultivar sus olivos o cosecharlos con tranquilidad cuando la oportunidad lo permite. No puede beber de sus fuentes de agua robadas impunemente para abastecer los asentamientos pobladas por colonos extremistas.
Mientras se acerca la fecha probable, en que se de a conocer en qué consiste exactamente el llamado Acuerdo del Siglo, que de convenio no tiene nada, pues en modo alguno participa el pueblo palestino y debería llamarse más bien “la imposición del Siglo”, los medios estadounidenses especulan sobre este plan, afirmando que se ha mantenido en un círculo estrecho de personas, donde incluso el presidente Trump no domina totalmente su contenido. Nada raro en un mandatario que suele preferir los tuits, los 144 caracteres que profundizar en fundamentos políticos e intelectuales que le pueden jugar una mala pasada. En lo que etimológicamente coincidimos es que efectivamente se puede utilizar el concepto de acuerdo pero centrándolo que se trata de un acuerdo, pero entre violadores del derecho internacionales, entre criminales que entre cuatro paredes quieren definir cuál debe ser el futuro del pueblo palestino.
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