Estados Unidos: Oportunista, Deshonesto y Criminal
El incremento de la política de máxima presión contra Irán se ha convertido en el centro de la conducta desestabilizadora de la Administración de Donald Trump.
Se acerca noviembre, mes de elección presidencial en Estados Unidos y con ello la intensificación de las presiones a aquellos países, que suelen ser objetivos de campaña de los candidatos a la Casa Blanca y el inicio de acciones, que pretenden allegar agua al caudal electoral de republicanos y demócratas.
En este escenario electoral, el incremento de la política de máxima presión contra la República Islámica de Irán se ha convertido en el centro de la conducta desestabilizadora de la Administración de Donald Trump. Esto, en el plano de la política exterior con objetivos estrechamente unidos a su política interna, destinadas a satisfacer al llamado Lobby Sionista, agrupado en el Comité de Asuntos Públicos Estadounidense-israelí (AIPAC, por sus siglas en inglés) al complejo militar industrial cuyos réditos aumentan bajo la excusa del peligro que representaría Irán para Asia Occidental, lo que ha facilitado la venta multimillonaria de armas a las monarquías ribereñas del Golfo Pérsico. Como también presiones a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), la cual es chantajeada en temas relacionados con el programa nuclear iraní, el pago de la denominada “factura” a Washington y dejar de proporcionar apoyo militar a países como Alemania.
Esta política de coaccionar a Irán se traduce en acusar falsamente a la nación persa de incumplir el Plan Integral de Acción Conjunta (PIAC o JCPOA, por sus siglas en inglés), al mismo tiempo que se ataca su programa de sistema de misiles, señalando que Teherán desea utilizarlo con futuras cargas nucleares. A lo que se suma las acusaciones respecto al apoyo que otorga Irán a Siria y Venezuela en materia de proteger su soberanía frente a los ataques, precisamente de Estados Unidos y sus aliados. Esta es un área muy sensible, ya que implica el uso de estrategias de manipulación, desinformación, ataques cibernéticos, embestidas políticas y militares, acciones de servicios de inteligencia destinados a desestabilizar a Irán, intensificación de la política de sanciones, bloqueos, embargos, congelamiento de activos.
Un amplio e ilegal arsenal de asaltos de este “delincuente” que se llama Estados Unidos. Presiones a organismos internacionales como la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) que al contrario de lo que han sido sus informes y opiniones donde reflejaba el estricto cumplimiento de Irán al Plan integral de Acción Conjunta, se ha sumado a las manifestaciones impulsadas por Washington exigiendo a Irán que permita controles no contemplados en el JCPOA y evacuando informes con datos proporcionados por servicios de inteligencia como la CIA y el Mossad. Lo surrealista y prueba de lo hipócrita del actuar de Washington, es que se retiró del acuerdo nuclear en mayo del año 2018, por lo que resulta inverosímil andar exigiendo controles, cuando no es parte ya de este convenio internacional.
Irán, a través de sus autoridades políticas y religiosas ha sido transparente en reconocer, que la política de máxima presión impulsada por el régimen estadounidense es inhumana, injusta, que ha afectado a la economía iraní a través de “tácticas coercitivas, sanciones ilegales y que impide llevar adelante un comercio bilateral y multilateral normal”. No obstante, a pesar de esa honesta confesión, también la nación persa ha sido enfática en señalar, que tales acciones no arrodillarán jamás a la Revolución Islámica y que nunca negociará sobre su programa de misiles, considerado defensivo y que responde a sus legítimos intereses locales y regionales.
El contencioso entre Irán y Estados Unidos ha tenido un trío de espectadores, que han mostrado una conducta absolutamente criticable. Un trio que no ha dado el ancho a la hora de responder respecto a sus responsabilidades internacionales. Me refiero a Francia, el Reino Unido y Alemania, que son parte de este E3 europeo, pertenecientes al original Grupo 5+1 (Rusia, China, Estados Unidos, el Reino Unido, Francia, que componen los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad más Alemania) que firmaron el llamado Plan Integral de Acción Conjunta en julio del año 2015 con la República Islámica de Irán. El E3 ha sido incapaz de enfrentarse a las presiones de Washington, han cedido una y otra vez a las amenazas y chantajes que la administración Trump ejerce en materia, política, militar y económica. Su comportamiento ha resultado vergonzoso, propio de naciones sometidas, sin dignidad alguna.
Recordemos, que tras la unilateral salida de Estados Unidos del pacto nuclear, en mayo del año 2018, Irán ha tenido un comportamiento ejemplar, ha sido un país paciente y respetuoso de los ritmos de conducta y acción de los países europeos, y me refiero a ellos en específico, porque tanto China como Rusia han sido componentes del pacto, que han cumplido sus compromisos y han declarado su adhesión los puntos señalado en el sin ambages. Irán ha llamado, en numerosas ocasiones, a que Europa salve el acuerdo, que adopte medidas prácticas para evitar su hundimiento pero, ante su inacción y cumpliendo estrictamente lo que el propio JCPOA señala, la nación persa decidió, en mayo del año 2019, conforme a los artículos 26 y 36 del mismo pacto, reducir progresivamente algunos de sus compromisos, para forzar así a sus socios europeos a asumir sus obligaciones o decantarse por su definitivo abandono.
Las medidas tomadas han sido, cronológicamente: primero, la suspensión de la venta de uranio enriquecido y el excedente de agua pesada. En segundo lugar aumentar el enriquecimiento de uranio por encima de los niveles acordados (3,67 %). La activación de una cadena de 20 centrifugadoras IR6 fue la tercera medida tomada. A los pasos mencionados se unió el alimentar con gas las centrifugadoras de la planta nuclear de Fordo y finalmente, como quinta medida, en enero del año 2020, Irán definió abandonar las limitaciones operacionales en su programa de energía nuclear, entre ellas la capacidad de enriquecimiento de uranio, el porcentaje de enriquecimiento en porcentajes aún mayores que los actuales, la cantidad a enriquecer, unido a la investigación y desarrollo nucleares.
La firme posición de Irán en materia de llevar adelante su programa nuclear pacífico, le ha permitido el desarrollo de su sistema de defensa de misiles, la ampliación de sus capacidades estratégicas en el campo energético, el desarrollo de su industria de armas, como ha quedado demostrado con la puesta en operaciones de sus aviones de caza Kosar. El Gobierno estadounidense en este contexto no ha frenado su fuerte campaña de acoso económico, político, militar y de desprestigio y entrega de información falsa, además de presiones y amenazas a entidades como la AIEA, sometida a la posibilidad de perder financiamiento para su cuerpo burocrático. Situación que ya ha acontecido con instituciones de la ONU como es el caso de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la UNESCO y otros organismos como la Corte Penal Internacional (CPI), atacada en función de someter a investigación los crímenes de guerra cometidos por las tropas estadounidenses en Afganistán.
El secretario general de la ONU, António Guterres, ha declarado, que en medio de la falta de cooperación por parte de Washington y los países europeos para salvar el Plan Integral de Acción Conjunta “se debe garantizar que dicho pacto no sea destruido”. Según Guterres, la ONU mantiene su misma posición desde que se firmó el pacto el año 2015 entre Irán y el G5+1 considerando que el JCPOA es un paso importante para prevenir la proliferación de armas nucleares, criticando además, los intentos de Estados unidos, para debilitar y destruir el pacto nuclear firmado hace ya cinco años.
En este escenario, el camino para Washington y así expresado es clarísimo, hipócrita y desvergonzado pero así de claro. O se hace lo que determina la Casa Blanca o simplemente se comienza el ataque despiadado contra países, gobiernos, sociedades instituciones consideradas enemigas de la estrategia global de dominio estadounidense. Washington desea incondicionales, cómplices, títeres, gobiernos genuflexos al contrario de aquellos que optan por el camino de la soberanía y la dignidad. Conducta que pocos países pueden darse el honor de llevar a cabo pues implica enfrentar al gobierno de Estados Unidos, su régimen cívico-militar el complejo militar industrial, al lobby sionista, que marca el rumbo de la política exterior del país norteamericano.
Una política, que defino como oportunista, deshonesta y criminal que unido a la conducta llevada a cabo contra su población en las manifestaciones ante la muerte del ciudadano afrodescendiente George Floyd como un régimen racista, supremacista y discriminatoria con sus minorías. No es raro entonces que ambas políticas tengan puntos de encuentro, que permiten visualizar a este país como un peligro para la humanidad.
Las palabras suelen definir la visión de los que las emiten y en ello el secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo, nos aclara cual es la política de Washington, a contrapelo de las leyes internacionales, de los derechos humanos, de los compromisos firmados. Pompeo ya expresó su amenaza cuando se discuta el tema del fin del embargo de armas contra Irán, que debe finalizar en octubre según lo señalado en el acuerdo nuclear y la resolución N.º 2231 del Consejo de Seguridad, si el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (CSNU) no está de acuerdo con la resolución antiraní propuesta por el país norteamericano, Washington activará un proceso para restaurar todas las sanciones que anteriormente había impuesto esta entidad a Irán. Es la impunidad que goza el criminal, pues Washington bien sabe que la extensión del embargo es violatorio del acuerdo nuclear, la mencionada resolución y de todos los intentos de dar algo de estabilidad al mundo.
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