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Una mujer con hiipil cruza la plaza principal de Mérida

En lo que el cronista entiende “el habla del yucateco” lo primero que se nota es el tono fuerte y explosivo, y esto sin duda se debe a la influencia de la lengua maya.

Escuchando un poco más uno observará ciertas palabras que son “endémicas” a nuestra habla de yucatecos. (Esto, eventualmente, podrán decirlo mejor las personas provenientes de otras latitudes.)

Pero escuchando con más detenimiento se notarán  ciertas peculiaridades en el hilado de las frases, o sea, en la sintaxis (u tsoolil), pero eso también ya lo sabemos.

La influencia de la lengua maya subyace en el habla del yucateco, piensa el cronista. Pero si bien subyace, también hay hojas que corren en la superficie del río del habla yucateco, y forman parte del habla cotidiana.

Escucha aquí cómo deben sonar las voces correctamente.


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A continuación, el cronista lista diez palabras de uso más o menos corriente incluso en la llamada Blanca Mérida.

Xiik’. En las aves son las alas, las plumas de las alas. En las personas son las axilas, los sobacos. Con el xiik’ las aves hacen xik’nal (volar). Bajo su xiik’ el hombre lleva un libro.

Chan. Partícula que usamos los mayahablantes para formar diminutivos. Con frecuencia trasladamos este uso al español. Así, mi casa, mi chan casa (mi casita). Mi novia, mi chan novia (mi noviecita).

K’óoy. Escarbar con el dedo. Haces k’óoy la nariz para extraer los mocos resecos, haces k’óoy los oídos para extraer el cerumen. Cuando hay un queso bola en casa, la gente suele agujerear en la parte superior y hacerle k’óoy hasta casi vaciarlo y sólo entonces prepara el esperado “queso relleno”. (Para enterrar su hueso el perro no hace k’óoy la tierra, sino hace páam). K’óoy no es sinónimo de nalgada.

T’ub: Literalmente significa “hundido”. Se refiere a la parte de la hamaca donde la mamá coloca al niño. Es lógico que esté t’ub porque colocado el niño, la orilla (el chi’ de la hamaca ) se alza y se amarra para que el menor no caiga al suelo. Por extensión le decimos t’ub a un lado de la hamaca. “Ven, siéntate en el t’ub”.

Xaak’al. Buscar algo en algún sitio, revisar a profundidad, esculcar.
­–¡No encuentro mi billete!

–Ajá, el niño ya trajo Sabritas y coca de la tienda: seguro que hizo xak’al tu bulto.

Ch’otnak’. Cólico, retortijón de barriga. Está formada la palabra de dos voces: ch’ot, que es retorcer, y nak’, barriga. Alguien que lavó una servilleta, para exprimirle el agua la toma por los extremos y la gira con fuerza. Es decir, le hace ch’ot.

T’o’ona’an. Una persona que está alicaída está t’o’ona’an. Enferma, cabizbaja, triste, humillada. Una madre se preocupa cuando ve a su hijo t’o’ona’an.

P’uuyul. Quiere decir fragmentado. Una galleta que se rompe se hace p’uy. A los que van por las chicharras, les pregunta el chicharronero: ¿quiere un poco de p’uuyul? O sea, lo trocitos de grasa dorados.

T’int’inkij. Que está firme, terso, tenso, pleno. Un instrumento de percusión cuyos tímpanos acaba de ser afinado está t’int’inkij. En su punto, firme, pleno. La palabra raíz es t’in: tender, extender (se hace t’in la soga de lavado, se hace t’in la hamaca; la Luna hace t’in su luz en el monte). En maya la repetición de una palabra enfatiza la idea. Así, dos veces t’in (más el sufijo ij) resulta t’int’inkij. Una persona de carnes firmes está t’int’inkij.

Siip’. Inflamado, hinchado, en consecuencia, tenso… Una ciruela está madura si ya está siip’. ¿Conoce una ciruela madura en su punto, recién tomada del árbol? Su piel brilla, su carne, turgente… Decimos en español: “Ese chico está dsipón, esa chica está dsipona”. Pero la palabra de origen es siip’.