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jueves, 18 de febrero de 2021

Luces y sombras de Bill Gates, el nuevo guerrero climático

 

Luces y sombras de Bill Gates, el nuevo guerrero climático

El visionario Bill Gates acaba de publicar un libro sobre la lucha contra el cambio climático en el que da instrucciones a empresas, ciudadanos y gobiernos. Algunos tachan la obra de “decepcionante” y otros ven “falta de coherencia” en sus palabras, mientras aumentan las teorías conspiranoicas. Nuestro corresponsal en Nueva York, Argemino Barro, profundiza en el ‘fenómeno Gates’


Cuando parecía que su estrella no podía ascender más, el megamillonario Bill Gates, padrino de la revolución informática y uno de los filántropos más activos del mundo, ha subido otro escalón y se ha convertido en una especie de oráculo. El empresario que llevaba desde 2015 alertando con todo detalle sobre la probabilidad de una pandemia de coronavirus, pidiendo, entre otras cosas, la creación de equipos especiales que detectasen el brote a tiempo, usa ahora su crecida influencia para hablar de un desafío más difícil, más profundo: la lucha contra el cambio climático.

El billonario ha tardado unos 20 años en llegar a esta conclusión. Por el camino ha estado implicado en combatir la mortalidad infantil, epidemias como el SIDA o el ébola y todo tipo de problemas y deficiencias ligadas a la pobreza en el Sudeste Asiático y el África subsahariana. Pero lo que de verdad es el mínimo común denominador, dice Gates, lo que nos afectará a todos, especialmente a los más desfavorecidos, es el calentamiento global y sus dramáticas consecuencias.

Portada del libro de Bill Gates editado en España por Plaza & Janés en 2021.

“En unos pocos años, me convencí de tres cosas”, escribe en su nuevo libro, Cómo evitar un desastre climático“Tenemos que bajar a cero las emisiones de efecto invernadero. Tenemos que desplegar las herramientas que ya tenemos, como el sol y el viento, de manera más rápida e inteligente. Y necesitamos crear y aplicar tecnologías revolucionarias que puedan llevarnos el resto del camino”.

El libro aspira a ser un manual sobre cómo proceder al respecto: desde fijar las prioridades a reconocer los obstáculos, concretar las estadísticas esenciales, delimitar las herramientas y, finalmente, cómo usarlas: por ejemplo la energía solar y eólica, las centrales de fusión nuclear, los vehículos eléctricos e incluso técnicas de geoingeniería para reflejar la luz del sol y limitar el calentamiento de la Tierra. El libro contiene instrucciones para las empresas, los ciudadanos y los gobiernos, que son los actores responsables, dice Gates, de liderar el esfuerzo.

“Nunca hemos hecho una transición como la que necesitamos hacer en los próximos 30 años. No hay ningún precedente para esto”, declaró el magnate durante una entrevista en BBC News. “No hay vacuna para el cambio climático”.

Con su nuevo libro, omnipresencia mediática, inversiones en iniciativas como Breakthrough Energy y el apoyo de una fortuna de 124.000 millones de dólares, Bill Gates desprende una cegadora energía, y como consecuencia proyecta, además, una larga sombra. No se puede llegar ahí sin despertar recelos y estimular a los críticos.

Reacciones

Desde el mundo ambientalista, Bill McKibben no está demasiado impresionado con el nuevo libro de Gates. Según el activista y autor de una crítica en The New York Times, se trata de un texto “decepcionante”. “Gates -que debe de tener acceso a los más grandes expertos que puede haber en el mundo- está sorprendentemente por detrás en las partes más empollonas, y es aún peor a la hora de interpretar los aspectos más profundos e importantes del dilema del calentamiento”, escribe McKibben.

El ecologista acusa a Gates, en concreto, de no estar al día en cuestiones como el abaratamiento de la energía solar, que en los últimos años ha visto caer su precio mucho más rápido de lo previsto hace una década; y desconfía de las llamadas “primas verdes”, que defiende Gates y que cubrirían la diferencia de precio entre los combustibles fósiles y las energías limpias. Una manera de incentivar un mercado que, por el momento, resulta más costoso. Una de las recriminaciones más graves de McKibben a Gates es que este no sería consciente, o no reconocería, el papel de la industria petrolera en la ralentización de la innovación ecológica.

Centro de Innovación de la Fundación Gates en Seattle, Estados Unidos.

“Ahora sabemos por un gran periodismo de investigación que las compañías petroleras lo sabían todo sobre el cambio climático en los años 80, y que construyeron sistemáticamente un edificio de desinformación y negación para mantenernos en la ignorancia”, escribe el ambientalista. Gates “fundó, y su fundación participó como accionista, en una empresa que ha donado dinero exactamente a los políticos que están en el bolsillo de las grandes petroleras”.

Sus comentarios van al hilo de una investigación de The Guardian, en base a la fiscalidad de la Bill & Melinda Gates Foundation de 2013, en donde se prueba que el matrimonio  invirtió 1.400 millones de dólares en empresas como BP y Anadarko Petroleum. Ambas relacionadas con desastres ecológicos en el Golfo de México y en Brasil, respectivamente.

Otros críticos lo han atacado por el lado de la coherencia, como Tim Schwab, un periodista freelance que investiga desde hace años la fundación del magnate. “En su libro, Gates elogia varias veces a los jóvenes y activistas que han dado energía a la política climática”, escribe Schwab en The Nation. “Pero no se implica seriamente en estos movimientos políticos, y parece indiferente a las formas en las que han empujado la conversación general sobre el cambio climático más allá de la cuestión técnica de cómo reducir las emisiones de carbono”.

En el libro de Gates, recalca el reportero, está ausente la expresión “justicia climática”, que en Estados Unidos hace referencia al hecho de que las industrias contaminantes suelen localizarse en vecindarios de color y de bajos ingresos. Schwab también cita a activistas que critican a Gates por ser el dueño, entre muchos otros activos, de casi 100.000 hectáreas de granjas: explotaciones que dejan una huella en el medio ambiente y que algunos ecologistas le han pedido que abandone.

Si continuamos por el sendero de las críticas, y descendemos a los agujeros más estrechos y recónditos de internet, daríamos con el reino de las teorías conspirativas: un retahíla de historias muchas veces delirantes en las que Bill Gates reemplazaría poco a poco a George Soros como una especie de Satán. Una mano negra que buscaría dominar mentalmente a la población para beneficio de una cábala maligna.

Manifestación en Londres de grupos antivacunas en agosto de 2020. | Foto: Jessica Girvan

El fundador de Microsoft ha reconocido ser consciente de estas teorías, y dice que le preocupan mucho, pero que no sabe si aplicar censura en las redes sería la respuesta correcta. “Algunas cosas son tan extremas en términos de antivacunas o de negación del Holocausto que puedes trazar una línea, pero cómo trazas esa línea y a quién pones a cargo de ello… Todavía no he visto una solución buena”.

Respecto a las críticas empíricas y razonables, el milmillonario, cuya fortuna siempre está rifándose el primer puesto mundial con las de Warren Buffett y Jeff Bezos,  concede a menudo que su enorme riqueza no le hace “la persona más indicada para transmitir mensajes sobre el cambio climático”. Aunque dice hacer lo posible por ser coherente. El avión privado en el que viaja cientos de miles de kilómetros al año, por ejemplo, funciona con biocombustibles fabricados a partir de productos vegetales. Gates asegura que, de todas formas, los pequeños sacrificios individuales por si solos no resolverán el enorme problema climático.

También incide Gates en sus posiciones pragmáticas. A diferencia de otros milmillonarios de la Costa Oeste, cuyas ambiciones salvajes pasan por hacer del ser humano una especie interplanetaria, con la colonización de Marte, el nerd oriundo de Seattle dice que a él lo que le interesa es nuestro planeta: salvar la Tierra. “No, no soy una persona de Marte”, dijo recientemente al podcast Sway, del New York Times. “Conozco a mucha gente de Marte. Pero, sabes, no estoy sujeto a eso”.

Elon Musk. Foto: Twitter/ @TheRed_Shadow

El filátropo argumentó que nuestra civilización tiene tantas cosas que solucionar, cosas de base, generales, como el transporte o la construcción o la curación de enfermedades, que invertir en cohetes no lo veía como su prioridad. Quizás debido a que el comentario podría interpretarse como un dardo a Elon Musk, empeñado en mandar un viaje tripulado a Marte, Gates se apresuró a elogiar el trabajo de este: el hecho de que sus coches eléctricos marca Tesla están desbrozando el camino de una industria limpia del automóvil. A la hora de reducir la contaminación, todo ayuda.

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