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viernes, 4 de marzo de 2022

«Quiero ir a Ucrania, coger un arma y luchar»

 

«Quiero ir a Ucrania, coger un arma y luchar»

El ucraniano afincado en Oviedo Konstantin Tokovyy ve cómo su país «sufre» y no quiere quedarse de brazos cruzados

COVADONGA DEL NEROOVIEDO.

En la segunda mitad de la década de los setenta del siglo pasado, Konstantin Tokovyy nacía en el seno de una familia rusa en Rostov, una de las ciudades más antiguas de Rusia. Con apenas cuatro años, sus padres cambiaron su residencia a Poltava, una ciudad un poco más grande que Gijón (en torno a 280.000 habitantes), a unos 350 kilómetros de Kiev. La familia cruzó la frontera sin saber, ni intuir, que 42 años después esa decisión les marcaría la vida.

Aunque ruso de nacimiento y ascendencia, Tokovyy se siente «totalmente ucraniano» y, desde que saltó la primera alarma, en la madrugada del pasado jueves, una idea comenzó a rondarle la cabeza: ir a Ucrania a luchar por su país. La impotencia le puede cuando recuerda que «los primeros bombardeos los llevó Rusia a cabo de madrugada, tal y como lo hizo Hitler en la Segunda Guerra Mundial».

Como experiencia militar, realizó el servicio, que sigue siendo obligatorio en el país de Europa del Este, y continúa en la franja de edad en la que «están pidiendo a los hombres que luchen». Esta es entre los 18 y los 55 años, de momento. «Las mujeres y los niños están huyendo como pueden para intentar refugiarse en países fronterizos como Polonia», explica. Pero hay miedo.

Con esta formación básica militar, Tokovyy asegura que «mi país me necesita y quiero ir a Ucrania, coger un arma y luchar por él y por mis compatriotas». No tiene una fecha marcada, pero cree que «la guerra va para largo y no nos pensamos rendir». Porque hay un dicho que está en boca de todos los ucranianos estos últimos días: «Si Rusia para la guerra, se acaba la guerra. Si Ucrania para la guerra, desaparece Ucrania».

Viene a decir, tal y como repite Konstantin, que «nosotros no tenemos opciones, esta guerra la hace solo uno. Y ese uno es Putin». Están a merced del líder ruso y de sus decisiones en cada momento. Pero tiene claro que quiere ayudar como sea y desde Asturias, es complicado. «Para ir hasta Ucrania tendría que viajar por tierra, en autobús o tren, hasta Polonia», país fronterizo. A partir de ahí, tiene contactos que le echarían una mano. «Unos amigos míos me llevarían en su coche hasta la frontera y, a partir de ahí, trataría de entrar y luchar», relata el ucraniano.

Catorce años en Asturias

«Mi corazón es ucraniano, no tengo ninguna duda». Aunque de sangre y nacimiento ruso, Konstantin no duda de su sentimiento ucraniano. Lleva catorce años en Asturias, donde reside junto a su familia. Sus padres y suegros, además de tíos, primos y demás familiares, están en el país asaltado. «Una de las primeras ciudades bombardeadas fue en la que vive mi suegra, que tiene más de noventa años», relata estremecido.

Desde que llegó a Asturias, en el año 2008, se dedica a la soldadura en una empresa que realiza labores para Asturfeito. Aquí, asegura, sus compañeros de trabajo y amigos «se han volcado» con todos los ucranianos. De hecho, se ha abierto por parte del gobierno ucraniano una cuenta bancaria para poder realizar donaciones que sirvan de ayuda en estos momentos, explica Tokovyy, y sus compañeros «se encargaron de poner el número de la cuenta por todos lados y de realizar donaciones».

Volviendo a su experiencia en Ucrania, la cual no visita desde hace cuatro años -su hija sí acudió hace poco para realizar unos estudios durante unos dos meses-, tenía pensado ir este 2022, ya que la pandemia del coronavirus les impidió hacerlo antes. Todos en su familia son rusohablantes, incluso cuando vivían en Ucrania, y aseguran que nunca fue un problema, tal y como «quieren trasladar como cuestión de separación entre los ucranianos y los rusos». «Nunca ha habido un problema, ni ahora tampoco», reitera Konstantin.

El sentimiento que recorre el cuerpo de Tokovyy es «impotencia». Por eso quiere ayudar como sea. Las imágenes y los vídeos que recibe en su teléfono móvil de manera constante aumenta su desesperación, al igual que la de muchos compatriotas. «No podemos hacer nada por ayudarles desde aquí».

Konstantin Tokovyy cada vez lo tiene más claro: «No queremos desaparecer como país, y la única manera que tenemos de no hacerlo es no ceder ante Putin. Si hay que luchar para que no suceda, se luchará».

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