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lunes, 24 de marzo de 2025

Argentina. El ex Brigadas Rojas, Leonardo Bertulazzi, detenido en Buenos Aires, habla para Il Manifesto: “Estoy prófugo desde 1980 pero no ofrezco el mea culpa”

 

Argentina. El ex Brigadas Rojas, Leonardo Bertulazzi, detenido en Buenos Aires, habla para Il Manifesto: “Estoy prófugo desde 1980 pero no ofrezco el mea culpa”

Por Mario Di Vito / Il Manifesto / 24 de marzo de 2025.

foto: Leonardo Bertulazzi.

La entrevista.  A sus 73 años cumple arresto domiciliario en Argentina y corre el riesgo de ser extraditado a Italia: “Yo era un refugiado, luego llegó Milei…”. Está condenado a 27 años, aunque no esté acusado de delitos de sangre. La Corte Suprema tiene la última palabra.

Mario Di Vito

Leonardo Bertulazzi, nacido en 1951, fue militante de la columna genovesa de las Brigadas Rojas con el nombre de batalla de Stefano hasta 1980, cuando comenzó su fuga. Condenado en rebeldía a 27 años por el secuestro de Pietro Costa en 1977 y por banda armada, es uno de los fugitivos internacionales más buscados de Italia: hace quince días, los jueces dijeron sí a su extradición desde Argentina. En agosto de 2024 se suspendió su estatus de refugiado político y fue detenido.

Ahora se encuentra bajo arresto domiciliario con una tobillera electrónica y su destino depende de la última instancia judicial, la de la Corte Suprema de Buenos Aires, ciudad en la que reside desde 2002.

Aquel fue un año terriblemente especial para Argentina, cuenta al Manifesto. Terrible porque la quiebra financiera provocó un empobrecimiento súbito de una parte importante de la sociedad, y especial porque desarrolló una respuesta inmediata en términos de auto organización y lucha: que se vayan todos fue la consigna’.

Y llega allí.

Bettina, mi mujer, y yo llegamos a Buenos Aires en junio de 2002 y empezamos a conocer los barrios populares y a frecuentar las asambleas donde los vecinos discutían la organización de comedores y farmacias populares, y otras formas de autogestión. Veníamos de vivir muchos años en El Salvador, donde habíamos trabajado en contextos similares. En noviembre, la Interpol me detuvo por una solicitud de extradición italiana. Las organizaciones piqueteras y las asambleas barriales se solidarizaron mucho conmigo y hubo una campaña a mi favor.

¿Y después?

Después de siete meses de detención, la jueza decidió que no estaba permitida la extradición de un condenado en rebeldía y fui liberado. Al año siguiente, con Néstor Kirchner como presidente, me concedieron el estatus de refugiado político, porque las leyes especiales en Italia y las prácticas de excepción, el arrepentimiento, la tortura, los juicios colectivos, las penas exorbitantes, las prisiones especiales, el 41 bis y las condenas en rebeldía no garantizaban un funcionamiento fiable de la justicia.

¿A qué se dedicó durante estos 23 años?

Trabajé como diseñador gráfico y traductor hasta 2015, cuando empecé a frecuentar una escuela municipal de lutería. Era un gran galpón en el conurbano donde ya funcionaba un taller de carpintería con su equipamiento. Empezamos fabricando instrumentos musicales para las orquestas de los niños de las escuelas del conurbano de Buenos Aires. Llamamos a ese gran depósito Fabricando Futuro, como las dos efes de la caja de resonancia del violín, y se convirtió en el lugar de encuentro de alumnos, estudiantes, padres, profesores, lutieres y aprendices de lutier.

Desde 2002la Argentina ha cambiado mucho.

El espíritu de movilización social que experimentamos a nuestra llegada se ha desvanecido debido a la decepción, el cansancio, la resignación y la represión que, poco a poco, han cortado las alas de la esperanza. El gobierno de Milei expulsó a cientos de miles de trabajadores del mercado laboral y reprimió violentamente cualquier intento de resistencia. Hoy existe en la sociedad argentina una sensación de miedo y al mismo tiempo una rabia reprimida que sólo espera que la tortilla se de vuelta.

En Italia, mientras tanto, ya había condenas …

La legislación especial jugó un papelprotagónico: la búsqueda a toda costa de la colaboración de arrepentidos, con la zanahoria de leyes que los recompensaban o, cuando eso no bastaba, con torturas y luego condenas de decenas de años basadas únicamente en las declaraciones de los arrepentidos. Se trata de un iter judicial que hunde sus raíces en las atrocidades del fascismo y en la falta de depuración de la magistratura tras la caída del régimen. Es un pesado legado que se ha convertido en un hábito mental, una mentalidad profundamente arraigada. No es de extrañar, por tanto, que la legislación especial promulgada en los años setenta, mucho más represiva que el propio Código Rocco (promulgado durante el fascismo), no causara ninguna contradicción en quienes la aplicaban con tanta diligencia.

Pasemos a sus juicios.

Tengo dos condenas: 15 años por el secuestro de Costa y 19 por banda armada, reunidas después en una única pena de 27 años. Los juicios se realizaron cuando yo ya desde años estaba fueradel país.

En 2002, cuando lo detuvieron por primera vez en Buenos Aires, la Fiscalía de Génova escribió que “la hipótesis de que la ausencia de Bertulazzi a los juicios para ejercer sus derechos pueda haber sido involuntaria, y no el resultado de una libre elección, debe descartarse CATEGÓRICAMENTE” (la mayúscula está en el documento original, ed.).

Esperaban que mi contumacia “voluntaria” justificara la extradición. Pero no fue así. El juez argentino rechazó la solicitud de extradición y fui reconocido como refugiado político. Pero, en 2024, la relación entre los gobiernos cambió y Milei y Meloni se abrazaron. Me revocan el estatus de refugiado y la fiscalía de Génova presenta el mismo pedido de extradición que 22 años antes. ¿Pero con qué justificación? Ninguna. Basta con tener la caradura de decir que no sabía que estaba siendo juzgado y que, una vez extraditado a Italia, tendré derecho a un nuevo juicio.

La fiscalía de Génova escribe: “En conclusión, es razonable reconocer que ningún elemento en la actualidad puede probar el conocimiento del proceso por parte del condenado y de los cargos definitivamente formulados contra él y luego establecidos en su rebeldía“.

La misma jueza argentina, que en 2003 -con Kirchner como presidente – había rechazado la petición de extradición, hoy – con Milei – ha aceptado la solicitud, argumentando que no hay razón para dudar de la palabra de la Fiscalía de Génova, que asegura que tendré un nuevo juicio.

Sobre los años de la lucha armada, en una de las respuestas al cuestionario para obtener el estatus de refugiado político en Argentina, escribió: “En 1968 apareció un movimiento social, sorprendente por sus dimensiones, que durante más de 10 años desafió las relaciones sociales y políticas del país y determinó el destino de muchas personas, incluyéndome a mí. El movimiento ganaba cada vez más espacio en la sociedad, generaba esperanzas de cambio y ya producía cambios de mentalidad. Para mí y para muchos de mi generación era una fiesta, la fiesta de la esperanza, donde se encontraban estudiantes y trabajadores de todas las categorías, mujeres y hombres, viejos luchadores antifascistas y nuevos“.

El recorrido ascendente de la parábola resistió durante años, ¿y después? Después está el presente, hecho de trabajo precario, de desempleo, de una sanidad que responde al lema “más ricos, más sanos”, de un mar Mediterráneo que acoge los cadáveres de los emigrantes, de los pobres que mueren porque buscan una vida digna de ser vivida, mientras se incita al rearme, se acostumbra a la gente a la idea de la guerra y retorna el fascismo. He luchado por un presente diferente. Al juzgar el pasado, no se puede prescindir del presente, que es este, al que nos han conducido los que nos derrotaron. No les voy a ofrecer un mea culpa a los belicistas, a los que provocaron la propagación fascista.

Usted no es el primer caso de un hombre buscado por hechos de hace medio siglo. Recordemos, por último, los diez de Sombras Rojas en Francia. ¿No cree que los hechos de aquel periodo histórico siguen siendo una herida abierta para Italia?

Hay que releer las palabras de los jueces franceses: “Los hechos son muy antiguos. Sin descuidar su excepcional gravedad, en un contexto de violencia extrema y reiterada que no puede legitimarse por exigencias políticas, debe considerarse que la perturbación del orden público provocada ha llegado a su fin“. Esta consideración expresa el espíritu de la prescripción. En la sociedad italiana, el tiempo de la herida abierta ha expirado. He leído encuestas sobre los “años de plomo” que revelan que muchas personas ni siquiera saben de qué se está hablando.

¿Por qué entonces se sigue prestando tanta atención a esos hechos?

Creo que una razón hay que buscarla en ese legado que he mencionado. En 2016, un abogado solicitó la prescripción de mis condenas. El 12 de junio de 2017, el Tribunal de Apelación de Génova declaró extinguidas las condenas. El 23 de febrero de 2018, la sentencia pasó al Tribunal de Casación y adquirió firmeza. Mientras tanto, sin embargo, el Tribunal Supremo había adoptado una nueva postura según la cual incluso la detención a raíz de una solicitud de extradición interrumpe la prescripción. La Fiscalía de Génova se dio cuenta tarde, cuando la sentencia que reconocía la prescripción ya era firme. Pero la fiscalía pidió que se reabriera el juicio, alegando como justificación un nuevo hecho que no se había tenido en cuenta.

¿Cuál es el nuevo hecho?

Mi detención el 3 de noviembre de 2002 en Buenos Aires.

La Corte Suprema ha anulado la prescripción.

Ironía de la persecución: mi pedido de prescripción de las penas, que comenzó en 2016 y terminó en 2018 con el rechazo de la prescripción, es el pretexto utilizado por Milei para que cese mi estatus de refugiado, porque habría intentado acogerme voluntariamente a la protección del país al que pertenezco. Luego hay todo un dispositivo compuesto por políticos y comunicadores que, para hacer digerible a la mayoría la persecución llevada a cabo por el Estado, se encargan de describir al perseguido como un diablo. Cuando me concedieron la prescripción en 2017, se armó el escándalo. En realidad, pedían la anulación de la sentencia, lo que ocurrió poco después.

Lleva huido desde 1980. ¿Se arrepiente de algo?

Hay cosas que importan y que no pude hacer.

Recuerdo un artículo de hace unos años en un periódico. Hablaba de los prófugos de los años setenta que se habían refugiado en América Latina, haciendo especial alusión a los genoveses. El artículo describía su buena vida en el Caribe, entre hamacas, palmeras y mojitos. Me pregunté cómo era posible que una persona pudiera imaginar un exilio así, cómo era posible que un periodista, sin ningún conocimiento directo de las personas de las que hablaba, pudiera escribir un artículo así. Pero también pensé que, en su ignorancia, había acertado: es cierto que he vivido bien, pero de un bien que nada tiene que ver con su imaginación. He conocido a muchas personas, muchas de ellas en situaciones existenciales complejas. Sus historias y sus recuerdos son el libro más hermoso que he leído y constituyen mi riqueza.

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