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viernes, 26 de agosto de 2011

El tiempo: la imagen en movimiento de la eternidad

El tiempo: la imagen en movimiento de la eternidad

Autor: Seyyed Hossein Nasr

El hombre tiene una innata conciencia de la Eternidad cuya idea está profundamente impresa en su mente y su experiencia todavía hace eco en lo profundo de su alma donde algo permanece del paraíso perdido, el cual él habitó antes de unirse a la caravana de la vida terrenal. En el Universo tradicional intervienen las dos realidades básicas de Origen y Centro, las cuales pertenecen al reino de lo Eterno.

El hombre vive una vida separada del Origen en una circunferencia distanciada del Centro. Y es precisamente esta mudanza y distanciamiento lo que constituye para él la experiencia del tiempo. Él es, por ello, un ser suspendido entre el Tiempo y la Eternidad; ni una criatura puramente temporal ni un ser del Reino Eterno, al menos en su estado terrenal ordinario.

La noción de Eternidad evoca la idea de inmortalidad y perfección. Esto está relacionado con el Orden Divino, con el principio Divino mismo así como con el mundo del Espíritu residiendo en la Divina Proximidad, de ahí el uso del término«vida eterna».

Esto es conocido por el hombre a través de los dogmas de revelación así como a través del intelecto y puede ser experimentado incluso en esta vida a través de la realización espiritual y el «ojo del corazón»... cuya mirada está siempre fija en el Orden Eterno.

Sobre el Tiempo, el hombre tiene una conciencia inmediata de él y vive en este mundo como si conociese perfectamente lo que es. Pero un análisis más profundo sobre el significado de tiempo revela ser el más escurridizo de los parámetros de la existencia cósmica, al contrario de espacio, forma, materia y número, los cuales son más fáciles de definir y medir.

Esta es la razón de porqué los filósofos han encontrado a menudo el Tiempo como uno de los más difíciles problemas a tratar y por qué, especialmente desde el nacimiento de la ciencia moderna y su adopción de la cuantitativa noción del tiempo exclusivamente. Aquellos preocupados en el conocimiento tradicional del tema, han tenido que enfatizar la distinción entre Tiempo y Duración, Tiempo Cualitativo y Tiempo Cuantitativo o incluso niveles de significado de Tiempo en sí mismo.

Paradójicamente, mientras el Tiempo parece ser mucho más fácil de agarrar y experimentar que la Eternidad, éste no es posible de conocer o de medir como es usualmente entendido sin el mundo del por venir que rodea al hombre. Mientras esté ahí un nexo directo entre el hombre y la Eternidad independientemente de este mundo, la relación del hombre con el Tiempo siempre implica este mundo porque no hay tiempo sin porvenir (continuidad).

En cualquier caso, el entendimiento tradicional del tiempo objetivo basado en ciclos es totalmente diferente a la concepción lineal del flujo del tiempo que han desarrollado en Occidente especialmente en los tiempos modernos. La secularización de la concepción cristiana de la marcha del tiempo histórico, marcado por los tres eventos centrales de la caída de Adán, la primera venida de Cristo y su segunda vuelta, ha dejado en una concepción cuantitativa y lineal la historia que es totalmente extraña a la concepción cíclica vista en el Hinduismo, la antigua religión griega e incluso el Islam, si uno toma en consideración el significado de los ciclos de las profecías (da'irat al-nubuwwah) la cual marca la historia sagrada islámica.

Uno puede llevar a cabo discursos interminables sobre el Tiempo y la Eternidad mientras el flujo del tiempo mismo dibuja la vida humana incluso más cerca al momento de la Verdad cuando el tiempo subjetivo experimentado en la tierra llega al final. Pero este discurso mismo no lleva a lo Eterno, que es la meta de la vida humana. Lo que se necesita es agarrar el momento presente, vivir en él y trascender, con la ayuda del «ojo del corazón» los velos cósmicos de la ilusión (maya) y de ahí conocer y experienciar esa realidad que es la Eternidad.

Todas las doctrinas tradicionales que hablan del momento presente como el «punto donde todos los tiempos están presentes» hacen eso para guiar el alma a que se agarre al momento presente como el único punto de contacto con la Realidad Eterna en vez de soñar despierto sobre el pasado que el hombre no tiene poder para manejar por más tiempo o un futuro que todavía no ha venido y en el que el hombre no puede actuar. El hombre puede ser, conocer y actuar sólo ahora.

A través de la oración el hombre trasciende la accidentalidad del tiempo y espacio y recupera su contacto directo con lo Eterno. Lo temporal y lo eterno están milagrosamente unidos en la oración como en la realización de la Verdad a través del conocimiento sapiental. El sujeto que reza a lo Eterno y el sujeto que conoce que solamente la Realidad Suprema es el Yo Superior, tiene andado ahora mismo más allá del Reino de la Temporalidad para residir en el Orden Eterno. Para él el tiempo ha cesado de manifestarse mismamente como la imagen en movimiento de la Eternidad.

Ha llegado a ser una constelación de eternos momentos o más aún, un simple momento del Eterno Ahora cuya reverberación a través de los niveles de la manifestación cósmica lo hace aparecer como muchos momentos.
Extraído del libro en inglés «La necesidad de la Ciencia Sagrada»
Traducción: Cris Gómiz.

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