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jueves, 25 de agosto de 2011

Paradojas y contradicciones que surgen de la revolución libia

Paradojas y contradicciones que surgen de la revolución libia
¿Qué es lo que desean los jóvenes libios? ¿Por qué sociedad luchan?
Geopolítica -
Etiquetas: libia, guerra, rebeldes, shabab, otan, usa, obama, principios, opresion

Al Gadafi con sus amazonas "vírgenes".
En Libia hay una guerra y nadie puede sostener lo contrario. Ni siquiera aquellos que manifiestan no tener muchas noticias de los sucesos dramáticos que allí están ocurriendo a diario. O aquellos que sostienen que las noticias son vagas o están deformando la verdad. Sin embargo, los crímenes cometidos por Gadafi contra la población civil están bien documentados no sólo por fotografías o films, también por cientos de declaraciones tomadas a víctimas que han sobrevivido y que hoy se encuentran esparcidas en distintos países como Túnez, Egipto, Catar y Turquía. Y como lo dice el fiscal de la Corte Penal Internacional, Luis Moreno Ocampo, ellos han recabado testimonios directos de estas personas que lograron salir con vida de ese infierno. Además, dice que “Gadafi no desea que le ocurra lo que le ocurrió a los ex presidentes de Túnez y Egipto. Por eso planeó aplastar la disidencia de forma sistemática, con asesinatos y persecuciones”. Y muchos se preguntan, ¿qué clase de guerra ocurre allí? Esa es una pregunta clave que divide a todo el mundo, sean de derecha o de izquierda. Y dentro del mundo de la izquierda más progresista nos divide también. Aunque pienso que los verdaderos progresistas somos aquellos que apoyamos las revoluciones para terminar con la podredumbre y la opresión de los pueblos. Eso es una cuestión de principios y no puede ser transable. Los principios son sólidos y no se pueden estirar como la goma de mascar, o acomodarse a las circunstancias, de otra forma dejan de ser principios. Eso lo comprende cualquiera, aunque se comprenda sólo en la teoría, porque en la práctica ocurre algo distinto, y es cuando se manifiesta la esencia de todo fenómeno.
Los que no son consecuentes con los principios, con el apoyo militante a la revolución, aunque no lo reconozcan y se oculten dentro de vagos discursos, no son otra cosa que meros servidores de los empresarios del capitalismo o del sátrapa de turno, y se refugian detrás del conformismo o de los cambios paulatinos (como si el socialismo llegue algún día por esos caminos, aunque, desde luego, todo cambio con un contenido progresista también debe ser apoyado), por eso hoy están muy solos y han perdido la confiabilidad de las masas, aunque intenten engañarlas con palabras bonitas, o altisonantes, pero vacías de contenido. Negar la lucha que lleva a cabo el pueblo libio es negarse a reconocer una realidad que está allí y que no se puede evitar. Esa es una contradicción que no es fácil de solucionar. Siempre se trata de la contradicción entre teoría y práctica, entre apariencia y esencia. ¿De qué sirve hablar de la revolución en general y no apoyar una revolución como la de Libia en particular?
La izquierda a nivel mundial ha perdido el apoyo de las masas (y eso se ve en las elecciones donde las masas dan vuelta la espalda) y nos hemos transformado cada vez más en grupos de viejos lloriqueadores que celebramos nuestras derrotas todos los años, cuando lo que hay que hacer es levantarse y asumir la tarea del momento, la de apoyar la lucha contra la opresión donde sea y como sea, como principio ineludible. También de organizar la lucha por un mundo mejor con un nuevo modelo de sociedad de transición al socialismo. De otra forma seguimos el mismo camino de las víctimas de los jíbaros. No hay otro camino para terminar con este estancamiento político en el que nos encontramos. Aunque la verdad es que el apoyo a la lucha de los pueblos, sea donde sea, no puede estar condicionado bajo ninguna circunstancia. Y no es una cuestión que va contra los principios el aceptar la ayuda contra el opresor, sea de donde sea que esta llegue, claro está, que sin que nos veamos obligados a vender nuestro cuerpo y alma al diablo imperialista, aunque éste esté disfrazado de defensor de los derechos humanos.
El problema de fondo es que si se desea realmente triunfar, hay que recurrir a todos los medios a nuestro alcance, sobre todo, cuando se es débil en armas, municiones y preparación. No nos olvidemos que la misma revolución cubana, antes del desembarco del Granma contaba con la ayuda norteamericana. Parece que hay muchos que lo han olvidado, por cierto.
A nuestras fuerzas le ocurre un fenómeno que empezó con el derrumbe de la URSS: están estancadas o disminuyendo, porque el modelo de sociedad que llamábamos socialismo no era tal, sino una dictadura en la que gobernaba una nueva clase surgida de la burocracia estatal y de un partido que se iba desentendiendo cada vez más de la masa trabajadora, cuestión que ya preocupaba a Lenin en los últimos años de su vida. Bajo esa misma visión e interpretando al mundo con los viejos esquemas se ha llegado a determinar la situación de Libia, porque no se comprende al mundo actual, mundo que ha cambiado enormemente. Vemos como revolución sólo a la revolución proletaria, del resto olvidarse. Si bien es cierto la ONU está manejada por los grandes, USA, Rusia, China, Inglaterra y Francia, hay también una política mayoritaria que quiere un mundo en paz y prosperidad en que se respeten los derechos humanos y las libertades individuales, y entre los que buscan ese mundo se encuentra la mayoría de la juventud, con sus inquietudes propias, lo que nos lleva a una confrontación inevitable con ellos, si es que no compartimos su modo de ver al mundo, claro está, que su consciencia social no tiene relación con la revolución proletaria que apoyamos en el pasado y que ha quedado fuera de sus pensamientos y deseos, porque fuimos incapaces de crear un modelo de sociedad que trajese la libertad, la justicia social, la democracia y el respeto a los derechos humanos.
¿Qué sacamos con decir que apoyamos el “socialismo” sin ser capaces de presentar un modelo mejor que ese que frustró a tantos miles de nosotros? ¿Y qué es lo que desean los jóvenes libios? ¿Por qué sociedad luchan? Lamentablemente vamos muy rezagados en esta historia. Y lo peor de todo es que los progresistas hemos asumido la defensa de oprobiosas dictaduras, en cambio USA con ayuda de la OTAN aparecen defendiendo a los pueblos árabes.
Y volviendo a Libia, podemos ver que el sistema creado y amamantado por Al Gadafi, es un sistema en donde descuellan todos estos defectos que he enunciado anteriormente, defectos que no hemos superado, y que demuestra la incapacidad nuestra de avanzar hacia una sociedad mejor. Por esa razón algunos líderes afirmados en los antiguos esquemas que aceptaron como normales y lógicos, hoy salen en defensa de Gadafi atribuyéndole a este sátrapa atributos que no tiene. No es cierto que la mayoría del pueblo libio esté apoyándolo. Eso es sólo un cliché y afirmar eso es engañar a la gente. Es faltar a una verdad incuestionable y con segundas intenciones.
En un artículo reciente me refería a la Primavera de Praga. Allí la gran mayoría de esta izquierda apoyó la invasión soviética de Checoslovaquia, sin que ni el gobierno ni el pueblo los llamase. El Partido Comunista soviético mintió descaradamente para acallar a los disidentes. Se inventaron historias acerca de lo que era la Republica Federal Alemana y cargamentos de armas en la frontera con Checoslovaquia, cuestión que después se pudo comprobar que era totalmente falsa. Los intervencionistas soviéticos usaron los cañones de los tanques contra los checos que se levantaron contra esta invasión, y muy pocos izquierdistas se pronunciaron contra esta infamia, claro está que, la propaganda entre la izquierda tuvo gran efecto y recuerdo que son varios los líderes actuales de los partidos comunistas que en esa época ocupaban puestos de importancia en sus partidos y en sus países, y nada dijeron, más aún, como en el caso de Fidel que apoyó públicamente esa acción criminal de la URSS. Excepto Mao Tsetung que condenó esa acción, pero que tal vez no lo hizo por convicción, sino por el diferendo que existía entre China y la URSS, aunque esto último sea sólo una especulación mía, y puede ser que de corazón también repudiase eso. En todo caso, hubo otros partidos comunistas (los eurocomunistas) que también se manifestaron en contra, pero esos partido ya no existen o están en vías de extinción.
¿Podríamos ser de forma diferente? No lo sé. Creo que hay mucho dogmatismo en todos nosotros. Desde luego que la naturaleza del Imperio no ha cambiado con Obama. Y nosotros no abandonamos ni por nada el dogmatismo del cual hemos hecho gala, seguimos viendo el mundo como era hace 100 años. Pero seamos también más precisos y más dialécticos: Obama no es Bush. Y precisemos aún más: la ONU no es sólo USA y la OTAN. ¿Por qué razón, en el Consejo de Seguridad de la ONU, ni Rusia ni China se opusieron a la intervención aérea sobre las tropas de Gadafi? Ellos podían bloquear la iniciativa de Inglaterra y Francia y no lo hicieron. Sólo se abstuvieron. ¿Por qué? ¿Qué geopolítica hay detrás de eso? Si veían en la operación en Libia un crimen flagrante, ¿por qué no vetaron el proyecto? Y, ¿por qué USA se lanzó en picada contra Gadafi que había pasado, de hecho, a ser uno de sus aliados y que sustentaban la política imperial de USA en Oriente Medio y en el norte de África?
La intervención de USA en Irak y en Afganistán, además del apoyo a Israel, había tenido como efecto el aumento del odio de los pueblos árabes contra USA y sus aliados europeos. Todo habría seguido como antes si no es que estalla el volcán que se escondía bajo sus superficies. Los sátrapas van en camino a ser derribados y a ser reemplazados por un sistema más democrático o por un sistema islamista con la sharia y, la guerra santa como condimento contundente de toda esta situación.
Era una situación muy peligrosa para el control de USA de esa zona y muy explosiva que no se veía como parar. Si USA apoyaba a los sátrapas, las posibilidades de tener el control se hacía cada vez más difícil. Entonces Osama dio un paso diferente. Encontró una estrategia que ningún presidente de USA la habría aplicado. Mantuvo neutral a USA hasta donde pudo e incluso le insinuó a los sátrapas que abandonasen sus sillones de felpa y se fuesen a casa para permitir una transición menos belicosa y menos peligrosa. Era un paso muy inteligente por cierto que buscaba ganarse la simpatía de los que lo odian, neutralizar a los de Al-Kaeda y así, también se aprovechaba de demostrarle al mundo que USA estaba apoyando el respeto a la libre determinación de los pueblos y que se condenaba su represión violenta. Por eso ahora ha manifestado que apoya la creación de un Estado palestino en las fronteras de 1967.
Lo que se logró con Egipto y Túnez no funcionó con Gadafi ni tampoco con Assad. El primero que recurrió a la violencia fue Gadafi y con eso quedó al margen de un arreglo pacífico. Pensaba que tenía el toro por las astas y no creía que USA y la OTAN fuesen a atacar sus fuerzas terrestres. Pero ese toro luego fue perdiéndole el temor al torero y empezó a cornearlo en cuanto sus fuerzas terrestres sufrieron muchas bajas y se vieron obligados a retirarse por los bombardeos de los aviones de la OTAN. De esa forma, USA aparece más “progresista” que algunos gobiernos progresistas de Latinoamérica, que en vez de apoyar las revoluciones empezaron a apoyar a los sátrapas como Gadafi y Assad, aunque criticaban o otros. Pero, ¿qué puede llegar a suceder si USA y la UE se lanzan en picada contra Arabia Saudita, Yemén y Marruecos? Algo difícil de que ocurra, tal vez, pero en este juego político de alto nivel no es del todo imposible. Tendrán que atacar de nuevo a USA y a la EU y no sé como lo harán para justificar su antiimperialismo, sin ir contra el feudalismo y la opresión al que están sometidos todos estos pueblos.
Me preocupa también que los que dicen defender los derechos humanos sean tan cortos de vista y no puedan ver los crímenes cometidos por el sátrapa de Libia contra su propio pueblo. Sus pronunciamientos dan un espaldarazo a estos crímenes, que hoy por hoy, están muy bien documentados en documentos oficiales, fotografías y filmaciones. ¿Y eso no es nada? Cuando algunos líderes de nuestra izquierda justifican su posición actual diciendo que no hay información o que es escasa, de todo lo que sucede en Libia, me produce una sensación cercana a la risa. Si es cosa de ver lo que hay en Facebook, Twitter, Youtoube y otras decenas de páginas de internet, en las que hay cientos de declaraciones y relatos de los que están dentro y fuera de Libia y, que lo que ellos manifiestan, es producto de la experiencia vivida por ellos mismos. Además, están los corresponsales de muchos países que están entregando información sobre el terreno mismo. Varios de ellos han muerto bajo las balas de los gadafos y otros han sido encarcelados acusados de ser espías, como el caso de español Brabo. Oigamos lo que él nos dice de su apresamiento el día 5 de abril:
“Aquel día la cagamos; pisamos un poco más de lo que teníamos que pisar. Estábamos (Él y los reporteros estadounidenses Clare Gillis y James Folley, así como con el surafricano Anton Hammerl) en primera línea del frente, en la carretera entre Brega y Ajdabiya, y hubo un contraataque de los ‘gadafos’. El Ejército de Pancho Villa ―los rebeldes― echó a correr y nos dejaron allí. Yo empecé a correr con Clare para tratar de alejarme de la carretera y del fuego. Empezaron a disparar sobre nosotros, que descargaban bien: éramos el blanco. En aquel momento, intuí que Anton estaba intentando correr por la carretera para atrapar algún medio de transporte. Clare, James y yo nos pusimos a cubierto y entonces oí a James que preguntaba: “Anton, ¿estás bien?”. Anton respondió: “No”. Luego nos pillaron. Se bajaron del coche y nos frieron a culatazos y a hostias. Cuando nos subieron al furgón, vi a Anton pálido: tenía las tripas fuera. A nosotros tres nos subieron al pick-up. No sé qué ha sido de Anton” (La familia del fotógrafo surafricano ha informado hoy de su muerte en Libia basándose en testigos que, como Brabo, le vieron gravemente herido).
Y los corresponsales extranjeros han pasado a constituir blancos de las fuerzas de Gadafi. Cuando caen detenidos se les trata con extremada dureza y a los que están en la zona controlada por los gadafos, se les mantiene encerrados en un hotel y si se les lleva a ver algo, van en un bus muy controlado, que la gran mayoría de las veces ni siquiera ven desde lejos lo que ellos quieren ver, con la excusa de que es peligroso o que los shabab (rebeldes) están disparando desde allí.
En el Foro de San Pablo ocurrido recientemente en Nicaragua se condena la “invasión” de la OTAN, pero en ningún párrafo se condenan los crímenes y los abusos de Al Gadafi, que son muchos y peores. Son miles de vidas de civiles muertos ya sea durante las manifestaciones pacíficas, durante los combates o producto del bombardeo indiscriminado de las ciudades con misiles Grad de origen soviético. Se dice hoy que hay más de 10.000 víctimas civiles por estos bombardeos. Sin duda alguna que los aviones de la OTAN han producido víctimas entre la población civil, pero las fuerzas del sátrapa lanzan en un solo día cientos de misiles, y contra la población civil en forma indiscriminada. Y nada se dice de eso en la prensa de la izquierda nuestra. ¡Qué extraña anteojera!
Desde luego que eso no determina que no podamos, si es que cambiamos nuestra forma de pensar y de ver al mundo, de construir una sociedad que se acerque más a los anhelos de la gran mayoría y que fue también el deseo y el pensamiento de esos grandes pensadores, Marx y Engels. Nos encontramos hoy desubicados tratando de meter a la sociedad actual con mucha y obstinada presión en nuestros esquemas y no hacemos lo contrario, es decir, ver la sociedad actual conforme a su realidad y dejando de lado los esquemas rígidos que todo lo ve blanco o negro. Por eso es que estamos al otro lado de la lucha y cada vez más solitarios, rumiando nuestras derrotas y nuestra soledad. Mañana los shabab se han de acordar de nosotros y nos despreciarán, como es lo lógico que tenga que suceder.
Para muchos, incluyendo a dirigentes y líderes progresistas, la revolución libia los ha cogido desprevenidos. Y no han podido salir de su asombro. Se dice en la mayoría de los diarios de la izquierda que la OTAN ha invadido a Libia y que la guerra sería entre la OTAN y Libia, sin tomar en cuenta para nada a los miles y miles de libios que luchan con las armas en la mano contra el opresor Al Gafafi. De hecho, no existe ninguna fuerza militar de USA o de la OTAN participando de alguna forma en la guerra en tierra.
Las manifestaciones cívicas, que comenzaron sin violencia por parte de los manifestantes, fueron reprimidas a sangre y fuego por el “revolucionario” Gadafi y esa represión no produjo ningún impacto en esta izquierda sorda, ciega y muda. Sólo algunos, aunque no puedo asegurar que somos una pequeña minoría, pusimos el grito en el cielo y condenamos enérgicamente estos crímenes del señor “revolucionario” Al Gadafi. Si viviese Marx habría dicho lo que un día manifestó: parece como si simplemente el Estado volviese a su forma más antigua, a la dominación desvergonzadamente simple del sable y la sotana. Y eso es lo que está ocurriendo en Libia, a pesar de los que quieren mirar hacia otro lado o se escudan en que hay una gran falta de noticias. A ellos les diría yo que lean solamente a Aljazeera, un periódico no adicto ni a USA ni al tirano Al Gadafi. Aunque sabemos que la noticia se presenta muy de acuerdo con quienes son los dueños de los medios, este importante medio de información ha cumplido muy bien su tarea. Y eso ha molestado tanto a los santos como a los diablos, a moros y cristianos. Y Gadafi ya ha hecho asesinar algunos de sus periodistas.
Y esta contradicción no se puede solucionar sólo con gastados eslóganes, sino a través de una actitud revolucionaria tomando en cuenta a los porfiados hechos. Claro está, que para muchos es más fácil negar lo que está a la vista y aceptar de lleno las mentiras de Gadafi que inútilmente ha tratado de distorsionar la verdad. Al referirse, primero a los 2.000 manifestantes pacíficos en Trípoli el 17 de febrero informaba Aljazeera que las fuerzas de seguridad reprimieron con armas de fuego en Trípoli, incluso de gran calibre dando muerte a no menos de 14 manifestantes, en sólo 48 horas e hiriendo a cientos por las balas de sus fuerzas represivas, aseguraba el dictador que se trataba nada menos que drogadictos, terroristas islámicos y de otros seres asociales.
Después de estos hechos, el pueblo libio comprendiendo que por el camino pacífico no iban a lograr nada, recurrió a las armas. Y en la represión la actitud de las fuerzas de seguridad fue claramente criminal. Amnistía Internacional manifestó que la mayoría de las víctimas habían recibido balas en la cabeza, en el pecho y el cuello. Típico de la acción de francotiradores, que se sabe, Gadafi ordenó ubicarse en los tejados de los edificios más altos. Y en la ciudad de Bengasi ocurrió otro tanto, aunque la primera represión a manos del batallón Katiba (Falange) produjo sólo 38 heridos a bala. La chispa que encendió la pradera fue la detención el día 15 de febrero de Fathy Terbil, un abogado defensor de los derechos humanos. Este abogado se había distinguido representando a los familiares de los islamistas asesinados en la prisión de Abu Salim. En las calles de la ciudad, en los días siguientes, se enfrentaron los civiles contra las fuerzas de Gadafi. Los entierros de sus víctimas fueron motivo para que los francotiradores disparasen contra la multitud, sin mediar provocación alguna. Vamos, vamos y ¿cuál es el repudio de la izquierda nuestra a eso? Durante tres días los civiles se estuvieron enfrentando a esas fuerzas, al principio sólo con piedras contra las balas. La ONG Human Rights Watch reportó que sólo en Bengasi, los francotiradores habían matado 35 personas después del rezo del viernes, que después tomó el nombre de “El Día de la Ira”. Después, los manifestantes asaltaron cuarteles de policía y se armaron con fusiles Kalashinkov, más explosivos que muchos usaban para la pesca y armados así atacaron el cuartel del Katiba, obligando a esa gente a salir de allí a la desbandada, después de tres días de enconadas luchas, en la que los asaltantes perdieron muchas vidas y tuvieron cientos de heridos. Me causa mucha extrañeza que todavía haya gente que no se ha enterado de estos hechos y de las declaraciones de Amnistía Internacional, por lo demás, una organización de respeto y bastante seria.
Eso les ha bastado a muchos izquierdistas para considerar al pueblo libio levantado en armas como agentes del imperialismo o terroristas de la red de Al-Kaeda. Incluso existen despistados ―o tal vez no lo son tanto, lo saben y usan esas razones como justificación―, que involucran a los revolucionarios libios con la Agencia Central de Inteligencia norteamericana. Esta CIA que no hace mucho colaboraba con el régimen de Gadafi en ubicar y arrestar a los islamistas libios. Para embellecer y justificar a Gadafi, no faltaron los militantes izquierdistas que lo presentan como a un viejo luchador antiimperialista y a la OTAN y USA como bandidos y ladrones que “atacan a Libia” ―negando que allí existe una guerra civil― para hacerse del petróleo. Una explicación bastante ridícula y manoseada ya que Gadafi les vendía el crudo a los países europeos a precios inferiores al establecido por la OPEC y después de Gadafi nadie le puede asegurar a los europeos que los libios van a mantener esos precios.
Algunos se han quedado en el pasado y no han visto o no han querido ver la realidad de Libia. Una vez mi madre me dijo que no había peor ciego que aquél que no quería ver. Algo muy sabio e inteligente. Y eso les está sucediendo a muchos. Su ceguera temporal se está haciendo crónica y lueguito van a necesitar comprar gafas nuevas. Gadafi, que derrocó a un rey, se transformó a los pocos años en un rey más, ejerciendo el poder absoluto. Su revolución fue perdiendo sabor y contenido y lo que hay ahora, no es nada más ni nada menos que una dictadura personal. Al principio, consiguió el apoyo de muchos gracias a que estableció una especie de poder popular que, en la práctica, dejó de tener alguna función como no fuera reunirse y aplaudir a su líder. Claro que hay que reconocer varias medidas de corte social populistas en los primeros años de su revolución verde. Toda idea de socialismo fue erradicada y los libros de Marx y otros seguidores de ideas comunistas o anarquistas, fueron quemados y prohibidos.
Existían los comités populares (formados esencialmente por militares y por jóvenes adictos al líder que mantenía en jaque a otros mandos, gobernadores o ministros, de manera que nadie osaba rebelarse. Pero estos comités muy poco podían hacer para transformar Libia en un país en que se respetase los derechos humanos y se reprimiese el robo de las arcas fiscales como lo hizo Gadafi y su prole. ¿Es que todavía no se han enterado de los robos de Gadafi y como trasformó a su familia en multimillonarios? Esas condiciones le permitían al líder hacerse del fruto del petróleo que en gran parte pasó a su bolsillo y de sus familiares, y también de la elite más cercana a él. No existía ningún organismo que pudiese comprobar el destino de los miles de millones de dólares que entraban en las cuentas de los bancos en el exterior; sólo Gadafi tenía acceso a ellas. Lo que él hacía con los fondos estatales no eran de conocimiento público. ¿Sabía el pueblo libio que sus hijos vivían gastando el dinero de Libia en fiestecitas en países del mar Caribe, en donde se les pagaba millones de dólares a artistas de renombre mundial por cantar una o dos canciones? Lo dudo. Y claro está, no faltaran los que digan que todo esto no es verdad y sólo propaganda contra este sátrapa.
De esa forma el poder del Estado libio (que de hecho no existía) era controlado en su totalidad por Al Gadafi. Aunque le gustaba aparentar y hacía verdaderos shows teatrales, en los que hablaba del poder de las masas, que sólo existía en su imaginación. Una frase vacía para todo el público espectador. Y no se crea que no tenía éxito. Todavía hay muchos que no han despertado a la realidad o lo que es más triste, que no desean hacerlo. El mundo que han construido en base a dogmas tambalea y amenaza con derrumbarse. Como aquellos que todavía no reconocen los crímenes de Stalin y su gran responsabilidad en el derrumbe de un sistema que tanto esfuerzo y vidas humanas costó.
Todo el mundo entiende ―y si no es así, es bueno informarse de las noticias que entregan tanto la prensa pro Gadafi como la que está en contra―, que en los países árabes hay una revuelta general y que ningún país árabe está hoy libre de la furia de sus habitantes, que intentan por todos los medios obtener su libertad y el acceso a una vida más digna, y en la cual sean ellos mismos los que decidan su propio destino y no oprobiosas dictaduras, monarquías absolutistas que no han salido todavía de la Edad Media o camufladas bajo el nombre de repúblicas, claro sí, con presidentes “vitalicios” y elecciones muy singulares, en que la mayoría del pueblo no tiene verdadero acceso a la elección, sin embargo, al contabilizar sus votos obtienen el 98% de los sufragios. En el caso de Libia, Gadafi creó un mundo más claro y menos camuflado: el gobierno y el Estado libio era y es Gadafi y nadie más. Es un Estado sin Estado. Aunque simulaba que el poder del país estaba en la Jamahiriya, un sistema político que puede ser traducido como república de las masas, de manera que cualquier política errónea no era de su culpa, sino de las masas, aunque estas no tuviesen acceso real al poder. Por esa razón los revolucionarios libios desde el comienzo han estado enarbolando las banderas de la libertad, de la democracia, de la dignidad nacional, de la igualdad para todos y elecciones libres que no han existido en estos últimos 41 años. Desde luego que en la resistencia contra Gadafi no todos son musulmanes moderados, los hay que desean una república islámica, cuestión que preocupa a la mayoría de los norteamericanos.
Tal vez por esa razón, Obama enfrentado a una contradicción entre el apoyo a los derechos humanos en Libia y el apoyo a los islamistas se negó a reconocer a los cabecillas de la rebelión radicados en Bengasi como el gobierno legítimo de Libia, es decir, al Consejo Nacional de Transición. En especial le preocupa la juventud de la ciudad de Darna, que es en su gran mayoría simpatizante o integrante de las fuerzas islamistas que son, hoy por hoy, la punta de lanza del ejército rebelde que enfrenta a los gadafos. Es interesante lo que dice el joven yijadista Al Hasadi (Que fue tomado prisionero en Pakistán el año 2002 por marines de USA: “Esta vez mi causa es la liberación de mi país. Los pueblos árabes por fin han hallado el camino para acabar con las tiranías por la vía pacífica”. Al Hasadi es un combatiente preparado en la guerra asimétrica y fue un puntal en la retoma del aeropuerto regional de Labrak, durante la ofensiva de las fuerzas de Gadafi integradas en gran parte por mercenarios africanos. Este joven es hoy el comandante de un pequeño batallón de rebeldes en el frente de Ajdabiya. Este batallón recibe el nombre de “Brigada de los Mártires de Abu Salim” en recuerdo y en honor a los 1.200 islamistas asesinados en un solo día el año 1996, por orden de Gadafi, en la prisión de Abu Salim ubicada en Trípoli. De esta ciudad, en el pasado, surgieron muchos yijadistas que se inmolaron en Afganistán combatiendo a los marines de USA y a las otras fuerzas de la OTAN. Sin embargo, y entiéndase bien, ellos no vacilan en aceptar la ayuda de los bombarderos de la OTAN, de otra forma habrían sido destruidos por la superioridad en armamento y en equipo militar de las fuerzas especiales de Gadafi. Y eso parece que no lo entienden los que hablan de que se apoya a le revolución pero se condena la acción de la OTAN.
Pero, ¿Qué lucha armada es posible en un país como Libia en dónde los gadafos cuentan con abundantes armas modernas y de gran poder destructivo, abundantes municiones y armas de gran potencia y alcance, mientras que los shabab están mal armados y carecen de aviones y tanques y de artillería pesada? Si la OTAN no hubiese intervenido a favor de la rebelión, no habría más que una rebelión fracasada y una enorme masacre realizada por esas fuerzas especiales con el apoyo de mercenarios, sobre todo, entiéndase bien, que Gadafi pensaba buscar a los opositores casa por casa y asesinarlos allí mismo y así lo manifestó diciendo que haría lo que hizo Franco en España. ¿De que apoyo, de qué clase de apoyo a la rebelión hablamos entonces? Sólo son palabras huecas y sin sentido real.
Obama había declarado con bombos y platillos que les entregaría armas a los revolucionarios, claro que, antes que nada le encargó a la CIA que hiciese un estudio sobre las fuerzas revolucionarias para determinar quiénes eran y cuáles eran sus planes a futuro y, al parecer, la desilusión llegó muy luego. Se comprueba que fue así, porque no se han visto esas armas por ningún lado y no es posible ocultar eso a los periodistas que participan en extenso en el lado rebelde. Los mismos rebeldes pidieron la ayuda de la ONU para detener los ataques de la aviación de Gadafi y, por esa razón, están conformes con esa ayuda que la izquierda mundial califica de intervencionismo contra Libia, como si todo Libia estuviese enfrentando a las naves de la OTAN, lo cual está muy lejos de la verdad. ¿Por qué negar la existencia de la guerra civil? ¿Y al mismo tiempo, negar que una gran parte de la población, por no decir la gran mayoría, esté del lado rebelde? Si no fuese así, Gadafi no habría tenido necesidad de mercenarios y habría aplastado a los rebeldes en los primeros días de la rebelión, antes de la intervención de la OTAN.
Entre los que se han rebelado hay una gran juventud que pertenece a los estratos más pobres de la sociedad libia. También hay disidentes del ejército, incluso personeros que, hasta hace poco, eran miembros del propio gobierno de Gadafi. Pero también se puede comprobar que hay entre los rebeldes profesores, ingenieros, técnicos, etc. Las deserciones masivas del ejército obligó a Gadafi a contratar mercenarios traídos apresuradamente en aviones libios desde países africanos como el Chad, Nigeria y otros. Se les ofrecía una paga de 300 dólares diarios, una fortuna para ellos que ni en un año podían reunir ese dinero. Esos mercenarios son los que más tarde asesinarían sin contemplación a los rebeldes desarmados y a los opositores capturados en las ciudades bajo el régimen. Muchos de ellos han desaparecido y la policía dice en forma irónica: “ellos están bajo las arenas del desierto”. De estos mercenarios, unos 400 están en las prisiones de Bengasi.
Cualquiera que intente o que lo intentó oponerse, terminaba con sus huesos en la cárcel o fusilado. Y ni siquiera estaban permitidos los partidos políticos, y ni hablar de los comunistas o socialistas, ellos estaban excomulgados y eran perseguidos a muerte. Por esa política Gadafi le era simpático a los Estados capitalistas de todo el orbe. Incluso se le aceptaban sus rarezas y excentricidades. Como sus viajes rodeado de un cuerpo de amazonas, compuesto de mujeres vírgenes (según se establecía), dormir en una carpa en el patio de los hoteles y maquillarse como la tan conocida muñeca Barbie, vestido un poco femeninamente y usando tacones altos. Y no sólo las rarezas de Gadafi molestaba a la gente, también los excesos de sus hijos que viven en la opulencia sin haber trabajado ni un minuto de sus licenciosas vidas.
Y algunas cárceles, claro está, no todas, no eran como las que conocemos en Chile, Suecia ni en ningún país oprobioso como Israel o USA, esas cárceles libias eran subterráneos oscuros en que los presos se acumulaban como sacos en agujeros de 2 por 3 metros con escasa luz y sin camastros o cosas por el estilo, además inundadas de agua que les llegaban hasta cerca de las rodillas, lo que obligaba a esos pobres humanos a dormir semisentados o de pie, apoyados sobre la muralla de tierra. Y en cada uno de esos agujeros se metía entre 20 a 30 personas apiñadas como sacos de papa. Y eso lo pudo constatar el periodista Daniel Iriarte en persona. Muchos morían por las enfermedades, por gangrena, por infecciones terribles y nunca un prisionero era conducido a algún hospital, como ocurre hasta en las prisiones más abyectas de los norteamericanos. Y para que los opositores escarmentaran, las ejecuciones de los prisioneros políticos se mostraban en la televisión nacional.
En un solo día fueron ejecutados 1.200 prisioneros islamistas, y nadie de nosotros se pronunció sobre eso. Todos guardábamos silencio, un silencio culpable, que hoy se vuelca contra nosotros mismos, al perder el apoyo de las masas, sobre todo de la juventud intelectual. Allí no se escuchó la voz del comandante Chávez, uno de los amigos de Gadafi, tampoco la voz de Fidel, que esperábamos escuchar. Tampoco se escuchó a otros de los amigos singulares del dictador como eran Berlusconi y Aznar. Y para qué hablar del ultranacionalista ruso Chirinovski. Todos ellos tenían la boca muy cerrada. Era el amigo y había que hacer oídos sordos a estas ignominias y a estos crímenes. Y todavía existe una gran parte de izquierdistas que intentan justificar lo injustificable o que se escudan en la falta de información.
Ningún otro poder existe realmente que pueda oponerse a su “revolución verde”, que al comienzo tenía un contenido muy progresista y que después fue cambiando de color hasta convertirse en una revolución bastante oscura, y por no despreciar a la gente de color, decir una “revolución” negra. Se culpó a Libia de ser responsable del atentado contra un avión de la línea PanAm que dejó 270 muertos.
A instigación de USA de Inglaterra y Francia, la ONU le aplicó sanciones económicas y el presidente Reagan aprovechó la ocasión para ordenar el bombardeo de las ciudades de Bengasi y Trípoli. Los sátrapas de los otros países árabes se desentendieron de Gadafi y éste sintiéndose acorralado tuvo un cambio positivo para el capitalismo mundial y para USA en especial. El apoyo a la lucha del pueblo palestino, de otros pueblos o de otras organizaciones revolucionarias desapareció y todo cambió allí. Para conseguir el apoyo africano Gadafi entregó ayuda económica a algunos países, teniendo como geoestrategia la posibilidad de construir en África un Estado Multinacional, al estilo de la UE. Pero su política hacia África no prosperó como pensaba y por eso reconoció en 2003 el atentado contra la PanAm y se comprometió a pagar una inmensa fortuna a los parientes de las víctimas en ese atentado. Y para colmo, reconoció también su responsabilidad en el atentado contra un avión de la compañía francesa UTA ocurrido en 1989. Con esto había lavado su cara. Ya no era un terrorista ni cómplice de terroristas, ahora era un buen empresario con mucho dinero para invertir en los países europeos, en USA y en otros mercados. El mundo de las finanzas se había apoderado de Gadafi. Ya los empresarios norteamericanos podían instalarse en Libia y hacer buenos negocios, en un país muy “tranquilo” y en donde el pueblo vivía “feliz y dichoso” con su revolución verde.
Y los cambios de este camaleón no quedaron en chicas. Renunció a su programa nuclear y así dejó de ser un integrante del “Eje del Mal” como lo catalogaban los norteamericanos, junto a Irán, Afganistán, Irak y Norcorea. La geopolítica de USA se siente amenazada por los países fuera de su órbita que traten de desarrollar la energía nuclear aunque sea con fines puramente pacíficos, así USA puede en caso de apuro presionar con las armas del fin del mundo. Así pasó a ser un buen muchacho, dócil y manso a los ojos del Imperio, pero un terrible opresor con los libios que no se sometían a sus dictados.
Todo el mundo entiende que los pueblos pueden vivir muchos años bajo regímenes opresivos, pero llega un momento en que las cosas ya no pueden ser aceptadas como normales, sobre todo que las comunicaciones de hoy gracias a los ordenadores permiten ver otros mundos con otras realidades que ellos hasta aquí sólo consideraban como sueños, embaucados por sus corruptos e ineptos gobernantes que lo único que hacían era robarse el dinero de las arcas fiscales y abrir jugosas cuentas bancarias en los paraísos para ladrones de gran categoría establecidos en los bancos de Suiza, de la isla de Main o en ciertos bancos del Caribe. Frente a estos abusos, muchos rechazamos indignados cualquier defensa de estos sátrapas, aunque se camuflen bajo consignas revolucionarias y actitudes, a veces de carácter progresistas, que han tenido hoy o en el pasado como es el caso del criminal sátrapa Al Gadafi.

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