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miércoles, 7 de septiembre de 2011

El 11 S tuvo efectos radicales sobre los militares de EE.UU.

El 11 S tuvo efectos radicales
sobre los militares de EE.UU.


Los ataques del 11 de setiembre transformaron al Pentágono, al causar estragos al icónico edificio y crear las condiciones para dos guerras largas y costosas que reordenaron la forma en que combaten las Fuerzas Armadas estadounidenses.

En comparación con hace una década, el Ejército es más grande, está más vinculado a la CIA, más fogueado al enfrentarse a terroristas y es más respetado por la opinión pública estadounidense. Pero sus miembros también están cada vez más cansados de la guerra, se suicidan a un ritmo alarmante y entrenan menos para la guerra convencional.

La parte destruida del Pentágono fue restaurada con notable rapidez después de que el secuestrado Boeing 757 de American Airlines se estrelló contra su lado oeste, lo que provocó un incendio en el edificio y mató a 184 personas. Pero recuperarse de la tensión de combatir en Irak y Afganistán tomará mucho más tiempo, posiblemente décadas.

Los líderes del Pentágono tendrán que adaptarse a una nueva era de austeridad después de una década en la que el presupuesto de defensa se duplicó, hasta casi 700.000 millones de dólares este año.

El Ejército y la Infantería de Marina en particular, ambos todavía comprometidos en Afganistán, tendrán que luchar para volver a entrenar, armar y revitalizar sus extendidas fuerzas incluso a medida que los presupuestos comienzan a encogerse. Y los propios soldados se enfrentan a un futuro incierto; muchos están marcados por la presión mental de la batalla, y algunos enfrentan la transición a la vida civil en un momento de crisis económica y alto desempleo. El costo de la atención a los veteranos será más alto.

El problema no era la paz el 11 de setiembre de 2001. En ese momento, los militares se centraron casi exclusivamente en amenazas externas. Las defensas aéreas vigilaban los aviones y misiles que podrían atacar desde lejos; se prestaba poca atención a la posibilidad de que terroristas secuestraran aviones de pasajeros para usarlos como misiles.

Eso cambió con la creación del Comando Norte de Estados Unidos en 2002, que ahora comparte la responsabilidad de defender el territorio estadounidense con el Departamento de Seguridad Nacional.

El terrorismo no era un nuevo reto en 2001, pero la escala de los atentados del 11 de septiembre provocó un cambio de mentalidad, de la defensa al ataque. Se invadió Afganistán el 7 de octubre en una campaña militar no convencional que se coordinó con la CIA.

Eso fue el preludio de uno de los efectos más profundos del 11 de setiembre: un cambio de énfasis en las Fuerzas Armadas, de la lucha convencional en que un ejército combate contra otro, a la ejecución de cacerías de oscuros terroristas, más secretas e impulsadas por la Inteligencia. Ese cambio fue importante, pero llegó gradualmente, mientras los servicios militares se aferraban a sus formas de la Guerra Fría.

Las fuerzas militares se hicieron más grandes en la última década, pero el crecimiento ha sido desigual. El Ejército pasó de cerca de 480.000 miembros en 2001 a 572.000 este año, y la Infantería de Marina pasó de 172.000 a 200.000, aunque ambos están en condiciones de reducirse de nuevo en breve. La Fuerza Aérea y la Marina, por el contrario, se achicaron. La Fuerza Aérea perdió cerca de 20.000 puestos desde el año 2001 y la Marina perdió unos 50.000.

En términos porcentuales, el mayor crecimiento en las Fuerzas Armadas ha sido en las unidades de élite, secretas, conocidas como fuerzas de operaciones especiales. Y a pesar de que el alcance global de al-Qaeda ha disminuido, es probable que el creciente papel de las fuerzas de operaciones especiales continúe.

En total, esas fuerzas aumentaron de 45.600 en 2001 a 61.000 hoy.

Tras una década de guerras, las Fuerzas Armadas en su conjunto son vistas más favorablemente por la opinión pública estadounidense. Una encuesta de Gallup en junio encontró que el ejército es la institución nacional más respetada: un 78% de los encuestados expresaron una gran confianza en él. Eso representa 11 puntos por encima del promedio histórico de Gallup, que se remonta a la década de 1970.

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