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jueves, 24 de noviembre de 2011

El militarismo de Obama

El militarismo de Obama
Etiquetas: EE.UU, obama, pentagono

La Estrategia Nacional Antiterrorista de junio de 2011 coloca a los aviones teledirigidos en el centro de la política exterior de EEUU. Este avión se está convirtiendo en el símbolo de un mundo que ya no es plano, sino que está lleno de nuevos muros que intentan contener el desorden. El nuevo rostro de la violencia estatal es el avión teledirigido moviéndose silenciosamente por los barrios marginados del planeta.


La publicación, el mes pasado, de la Estrategia Nacional Antiterrorista ha alegrado a muchos liberales en Estados Unidos. Por fin, los fantasmas de la administración Bush han sido exorcizados. Por fin, el presidente habla de la ley y los aliados, en vez de la guerra y el “eje del mal”. Junto con el reciente anuncio de un calendario para poner fin a las operaciones de combate en Afganistán, los liberales se han entusiasmado con el aparente cambio en la estrategia de seguridad nacional. Estos sentimientos son comprensibles, si tenemos en cuenta el lodazal en que ha estado sumida la política exterior de EEUU en la última década.

Sin embargo, aquellos que aplauden el nuevo anuncio como un realineamiento fundamental no se dan cuenta de que las autolimitaciones de EEUU son, en muchos casos, importantes extensiones en la autorización del uso de la fuerza contra “espacios no gobernados”. El símbolo de esta expansión de poder es el avión teledirigido Predator, que mantendrá el orden en estos espacios no gobernados mediante ataques quirúrgicos de un ámbito ilimitado.

Los aviones teledirigidos son las armas perfectas en el mundo posterior a la Guerra Fría, en la globalización que ha comprimido nuestras nociones de tiempo y espacio, y ha convertido en caótico un entorno internacional anteriormente predecible. Los aviones teledirigidos, que pueden moverse a gran velocidad por grandes espacios geográficos, son la última herramienta de una policía global que aspira a mantener el orden a lo largo de grandes distancias. Como tal, la nueva estrategia norteamericana supone un alejamiento crucial, y una culminación, del paradigma estratégico del Pentágono para la era posterior a la Guerra Fría.


Una era que carece de límites


La carta del presidente Obama que prologa el documento es un mensaje de límites. Mientras que el régimen anterior adoptó una política abiertamente beligerante de invasión y transformación del mundo, el actual defenderá un enfoque organizado en torno a “objetivos realistas y concretos”. El más importante de estos objetivos es la insistencia en que Al Qaeda es el enemigo, un cambio insistentemente solicitado por los consejeros políticos. Se plantea, entonces, la cuestión de definir qué es Al Qaeda. Si Al Qaeda opera no solo en Afganistán y Pakistán, sino también en Yemen e Irak, e incluso ha dado lugar, como ha dicho un diplomático francés, a franquicias, perseguir a Al Qaeda no sirve para limitar las misiones de EEUU. De hecho, el documento añade organizaciones vinculadas ideológicamente con Al Qaeda, pero señala que, no obstante, no deben confundirse con esta última.

Por otra parte, los escenarios de combate descritos en el documento están muy dispersos. El Departamento de Defensa se reserva el derecho de atacar en el norte de África, la Península Arábiga y en Asia Central, Meridional y Occidental. Obama ha retirado la frase “guerra global contra el terror” y anunció en 2008 que la guerra de Irak había terminado. Pero la administración ha incrementado el uso de los aviones teledirigidos sobre todo en Irak. Los ataques quirúrgicos son, a largo plazo, potencialmente peores que los anteriores esfuerzos antiterroristas. La devastación causada por la guerra se limita, de forma ostensible, a un territorio y se topa con el descontento público por la muerte de soldados estadounidenses. Los ataques de los aviones teledirigidos son de baja intensidad y su facilidad de manejo hace que la guerra futura sea potencialmente una guerra sin límites de tiempo ni de espacio. Además, la ausencia de víctimas estadounidenses protegerá a los ataques frente a la opinión pública.

Los aviones no tripulados no son una mera táctica, una herramienta más del arte de la guerra. Son instrumentos estratégicos que cambian la misma naturaleza de la guerra y el contexto geopolítico en que esta se inserta. Estos aviones militarizan los espacios sociales globales de una forma cualitativamente nueva.


Controlar el tiempo y el espacio

Desde finales de la Guerra Fría, la estrategia del Pentágono ha sido poner orden en los “espacios no gobernados” que son caldos de cultivo para fuerzas antisistema. El futuro no es la guerra entre estados. Al contrario, el Pentágono se centra en gentes desplazadas (los “perdedores” de la globalización), cuyas protestas se traducen en conflictos. Los últimos 30 años de globalización han visto una transformación crucial en la forma que las personas experimentan el espacio y el tiempo. En lugar de unos espacios sociales y una existencia temporal más o menos estables y predecibles, tenemos un flujo constante. El mundo familiar de los estados se ha convertido en algo más parecido a una red de “ciudades globales”, como Nueva York y Londres, en las que se han concentrado la riqueza y el poder, rodeadas por grandes áreas de pobreza que constituyen lo que Mike Davis ha llamado el “planeta de los barrios marginados”.

Esta estructura está lejos de ser estable, como lo ha demostrado la actual crisis financiera. Los estados que aspiran a controlar el globo, a poner orden en un entorno desordenado, se enfrentan con un problema fundamental: las viejas guerras de posiciones, las viejas estrategias de la realpolitik y las viejas tácticas de batallas de tanques y disuasión nuclear, ya no valen. Gracias a un avance tecnológico, los aviones teledirigidos resuelven lo que, durante décadas, ha sido un dilema estratégico en los círculos militares. Nuestras concepciones del tiempo y el espacio han cambiado radicalmente, y esta es la razón por la que los aviones teledirigidos son algo más que una mera táctica. La decisión de alejar a las tropas del campo de batalla y de evitar las invasiones terrestres no forman parte de un cambio “progresista” de la anterior política exterior agresiva, sino una adecuación lógica al desorden en un mundo globalizado.

Al final, la Estrategia Nacional Antiterrorista de junio de 2011 coloca a los aviones teledirigidos en el centro de la política exterior de EEUU. Este avión se está convirtiendo en el símbolo de un mundo que ya no es plano, sino que está lleno de nuevos muros que intentan contener el desorden. El nuevo rostro de la violencia estatal es el avión teledirigido moviéndose silenciosamente por los barrios marginados del planeta.

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