Esto es el Islam
El islam de nuestros abuelos
Pensamiento - 02/08/2011 8:02 - Autor: H. S. Sa´îd b. Aÿiba al Andalusí - Fuente: WebislamVota:- Resultado 36 votos | Más... Etiquetas: islam, etimologia, religion, din, fitra, unidad
Portada del libro 'El islam de nuestros abuelos'Islam, musulmán, los vocablos árabes y nuestra dificultad. Etimología de algunos conceptos
Antes de explicar el significado de los términos en lengua árabe, y con el propósito de que el lector tenga garantías de fidelidad en las traducciones, aclaramos que nos hemos servido para ello del diccionario de Ibn Mansur, titulado “Lisan al-´Arab”, editado en El Cairo en 1.975. El vocablo con el que nos referimos a algo para denominarlo debe de contener en su significado el total de aquello que nombramos, de lo contrario se genera el engaño, la confusión que surge de la divergencia entre la realidad sustancial del objeto -el contenido-, y su denominación (el nombre) como continente.
Es frecuente, en nuestra cultura popular, emplear vocablos que significan una cosa para expresar otra, son expresiones que no se corresponden con lo esencial de aquello que queremos definir. Debido a esta deformación lingüística hay ocasiones en las que padecemos una cierta confusión, al no haber verdadera correspondencia entre la palabra y su significado.
Si decimos “religión” la mayoría de las personas pensarán en una sucesión de ritos y creencias, pero quizás no sepan que su verdadero significado es el de
“reunir”, del latín “religare”. Es decir volver a unir “aquello que fue separado”. Así podemos saber que una religión es un método pedagógico compuesto por ejercicios que son los ritos y creencias.
Pero su objetivo no son los tales ritos -pues estos no deben de ser otra cosa que un vehículo-, sino la reunificación entre el Creador y su criatura. Y podemos deducir de ello, lógicamente, que si una “religión” no se muestra como el método adecuado de “reunir”, no puede ser considerada como tal.
Así pues, cuando las prácticas litúrgicas de la religión dejan de ser un medio para convertirse ellas mismas en un fin, en el centro de la atención, la religión ha perdido su propósito.
La religión, en según que épocas de la historia, ha servido alternativamente tanto para contener la barbarie de los pueblos, como para ilustrarlos, en ambos casos la influencia ha sido positiva. Pero también, y no con poca frecuencia, ha sido una óptima herramienta para sojuzgarlos, produciendo así un efecto negativo, “el opio del pueblo”.
La religión no es otra cosa que un inspirado método de pedagogía integral que, incluyendo la dimensión espiritual, se convierte en un sistema de enseñanza en libertad.
Pero la religión no puede prescindir de la disciplina capaz de investigar la historia de la Revelación sin obtusos fanatismos, para comprenderla en su sencillez original, y afrontar así el hecho de que, en ningún lugar ni disciplina alguna, puede contenerse La Verdad Absoluta, o la respuesta a todas las interrogantes.
Si se nos dieran trillados todos los caminos, ¿qué dejará la religión a la responsabilidad del ser humano para ser artífice de su propio desarrollo?
Cuando aceptamos una vía de desarrollo espiritual (o mejor dicho, de desarrollo integral), hemos de afrontarla tras un serio estudio de investigación y contraste, es decir, con responsabilidad.
Es así como podremos ser estables en nuestros criterios y actuar en consecuencia, pues solo el conocimiento nos podrá permitir la plena soberanía de cuanto somos y hacemos.
Hacer o creer algo por el solo hecho de que “me lo dijeron”, no siempre es suficiente. La responsabilidad de nuestra búsqueda, la respuesta a nuestras interrogantes, y los procesos de la evolución, que de todo ello pudiera dimanar, es solo nuestra, y de nadie más. Por ello es que abogamos por la investigación que nos permita sustituir el fraude por el conocimiento y el mito por el ejercicio del saber.
Pues la Revelación no se nos da como un instrumento de esclavitud, sino como un vehículo de acercamiento a “La Casa de la Sabiduría” -Bayt al Hikma-”.
Decía Ghazzali, uno de los grandes espíritus de la Tradición Sufi; “Mas daño causa el necio con su necedad que el malvado con su maldad”.
Cuando hoy día oímos en los medios de comunicación hablar de términos como Islam o musulmán, se nos ponen los pelos de punta. Son expresiones que para muchos de nosotros equivalen a barbarie, a miseria, ignorancia, delito o suciedad. Pero entre tantas atrocidades como nos cuentan en las noticias sobre los países que se llaman musulmanes, ¿a quién no le inquietan las palabras Islam o musulmán?
Por otra parte, tanto el ciudadano andaluz, así como el español medio, hemos venido recibiendo desde hace siglos una información sobre nuestra historia que ha sido sesgada y, cuando menos, maliciosamente interpretada, ¿por quién?. La respuesta es la de siempre, el vencedor impone su versión de los hechos al vencido, esperando que, con el tiempo y el olvido, adquieran estatus de verdad histórica. ¡Como suele suceder!.
Así nuestros padres antepasados, que también fueron hijos de nuestra tierra, se convertirán en el enemigo venido de fuera, y el verdadero invasor, Visigodo del norte, será travestido de abnegado “guerrero del antifaz” que nos libera del infiel sarraceno.
Siglos de obligado silencio, de ignorancia, de cruenta persecución y desprestigio de un estilo de vida, harán el resto. A partir de aquel momento, y por causa de tan desafortunada labor destructiva, son pocas las posibilidades que quedan para recuperar “memoria”. De esta forma puede el impostor ocultar la ambición que se guarda en sus verdaderas intenciones. Y sobre los escombros de un glorioso pasado se construye una historia vil y chapucera.
Hay dos formas de entender el concepto Islam, una es la populachera y deforme idea de la que son artífices tanto los seudo musulmanes como los informadores.
La otra forma de comprenderlo, y a nuestro criterio la única válida, es la investigación seria, contrastada y desprovista de apasionamiento fanático que, aún hoy, podemos encontrar en el testamento Muhammadiano analizado en su contexto socio cultural.
Para ayudar a recuperar esa “memoria histórica o religiosa perdida”, que para el caso viene a ser lo mismo, es para lo que este pequeño libro aclara algunos
conceptos elementales que, sobre nuestra antigua cultura andaluza, el Islam, se nos transmitieron deformados.
Quiero resaltar nuevamente que, cuando me refiero a la Andalucía histórica, me refiero a todo el territorio de Al-Andalus, lo que fue la mayor parte de la Península Ibérica y parte del norte de África.
Una vez que hemos aclarado esto, lo primero que haremos será recuperar el verdadero sentido etimológico de las palabras, pues solo de esa forma conoceremos lo que de verdad se quiso significar cuando se crearon. Es decir, su contenido.
El vocablo 'islam'
Decía Juan Ramón Jiménez; “Inteligencia, dame el nombre exacto de las cosas”. Nos introducimos ahora en el concepto de lo que es “islam" como un vocablo árabe que en sí mismo contiene el total de la naturaleza de Aquello único que manifiesta, como voy explicando.
En su génesis Islam no es una parcela de la Revelación, no es una nueva doctrina, sino la síntesis de la tradición Abrahámico Sinaítica, puesta en la boca de Muhammad, y con la promulgación del respeto hacia las demás creencias.
Islam, por lo tanto, no puede ser considerado como una religión más en competencia y enfrentamiento con otras, sino como el acontecimiento religioso ó proceso de reunificación en sí mismo. Veamos el desarrollo de esta afirmación.
El vocablo árabe “Islam”, se forma desde la raíz consonante trilítera “S-L-M”.
De esta raíz procede el sustantivo “Selm”, cuyo significado es: “paz tras la confrontación”. El sustantivo “Salám” que significa paz en general y paz como
concepto de saludo. Y se forman los verbos; “Sálama”, que significa estar sano y salvo. “Sal-lama”, cuyo significado es: “saludar”, “rendirse a…”, ”someterse a…”. Y “Aslama”, que equivale a: “dejarse llevar por”, ó “convertirse a…”.
De esta traducción deducimos que 'islam' es igual a: “paz tras la confrontación del que busca y encuentra”, “sentirse a salvo, como en casa”, “sometimiento a la Dinámica Creadora”, “conversión a…”, “dejarse llevar por Esa misma Dinámica”.
En varias ocasiones vengo escribiendo sobre la universalidad del estado de Islam. Y cuando digo que Islam es universal, no sólo me refiero a que lo es en su sentido práctico de ordenamiento de lo social y de lo espiritual para todas las gentes, sino que también quiero reflejar que el Estado de Islam, en sí mismo, es de naturaleza universal.
Otra cuestión es la contradicción a la que nos enfrenta la realidad cotidiana pues, al igual que en cualquier otra forma de pensamiento –véase nuestro entorno religiosono siempre las clases dirigentes gozan de la habilidad necesaria para adaptar la práctica y presentación religiosa a todas las épocas y circunstancias.
Por esto, la realidad actual nos muestra un Islam popular que escandaliza, y que, por comparación, se hace prácticamente irreconocible en la original promulgación Muhammadiana.
Cada “religión”, además de los límites que se ha ido creando, recibe su nombre del líder que la inicia, de un topónimo, de algo o alguien. Y como dije antes, todas las reinterpretaciones surgen de una visión parcelada de un momento de la historia, con el riesgo de anclar a las personas en un costumbrismo centenario, antaño válido, pero desprovisto ya de sentido en esta nueva época.
En tanto que las religiones no contrarían la razón o las leyes universales, así como el derecho natural del ser humano, que todos conocemos, forman parte de un mismo propósito: ¡enseñar!.
Tal y como nos indica la promulgación Coránica, todas ellas participan de la historia de la Revelación por la presencia de sus inspirados maestros y profetas. El fin de la religión, como ya dije, es el de enseñar para después perder protagonismo como estructura litúrgica, si llega el caso, con el fin de centrar toda la atención del practicante en el Objetivo, que es La Divinidad = Al Lah.
Esto es de tal forma así que cuando las estructuras, las costumbres étnicas o los líderes, acaparan la atención de los fieles, restándole protagonismo al Objetivo, la “religión” deja de serlo y se convierte en una parcela ritual, o en una simple ideología más ó menos complicada de aceptar.
El concepto de religión debe de ser aplicado, exclusivamente, a aquellas disciplinas que, sin repugnar al sentido común, son entendidas como métodos de pedagogía integral, tanto en lo individual como en lo colectivo, en lo espiritual y en lo material.
Y siempre desde la libre opción, en tanto que ésta no conculque los derechos de la persona o de la colectividad.
La religión, como método, debe de ilustrar en primer lugar y, después, conducir con sencillez a las personas que, ¡libremente!, se sientan llamadas hacia la Unión Creador–criatura ya que, la práctica religiosa, es un estado opcional que bajo ningún concepto puede imponerse en contra de la propia convicción.
La religión debe de tener un solo propósito simple, enseñar en libertad, y un método básico que puede ser más ó menos adaptado en dependencia del tiempo, lugar y persona. El método sería la estructura religiosa en sí misma.
Si antes decía que la verdadera concepción de Islam no es simplemente la de una religión más entre otras, se debe a que la consideración de Islam como “estado de universalidad” es el equivalente al natural sometimiento o docilidad del total de lo creado a su Principio Creador. Islam, en este sentido, en vez de ser concebido como “otra religión” más, sería la religión como Estado en su concepto de aproximar, o reunir, aquello que fue disperso; Creador y criatura.
Esto es islam: “El estado de vida por el que se es dócil y sometido a Aquel que todo lo genera y hacia Quien todo revierte”.
El cuanto al método práctico y cotidiano –la Ibadat-, para llevar a la práctica lo ya dicho, tanto en el ámbito de lo social como de lo espiritual, el acontecimiento Islam, es Religión.
Es “Din” o vehículo de aproximación entre Creador y criatura, y está recogido en el Qorân inspirado a Muhammad (p.b.) y en la Sunna, o compendio de los
hadit, como dichos y hechos del Profeta.
Es todo aquello que, en los textos, podemos leer y entender sin dificultad, aunque en sus orígenes fuera adaptado a las costumbres y comprensión de las tribus árabes.
Islam también es el estado de paz y armonía al que llega todo cuanto existe tras el esfuerzo de la confrontación interna -Yihad- que, en los procesos de evolución de cada una de las criaturas, operan las fuerzas creadoras.
Gracias a este Yihad, o esfuerzo creador, cada criatura adquiere la naturaleza de su ser. Islam es el estado alcanzado por cualquier persona cuando, de manera responsable, se hace dócil a la dinámica del Creador impresa en sí mismo (estado original de Fitra) y por ello puede ser llamado “mumin” (creyente) ó “musulmán” (el que está a salvo y en paz).
Sobre la interpretación de los textos estudian y debaten los eruditos, los Ulemas (a semejanza de los teólogos) y los Fqih, especialistas en Fiqh, es decir; “El conocimiento organizado del contenido en la Revelación Coránica”.
Desde esta primera comprensión de los textos, elaboración posterior y aplicación sucesiva de normas, algunas de ellas puramente costumbristas, surge la idea de Islam como una religión entre otras. Repito nuevamente que, como el método “educativo” que aproxima la criatura hacia su Creador, Islam es religión, es; “Din”.
Din
Es la raíz trilítera de la que procede el verbo “daiana”, cuyo significado es el de someterse. La palabra “daîan”, equivalente a irresistible, dominante. “Dain” que significa deuda. El término “iadin”, que significa hacerse responsable de sus asuntos. Cuando decimos “iaumi din” decimos día de la recompensa, por lo tanto en este contexto, “din” equivaldría a recompensa. Y por último, “din” también significa obediencia y costumbre.
Para entender este conjunto diverso de significados posibles hay que saber primero que, en árabe, las palabras se forman, principalmente, desde raíces
consonánticas que adquieren su significado en el contexto de cada frase.
Así pues, la palabra Din equivale al sometimiento y obediencia a la ley natural impresa en cada criatura por la Dinámica Creadora.
Es decir, todo cuanto existe tiene su “din”, su “religión”. Pero el Din, la ley natural con la que todo cuanto existe “nace”, también puede ser llamada “Fitra”. Los seres humanos, al ser criaturas dotadas de Conciencia y voluntad, pueden, dominados por el ego, el “nafs”, alterar su Fitra, su Din original. Así pues la Revelación, o religión como ampliación del Din original, nos es dada con el fin de asistir a nuestra Conciencia en las rutas del Conocimiento y posterior acercamiento al Principio Creador.
Por lo tanto, en cuanto al ser humano se refiere “Din” es, además, la aceptación responsable y puesta en práctica de la Sabiduría contenida en la Revelación. Pues el conjunto de ambas, ley natural y Revelación, nos dan el concepto global de Religión o Din, formando así el método que puede reunir de nuevo “aquello” que fue separado.
En definitiva, y con otras palabras, “din” y “religión” vienen a significar lo mismo; la unificación entre criatura y Creador.
Fitra
Tiene su origen etimológico en el verbo “Fatara”, equivalente a; “poner las bases...”, “crear”, “tendencia innata”.
Por lo tanto, todo cuanto existe tiene “sus bases”, “el código impuesto”, el Din por el que todo “actúa” conforme a lo que es.
Aplicado este concepto para el ser humano, en sentido figurado, viene a significar; “La Fitra es semejante al código, a las cualidades que la Acción Creadora ha dejado impresas en el ser consciente en su estado primigenio de inocencia”.
Pero como decía, sabemos que en el uso de nuestro libre albedrío no siempre damos contestación adecuada a “ese Código”. La malformación educacional, la manipulación de las conciencias por parte del sistema, la creación de prejuicios, etc., son causantes de nuestro “desarreglo”.
Podemos detectar la existencia de “Eso Otro original” desde el inicio mismo de nuestra búsqueda, no importa cuando comenzara ni por qué derroteros fuera.
El mismo deseo de búsqueda “es” ya un claro indicativo de haber escuchado “la primigenia llamada impresa” la Fitra o Din primero que, como “religión natural”, nos advierte claramente de un vacío interno no satisfecho.
La identificación interna de nuestra verdadera Fitra es una labor perfectamente posible que nos exige constancia, pero no será difícil para una conciencia bien formada.
Una vez encontrada la naturaleza original, que nos es propia, no es difícil encontrar el Din, la religión que, como guía, nos ha de alumbrar el Recto Sendero de la evolución y acercamiento al Principio Creador. Nadie nos obliga, nadie nos pide cuentas, Al Lah siempre espera. Él es el Paciente, pero es nuestra decisión, día a día, la que determina si en este periodo de nuestra existencia alcanzaremos o no la meta propuesta.
Así pues, si somos verdaderamente coherentes con nuestro destino, para y por el que hemos sido llamados a la existencia, esto es, a cerrar el círculo y acceder a la Unidad, ningún conocimiento posible es prescindible, y este tampoco.
Por esta razón decía Muhammad (p.b.); “Buscad la Sabiduría, aunque para encontrarla tengáis que viajar lejos”.
El ser humano, cuando se aleja de su objetivo creacional por una malformación educativa durante la infancia, o por propia voluntad como adulto, deja de ser dócil al propósito de la Creación en él. Por lo tanto abandona el estado de docilidad, la Fitra o el Din primordial, o lo que es lo mismo “el estado de musulmán”, ante la acción Creadora, a no ser que lo recupere con un gesto estable de reconocimiento.
Así, cuando una persona acepta en su vida el estado de Islam trascrito por el magisterio de S. Muhammad (p. b.), no decimos que se convierte al Islam, sino que recupera el estado de Islam ó estado original de Fitra perdido. A partir de aquí podemos decir que retorna a su ser musulmán, o a su ser dócil, (que es lo mismo) por haber recuperado así el estado primigenio.
Para evitar en lo posible la probable aversión tradicional hacia algunas expresiones, no viene mal recordar aquí que estoy haciendo uso de la significación etimológica de los vocablos árabes. Esta es una forma de recuperar el significado en sus orígenes, que no siempre concuerdan con los presentes.
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