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domingo, 27 de noviembre de 2011

Religión, Terrorismo, Guerra y la Necesidad de Una Ética Global

Religión, Terrorismo, Guerra y la Necesidad de Una Ética Global
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Malo Bueno
escrito por Bekir Karliga
05.01.2006
El terrorismo, que se manifiesta como un medio de rebelión contra el mundo unipolar que emergió tras el colapso de la Unión Soviética y el fin del periodo bipolar, se ha convertido en una catástrofe global desde el advenimiento del 11 de septiembre.
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El terrorismo, que se manifiesta como un medio de rebelión contra el mundo unipolar que emergió tras el colapso de la Unión Soviética y el fin del periodo bipolar, se ha convertido en una catástrofe global desde el advenimiento del 11 de septiembre. El hecho de que el único poder soberano que se ha propuesto luchar contra el terrorismo considere que se trate de un asunto bélico, no sólo ha hecho que la humanidad ”y en especial el Oriente Medio” se enfrente a la amenaza de la guerra una vez más, sino que también ha conducido a un abandono y a un rechazo de los valores humanos. Por consiguiente, los principios de «ética universal», que constituyen la meta de las Naciones Unidas, institución fundada tras la desgarradora experiencia de las dos guerras mundiales, han sido violados y ha surgido una inquietud de proporciones globales. Ante estos eventos, los valores éticos y religiosos han vuelto a adquirir una vez más gran importancia.
La religión
La religión puede ser más o menos definida como el conjunto de las reglas y principios establecidos por Dios para guiar a la humanidad hacia la felicidad en este mundo y en el siguiente.
La historia de la religión comienza con la historia de la humanidad. Las primeras explicaciones proporcionadas por la gente respecto a lo que les rodeaba ”de lejos o de cerca” estaban basadas en la religión. Esto hizo que la religión jugase un papel primordial en áreas cultivadas por la humanidad a lo largo de la historia, tal y como la ciencia, la cultura, el arte, las leyes y la ética.
La religión posibilita a las personas descubrir los nobles y transcendentes valores que se hallan ocultos en lo más profundo de sus naturalezas y sentir una satisfacción especial.
Las ideas que de algún modo no convergen con la religión son inevitablemente unidimensionales y carecen de la capacidad de explicar la existencia como un todo. Por otro lado, la religión que carece de sabiduría tiene como resultado el aprisionamiento del individuo en moldes angostos y una pérdida del valor de la vida, en lugar de alcanzar la meta deseada, es decir, la apertura de horizontes y la superación de uno mismo.
Sin una creencia, la gente no puede determinar su identidad propia, y tampoco pueden comprender su lugar, papel y estatus en el universo. Es un hecho claro que el género humano es la criatura más valiosa e importante del universo. El elemento que le hace posible al ser humano poseer dicha importancia y valor es su estructura espiritual, no su estructura física. En cuanto a nuestra dimensión física, compartimos muchas características con otras criaturas. Al igual que otros organismos, nuestros cuerpos también están compuestos de células, genes y tejidos. Pero lo que nos hace especiales es nuestra capacidad de pensar, creer, adquirir conocimiento y el hecho de ser conscientes de dichas habilidades; es decir, que los humanos somos seres conscientes. Gracias a esta cualidad, podemos hacer abstracciones y formular conceptos generales, además de poder determinar pensamientos y acciones. Estos valores conforman las creencias y las normas.
La condición espiritual y física (el alma y el cuerpo) del género humano forman una entidad completa. Las creencias falsas y las ideologías rígidas intentan destrozar esta entidad bien haciendo que las personas sean seres abstractos con alma solamente, o bien haciendo que sean seres físicos con sólo un cuerpo. Esto, a su vez, ha llevado a la creación de falsas concepciones sobre la existencia en su totalidad. La meta esencial de las religiones divinas es reunir esta existencia escindida dentro de un marco de «conocimiento y sabiduría». Pero, a veces, incluso las religiones se alejan de su esencia y se convierten en dogmas. Ello ocurre cuando no consiguen cumplir la misión original para la que fueron creadas. Cuando esto sucede, las religiones bien se convierten en una rígida ideología o bien en una colección de rituales vacíos.
Según el famoso erudito musulmán, Imam Shatibi (fallecido en 790), el objetivo fundamental de la religión es beneficiar a la humanidad en esta vida y en la próxima. Por lo tanto, quedan incluidos dentro de los objetivos fundamentales de la religión el preservar la fe, la vida, la riqueza, la descendencia y el intelecto:
En todas las religiones, las responsabilidades conferidas al ser humano están para proteger estos tres elementos: los Requisitos (Az-Zaruri), lo Necesario (Al-Hayi) y lo que mejora (At-Tahsini).
Los Requisitos (Az-Zaruri) entrañan aquellos elementos que tienen que estar presentes a fin de se produzcan beneficios en los aspectos religiosos y seculares de la vida¼ Si dichos elementos no se dan, las funciones mundanas no pueden llevarse a cabo, se deterioran, reina la anarquía, lo cual puede llevar a veces a que se extinga la vida. Del mismo modo, se pierde la salvación en la próxima vida, al igual que cualquier favor que haya sido concedido, siendo el resultado final la decepción. (Fe, vida, mente, descendencia y riqueza son los requisitos que han de ser protegidos del peligro – Nota del Editor).
La protección de los requisitos se puede conseguir de una de las siguientes maneras. La primera manera es estableciendo sólidos cimientos, reforzando los pilares ”esto significa mantenerlos como es debido mediante los elementos ya presentes en la vida”. La otra manera es encargarse de cualquier deficiencia, o sea, mantener los requisitos tomando medidas que eviten que desaparezcan dichos elementos. Por ejemplo, la fe, la declaración de fe, dar limosna, la peregrinación, ayunar y otros modos similares de adoración están encaminados a la protección de la religión como fenómeno. Comer, beber, cocinar y hábitos similares están destinados a la protección de la mente y el alma como fenómenos. El comportamiento público está dirigido hacia la protección de las pertenencias y la descendencia; mientras las costumbres o las pautas de comportamiento están destinadas a proteger la salud mental y espiritual a través del establecimiento de ciertos modos de conducta. Los castigos, que están destinados a alentar las buenas acciones y evitar las malas, proporcionan protección manteniendo fuera de la sociedad y del individuo ciertos elementos negativos. La Sharia tiene cinco objetivos esenciales, a saber: la conservación de la fe, de la vida, de la propiedad, de la descendencia y de la mente. Se dice que estos elementos básicos son considerados en todas las religiones como derechos esenciales que han de protegerse.
Lo Necesario (al-Hayi) constituye aquello que se necesita para erradicar las dificultades y los problemas que surgen generalmente como resultado del incumplimiento de las necesidades físicas o metafísicas de la gente, tanto en lo social como en lo personal. Cuando dichas necesidades no se cubren, se sufren dificultades y surgen problemas. Sin embargo, las dificultades aquí mencionadas ”que surgen cuando dichas necesidades (tanto materiales como abstractas) no se cubren” no causan el mismo daño que las cometidas contra el bien común. Estos elementos, que pueden ubicarse en el círculo de los Requisitos, figuran en el ámbito de la adoración, los hábitos, el comportamiento y el castigo. (La ablución seca para los que no pueden encontrar agua, estar exento de ayunar cuando se está de viaje o rezar sentado cuando no se puede físicamente estar de pie, son considerados como Necesidades – Nota del Editor).
Por otra parte, los elementos destinados a la Mejora (at-Tahsini), consisten en adoptar las costumbres apropiadas y buenas y apartarse de las costumbres vergonzosas y las malas, que son evitadas por la gente con sentido común. Estos tipos de comportamiento son calificados y denominados «virtudes morales públicas»; y las condiciones válidas para las dos categorías anteriores (los Requisitos y lo Necesario) lo son también para ésta (Shatibi 2:4).
Por lo tanto, es imposible que exista un concepto de religión si no se cumple con uno de esos tres principios universales de la religión. Pero desafortunadamente, tanto en el pasado cono hoy en día, tanto la religión como los valores considerados sagrados por ésta parecen estar detrás de fenómenos negativos tales como la agresión, el terrorismo y la guerra. De hecho, lo que más daño hace a las religiones ”mucho daño” es esta amarga realidad. A fin de remediar esta negativa situación y salvar a las religiones de ser usadas como motivo de enemistad, los lideres de las religiones mundiales deben unirse y caminar hacia la paz interreligiosa, la tolerancia y el diálogo.
Terrorismo
El terrorismo es un crimen contra la humanidad. La «religión» y el «terrorismo» son conceptos que nunca pueden estar juntos, ya que todas las religiones niegan y condenan el terrorismo. El terrorismo no es únicamente un crimen en sí mismo, ya que contiene otros cinco crímenes. El terrorista comete un crimen contra el Creador, contra la humanidad como especie, contra la persona contra la cual es dirigido el ataque terrorista, contra él mismo y contra la comunidad a la que pertenece.
Según el Islam, la humanidad ha sido honrada (Al-Isra' 17:70), ha sido creada por Dios en la mejor forma y naturaleza (At-Tin 95:4). Ya que Aquel que da la vida y la muerte es Dios (Al Imran 3:156), está prohibido matar: No mates a quien Dios ha hecho inviolable, excepto por una causa justa (Al-Anam 6:151). Nadie puede llevarse la vida que Dios ha dado. Por lo tanto, quien matara a alguien, sin ser a cambio de otro o por haber corrompido en la tierra, sería como haber matado a la humanidad entera (Al Ma'ida, 5:32).
Por otra parte, según el versículo Gastad en el camino de Dios, que vuestras manos no os echen a perder y haced el bien (a los demás). Es verdad que Dios ama a los que hacen el bien (Al-Baqara 2:195), nadie tiene derecho ni siquiera a ponerse a sí mismo en peligro. Según este versículo nadie tiene derecho a matarse a sí mismo: Y no os matéis (o destruyáis) a vosotros mismos, pues Dios ha sido siempre compasivo con vosotros (An-Nisa 4:29). Por consiguiente, sea cual sea el motivo, en el Islam, «la prohibición de hacerse daño a uno mismo y a los demás» es una regla general; y el asesinato de gente inocente es un crimen imperdonable contra la humanidad.
En el Islam, los derechos se dividen en tres categorías: «derechos de Dios», «derechos de la gente» y «derechos mixtos». Los dos primeros juegan un papel importante.
Los derechos de Dios consisten generalmente en creer en Él y en adorarle, además de los derechos referentes al bien y el orden comunes, sin incluir los individuales y comunitarios. El concepto puede ampliarse más a fin de incluir en los derechos de Dios los de todas las criaturas vivientes e inertes.
El derecho a la vida se considera también derecho de Dios, no del individuo. Por esa razón, los derechos de Dios no pueden estar sujetos al perdón ni pueden ser exonerados, como ocurre con otros derechos. Dichos derechos no pueden ser abolidos ni alternados por las personas ni por los gobiernos. Sólo Dios puede perdonar las transgresiones contra Sus derechos.
Los actos terroristas llevados a cabo en los últimos años ”a veces como manifestación de rebeldía contra los valores modernos y otras para hacer que las opiniones sean oídas” y los actos suicidas individuales y colectivos están prohibidos por el Islam. Sea cual sea la razón, el individuo no tiene derecho a actuar de ese modo. Algunos de esos incidentes están originados por una falta de comprensión o una mala interpretación de la religión, mientras que otros son producto de la carencia de un conocimiento certero y fidedigno de la religión.
El hecho de que este tipo de actos sean ahora más comunes es algo que debe ser examinado. Sea cual sea el propósito de dichos actos, las razones que llevan a una persona a cometer un acto terrorista han de ser descubiertos y erradicados pues se trata de un deber primordial de la humanidad. Tomárselo a la ligera, hacer caso omiso de ello por nimiedades y apoyar a quienes cometen dichas acciones ha de ser también considerado como un crimen contra toda la humanidad.
Por otro lado, tampoco hay que olvidar que el narcisismo y los sentimientos agresivos juegan un importante papel en el comportamiento de la persona. Cuando el sentimiento de «autoestima», emoción que le permite a la persona auto-protegerse, es amenazado, el resultado es generalmente un estado de vergüenza o una conciencia herida que hace que la persona emprenda una acción agresiva a fin de reconstruir dicha emoción. Además, la «ignorancia» o el conocimiento insuficiente o falso alimentan la intolerancia. Ésta, a su vez, prepara el terreno para el fanatismo, y el fanatismo deja la puerta entreabierta para que entre el terrorismo. Cuando el ámbito en el que reina la ignorancia es la religión, la situación se hace mucho más compleja. La gente que no está bien informada sobre sus propias creencias no puede efectuar una sana y correcta correlación entre los valores en los que cree y la vida que lleva. Pierden su conexión con la vida y empiezan a adoptar un comportamiento ilógico; o bien empiezan a despreciar sus valores y a desarrollar complejos de inferioridad. Ambos no son más que comportamientos descarriados.
De hecho, el terrorismo es la consecuencia de circunstancias desespe-radas donde no se puede desarrollar solución alguna. Las circunstancias desesperadas son producto de la ignorancia, mientras que la impotencia surge de la carencia de los medios necesarios. Los individuos, y las sociedades, que no están suficientemente equipados en materia de educación y sabiduría intelectual causan más problemas que soluciones y son más susceptibles de ser objeto de abuso de los demás. Por otra parte, los problemas que surgen de la incapacidad de utilizar los recursos disponibles dan lugar a la impotencia, la cual desemboca en agresión.
El hecho de que el concepto de yihad sea invocado en relación a actos terroristas, actos bastante populares en el mundo islámico por diversas causas, han hecho de este concepto un tema de debate actual.
Yihad
Etimológicamente, la palabra yihad significa diligencia, prueba, desgaste, extraer mantequilla de la leche o sentir hambre. En cualquier lucha, se activa la fuerza y se aplica el esfuerzo. Es en este sentido en el que yihad también viene a significar guerra activa. Sin embargo, cuando todos los significados citados se toman en consideración, yihad adopta cuatro dimensiones diferentes:
a) . Una dimensión defensiva: Este concepto se asocia normalmente a los términos yihad, ghaza y harb. Aunque la palabra yihad y sus conjugaciones se repiten 34 veces en el Corán, sólo cuatro acepciones se refieren directamente a la guerra[1]. No obstante, al encontrarse los versículos que citan el yihad en pasajes relacionados con la guerra, dicha acepción tiende a ser la interpretación preeminente.
b) . Una dimensión psicológica: Los pensadores musulmanes, y en particular los sufíes, usan el término muyahada, proveniente de la misma raíz, para expresar la dimensión espiritual de la yihad el cual es clasificado en tres categorías: muyahada contra el enemigo, que es yihad; la muyahada contra el Diablo, que es taqwa; y la muyahada contra los deseos corporales que es riyaza (austeridad). Son diez los versículos del Corán referidos a esta última categoría[2].
c) . Una dimensión intelectual: Esto está expresado en términos de iytihad (interpretación) y tafakkur (contemplación). Iytihad significa realizar un gran esfuerzo para alcanzar una meta difícil. Los juristas islámicos definen el término iytihad así: Esfuerzo realizado por un jurista para llegar a un decreto religioso basado en casos provenientes de suposiciones secundarias. Esto es, el esfuerzo realizado por un experto musulmán en leyes a fin de llegar a una decisión haciendo uso de todas sus capacidades intelectuales, tanto en asuntos religiosos como no religiosos[3].
d) . Una dimensión social: Eso implica servir a toda la comunidad y luchar contra la injusticia. En este sentido, la palabra yihad significa ayudar a la gente y luchar para prevenir las acciones injustas[4].
Hay muchos hadices que están relacionados con el aspecto psicológico del yihad. Se narra que tras haber regresado de una batalla, el Profeta dijo: «Regresamos de la yihad menor a la yihad mayor»[5]. Asimismo, el Profeta dijo: «El muyahid es el que hace yihad contra su ser carnal»[6]. El siguiente hadiz clarifica el aspecto social de este concepto: «El Mensajero de Dios preguntó a uno de sus Compañeros que quería participar en la yihad (en el sentido bélico de la palabra) si sus padres estaban aún con vida. Tras recibir una respuesta positiva, el Profeta le dijo a ese hombre que hiciese yihad por ellos (o sea; que les sirviese en lugar de ir a la guerra)»[7]
El Profeta dijo en una ocasión: «Los que trabajan para las viudas y los pobres son como los que hacen yihad por Dios»[8]. También dijo: «La mayor yihad es decir lo que es justo y verdadero ante un gobernante opresivo»[9]. En cuanto al aspecto intelectual de la yihad, hay muchísimos hadices que promueven la contemplación, la investigación y la adquisición tanto del conocimiento religioso como del no religioso.
Como puede verse, en el Islam, las dimensiones social, psicológica, intelectual y humana de la yihad son más acusadas que la relacionada con la guerra. En la literatura islámica, yihad no se refiere necesariamente a la guerra. La palabra ha empezado a significar guerra únicamente por que las comunidades emplean todo su esfuerzo y poder cuando han de combatir contra un enemigo. En el Corán, existen otras palabras para referirse directamente a la guerra, como qital, harb, muharaba y ma'raka. Tal y como ha indicado el prestigioso erudito musulmán Hamidullah, las guerras que no cumplen los propósitos que Dios ha establecido son ilegítimas en el Islam. Las guerras que entabló el Profeta tenían como propósito defenderse, castigar a los que se habían aliado con el enemigo o los que habían traicionado a la comunidad musulmana violando acuerdos previos y para la protección del territorio musulmán (Hamidullah 1995, 222-223). Por eso, el propósito de las conquistas musulmanas nunca ha sido la mera agresión, el asalto o el saqueo, sino más bien ha sido crear un entorno donde la gente pudiese elegir libremente el sistema de creencia que deseasen seguir. Por lo tanto, los conquistadores musulmanes dejaban a las gentes de otras tierras escoger libremente entre hacerse musulmanes o vivir bajo el gobierno musulmán pagando el impuesto de capitación (yizya), que constituye la alternativa al zakat y a la sadaqa que han de pagar los musulmanes.
El Islam siempre ha exigido desde el principio que los no musulmanes fuesen bien tratados en las tierras donde los musulmanes gobernasen, ya sean habitantes de la región y ciudadanos del estado conquistado o se asentasen ahí con posterioridad. En particular, había que tratar bien a los cristianos y a los judíos, ya que se les considera Gente del Libro. Se narra que incluso en su último suspiro, el Profeta advirtió a su gente que tratase bien a los no musulmanes. Ha sido transmitido que dijo: «Los que maltraten a los cristianos y a los judíos tendrán que vérselas conmigo el Día del Juicio Final»[10]. Y dijo: «Aquellos que traten injustamente a los cristianos o a los judíos no entrarán en el Paraíso»[11].
En el Islam, los campos y los árboles no pueden incendiarse en tiempos de guerra, ni los templos pueden ser destruidos. Está prohibido matar a mujeres, niños, ancianos, ciegos y miembros del clero. Los impuestos cobrados a los no musulmanes no pueden usarse para cubrir los gastos de los musulmanes; pero los impuestos cobrados a los musulmanes pueden usarse para proveer a los no musulmanes de que lo necesiten[12].
En la orden enviada por el Califa Omar a Abu Musa al-Ashari cuando le fue concedido el puesto de gobernador de Basora, se ordenaba que todos aquellos que acudiesen al gobernador deberían de ser tratados por igual; que los que acudiesen a juicios deberían de tomar asiento juntos en la sala; y que el gobernador debería ser equitativo en las miradas que concediese a cada una de las partes durante el juicio, sin discriminación alguna por religión: «Â¼ Por lo tanto, que así los ricos de entre ellos no piensen que juzgaras con injusticia, ni que los pobres piensen que se les infligirá injusticia alguna»[13].
Guerra santa y guerra justa en el Cristianismo
En el Cristianismo, religión que se manifiesta a sí misma como partidaria de la paz, el concepto de guerra ocupa un lugar preponderante. Los cristianos, que sufrieron enormemente sobre todo durante la hegemonía del Imperio Romano, eligieron la «resistencia pasiva» como método para frenar la opresión romana, dejando de lado el aspecto guerrero y combativo de dicha religión. Más bien, intentaron realzar el aspecto pacífico y tolerante de la misma.
Comenzando por Marción de Sinope, los primeros escritores cristianos no quisieron hacer soberano al «Dios Jehová creador, gobernante y castigador» del Antiguo Testamento; sino al «Dios del Amor, salvador y perdonador, el Mesías Jesús».
Según las escrituras cristianas, el mandamiento más importante que Dios dijo fue el de amar a Dios y a nuestros semejantes. Al igual que Jesús amó a sus discípulos, él predicó que se tenían que amar los unos a los otros.
Según consta en el Evangelio según Mateo, Jesús dijo lo siguiente:
Pero yo os digo: No resistáis al que es malo. Más bien, a cualquiera que te golpee en la mejilla derecha, vuélvele también la otra. Y al que quiera llevarte a juicio y quitarte la túnica, déjale también el manto (Mateo, 5:39-40).
Podemos ver que junto a este mensaje de amor, otros mensajes de guerra ocupan gran parte del Nuevo Testamento,
No penséis que he venido para traer paz a la tierra. No he venido para traer paz, sino espada. Porque yo he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre y a la nuera contra su suegra (Mateo 10:34-35).
¿Pensáis que he venido a dar paz en la tierra? Os digo que no, sino a causar División. Porque de aquí en adelante, cinco en una casa estarán divididos: tres contra dos y dos contra tres. El padre estará dividido contra el hijo, y el hijo contra el padre; la madre contra la hija, y la hija contra la madre; la suegra contra su nuera, y la nuera contra su suegra (Lucas 12:51-53).
Según la Biblia, acontecerán actos de violencia y catástrofes hacia el final de los tiempos para preparar al mundo para la segunda venida de Jesús, el cual las guiará con cetro de hierro; como vaso de alfarero serán quebradas (Revelación 2:27-28).
El cuarto ángel Tocó la trompeta. Y fue herida la tercera parte del Sol, la tercera parte de la Luna y la tercera parte de las estrellas, de manera que se oscureció la tercera parte de ellos, y no alumbraba el día durante una tercera parte, y también la noche de la misma manera (Revelación 8:12).
En estudios realizados en los EE.UU., se ha descubierto que alrededor de un 30% de la población con creencias religiosas cree que el mundo acabará con las guerras del Apocalipsis. Han surgido grupos fanáticos, algunos de los cuales incluso han cometido suicidios en masa. Por ejemplo, Jim Jones, líder de la secta de la Gente del Templo, en su sermón de 1978 predicó que el mundo había llegado a su fin y que eso significaba el Apocalipsis mencionado en la Biblia. Dijo: «El Día del Juicio Final está a nuestros pies, vayamos a él y seamos los primeros entre la muchedumbre». Como sabemos, 913 personas se suicidaron en pos de dicho objetivo (Halsel 2002, 21). Por otro lado, algunos grupos cristianos creen que el mundo ha llegado o va a llegar a su fin y creen que han de estar cerca del Mesías, por lo que se dirigen a Jerusalén para morir ahí. El profesor Franí§ois Meyer sostiene que desde 1850 mucha gente ha dejado los EE.UU. para dirigirse a Palestina por la razón indicada.
Cuando quienes sostienen distintas opiniones son oprimidos, como Donato y los donatistas, que no aceptaron al Patriarca nombrado por Constantino en el siglo IV, Arrio, Macedonio, Nestorio y sus seguidores y entonces el aspecto pacifista del Cristianismo quedó dañado.
En el siglo V, cuando las hordas bárbaras amenazaban Roma, el famoso santo cristiano San Agustín arguyó que la guerra era legítima para los cristianos bajo determinadas circunstancias, siendo el primero en hacer público el concepto de «guerra justa». En el siglo XIII, Santo Tomás desarrolló el concepto y lo sistematizó. Según él, para llamar a una guerra «justa», se deberían de dar los siguientes tres principios:
1) . El derecho a declarar la guerra debe de estar fundado en una autoridad legítima.
2) . La guerra debe de estar basada en la defensa ante una agresión, o en una causa legítima, como proteger los derechos de los creyentes.
3) . La guerra debe de tener como propósito implantar la soberanía del bien y la erradicación del mal.
Desde el siglo X, con la reconquista de España y las cruzadas en Europa del Este, un nuevo concepto afloró en la literatura cristiana: el de «Guerra Santa».
Este concepto posee un argumento que fomenta el ataque y la guerra legítima según el principio: «Dios tiene enemigos y dichos enemigos quieren destruir a todos los que se someten a Dios. Los enemigos de Dios son los que están contra el Cristianismo, la verdadera religión de Dios, por lo que han de ser encontrados y destruidos».
En el siglo XIV, San Ramón Llull (de origen español), que difamaba constantemente el concepto de yihad en el Islam, dijo: «Los misioneros que intenten convertir a los musulmanes al Cristianismo deben, ante todo, tomar el amor como principio. Deben de amar a todos tal y como lo hacía Jesús. Luego, deben dejar que los musulmanes elijan el Cristianismo libremente. Pero si se resisten después de haber sido informados sobre el Cristianismo, la religión verdadera, será legítimo hacerles que lo acepten a través del uso de la fuerza» (Ramón Llull, 1983, 375).
Las Cruzadas, que duraron más de 300 años, dejaron recuerdos amargos y desagradables tanto entre los atacantes occidentales como entre los musulmanes. Por dicha razón, el término «Guerra Santa» fue abandonado por la Cristiandad a fin de ser reemplazado por el de «guerra justa», el cual denota una guerra del «bien contra el mal».
Con la Revolución Francesa y la Ilustración, el contexto religioso de dichos conceptos desapareció, adoptando un aspecto secular. Según este nuevo aspecto, una «guerra justa» es una guerra cuyo propósito no es la agresión, sino más bien una guerra defensiva. Debe de haber un grupo de gente que se rebele contra un gobierno opresivo y que, por dicha razón, se enfrenten a una opresión mayor. Cualquier intervención ha de ser realizada por una autoridad legítima y ha de ser limitada. Este concepto fue debatido por primera vez en la actualidad por Michael Walter, que se opuso a la guerra de los EE.UU. en Vietnam respecto a su legitimidad y a su dimensión ética.
Paz perpetúa
El filósofo alemán Emmanuel Kant desarrolló el término de «Paz Perpetua» en lugar de «guerra justa». En su tratado «Paz Perpetua» que escribió hacia el final de su vida, trata los aspectos teóricos, políticos y legales de la idea de dicho termino y ahonda en cómo se puede conseguir un mundo sin guerras. Kant cita seis principios fundamentales para la institución de la «paz perpetua» en la Tierra:
1) . Ningún tratado de paz será considerado válido si se da tácitamente en él cabida a una guerra futura.
2) . Ningún estado independiente, pequeño o grande, entrará bajo el dominio de otro estado por vía de herencia, intercambio, compra o donación.
3) . Los ejércitos permanentes serán abolidos con el tiempo.
4) . Las deudas nacionales no serán contraídas con vistas a provocar fricciones interestatales.
5) . Ningún estado interferirá por la fuerza en la constitución o el gobierno de otro estado.
6) . Ningún estado permitirá en tiempo de guerra acciones hostiles que hagan imposible la mutua confianza en una posible paz: acciones como el uso de asesinos, envenenadores, violación de las capitulaciones o instigar actos de traición en el estado enemigo.
Según Kant, para que la «paz perpetua» se hiciese realidad, cada uno debería de asumir su responsabilidad y se debería cultivar valores tales como las «buenas intenciones» y la «ética del deber». Detrás de un estado de paz o guerra existen razones éticas. La naturaleza de la humanidad es la mayor garantía para la propagación de la paz, no un obstáculo para la misma.
Es un hecho común que la ética y la política se contradicen mutuamente. A fin de aliviar dicha contradicción, se debe de poner en práctica en el ámbito de la ley universal el «trascendentalismo», punto de partida del idealismo kantiano.
Se intentó poner en práctica el ideal kantiano a gran escala con el establecimiento de las Naciones Unidas tras la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, la situación en la que hemos llegado hoy da la impresión de que hemos vuelto al estado en que estaban las cosas antes de la Segunda Guerra Mundial. La única manera de detener el curso de los acontecimientos es desarrollar un concepto de ética global.
La necesidad de una ética global
El hecho de que el problema básico al que se enfrenta la sociedad moderna actual no sea político, social o económico sino ético, es algo claro. Es imposible que una sociedad que carece de fundamentos morales se sostenga. Leslie Lipson piensa de modo similar:
La civilización occidental está hoy por hoy necesitada más que nunca de una revolución ética que armonice con el humanismo. La sociedad occidental ha fracasado durante la primera mitad de este siglo y, desde entonces, se arrastra hacia el borde del precipicio.
A los que hay que echar la culpa por ello es a los científicos que no asumen responsabilidad alguna por las consecuencias éticas de sus descubrimientos, a los economistas que sostienen que producir para lucrarse económicamente no tiene nada que ver con los principios éticos, a los científicos de la política que se limitan a diseñar métodos técnicos y sistemas de gobierno, y a todos aquellos que no distinguen entre el buen y el mal conocimiento, haciendo así caso omiso de lo que más daño hace a la sociedad.
Occidente, ebrio de su propio éxito material, ha permitido que el materialismo y la superioridad comercial que lo acompañan gobiernen sobre todas las cosas. Hoy, la adoración del Becerro de Oro[14] ha sido reemplazada por la adoración del idolatrado producto nacional bruto. No obstante, los objetivos han de ser buscados en otra parte. Se han de buscar en el humanismo, la buena ciudadanía y la buena sociedad. En la historia de todas las civilizaciones, en todos los puntos del desarrollo humano, nos encontramos con acontecimientos perversos. Pero ahora hemos introducido nuevos males en este siglo XX. Todos estos males están relacionados con los irresponsables métodos que usamos para aplicar la tecnología en nuestro uso diario de la misma. La existencia de armas nucleares, la polución del medio ambiente y su destrucción sistemática, la explosión demográfica en lugares donde el nivel de vida ya era bajo. Son problemas que si no se resuelven resultarán en uno de estos dos panoramas: O bien la calidad de la civilización descenderá en todos los lugares del mundo, incluso en los países ricos, o bien el planeta se convertirá en un lugar inhabitable.
Por lo tanto, surge la siguiente pregunta: ¿Qué podemos nosotros, la humanidad entera, hacer para escapar de dichos problemas? En mi opinión, deben de darse cambios radicales en las raíces profundas de la civilización que conocemos. Sólo un intento completo y radical nos salvará del declive. Se han de dar dos requisitos para esta acción. El primero implica una revolución en nuestras instituciones. Y el segundo, en nuestros valores. Si la civilización ha de ser protegida y debe seguir creciendo, dichos requisitos han de ir de la mano (Lipson 2000, 298-300).
Francis Fukuyama, que ha llamado la atención con su tesis «¿El Fin de la Historia?», sostiene que en la raíz del desarrollo de las sociedades y el progreso se halla el sentimiento de confianza y que el bienestar social no puede instituirse sin dicho sentimiento. La institución de la confianza depende del establecimiento de una sólida estructura de sociedad civil. La sociedad civil tiene una estructura compleja que incluye empresas, establecimientos educativos, organizaciones no gubernamentales de ayuda, medios de comunicación, sindicatos, organizaciones caritativas, clubes e instituciones religiosas. La sociedad civil está construida sobre la institución de la familia, la cual trasmite los valores y el conocimiento de dicha sociedad de generación en generación y proporciona las cualidades que permiten a los individuos vivir en una sociedad más amplia. Pero la estructura familiar y las instituciones sociales fuertes y consistentes que tengan continuidad no surgen como resultado de la legislación, como surgen los gobiernos, los bancos centrales y los ejércitos nacionales. Una sociedad civil exitosa se construye sobre los hábitos, las tradiciones y los valores éticos del individuo.
En la socialización y en la promoción del bienestar social, la principal fuerza propagadora es la cultura. Por dicha razón, las sociedades han de hacer grandes esfuerzos para mantener los valores culturales heredados de su pasado. Los enfoques razonables y los valores positivos no son siempre una solución en sí mismos; tienen que haber también valores morales y espirituales.
En el siglo veintiuno, se necesitan medidas que realcen la confianza entre las distintas sociedades. Esto sólo puede lograrse uniendo las culturas tradicionales y las instituciones modernas en una síntesis viable. La actividad económica del mundo moderno no es llevada a cabo por individuos, sino por organizaciones que precisan la mayor cooperación social. El derecho a la propiedad, los contratos y las leyes comerciales son instituciones esenciales para formar un sistema económico con tendencias de mercado modernas. Pero dichas instituciones sólo son importantes cuando están unidas al capital social y a la confianza.
No se puede pretender que dichas normas sociales y reglas no sean modernas. Para que la moderna democracia sea funcional, los valores racionales y técnicos han de coexistir. La ley, los contratos y la racionalidad económica son elementos necesarios para la prosperidad de las sociedades post-industriales, pero no son suficientes. Además de dichos valores que se fundamentan en la racionalidad, deben de haber valores cuyo fundamento sean los hábitos, las relaciones mutuas, las responsabilidades, los deberes éticos y la confianza en el seno de la sociedad. Dichos valores no están para nada anticuados. Al contrario, son elementos indispensables para el éxito de la sociedad moderna (Fukuyama, 1998).
Nuestro mundo globalizado necesita más que nunca de una ética global nueva que sea válida en todo lugar. Es imperativo que el enfoque de la «ética global» desarrollado por los intelectuales protestantes, tales como Hans Küng y Josef Kushel, sea enriquecido, especialmente por la tradición intelectual del pensamiento islámico.
Bekir Karliga - Catedrático de Filosofía Islámica de la Universidad de Marmara, Estambul.
Referencias
........ Bujari, Sahih; Muslim, Sahih; Tirmizi, Sunan; Darimi, Sunan; Darakutni, Sunan; Ayluni, Kashf al-Jafa; Hatip al-Baghdadi, Tarij al-Baghdad; Ibn Rushd, Bidaya al-Muytaid.
........ La Santa Biblia, Versión del Rey Jaime. Mateo, Lucas, Revelaciones.
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....... Ramon Sugranyes de Franch. L'Apologetique de Raimond Lulle vis-a-vis de l'Islam, Toulouse: Cahier de Fanjeaux, XVIII, 1983.
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[1] At-Tawba 9:41, 73; Al-Furqan 25:52; At-Tahrim 66:9.
[2] Al-Hajj 22:78; At-Tawba 9:24, 88; Al-Baqara 2:218; Al Imran 3:143; Al-Hujurat 49:15; Al-Ma'ida 5:35, 95; Al-Ankabut 29:6; Al-Mumtahana 60:1.
[3] At-Tawba 9:122.
[4] Al-Ma'ida 5:54; At-Tawba 9:19; Al-Anfal 8:72; An-Nahl 16:110; Al-Ankabut 29:6, 8; Luqman 31:15.
[5] Ayluni 1:424.
[6] Ayluni 1:424.
[7] Ayluni 1:424.
[8] Bujari, Nafaqa, 1; Muslim, Zuhd, 41.
[9] Abu Dawud, Malahim, 17; Tirmizi, Fitan, 13.
[10] Ayluni 2:285; Baghdadi 8:370.
[11] Darimi, Seerah, 16.
[12] Ibn Rushd 1:348.
[13] Bayjaki, 10:150; Daraktuni, 4:206; Sarahsi, 16:61.
[14] Éste les sacó un ternero, un cuerpo que mugía, y dijeron: «Este es vuestro dios y el dios de Moisés. Pero ha olvidado» (20:88).

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