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domingo, 27 de noviembre de 2011

Acciones terroristas y ataques suicidas a la luz del Corán y la Sunna

Acciones terroristas y ataques suicidas a la luz del Corán y la Sunna
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Malo Bueno
escrito por Hamza Aktan
04.01.2006
Es una triste realidad el hecho de que los países musulmanes están pasando por un período en los que actos terroristas amenazan su seguridad interior y exterior. Muchas condiciones negativas como el retraso económico, la desintegración social y la degeneración cultural han abonado el terreno para la formación de organizaciones terroristas en el mundo islámico, y especialmente en los países del Medio Oriente. Es conocido que algunas organizaciones terroristas son apoyadas por varios departamentos de las administraciones de los países donde operan. Eso ocurre para que dichos grupos puedan ser usados contra otras organizaciones terroristas que actúan en dicho país. Es también conocido que, con el tiempo, dichas organizaciones, que se hicieron fuertes con el apoyo del estado, se han descontrolado. Por otra parte, algunas organizaciones terroristas son apoyadas por los intereses económicos y políticos de poderes extranjeros, que las dirigen hacia metas particulares. En este sentido, la existencia y formación de dichas organizaciones derivan de varias «teorías de la conspiración». Sin embargo, existen aún muchas cosas que no están claras al respecto.
El retraso del mundo islámico en ciencia y tecnología durante los últimos siglos, y el consiguiente retraso de la economía, ha dado lugar a muchas consecuencias negativas y debilidades, sobre todo a una crisis cultural. En este mundo, en el que los países se han dividido en bloques, el fracaso de los países islámicos en formar un frente unido les ha llevado a convertirse en meras entidades geográficas totalmente abiertas a la intervención extranjera y a la explotación. Como resultado de la crisis cultural que se está padeciendo en esa parte del mundo, una proporción de la población contempla a sus intelectuales y administradores como alienados y están resentidos contra ellos. Albergan sentimientos crecientes de rebelión contra países que consideran imperialistas y contra individuos y grupos que comparten intereses o relaciones con dichos países. Por lo tanto, el hecho de que surja el terrorismo en semejante escenario no debe de ser una sorpresa. En otras palabras, aunque los habitantes de dicho lugar del mundo no fuesen musulmanes, bajo las mismas circunstancias se habrían dado las mismas reacciones. También en dicho caso habrían surgido organizaciones terroristas. Es un hecho que en los países que no han podido completar el proceso de desarrollo, se puede apreciar una balcanización ideológica; o sea: conflictos internos y reacciones contra países imperialistas. Y esto refleja lo que sucede en los países musulmanes. Algunas personas y círculos relacionan la enseñanza del Islam y la formación de grupos terroristas en países musulmanes, y llaman a los actos terroristas «terrorismo islámico». Otros definen los actos terroristas basándolos en la identidad islámica del que los ejecuta y lo llaman «terrorismo islamista».
Es mejor dejar otros aspectos del terrorismo a los especialistas y discutir las eventualidades del terrorismo en su relación con el Islam y los musulmanes. Esta claro que el uso como lema de algunos valores islámicos por organizaciones terroristas e individuos que cometen actos terroristas ”principalmente la yihad” ha dado lugar a que la gente conjeture la existencia de una relación entre el terrorismo y el Islam. Es natural el hecho de que los terroristas deseen usar todos los medios posibles, incluidos los valores islámicos para legitimar sus acciones ante ellos mismos y para ganarse la simpatía de la gente. Las organizaciones terroristas deben usar valores religiosos a fin de persuadir a sus miembros para que cometan actos de terror. No ven incorrección alguna en usar cualquier valor que sea. Pero no nos quedemos en esto. Nuestra cuestión en esta disertación es comprobar si es científicamente posible, tal y como se pretende, relacionar actos terroristas con el Corán y la Sunna (el ejemplo del Profeta tal y como consta en las Tradiciones), las dos fuentes esenciales del Islam. Además, vamos a investigar analíticamente si es justo llamar a un terrorista «islamista». Ser un terrorista significa estar lo más lejos que se pueda de comprender los principios básicos del Islam.
El concepto de yihad
Al llamar algunos grupos yihad a sus actos terroristas, nos vemos obligados a examinar y clarificar dicho concepto. Yihad es el nombre del esfuerzo, aplicación y resistencia que todo musulmán demuestra a fin de hacerse meritorio de la aprobación de Dios. En dicho sentido, yihad es una forma de adoración que continuará sin fin hasta el fin de los tiempos. El esfuerzo que la persona hace para someter sus deseos carnales, el esfuerzo en difundir la creencia del Islam ”que puede ser realizado por los que tienen conocimiento a través de sus profesiones, los que tienen salud a través de sus servicios y los ricos con su riqueza” y el esfuerzo y la perseverancia en proteger el honor y la integridad de los musulmanes, están comprendidos en la palabra yihad. Yihad puede manifestarse a veces como lucha armada cuando los musulmanes son atacados, o cuando tienen información clara de que van a serlo, por lo que entonces están obligados a combatir contra el enemigo a fin de evitar la amenaza y proteger su integridad y honor.
El número de batallas y de contiendas militares que el Profeta dirigió u ordenó bajo la dirección de uno de sus compañeros ascienden a más de sesenta. En ninguna de dichas batallas fue el Mensajero de Dios el que atacó. El Profeta nunca atacó una tribu únicamente por el hecho de que hubiesen negado la unicidad de Dios. Todas las contiendas que llevó a cabo estaban encaminadas a finalizar un ataque que ya había comenzado o a detener dichos ataques cuando aún estaban en sus fases preparatorias. Los versículos que animan a los musulmanes a la yihad fueron revelados en relación a una guerra inevitable que ya había comenzado. Por lo tanto, según el Corán y la Sunna, el elemento esencial en las relaciones internacionales es la paz, siendo la guerra una situación excepcional.
Las guerras hechas para proteger la existencia y el honor de los musulmanes son sólo pequeños eslabones en la cadena que realiza el proceso de la yihad, cadena que se extiende hasta la eternidad. En este sentido, la yihad que se manifiesta como una guerra en circunstancias de auto-defensa es una herramienta legítima. A los musulmanes les está permitido reaccionar ante la invasión de su país, o ante la explotación y la opresión, debiendo de luchar contra ellas. Es más, se trata de su derecho más natural y de su responsabilidad más primordial. Pero hay un asunto muy importante que deber ser tomado en consideración: al igual que en cualquier otro sistema legal, el principio básico en la ley musulmana es que tanto el fin como los medios para conseguirlo han de ser legítimos. Por ello el Corán no sólo anima a los musulmanes a que resistan y luchen, sino que les dice cómo llevar a cabo la guerra.
¿Se puede acaso llamar yihad al asesinato de civiles, mujeres, niños y ancianos; disparar a autobuses escolares con ametralladoras, quemar casas, tiendas y automóviles; secuestrar y matar a gente que no tiene relación alguna con un determinado conflicto? ¿Y qué pasa cuando las propiedades han sido dañadas y esta gente asesinada es musulmana? Si las organizaciones que llevan a cabo estos actos no reciben órdenes de una autoridad central, si no tienen que rendir cuentas a autoridad alguna por lo cometido y si actúan tan sólo siguiendo sus deseos personales, ¿cómo pueden, pues, sus actos ser considerados como yihad? ¿Es suficiente el hecho de que los que detonan explosivos ocultos en sus ropas o en sus automóviles se llamen a sí mismos muyahidines (los que llevan a cabo la yihad)? ¿Es meramente suficiente llamar a los actos que cometen yihad para que esa gente sea considerada muyahidines y para que sus actos sean considerados yihad? Los lectores podrán decidir por sí mismos si dichos actos pueden ser llamados yihad y si los que los cometen pueden ser llamados muyahidines basándose en los ejemplos que figuran a continuación. Intentemos clarificar este asunto proporcionando ejemplos de algunos hechos del Profeta, hechos que constituyen la base de las Reglas Islámicas del Combate.
Reglas respecto a la dimensión bélica de la Yihad
Las reglas respecto a la dimensión bélica de la yihad en el Islam pueden resumirse bajo los siguientes encabezamientos, los cuales se hallan fundamentados en la Sunna del Profeta y tomados del Corán:
1. Tratar al enemigo con misericordia
Nunca fue el propósito del Profeta destruir al enemigo, ni física ni psicológicamente, bajo ninguna circunstancia, incluso en tiempos de guerra. Hemos aprendido del Profeta que debemos mostrar misericordia a la gente cuando se hallan en un estado que nos inspire misericordia y compasión, incluso aunque sean nuestros propios enemigos. En el año 8 de la Hégira (629), en el mes de Shawwal del calendario lunar, el Profeta mandó a Jalid ibn Walid a luchar contra la tribu de Bani Yazima con un destacamento de 300 hombres. Le dijo a Jalid ibn Walid que no atacase a no ser que le atacasen primero. Cuando los Bani Yazima vieron el contingente de Jalid ibn Walid, se alzaron en armas. Durante la batalla, las tropas musulmanas mataron a un joven de una buena familia ante la mujer que amaba. La mujer se desmayó sobre el hombre y sollozó dos veces. Su corazón dejó de latir debido a la profunda pena que sintió y murió sosteniendo el cadáver del hombre. El incidente fue luego narrado al Profeta. El Profeta entristeció y dijo: «Â¿No había nadie con misericordia entre vosotros?». Cuando se le informó que Jalid había matado a algunos de los prisioneros, elevó sus manos al cielo y suplicó: «Â¡Dios mío! Juro ante Ti que no tengo nada que ver con lo que Jalid ha hecho. ¡No le he ordenado que haga eso!». (Ibn Kazir 1976, 3:591).
Tras la conquista del Castillo de Jaybar, Safiyya binti Huyay y su prima fueron escoltadas hasta el Profeta por Bilal, pasando ante los cadáveres de los judíos muertos que estaban en el camino. Cuando la prima de Safiyya vio los cuerpos de sus familiares muertos, empezó a gemir y a golpearse su cara con las manos. El Profeta le reprochó a Bilal diciéndole: «Â¡Bilal! ¿Acaso el sentimiento de misericordia ha abandonado tu corazón hasta tal punto que has llevado a estas mujeres a donde estaban los cuerpos?». Bilal dijo: «Â¡Profeta de Dios! No sabía que no lo ibas a aprobar». Como es sabido, el Profeta invitó a Safiyya binti Huyay a que se convirtiese al Islam; y cuando ésta aceptó, se casó con ella. De esa manera, Safiyya obtuvo el honor de convertirse en la madre de los creyentes[1].
2. La prohibición de la tortura
El Profeta no permitió que el enemigo fuese torturado de modo alguno. Suhayl ibn Amr era uno de los paganos prominentes de La Meca y fue uno de los que insultaron y avasalló al Profeta antes de su emigración a Medina. Suhayl fue hecho prisionero en la batalla de Badr. En una ocasión, intentó escapar, pero fue capturado y devuelto. Suhayl era un buen orador y era capaz de influir a la gente con sus palabras. Omar le dijo al Profeta: «Mensajero de Dios, Déjame que le arranque sus dos incisivos para que no pueda volver a hablar contra ti». A lo cual el Profeta replicó: «No, no voy a hacer que le torturen. Si lo hago, Dios me castigará. Es más, siempre debemos esperar que algún día actúe de algún modo que no te repugne»[2]. De hecho, tras la muerte del Profeta, cuando se dieron casos de apostasía en La Meca, Suhayl ibn Amr llamó a los habitantes de la misma diciendo: «Â¡Mecanos! Fuisteis los últimos en aceptar la religión de Dios. ¡No seáis ahora los primeros en dejarla!». Eso evitó que mucha gente de La Meca abandonase el Islam[3].
Nabbash ibn Qays, un judío de la tribu de los Bani Qurayza que fue sentenciado a muerte por su traición en la batalla del Foso, fue traído a presencia del Profeta. Su nariz había sido rota. El Profeta le reprochó a la persona que le trajo: «Â¿Por qué le has hecho esto? ¿Acaso no es suficiente el hecho de que vaya a ser ejecutado?». El hombre presentó la siguiente excusa: «Nos peleamos al empujarme para poder escaparse»[4].
Ocho personas vinieron a Medina, diciendo que querían hacerse musulmanes. Estaban enfermos y necesitaban ayuda. El aire de Medina hizo que sus estados empeorasen. El Profeta les mandó a los pastizales donde pastaban los camellos del zakat[5]. Estuvieron ahí durante unos tres meses hasta que recobraron su salud. Luego, le cortaron las manos y los pies al pastor que cuidaba de los camellos, le metieron espinas en los ojos y en la lengua y le torturaron hasta la muerte; luego se llevaron los camellos. Cuando la noticia llegó a Medina, se envió inmediatamente 20 jinetes tras ellos bajo el mando de Kurz ibn Yabir. Los jinetes prendieron a todos los criminales y los trajeron de vuelta a Medina. Se les declaro culpables de robo, asesinato, traición y apostasía. Fueron castigados por orden del Profeta[6], el cual prohibió la tortura tras este acontecimiento cualquiera que fuese su causa[7].
3. Respeto a los cadáveres del enemigo
Los paganos de la época del Profeta tenían por costumbre de mutilar los cuerpos de aquellos a los que mataban en la batalla, destripándolos como venganza. Este tipo de acto era llamado musla. Cuando el Profeta vio el cuerpo de su tío Hamza destripado y mancillado durante la batalla de Uhud, se entristeció profundamente. Y dijo: «Si Dios me da la victoria, haré lo mismo a treinta paganos a cambio de lo que le han hecho a Hamza». Ante lo cual le fue revelado el siguiente versículo:
Y si castigáis, hacedlo en la misma medida en que fuisteis dañados; pero si tenéis paciencia, esto es mejor para los que la tienen (An-Nahl 16:126).
El Profeta renunció a su juramento y pagó la expiación apropiada establecida por la ley musulmana[8]. El Profeta le dijo a Abu Qatada, que se había enfurecido por la musla llevada a cabo sobre Hamza y que estaba a punto de hacer lo mismo a los cuerpos de los paganos: «Â¡Siéntate! ¡Aspira a la recompensa que obtendrás de Dios! Los cadáveres de los paganos coraichies han sido puestos bajo nuestro cuidado¼ ¿Quieres que tu nombre sea recordado por lo que hiciste y por lo que hicieron?»[9]
Cuando el ejército mecano se acercó a Medina para enfrentarse a los musulmanes en Uhud, llegaron a la aldea de Abwa, donde estaba la tumba de la madre del Profeta, Amina. Algunos sugirieron que deberían cavar la tumba y llevarse sus huesos. «Si Muhammad, se apodera de nuestra mujeres, podremos usar esos huesos para rescatarlas con ellos y devolvérselos si nos devuelve nuestras mujeres. Si eso ocurre, pagará un gran precio por recuperar dichos huesos». Pero los que tenían sentido común dijeron: «No, eso no está bien. Si hacemos eso, la gente de Huzaa y de Bani Bakr cavarán también para sacar los huesos de nuestros muertos». Por lo que tuvieron un atisbo de sabiduría para no dar origen a una malvada tradición[10].
4. No atacar a civiles y a inocentes
El hecho de que el Profeta advirtiese a sus amigos y seguidores numerosas veces sobre preservar las vidas de aquellos que no tuviesen nada que ver con la guerra es citado varias veces en la literatura tanto de los tabaqat[11] como de los maghazi[12].
Tras la conquista de La Meca y el sometimiento de los Coraich al Islam, los Hawazin y los Beni Hanifa, que se consideraban las mejores tribus después de los Quraysh, le declararon la guerra a los musulmanes apoyados por la tribu de Zaqif. Al final de la batalla, que tuvo lugar en Hunayn, el Profeta vio el cuerpo de una mujer muerta entre los cadáveres de los paganos. «Â¿Qué es esto que veo?», preguntó. Los presentes respondieron: «Se trata de una mujer asesinada por el contingente de Jalid ibn Salid». El Profeta le dijo a uno de ellos: «Â¡Corre, ve a Jalid y dile que el Mensajero de Dios prohíbe que se mate a los niños, a las mujeres y a los esclavos!». Uno de los presentes dijo: «Querido Mensajero de Dios. ¿No se trata de los hijos de los paganos?». El Profeta respondió: «Â¿Acaso los mejores de entre vosotros no fueron también hijos de paganos? Todos los niños nacen con su propia naturaleza y son inocentes»[13].
Cercana la muerte del Profeta, cuando estaba gravemente enfermo, llegaron noticias de que los árabes del Norte junto con los Bizantinos estaban preparando un ataque contra Medina. El Profeta ordenó inmediatamente que se preparase un ejército, nombrando a Usama ibn Zayd general del mismo, dándole a Usama las siguientes instrucciones: «Lucha en el camino de Dios, lucha por Dios. Lucha contra los agresores que niegan a Dios. No seas cruel con la gente; no traiciones tus pactos; no tales árboles ADVANCE \r0frutales; no degüelles al ganado; no mates a los religiosos recluidos en monasterios que se dedican a la adoración, a los niños o a las mujeres; no desees el encuentro con el enemigo. Puedes no darte cuenta de ello, pero tal vez ello sea una prueba para ti»[14].
El Profeta decidió mandar un contingente de cincuenta hombres a la tribu de Ghatafan, que se habían aliado contra los musulmanes en la Batalla de Muta. Nombró a Abu Qatada como comandante de la unidad. Le ordenó lo siguiente: «Â¡No mates a las mujeres y a los niños!». Asimismo, el Profeta decidió enviar una fuerza de setecientos hombres contra los habitantes de Dumat al-Yandal, de los que se había informado que se preparaban para efectuar un ataque. Le dio la siguiente orden a Abdurrahman ibn Awf, que había sido nombrado comandante de la unidad: «No saquees los bienes que hayas capturado, no traiciones tu pacto y no amputes los órganos de los cadáveres. No mates a los niños. Este es el pacto que has hecho con Dios y es la vía de Su Profeta»[15].
Uno de los más sorprendentes ejemplos de esto fue el comportamiento de Hubayb ibn Adiyy. Abu Bara, el jefe de la tribu de Amir, vino a Medina el año 4 de la Hégira (625). Solicitó poderse llevar alguna gente que pudiese enseñar el Islam a la gente de Nayid, aludiendo que él sería el garante de sus vidas. En base a sus palabras, el Profeta envió a 40 hombres (según otras narraciones se trató de 70) bajo el mando de Munzir ibn Amr[16]. Pero Amir ibn Tufayl, el sobrino de Abu Bara, no honró la palabra de su tío.
Amir ibn Tufayl pidió ayuda a algunas facciones de la tribu de los Bani Sulaym. Luego, sitió al grupo de maestros en Bi’r al-Mauna y martirizó a casi todos ellos[17]. Hubayb ibn Adiyy y Zayd ibn Dassina fueron llevados a La Meca como prisioneros y fueron vendidos a los paganos de la tribu de Quraysh que estaban locos por vengar sus muertos. Hubayb ibn Adiyy estaba encadenado con grilletes en los pies, mientras esperaba ser ejecutado. Le pidió una navaja a una esclava llamada Mawiya para afeitarse y asearse. Mawiya le dio la navaja a su hijastro de tres años y le dijo: «Vete y dale esto al prisionero». Mawiya narra lo sucedido: «El niño le llevó la navaja al prisionero. Entonces, me dije a mí misma: “¡Dios mío! ¿Qué he hecho?", y corrí tras el niño. Cuando me aproximaba a ellos, vi al niño sentado en el regazo de Hubayb hablando con él, y grité. Hubayb me miró y dijo: “¿Temes que mate a este niño? Dios me libre de cometer dicho acto. Matar sin razón no es nuestro modo de comportarse y no le corresponde a nuestro nombre. Vosotros no sois los que queréis matarme”». Se llevaron a Hubayb ibn Adiyy y Zayd ibn Dassina a Tania, a unos 10 kilómetros de La Meca y les mataron a lanzazos[18].
Todos los ejemplos arriba mencionados no son más que la aplicación del principio básico de la yihad. Principio establecido de modo inmutable en el Corán: lucha sólo contra los que luchan y no ataques objetivos civiles ni a inocentes que no participan en la guerra:
Y combatid en el camino de Dios a quienes os combatan a vosotros, pero no os propaséis. Es cierto que Dios no ama a los que se exceden (2:190).
¡Vosotros que creéis! Sed firmes a favor de Dios, dando testimonio con equidad. Y que el odio que podáis sentir por unos no os lleve al extremo de ser injustos. ¡Sed justos! Eso se acerca más a la temerosidad. Y temed a Dios, pues es cierto que Él conoce perfectamente lo que hacéis (5:8).
Tratar al enemigo sin misericordia, cometer musla, torturar, matar a mujeres y niños significa traspasar las barreras, los límites legítimos establecidos. Por eso ha sido prohibido por Dios en los versículos arriba citados.
5. No atacar a musulmanes
Habiendo establecido que está prohibido matar a no-musulmanes inocentes, incluso en tiempos de guerra, es inconcebible pensar que estaría permitido matar musulmanes inocentes en cualquier circunstancia. El hecho de si los musulmanes pueden disparar o no contra un enemigo que se escuda tras cautivos musulmanes es cuestión de debate entre los eruditos en derecho musulmán –si el no disparar significa la derrota, se debería tomar la máxima precaución para no dar a los cautivos musulmanes.
Durante la vida del Mensajero de Dios, nunca se dio un caso de musulmanes matando a otros musulmanes en situación de guerra. Sólo ocurrió un incidente que no fue más que el resultado de un error y un malentendido. Durante el incidente de Bi’r al-Mauna arriba mencionado, Amr ibn Umayya, uno de los maestros que fueron hechos prisioneros, fue liberado como parte del cumplimiento de un juramento. Durante su regreso a Medina, mató a dos personas de la tribu de Beni Amr, creyendo que eran enemigos. De hecho se habían convertido al Islam recientemente y sus vidas habían sido garantizadas por el Profeta. El Profeta se entristeció enormemente debido a dicho incidente. Y pagó el «precio de la sangre» de las dos víctimas[19].
Tras la conquista de La Meca, Hariz ibn Dhirar, miembro de la tribu de los Bani Mustaliq, fue a Medina y se hizo musulmán. Jugó también un importante papel haciendo que el resto de su tribu abrazase el Islam. El Profeta nombró a Walid ibn Uqba recolector de impuestos de la tribu de los Bani Mustaliq. Los Bani Mustaliq, cuando vieron a Walid, salieron a recibirle como funcionario del Mensajero de Dios. Walid se aterrorizó cuando les vio dirigirse hacia él y regresó a Medina, diciéndole al Profeta: «Â¡Profeta de Dios! Los Bani Mustaliq no me han dejado que recolecte los impuestos, pues me querían matar. Se han reunido para luchar contra ti». El Profeta envió a Jalid ibn Walid a investigar la situación; y se comprobó que los acontecimientos no fueron tal y como Walid ibn Uqba los había entendido[20]. Respecto a este incidente, se reveló el siguiente versículo:
¡Vosotros que creéis! Si alguien que no es digno de confianza os llega con una noticia, aseguraos antes. No vaya a ser que por ignorancia, causéis daño a alguien y tengáis luego que arrepentiros de lo que hicisteis (49:6).
El justísimo Dios nunca aprobó que los musulmanes se matasen entre ellos en el campo de batalla, ni siquiera por error. En el sexto año de la Hégira (627), el Profeta llegó a Judaybiya, lugar cercano a La Meca, con sus seguidores mientras se dirigía con ellos a realizar la umra (peregrinaje menor). Los paganos de La Meca no le permitieron que entrase en la ciudad. A raíz de lo cual, el Profeta selló un tratado que garantizaba una paz de diez años. En el tratado, había cláusulas adversas para los musulmanes; pero el Profeta prefirió sellarlo con su propio sello en lugar de ir a la guerra. Con ello previno las hostilidades inminentes. Una de las verdades ocultas del Tratado de Paz de Judaybiya se explica en el Corán como sigue:
Y de no haber sido porque había hombres y mujeres creyentes que no conocíais, habríais atacado; y entonces, sin saberlo, habríais incurrido en delito a causa de ellos. Para que Dios incluyera en Su misericordia a quien quiso. Pero si hubieran estado aparte de ellos, habríamos castigado a los que de ellos se negaron a creer con un doloroso castigo (48:25).
Gracias al tratado de Judaybiya, se previno el asesinato involuntario de musulmanes y una lucha armada que habría resultado en un gran derramamiento de sangre. Dios no aprueba la idea de que soldados musulmanes maten a los musulmanes que no pudieron abandonar La Meca. Pero hoy, los musulmanes son asesinados a sabiendas como resultados de actos que algunos llaman yihad. ¿Cómo puede alguien llegar a creer que Dios puede llegar a aprobar dichos actos?
6. Actuar dentro de la cadena de orden y mando
Otro principio importante que tiene que ver con la dimensión bélica del yihad es actuar según un plan centralizado y aceptado por todos los musulmanes. Si individuos o grupos actúan sin recibir órdenes de una autoridad central, si actúan por cuenta propia, el hecho de no tener que rendir cuentas ante nadie por sus acciones resultará en un caos. Incluso aunque la autoridad central se pierda, ello no justifica que se actúe de manera dispar o irresponsable. El caos no puede permitirse en nombre del yihad. En dichas situaciones, es muy probable que cualquier movimiento degenere y se desvíe de su meta original, causando más daño que beneficio.
En la Época de la Felicidad, ningún acto de yihad en el sentido de lucha armada, tuvo lugar sin la orden o el permiso del Profeta. Tan sólo tuvieron lugar unos pocos incidentes de dicho tipo en los que hubo conflicto debido a un malentendido. Estos incidentes apenaron al Profeta, y los que los perpetraron fueron advertidos. El Profeta censuró a Abdulllah ibn Yahsh por hacer lo que no se le ordenó que hiciera; Jalid ibn Walid fue advertido por matar a mujeres y niños; Amr ibn Umayya pagó el precio de la sangre de los musulmanes a los que mató.
Incluso el incidente en que estuvo implicado Abu Basir no es una excepción a esta regla. Abu Basir era de la tribu de los Bani Zakif. Tras hacerse musulmán, fue hecho prisionero por los paganos de La Meca. Tuvo una oportunidad de escapar tras el tratado de Judaybiya y fue a Medina buscando refugio en la comunidad musulmana. Según el tratado de Judaybiya, los musulmanes de Medina no podrían proporcionar refugio a los habitantes de La Meca que se hiciesen musulmanes y huyesen a Medina. Dos personas vinieron de La Meca a recoger a Abu Basir.
El Profeta obedeció las cláusulas del tratado y entregó a Abu Basir a los mecanos. Entristecido por dicha situación, Abu Basir fue consolado por el Profeta con las siguientes palabras: «Â¡Abu Basir! Vete ahora. Dios te consolará y te dará una vía de salida para ti y para los que estén en tu situación» (Ibn Hisham 1971, 3:337). Abu Basir mató a una de las dos personas que le llevaban a La Meca, mientras que el otro escapó. Abu Basir regresó a Medina y le dijo al Profeta: «Â¡Profeta de Dios! Has mantenido tu promesa. Y Dios me ha rescatado de entre sus manos». El Profeta respondió: «Â¡Eres increíblemente valiente! Si hubiese contigo algunos hombres más, tal vez nadie podría detenerte. Vete ahora, allá donde quieras» (Waqidi 1966, 2:626-627). Abu Basir tomo consigo algunos hombres y se acuarteló en la ciudad costera de Is, situada en la ruta recorrida por las caravanas que van de La Meca a Damasco. La gente que se había convertido al Islam y que no podía buscar refugio en Medina se reunió alrededor de Abu Basir. No dejaban pasar a ninguna caravana de La Meca. Fueron los propios mecanos los que al final fueron a Medina a pedirle al Profeta que aceptase a Abu Basir y a sus amigos en la comunidad islámica de Medina. Fue entonces cuando el Profeta le dijo Abu Basir y a sus amigos que viniesen a Medina. Abu Basir tuvo que protegerse a sí mismo y tuvo éxito. No tenía intención alguna de actuar independientemente. Cuando la orden escrita del Profeta convocándole a Medina llegó, se hallaba en su lecho de muerte. Tras enterrarle, de acuerdo con la orden escrita del Profeta, setenta de sus compañeros regresaron a Medina, mientras que el resto regresaron a sus casas (Ibn Abdulbarr, 4:20; Diyarbakri, 2:25).
7. Ayuda humanitaria al enemigo
Yihad no siempre significa que hay que hacerle daño al enemigo. Ayudar al enemigo cuando éste se encuentra en una situación de desesperación también está incluido en el ámbito del yihad. Dicho comportamiento también puede reducir la animadversión y hacer que se desmorone la determinación del enemigo.
En los años de sequía y hambruna en La Meca, después de que los musulmanes se marchasen a Medina, el Profeta envió oro a La Meca para que pudiesen comprar trigo, dátiles y forraje. Estas contribuciones les ayudaron a compensar la escasez de dinero que sufrían en La Meca. A pesar de que los principales paganos de Quraysh, como Umayya ibn Halaf y Safwan ibn Umayya, se negaron a aceptar su ayuda, Abu Sufian hizo pública su gratitud de la siguiente manera: «que Dios recompense al hijo de mi hermano con favores, ya que ha tenido en cuenta las obligaciones del parentesco» (Kí¶ksal 1981, 14:304).
Otro ejemplo de ayuda al enemigo fue el incidente de Sumama ibn Usal de la tribu de Yamama. Tras hacerse musulmán, Sumama visitó La Meca. Los paganos se dieron cuenta por las oraciones que hacía y los versículos que recitaba que se trataba de un musulmán. Le capturaron e intentaron matarle. Sin embargo, algunas de las personalidades importantes de entre los paganos ordenaron que fuese liberado, ya que de lo contrario el abastecimiento de Yamama quedaría cortado. Cuando Sumama regresó a su tierra, hizo que se detuviese el abastecimiento de víveres a La Meca. Los mecanos se encontraron en una situación muy difícil. Por lo que mandaron delegaciones al Profeta pidiéndole que ordenase a Sumama mantener el abastecimiento de víveres a La Meca. Mediante una orden escrita, el Profeta ordenó a Sumama que detuviese el bloqueo. Por lo que éste dejó que su gente siguiese mandando víveres a La Meca[21].
8. La guerra como último recurso
Usar la fuerza en el contexto del yihad no es siempre lo más correcto. El hecho de que un conflicto armado no fuese permitido hasta la batalla de Badr da fe de ello. En el segundo juramento de Aqaba[22], que tuvo lugar tres meses antes de que el Profeta emigrara a Medina, Abbas ibn Ubada dijo: «Â¡Mensajero de Dios! Juro por Dios que te ha mandado con la fe verdadera y el Libro, que si me lo pides, pasaremos a cuchillo a la gente de Mina» A pesar de lo que el Profeta había sufrido debido a la gente de La Meca que había acudido a Aqaba para la feria, éste respondió: «Esto no es lo que se nos ha ordenado hacer; ahora regresa a tu casa». Esto debe bastar para dejar claro que la respuesta a la opresión, el insulto y la tortura no tiene por que ser siempre la fuerza bruta.
¿Por qué el Profeta censuró a Abdullah ibn Yahsh, que había sido enviado en una misión de espionaje a las murallas de La Meca durante el decimoséptimo mes de la emigración del Profeta durante la cual atacó a una caravana que pertenecía a los coraichies, matando a alguna gente y tomando a otros como prisioneros? Está claro que fue porque dicho acto fue cometido durante Rayab, uno de los meses sagrados en que está prohibido luchar, y porque las condiciones para entablar una guerra con los Quraysh y sus aliados aún no se habían cumplido por completo.
La rectitud de la política llevada a cabo por el Profeta quedó pronto probada cuando puso su sello en el tratado de Judaybiya, tal y como ha sido explicado con anterioridad (Al-Fath 48:25). La Meca fue conquistada tras dos años de paciencia y sin derramamiento de sangre gracias a esta política basada esencialmente en la paz. La inestimable Sunna del Profeta prueba que es posible alcanzar un propósito a través de medios diferentes al conflicto armado.
El Profeta abandonó el asedio de Taif, que prometía ser largo, a fin de evitar la muerte de mujeres y niños, victimas de los aleatorios disparos de las catapultas. Lo que quería era evitar el máximo de bajas posible en ambos bandos. Esta fue una sabia política y estrategia que logró alcanzar su objetivo sin entablar batalla alguna. El resultado fue que la gente de Taif ”que se dieron cuenta de que su ciudad se había convertido en un reducto de infieles en medio de la península arábiga” se dirigió a Medina antes del fin de ese mismo año manifestando que se habían convertido al Islam.
En resumen, los actos de los que matan a civiles, mujeres, niños y ancianos en las abarrotadas calles de nuestras ciudades, los que queman o hacen estallar automóviles o edificios, los que torturan y matan a personas que han secuestrado o tomado como rehenes, los actos de terroristas suicidas que se autoinmolan matando a inocentes con explosivos adheridos a sus cuerpos o en vehículos ”todos estos actos, de los que ninguna autoridad legal es responsable” no pueden ser considerados como yihad y los que los cometen no pueden ser considerados muyahidines. No existe fundamento alguno para estos actos ni en el Corán ni en la Sunna. Lo importante es la estructura y el carácter de algo, no cómo la gente lo llame. No puede ser que a los musulmanes se les haya ocurrido una forma tan corrupta y sangrienta de lucha para que sus voces sean escuchadas. Se trata más bien de métodos adoptados principalmente por grupos terroristas anarquistas no-musulmanes. Estos actos no han ayudado a los musulmanes en nada hasta la fecha. Al contrario, han destruido la buena imagen del Islam” una imagen fundada en la ciencia y el conocimiento, los derechos y la justicia, el amor y la paz. Asimismo, estos actos han llevado a mucha gente a presuponer una conexión entre el Islam, los musulmanes y el terrorismo. Estos actos llamados yihad han hecho más daño al Islam que cualquier otra cosa.
Tal y como ha sido detalladamente analizado con anterioridad, el terrorismo no tiene lugar alguno en los diferentes aspectos del yihad. Las condiciones bajo las cuales los musulmanes han de comportarse, cómo deben de hacerlo y cómo y contra quién han de combatir han sido estrictamente establecidas en el Corán y la Sunna. Ningún musulmán puede ser un verdadero musulmán y a la vez separarse o ir en contra de la vía que Dios y Su Profeta han establecido.
Hamza Aktan - Catedrático de Derecho Islámico de la Universidad Atatürk, en Erzurum, Turquía.
Referencias
.......Ahmad ibn Hanbal. Al-Musnad, Beirut: 1985.
.......Bujari, Abu Abdullah Muhammad ibn Ismail. Al-Yamiâl-Sahih, Estambul: 1981.
.......Diyarbakri, Husayn ibn Muhammad ibn al-Hasan. Tarij al-Hamis fi Ahwal al-Anfas al-Nafs, Beirut.
.......Abu Dawud, Sulayman ibn Ashas al-Siyistani. Sunan Abu Dawud, Beirut: 1971.
.......Ibn Abdilbarr, Al-Istiab fi Marifat al-Ashab.
.......Ibn Jayar, Ahmad ibn Ali. Al-Isaba fi Tamyiz as-Sahaba, Beirut: 1328 (1910).
.......Ibn Hisham, Abu Muhammad Abdulmalik. Al-Sirat al-Nabawiyya, Beirut: 1971.
.......Ibn Kazir, Abu’l Fida Ismail. Al-Serah al-Nabawiyya, Beirut: 1976.
.......Ibn Sad, at-Tanaktu’l Kubra, Beirut, 1985.
.......Köksal, M. Asim. Islam Tarihi, Estambul: 1981.
.......Muslim, Ibn Hayyay al-Kushayri. Sahih al-Muslim, Estambul, 1981.
.......Tabari, Tafsir, Egipto: 1954.
.......Waqidi, Muhammad ibn Omar. Kitab al-Maghazi, Oxford University Press, 1966.
.......Zurkani, Muhammad. Sharh al-Mawahib, Beirut: 1973.

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[1] Ibn Hisham 1971, 3:350-351; Waqidi 1966, 2:673.
[2] Ibn Hisham 1971, 2:304; Tabari 1967, 2:465, 561.
[3] Ibid.
[4] Köksal 1981, 1:353.
[5] Zakat es uno de los cinco pilares del Islam. Cada creyente está obligado a dar una porción de su propiedad como limosna. El Zakat de los camellos es obligatorio a partir de la posesión de al menos cinco camellos, y constituye una cabra o una oveja, siempre y cuando pasten libremente a lo largo del año.
[6] Bujari, Huzu, 17-18; Muslim, Qusama, 9-11.
[7] Waqidi, 2:570; Koksal 1981, 13:127.
[8] Ibn Hisham, 3:101; Hayzami, 6:120.
[9] Waqidi, 1:290.
[10] Ibid, 1:206.
[11] Tabaqat: Nombre general de los libros que versan sobre eruditos de una época determinada, los miembros de una escuela de pensamiento o grupos sufíes, que abarca unos 10 o 20 años. Los Tabaqat se estudian generalmente en el campo del hadiz. El primer libro de Tabaqat fue el de Ibn Saâd Al-Tabaqat al-Kubra, que versa sobre las vidas de los Compañeros y sus seguidores (tabiâun).
[12] Maghazi: libros sobre las campañas militares del Profeta.
[13] Abu Dawud, Yihad, 111.
[14] Waqidi, 3:117-118.
[15] Ibn Hisham, 4:280-281.
[16] Köksal 1981, 35.
[17] Ibid. 41.
[18] Bujari, Maghazi, 28; Ibn Hayar 1328; 1:418.
[19] Ibn Saâd, 2:53; Waqidi, 1:351-352.
[20] Ahmad ibn Hanbal 1985, 4:279; Zurkani 1973, 3:47.
[21] I. Hisham 4:228.
[22] Aqaba es una localidad que se encuentra en la entrada de un valle entre dos sierras que llevan a Mina, cerca de La Meca, donde tenía lugar una feria anual. El Profeta conoció a gente de Medina en Aqaba y estos le juraron fidelidad y prometieron protegerle a cualquier precio.

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