JESUS NO FUE CRUCIFICADO
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Por Mahmud Husein.
Contenido:
Prólogo.Introducción.
Primera Parte:¿Quién fue Jesús?¿Cuál es el sentido de su apelativo "hijo de Dios"?El significado de "Mesías", la virginidad de María y los milagros.
Segunda Parte: ¿Cuál fue la misión de Jesús?¿En qué consiste el Reino de Dios?El poder de Jesús.
Tercera Parte: Jerusalén. El Apresamiento.
Cuarta Parte:La interpretación de las claves. El sacrificio y su reaparición.
Quinta Parte: Hechos extraños y enigmáticos. Secretos de la Crucifixión. La señal de Profeta Jonás.
Apéndice:La interpretación del sagrado Corán sobre el secreto de Jesús. La interpretación de los versículos: la Gente del Libro según el Islam. Los errores de la Gente del Libro. Las tradiciones islámicas sobre Jesús. Tradiciones sobre la Crucifixión. Las tradiciones sobre el final de los tiempos.
PRÓLOGO
Debemos primero advertir
que existe una doble versión de Jesús, una muy popular y conocida, que podríamos
llamar la versión “mitológica”, que no lo concibe en su real dimensión, creyendo
que así lo enaltece, y atribuyéndole cosas que no le corresponden; y, segundo,
una versión real de lo que fue Jesús,
según surge de los evangelios y demás documentos más
antiguos.
La función de los
Profetas en la historia, en cuanto maestros de la humanidad, ha sido la de descubrir la realidad. Consistió en
eliminar los cuentos y los mitos, y enseñar al hombre la verdad tal cual es, siendo ella el
único medio de llegar a la plenitud del ser. El que no conoce es apto para
admitir mitos y cuentos. Llegar a la verdad, a la realidad de las cosas, y
aceptarlas como son, rechazando la mitología y el cuento, es un desafío muy
grande para el alma humana.
El “Jesús” de la
mitología es un “Jesús” neutro, inofensivo, como un sedante que se le ha dado a
la gente para que no piense. Un “Jesús” forjado para otros fines diferentes al
conocimiento verdadero, a la búsqueda de sí mismo, de la verdad por sí mismo, al
esfuerzo por la propia plenitud y liberación. Esta falsificación se realizó por
dos vías, por un lado alterando los textos originales, y por otro, cubriendo
tales textos (pues en última instancia no pudieron ser totalmente amañados) a
través de una doctrina que se llamó “la tradición”, a la que se le ha otorgado
una categoría más importante que la que tienen los evangelios. Dicha “tradición”
no es más que una interpretación histórica del cristianismo, adaptada a la
mentalidad de una época, interpretación que sirvió de trampolín para la
expansión del cristianismo en el imperio romano, y en general en occidente, por
entonces degradado para el conocimiento espiritual y metafísico puro tal como el
que traían los Profetas. Así se da una forma indebida al mensaje de Jesús, forma
que en realidad lo oculta y lo distorsiona.
Con este opúsculo deseamos contribuir al esclarecimiento
necesario de aquel mensaje. Nuestro propósito no es polémico sino educativo,
pedagógico. Deseamos mostrar los velos que cubren algunos secretos sobre el
significado metafísico de Jesús, sólo los velos, para que en ellos se vea la luz
de la verdad resplandecer. Lo hacemos, además, como acto de desagravio al
Mesías, al que ama nuestro corazón, el que ha sido injuriado a través de los
siglos por los ignorantes y los malvados: “Y entonces vendrán a mí y dirán:
“Muchos me dirán aquel Día: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en
tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?” Y
entonces les declararé: “¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de
iniquidad!” (Mateo 7:22-23)
Introducción
La interpretación que se
le da a la gente en general de los hechos acerca de Jesús el Mesías suena más
bien, como ya dijimos en el prólogo, a mitología. La gente en su ignorancia
acepta pasivamente todo lo que le presentan, que normalmente va dirigido a su
sentimentalismo. Aunque hoy ya nadie cree en mitologías abiertamente como en el
pasado, lamentablemente tampoco conocen la verdad, por lo cual hasta lo
verdadero cae bajo la picota de la duda y es rechazado como falso.
Más
aún y peor, en la actualidad tampoco se hace el esfuerzo de superar la
mitología, más bien se la profundiza, se la multiplica y perfecciona, y se la
exalta a través de muchos medios que llegan al pública masivo sin tamiz alguno,
y es consumido como el alimento más preciado. La televisión, el cinematógrafo,
la fantasiosa literatura que se inmiscuye en asuntos antes exclusivos de la
investigación más rigurosa, debido a su gravedad, pero que alega que ha
investigado y concluye dando una opinión caprichosa y sin fundamento, etc., son
hoy los mentores de la verdad, y así lo acepta el público en general.
La
degradación intelectual del presente no tiene parangón en la historia de la
humanidad. La humillación que sufren los verdaderos pensadores es coincidente y
directamente proporcional con la degradación social que sufre la población.
Podemos decir sin equivocarnos que el caos en que se vive y la inseguridad que
nos aflige son hijos de la degradación que los verdaderos referentes de la
humanidad adolecen.
Esto se produce también en las ciencias en las que las humanísticas,
como la filosofía, la psicología, la historia, la sociología y otras quedaron en
manos de personas incapaces de plantearlas en su verdadera esencia, y que las
ponen al servicio de la publicidad, de la producción dividendos, de una
ideología política, y en definitiva del poder dominante, no de una reflexión
seria y objetiva. Esta es la parodia de la ciencia.
La
cultura se ha degradado, la curación por el espíritu, como se llamaba a cultivar
el conocimiento, se ha mercantilizado. Los falsarios de cada sector simulan
conocimientos y sólo responden a sus apetencias. Los ídolos dominan, no ya
solamente a las masas que en su ignorancia los compran con parte de sus vidas,
sino también a los pretendidos mentores de cada dominio. En definitiva, la
idolatría de hoy es superior en degradación a la antigua.
Nosotros realizaremos aquí acerca de Jesús una especie de investigación
detectivesca, o como la que realiza un juez en un caso delictivo, donde existe
un crimen o un hecho sospechoso. Debemos estudiar no ya las palabras, lo que
dice la gente, sino los acontecimientos, para formarnos un argumento, una idea
de lo que realmente pudo haber pasado. Y por suerte tenemos datos suficientes
sobre los hechos, datos que los “correctores” de las Escrituras no entendieron,
porque de lo contrario los hubiesen borrado. En realidad no sabían que allí se
encontraban las claves. Lo fundamental es que aún cuando existan agregados y
distorsiones en los textos, lo que surge
de los hechos es lo más importante.
Es
cierto que debemos contar con que los textos han sido alterados a través del
tiempo por parte de los escribas, a veces sin mala intención. Se afirma, por
ejemplo, que la “Vulgata”, es decir la Biblia que estableció San Jerónimo en el
siglo V, por orden del Papa de esa época, ya en el 1.500, cuando se editó por
primera vez en imprenta, estaba tan corrupta que al cotejar varias no había dos
párrafos iguales. Aunque repetimos, lo
que surge de los hechos es lo más importante.
Quedarán no obstante muchos asuntos sin dilucidar, porque nuestro
intento no es agotar este tema con un opúsculo como el presente, sino solamente
abrir una puerta hacia los secretos de los hechos alrededor de Jesús el
Mesías.
PRIMERA
PARTE
¿Quién es
Jesús?[1]
Comencemos, pues, con
nuestro tema al que podemos llamar “el secreto de Jesús”. Trataremos sobre su significación, la función metafísica que él ha tenido en
este mundo y que tendrá en el futuro, y por último su jerarquía entre los maestros de la
humanidad. Deseo advertir, también, que no nos basaremos en otra cosa que los
Evangelios, trataremos de descubrir el sentido de dichos textos en su pureza y
espontaneidad.
Debemos partir de la idea
de Jesús, como el Mesías esperado. Así fue mencionado reiteradamente por el
Antiguo Testamento. Jesús mismo dice en el Evangelio de Juan: “Si yo diera
testimonio de mí mismo, mi testimonio no sería válido. [...] Y el Padre, que me
ha enviado, es el que ha dado testimonio de mí. Vosotros no habéis oído nunca su
voz, ni habéis visto nunca su rostro [...] Vosotros investigáis las escrituras,
ya que creéis tener en ellas vida eterna; ellas son las que dan testimonio de mí
[...] No penséis que os voy a acusar yo delante del Padre. Vuestro acusador es
Moisés, en quién habéis puesto vuestra esperanza. Porque, si creyerais a Moisés,
me creeríais a mí, porque él escribió de mí. Pero si no creéis en sus escritos,
¿cómo vais a creer en mis palabras? (5:31,37, 39 y 45-47). Por su parte, en
los rollos del Mar Muerto los esenios denominaron al Mesías “maestro de virtud”.
Jesús constituyó, entonces, la culminación de los Profetas de Israel, y era
esperado como el signo de los “últimos tiempos”, o del “fin de los días”,
previos a la instauración entre todos los hombres del Reino de Dios. Esto mismo
es lo que se interpretaba entonces.
Otra de las
ideas imperantes era que el Mesías sería un descendiente de David, es decir de
la tribu de Judá, y que antes de su venida debía reaparecer el Profeta Elías, de
quién pensaban que sería un sumo sacerdote de la tribu de Leví. El Mesías
vendría para todos los pueblos, no sólo para Israel.
¿Cuál fue el sentido de
su apelativo “hijo de dios”?
En el Antiguo Testamento
se designa al Mesías esperado como “siervo de Dios” y “Mesías”; su designación
como “hijo de Dios”, que tanto se ha vulgarizado entre cristianos, no es
frecuente en las profecías, ni mucho menos era entendida en el sentido que
actualmente se la entiende en las teologías de las iglesias.
La
expresión “hijo de Dios” aparece muchas veces en el Antiguo Testamento, referida
a muchos Profetas, pero nunca antes de las teologías mencionadas se le habría
ocurrido a nadie interpretarla como luego éstas lo hacen. Para los Profetas del
Antiguo Testamento “hijo de Dios” no indica una “relación substancial” entre
quien es de tal modo designado y Dios mismo, no se trataba de un ser especial
“engendrado por Dios desde la eternidad”, como se sostiene en las iglesias, ni
una de las “personas divinas”. Era solamente de un título de dignidad
elevadísima, que otorgaba a quien lo poseía la categoría del mejor de los siervos de
Dios entre los hombres, el amigo de Dios por excelencia. Era una expresión
de dignificación, con un sentido metafórico aunque también muy concreto, pues no
constituía un mero homenaje, sino una categoría espiritual efectiva. Pero nunca
se la concibió, antes de que lo hiciera la teología eclesiástica, como una
relación “esencial”, o “substancial”, o “real” entre la “Esencia de Dios” y una
criatura cualquiera.
Citaré algunos lugares de
la Biblia con la expresión “hijo de Dios”: Es aplicada a Adán, como en el
evangelio de Lucas (3:38), y en el Génesis esa expresión, respecto de Adán, se
deduce del contexto, aunque no figura literalmente (Gén. 1:26-27); a los
descendientes de Set también le es aplicado ese apelativo (Gen. 6:1-2); y en
Lucas figura así de los ángeles (20:36), lo mismo que en el libro de Job sobre
los ángeles (1:6, 2:1, 38:7). De Salomón se dice textualmente en Crónicas:
“...le he escogido a él por hijo mío, y yo seré para él padre” (libro 1º, 28:6),
tal cual se dice en el bautismo de Jesús en el Jordán: “A éste he escogido por
hijo muy amado” (Mt. 3:17).
Y entonces una voz que
salía de los cielos clamó: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco» A
David los Salmos lo llaman “hijo de Dios” reiteradamente (2:7); en Daniel
(3:25-26 y 28) figura el mismo apelativo referido a un “cuarto” (como así se lo
menciona). “Siervo justo” o “hijo de dios” para los pueblos de esa época
significaban lo mismo.
Por otra parte, el mismo
Jesús llamó “hijos de Dios” a sus seguidores, y en general a todos los
creyentes, cuando dice: “Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque
ellos serán llamados hijos de Dios” (Mt. 5:9). También está el famoso: “Padre
nuestro que estás en los cielos” (Mt. 6:9), por lo que se deduce la filialidad
divina de todos los hombres (o al menos los que aceptan a Jesús) Hablando a los
apóstoles él les dice: “Mas cuando os
entreguen, no os preocupéis de cómo o qué vais a hablar. Lo que tengáis que
hablar se os comunicará en aquel momento. Porque no seréis vosotros los que
hablaréis, sino el Espíritu de vuestro Padre el que hablará en
vosotros”
(Mt. 10:19 y 20). Esto era lo que le pasaba al mismo Jesús, cuando él decía que era “su
Padre” el que hablaba por él, como explica a sus seguidores. En consecuencia,
tanto los términos “hijo” como “padre” en las escrituras sagradas, incluidos los
evangelios, son muy diferentes a lo que afirma la teología.
Podemos, pues, extraer una conclusión de lo que hemos
expuesto. La expresión “hijo de Dios” utilizada por el Antiguo Testamento
respecto de Adán, por ejemplo, alude a un vínculo especial y directo entre Dios
y el ser del cual se dice eso. Dios creó a Adán e insufló en él de Su Espíritu,
es decir le transmitió algunos de los Atributos divinos, como el conocimiento,
la voluntad libre, el discernimiento del bien y del mal, la misericordia, el
amor, etc. Cuando un ser es enviado por Dios con la categoría de Profeta o
Mensajero Suyo, el Antiguo Testamento puede llegar a designarlo como “hijo de
Dios”, en el sentido de “el mejor siervo” como título dignificante, pues dicho
ser es el delegado de Dios ante los hombres y el intercesor de los hombres ante
Dios.
Por otra parte,
Jesús asentó claramente su categoría de Profeta y de Mensajero de Dios, tal como
los Profetas anteriores a él, diciendo: “Quien a vosotros
recibe, a mí me recibe, y quien me recibe a mí, recibe a Aquel que me ha
enviado. Quien reciba a un profeta por ser profeta, recompensa de profeta
recibirá, y quien reciba a un justo por ser justo, recompensa de justo
recibirá…”
(Mt. 10:40-41) En una ocasión le preguntaron los seguidores de Juan el Bautista:
“¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?” (Mt. 11:3), quedando
implícito en la pregunta que Jesús era un Profeta esperado anunciado por el
Antiguo Testamento, y en especial esperado por los discípulos de Juan el
Bautista.
Su condición de
“siervo de Dios” tampoco es negada por él. Dijo Jesús respondiendo al demonio:
“También está escrito: ‘No tentarás al Señor tu Dios’” (Mt. 4:7), considerándose
a sí mismo como siervo obediente de Dios y de la Ley revelada, y reiterando así
lo que dice el Deuteronomio (6:16). Se define como “siervo” cuando expresa
respecto de sí mismo: “Al Señor tu Dios adorarás, y sólo a él darás culto” (Mt.
4:10), aludiendo otra vez al Deuteronomio (6:13-14). Igualmente lo hace cuando
dice: “Aquel que me ha enviado” y “Padre nuestro”, donde se iguala al resto de
la gente, y cuando dice: “…por el Espíritu de Dios expulso yo los demonios…”
(Mt., 12:28), reconociendo en todos los casos su dependencia de Dios y del
Espíritu Santo para realizar milagros. La misma consagración de Jesús para su
misión mediante el bautismo del Jordán manifiesta su vínculo íntimo con el
Espíritu Santo, gracias a lo cual él tiene la misión de transmitir la Revelación
que el Espíritu le comunica, igual que todos los
Profetas.
Dice en Mateo:
“Bautizado Jesús, salió luego del agua; y en esto se abrieron los cielos y vio
[Juan el Bautista] al Espíritu de Dios que bajaba en forma de paloma y venía
sobre él [Jesús]” (3:16), lo cual indica que Jesús no poseía la categoría de
Profeta antes de ese momento, y que le fue dada por Dios como a otros Profetas,
siervos Suyos elegidos. La expresión: “...Pondré mi Espíritu sobre él” se
refiere también a su consagración como Profeta. Y si ni Profeta era antes de ser
consagrado, ¿cómo podemos pretender que era “Dios en persona”?
El significado de
“Mesías”, la virginidad de María y los milagros
Consideremos primero una
expresión muy interesante por su etimología, el significado de la palabra
“Mesías”, y qué tiene que ver con la virginidad de María. “Mesías” significa
“ungido” o “purificado”. Los semitas solían utilizar ungüentos y aceites,
esencias aromáticas y perfumes para purificar sus cuerpos, y ofrecer al
visitante o a la persona santa y venerable. Los reyes eran ungidos al acceder al
trono, y también solían ungir los cadáveres como purificación final. Esto
significa que la palabra “Mesías” o “ungido”, aplicada a Jesús, como último
Profeta de Israel y el más destacado, se entendía como “el purificado, el que no
tiene imperfección”. En los Salmos de Salomón el Mesías es considerado puro, y
es por ello que debía nacer de una virgen, es decir de alguien de su misma
categoría, pura como él.
Los musulmanes,
sin embargo, no creemos que los pecados se transmitan de padres a hijos, y menos
aún que el acto procreador entre un hombre y una mujer sea pecaminoso, y que
debido a ello Dios determinó omitirlo en el caso de Jesús. Creemos, por el
contrario, que el nacimiento del Mesías en el seno de una virgen es solamente un
signo, una prueba más de las tantas
que habría él de dar en su vida para demostrar que de verdad era el Mesías
esperado. En el futuro se habrían de presentar en Palestina tantos falsos
“mesías” y “profetas”, por lo que Dios quiso evidenciar un signo extraordinario
en el nacimiento de Jesús, para distinguirlo de los falsarios. Ya antes en el
tiempo en Israel habían aparecido muchos falsos “mesías” y
“profetas”.
El nacimiento
virginal, entonces, no significa que Jesús fuera un dios o un semidiós, sino
que, por el contrario, tuvo por fin convencer a sus contemporáneos sobre la
veracidad de su misión. Para nosotros ese nacimiento no tiene una categoría
superior al resto de los milagros que hicieron no sólo Jesús, sino también
muchos de los Profetas que han existido.
Además, debemos
saber que el nacimiento virginal de Jesús no fue el único milagro de ese tipo,
sino que los nacimientos de María y de Juan el Bautista fueron también hechos
milagrosos, dado que en ambos casos nacieron de una madre anciana que ya no
podía procrear, y como respuesta a un ruego de sus padres. Sin duda que esos
nacimientos tuvieron por fin convencer a los contemporáneos de María y Juan el
Bautista sobre la superioridad de estos seres, a fin de que aquellos se
beneficiaran espiritualmente, tal como en el caso de Jesús. El nacimiento
milagroso de María constituyó indudablemente la preparación del nacimiento de
Jesús, quien por ser Mesías, es decir inmaculado, debía tener una madre
igual.[2]
En conclusión,
los milagros sólo sirven para aceptar la verdad, no para otorgar la categoría
espiritual a los Profetas y Mensajeros, la cual la otorga Dios directamente, por
su libre Voluntad, sin necesidad de pruebas o de milagros, ni de
justificaciones, aceptaciones o rechazos por parte de los hombres. El milagro es
una Misericordia del Señor a favor de Sus siervos.
Es lógico que un
pueblo como el judío, acostumbrado a cuestionarlo todo, a rechazar a sus
Profetas, y aún a asesinarlos, reciba una prueba de tal tamaño como la del
nacimiento virginal, y aún más, la resurrección de muertos por parte de Jesús,
la curación de sordos y ciegos de nacimiento, de leprosos y endemoniados, etc.
Otros Profetas, como Moisés, Elías, Ezequiel, Daniel, etc., habían hecho muchos
milagros, pero Jesús traerá milagros de la salud, de la vida, y no sólo
vinculados a la naturaleza, como en el caso de Moisés. Estos hechos relativos a
la vida y a la muerte son aún más impactantes para los pueblos, y por ello
fueron reservados para el Mesías, en una época en que el pueblo judío estaba en
una extrema desintegración, y cuando su escepticismo había llegado al
máximo.
SEGUNDA
PARTE
¿Cuál fue la misión de
Jesús?
Su misión se puede
sintetizar en la prédica del evangelio (que significa “la buena nueva” o
“bienaventuranza”), constituida por la venida del Reino de Dios o Reino de los
Cielos. Su misión principal fue el anuncio del Reino, ya que el mismo Jesús dice
en Lucas: “También a otras ciudades tengo que anunciar la Buena Nueva del Reino
de Dios, porque a esto he sido enviado” (4:43), y en Mateo: “Recorría Jesús toda
Galilea, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino”
(4:23).
Habían por entonces en Palestina grupos que no eran judíos, pero que
seguían el Antiguo Testamento, como los samaritanos, quienes rechazaban ser
llamados “judíos”; los quenitas y los recabitas, que eran tribus árabes del
desierto que cumplían la ley de Moisés, y que también objetaban ser considerados
“judíos”; los esenios, que se separaron del pueblo judío debido a su decadencia
y corrupción, y que seguían un modo de vida más puro y estricto; los nazoreos,
que abundaban en Galilea, y a los cuales quizás perteneciera Jesús. En
conclusión, había entonces grupos numerosos aún entre los mismos judíos (como
los zelotes), tanto grupos opuestos a los judíos, como antagónicos entre sí. Los
judíos residían sobre todo en el sur de Palestina, alrededor de Jerusalén, y se
consideraban a sí mismos los sucesores del reino de Judá, por lo cual se
llamaron justamente “judíos”. Todos estos grupos esperaban, según el Antiguo
Testamento, que se constituyera el Reino de Dios, y que el Mesías los
liberara.
Dice en Mateo:
“Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por
añadidura” (6:33) Y entonces Jesús cuenta numerosas parábolas acerca del Reino.
Dice en una de ellas: “El Reino de Dios es como un hombre que echa el grano en
la tierra” (Mr. 4:26), y dice: “El Reino de los Cielos es semejante a un grano
de mostaza que tomó un hombre y lo sembró en su campo” (Mt. 13:31) Otra parábola
propuso a sus oyentes: “El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro
escondido en un campo” (Mt. 13:44); “también es semejante el Reino de los Cielos
a un mercader que anda buscando perlas finas, y que, al encontrar una perla de
gran valor, va, vende todo lo que tiene y la compra” (Mt. 13:45-46); “también es
semejante el Reino de los Cielos a una red que se echa en el mar y recoge peces
de todas clases” (Mt. 13:47)
Debido a la brevedad que pretendemos en este escrito no podemos explicar
todo lo que implica cada una de estas frases, pues ello nos distraería de
nuestro tema principal. Pero debemos saber que en ellas está anunciando todo lo
por venir, el Islam, el Sagrado Corán, al Profeta Muhámmad, y que se tratan en
realidad de profecías.
¿En qué consiste el Reino
de Dios?
El Reino tiene tres
interpretaciones diferentes, primero es un estado del corazón; segundo es el
gobierno concreto instaurado por Dios entre los hombres a través de Sus Profetas
y Mensajeros; tercero, es el anuncio de un Día Final, en el cual todo el Poder
solamente pertenecerá a Dios. Los tres sentidos los encontramos en los
evangelios.
Dice en Lucas:
“Habiéndole preguntado los fariseos cuándo llegaría el Reino de Dios, les
respondió: El Reino de Dios viene sin dejarse sentir. Y no dirán: ‘Vedlo aquí o
allá’, porque el Reino de Dios ya está entre vosotros” (17:20-21) Es decir, se
trata de un estado del corazón, que se produce en este mundo, no algo que sólo
sucederá en el más allá.
En cuanto al
segundo sentido del Reino, como gobierno concreto de Dios sobre los hombres, a
través de Sus Profetas, Mensajeros y delegados, sabemos que era el sentido que
predominaba desde antiguo, y que fue confirmado por Jesús en algunos pasajes de
los evangelios, por ejemplo en Mateo: “Cuando el Hijo del
hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles, entonces se sentará
en su trono de gloria. Serán congregadas delante de él todas las naciones […]
Entonces dirá el Rey a los de su derecha: ‘Venid, benditos de mi Padre, recibid
la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del
mundo’”
(25:31-32 y 34) Según nuestra interpretación, el término “hijo del
hombre”
no se
refiere solamente a Jesús, sino que tiene dos interpretaciones posibles, una la
que se aplica a Jesús, identificable muy claramente, y otra la que se aplica al
Profeta Muhámmad que estaba por venir en la gloria de Dios, con el Poder divino
en la tierra.
Dice también
Jesús: “Y os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se pondrán a
la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los Cielos, mientras que los
hijos del Reino [los judíos] serán echados a las tinieblas de fuera; allí será
el llanto y el rechinar de dientes” (Mt. 8:11-12). Habla de
“oriente” y de “occidente”, es decir de este mundo, donde hay oriente y
occidente, porque en el más allá no existen tales localizaciones. Y habla de “la
mesa de Abraham, de Isaac y de Jacob”, es decir de la tradición en este mundo,
en el más allá no hay “mesa de Abraham, Isaac y Jacob”, no será necesaria
entonces una tradición que se deba enseñar a los seres, pues éstos vivirán de la
experiencia propia, de la luz de Dios, una luz única, y conocerán sin necesidad
de que ninguna tradición se transmita.
Y dice en otra
parte: “Pero si por el Espíritu de Dios expulso yo los demonios, es que ha
llegado a vosotros el Reino de Dios” (Mt. 12:28), que es como si dijera
“principia conmigo”.
El Reino de Dios
en todos estos pasajes evidencia su cercanía temporal, lo cual para nosotros
indica al Islam, por lo que no se lo debe confundir con el otro sentido de
“Reino”, el que se aplica al más allá, del cual dice Jesús: “Mas de aquel día y
hora, nadie sabe nada, ni los ángeles de los cielos, ni el Hijo, sino sólo el
Padre” (Mt.
24:36) Entonces, no sería posible mencionar ninguna “cercanía” del Reino de
Dios, como vimos que afirman varios pasajes ya citados, si no se conociera su
momento...
Omito, para ser
más breve, todo lo que trata sobre el Reino de Dios en el más allá, porque
constituyen expresiones muy claras en el Nuevo Testamento. Siempre que Jesús
habla sobre dicho asunto anuncia los signos cósmicos que le preceden, como
grandes turbulencias en los cielos y en la tierra, etc.
El poder de
Jesús
Veamos ahora el asunto
del poder que ejercía Jesús sobre la naturaleza y sobre las personas, poder que
era evidentísimo en él. Lo haremos en forma sintética, pasando una breve revista
al tema.
Entre sus
poderes estaba que cuando alguien se acercaba a él, con intención agresiva y de
ejercer la violencia, él lo repelía sin necesidad de tocarlo. Entonces emanaba
de su ser una energía que expulsaba a sus agresores. En muchos lugares del Nuevo
Testamento se habla sobre este poder suyo, por ejemplo cuando dice: “Salió de
entre ellos sin que lo pudieran tomar”, o “le querían arrojar piedras, pero no
lo alcanzaron”, y “lo querían precipitar de una cornisa y no pudieron”
En
la región donde nació Jesús los fariseos intentaron matarlo arrojándolo desde lo
alto de un precipicio, y menciona el texto que él se zafó de ellos y se fue sin
que lo pudieran retener. Esto debemos tenerlo muy en cuenta, porque es un dato
básico de nuestro argumento, del que estamos anticipando solamente un
esquema.
Para ahondar más, veamos el párrafo de Lucas en el que cuenta que
Jesús afirmó: “Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo,
y ninguno de ellos fue purificado sino Naamán, el sirio. Oyendo estas cosas,
todos los de la sinagoga se llenaron de ira; y, levantándose, le arrojaron fuera
de la ciudad, y le llevaron a una altura escarpada del monte sobre el cual
estaba edificada su ciudad, para despeñarle.
Pero él, pasando por medio de ellos, se marchó” (4:27 en adelante)
“Pasando por medio de ellos, se marchó”. ¡Esto es sorprendente!, pues se supone
que eran muchos los que lo sujetaban. Pero él tenía un poder extraordinario que
lo auto protegía y que utilizaba cuando quería. En el caso que mencionamos, él
no usó su poder hasta llegar a la cima, y esto simplemente para dar un ejemplo
de la existencia de ese poder. Si hubiese querido se hubiera zafado antes de sus
captores, pero quiso demostrarles que habían intentado matarlo y no pudieron.
Esto tendrá una gran repercusión en nuestra argumentación
posterior.
Su otro poder
era el de la transfiguración. Que lo poseía está asentado en el Nuevo Testamento
donde dice lo siguiente: “Seis días después, toma Jesús a Pedro, a Santiago y a
su hermano Juan, sube con ellos a un monte alto a solas. Y se transfiguró
delante de ellos. Su rostro resplandecía como el sol y sus vestidos se pusieron
blancos como la luz. Y se le aparecieron Moisés y Elías hablando con él, los
cuales aparecieron resplandecientes y hablaron de su muerte que habría de tener
lugar en Jerusalén. Entonces Pedro dijo a Jesús: ‘¡Qué bien estamos aquí!, si
quieres haré aquí tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para
Elías’. Aún estaba él hablando cuando lo cubrió [a Jesús] una nube
resplandeciente, y salió de la nube una voz que decía: ‘Este es mi siervo amado,
en quien tengo mi complacencia, ¡escuchadlo!’ Al oír esto los discípulos cayeron
sobre sus rostros presa de un gran temor, y Jesús se acercó a ellos y tocándoles
dijo: ‘¡Levantáos, no tengáis miedo!’, y cuando alzaron los ojos no vieron a
nadie sino a Jesús” (Mt. 17:1-8) Huelgan las palabras.
TERCERA
PARTE
Jerusalén
La culminación de la
misión de Jesús es en Jerusalén. Si bien su prédica consistía en anunciar el
Reino por toda Palestina, la cúspide de su tarea se verifica en Jerusalén, lo
que surge de los Evangelios con toda evidencia. Hay allí un acto muy simbólico,
el de la última cena, que deseamos explicar. Posteriormente se produce el
apresamiento en el huerto, y el trato humillante ulterior que recibió Jesús.
Vayamos, pues, por partes.
Jesús entra en
Jerusalén y predica allí tanto como quiere antes de las Pascuas. Se había
establecido en Betania, a unos 15 km. de Jerusalén, donde iba y venía de casa de
unos discípulos suyos, Lázaro, Marta y María, que vivían allí. Predicaba durante
el día en el templo, y durante la noche se refugiaba en Betania para que no lo
apresaran, ya que los sacerdotes de Israel no se arriesgarían a prenderlo a
plena luz del día, por temor a que el pueblo se sublevara. En esos días de
Pascua había en Jerusalén muchos galileos y de otras facciones (recordemos que
no todos eran judíos), que apoyaban a Jesús, y entonces los rabinos preferían
apresarlo de noche, como sucedió después, para no sublevar al pueblo. En el
lapso durante el cual no hubo problemas Jesús predicó todo cuanto quiso, entraba
al templo y salía con ese poder de autoprotección que tenía, y nunca lo podían
tocar. Pero él se reservaba para el momento final.
En la noche de
Pascua, cuando tuvo lugar la última cena, se reunió con sus discípulos, y
entonces sucede algo bastante enigmático, que constituye la clave de todo lo que
pasaría luego. Según el evangelio de Juan, en un momento dado Jesús dijo: “…En
verdad os digo que uno de vosotros me entregará” (Jn. 13:21). Deducimos,
entonces, en primer lugar, que él conocía el hecho. Segundo, si él lo conocía, y
eso sucedería sin oposición de su parte, era porque se trataba de un designio
divino, de una orden o decreto superior a su propia voluntad, lo que podemos
vincular con el diálogo a que antes nos referimos que tuvo en el monte con
Moisés y Elías. Debido a que las misiones de los Profetas se encuentran
dominadas absolutamente por la Voluntad de Dios, que ellos no determinan los
pasos a dar sino que lo hace el Señor, debemos creer que el hecho de ser
entregado Jesús a sus asesinos, algo que de antemano él mismo conocía,
constituía sin duda un designio divino inapelable.[3]
Pero Jesús no
solamente se conforma con decir que había alguien que lo entregaría, cargando
así un peso extraordinario sobre el que lo hiciera, sino que también lo designa
directamente. A la pregunta de Juan sobre quién sería ese que lo entregara,
Jesús responde: “Aquel a quien le diere el bocado que voy a mojar” (Jn. 13:26).
De esto se deduce que él ya sabía quién era ese. Si él lo sabía, y se trataba de
uno de sus seguidores, entregar a Jesús no era entonces algo de la voluntad
exclusiva del que lo hiciera, ni era debido a la antipatía que podría tenerle
Jesús a esa persona para cargarlo con tamaña misión, ya que él no odiaba a
nadie, sino todo lo contrario. Él amaba a todos sus seguidores, que eran sus
hijos espirituales. Descartada la voluntad arbitraria del discípulo, o el odio
de Jesús, sólo nos queda el designio de Dios para que alguien hiciera semejante
tarea. Y Jesús lo designa diciendo: “«Es aquel a quien dé
el bocado que voy a mojar» Y, mojando el bocado, le toma y se lo da a Judas,
hijo de Simón Iscariote” (Jn. 13:26), y le ordenó
que haga su tarea. “Entonces preguntó Judas, el que iba a entregarle: «¿Soy yo acaso,
Rabbí?» Dícele: «Sí, tú lo has dicho»” (Mt. 26:25). Es como si
no hubiese querido lastimarlo ordenándoselo directamente, y se lo hubiese
mostrado por gestos, indirectamente, para que el elegido lo confirmase de
palabra, “¿soy yo acaso?” Y agrega Jesús: “…Lo que vas a hacer, hazlo pronto”
(Jn. 13:27), le manda, le
ordena. ¡Ve y haz tu tarea!
Ahora bien, pongamos por
caso que un maestro espiritual, no ya un Profeta ni un Mensajero de la categoría
de Jesús, tenga un discípulo a quien le ordena cometer una maldad, porque de eso
se trataba: ¿Es lógico admitir esto, que un maestro espiritual ordene a un
discípulo cometer algo malo?, ¿no es absurdo? Entonces, la única conclusión posible es que no se
trataba de una maldad, de un delito. Y si no se trataba de eso, sino por
el contrario era un designio divino, un decreto de Dios, entonces el que debía
cometer eso no era en realidad culpable, pero sin embargo cargaba con la
apariencia de una maldad cometida. Lo notable es que Jesús no sólo lo designa,
sino que le ordena realizar lo que debe hacer.
Otro hecho
notable es que se diga que en la conjura participaba Satanás: “Y
entonces, tras el bocado, entró en él Satanás” (Jn. 13:27) ¿En qué
sentido se debe interpretar esto?, ¿en el sentido de que Jesús obró en favor de
Satanás, y le facilitó las cosas designando a Judas y ordenándole proceder? ¿O
en el sentido de que entregó a unos de sus seguidores a manos de Satanás, para
que éste hiciera de él lo que quisiera? Ambas alternativas nos resultan
repugnantes, pues ni Jesús podría facilitar de ningún modo los planes de
Satanás, ni podría entregar a un ser humano que lo seguía en manos del maldito,
y aún más, hacer que Satanás entrara en un discípulo suyo a través de su misma
mano, lo cual es inaceptable si no se tratara de una
metáfora.
Entonces, sólo
nos queda pensar que los hechos estaban absolutamente predestinados por la
Voluntad divina, bajo cuyo imperio está el mismo Satanás, y que la expresión
“entró en él Satanás” es más bien metafórica, desde que el mismo Judas no tuvo
oportunidad de elegir. Menos aún Jesús tuvo alternativas, pues era el más
obligado a obrar tal como lo hizo: “El Hijo del hombre
se va, como está escrito de él” (Mt.
26:24).
Nos podríamos
preguntar que si por un designio divino Jesús obró tal cómo obró, y Judas
procedió cómo procedió, ¿en caso contrario Judas habría entregado a Jesús?... Si
esto sucedió tal como sucedió, debemos concluir que Judas no es culpable de
nada, sino en cierto modo un sacrificado, pues ¿qué culpa podríamos atribuirle
cuando fue la Voluntad divina la que determinó todo lo que pasó?[4]
Otro de los
hechos notables en el relato de la “última cena” es que el resto de los
seguidores, aparte de Judas, nada sabían sobre lo que estaba pasando. Y esto nos
da otra clave sobre el secreto del asunto, y sobre que se trataba de algo por
encima de la comprensión racional y común, pues de lo contrario los discípulos
hubiesen comprendido, e incluso necesitado comprender para su propio beneficio.
Dice en Juan: “Pero ninguno de los comensales entendió por qué se lo decía”
(13:28)
El
apresamiento
Pasemos a los
acontecimientos que tuvieron lugar en el huerto de Getsemaní. Esto tiene también
sus claves, porque cuando Jesús y sus seguidores, después de la última cena, van
al huerto, y él decide no retirarse a Betania como era habitual. Es como si
estuviese propiciando que sus captores lo vinieran a apresar. Si él hubiera
querido retirarse a Betania, o hubiese querido fugarse, podría haberlo hecho,
pero esa noche se fue al huerto de Getsemaní...
Se cuenta que
allí Jesús tiene un momento de gran angustia, y mandaba a velar junto a él a sus
compañeros, pero éstos se quedaban dormidos. Cada tanto él los iba a ver, para
saber si velaban con él, pero he aquí que los encontraba dormidos. Esto
demuestra que ellos estaban bastante ajenos a todo lo que iba a suceder, e
ignoraban la importancia de ese gran momento. Jesús mismo refuerza el hecho de
que sus compañeros no sabían lo que estaba pasando, al decir: “No se turbe
vuestro corazón: creéis en Dios, pues creed también en mí” (Jn. 14:1) Se
distingue de Dios, la Realidad superior, y él como Mensajero y un medio de Dios
para los hombres. Y continúa: “En la casa de mi
Padre hay muchas mansiones; si no, os lo habría dicho; porque voy a prepararos
un lugar. Y cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré
conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy
sabéis el camino” (Jn. 14:2-4). Es decir, puede muy bien interpretarse como un camino de
este mundo, un lugar de la tierra, como creemos que podría haber sido el camino
a que se refería, o bien el camino de la fe. “No os dejaré
huérfanos: volveré a vosotros” (Jn. 14:18), repite,
confirmando que se queda en el mundo. “Ya no hablaré muchas
cosas con vosotros, porque llega el Príncipe de este mundo. En mí no tiene
ningún poder; pero ha de saber el mundo que amo al Padre y que obro según el
Padre me ha ordenado” (Jn. 14:30-31). Es decir
le ordenó todos los acontecimientos que sucedían, desde su entrega por parte de
Judas, hasta su actual desaparición momentánea que él anuncia. Y “el Príncipe de este
mundo” debe ser interpretado como el poder opresor romano y sus aliados judíos
en Palestina, porque dice de ello “en mí no tiene ningún poder”, lo que
significa que Satanás, otro nombre del ese Príncipe, no tiene poder alguno sobre
los Mensajero de Dios, ni menos el de crucificarlo, como ya
veremos.
Su discurso de despedida siguiente es muy enigmático, y
contiene contradicciones aparentes que deben ser solucionadas con un
conocimiento más profundo, con un esfuerzo de interpretación: “«Dentro de
poco ya no me veréis, y dentro de otro poco me volveréis a ver» Entonces algunos de sus discípulos comentaron entre sí: «¿Qué es
eso que nos dice: ‘Dentro de poco ya no me veréis y dentro de otro poco me
volveréis a ver’ y ‘Me voy al Padre’?» Y decían: «¿Qué es ese ‘poco’? No sabemos
lo que quiere decir»” (Jn. 16:16-18)... Y agrega Jesús:
“En
verdad, en verdad os digo que lloraréis y os lamentaréis, y el mundo se
alegrará. Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en
gozo...
pero
volveré a veros y se alegrará vuestro corazón y vuestra alegría nadie os la
podrá quitar... Os he dicho todo esto en parábolas. Se acerca la hora
en que ya no os hablaré en parábolas, sino que con toda claridad os hablaré
acerca del Padre... Ahora dejo otra vez el mundo y voy al Padre” (Jn. 16:20, 22 y
25)
Es evidente que
este discurso no se refiere al sacrificio de la cruz porque de haberlo hecho
hubiese utilizado otras palabras, menos enigmáticas, como lo hace en aquellas
que figuran en Mateo: “Ya sabéis que dentro
de dos días es la Pascua; y el Hijo del hombre va a ser entregado para ser
crucificado”
(26:2) ¿Qué necesidad tenía de ocultar bajo palabras enigmáticas, parábolas como
él mismo dice, que sus propios compañeros no entendían, un asunto que poco antes
él mismo había anunciado tan claramente?
En consecuencia,
debemos meditar mejor sobre dichas expresiones “dentro de poco ya no me veréis, y dentro de otro poco me
volveréis a ver”, porque: 1º) No se refieren directamente a la
crucifixión; 2º) el tiempo es mencionado como muy corto, “poco”, no como meses o
semanas; 3º) se trata de algo que sus compañeros van a ver o dejar de ver, por lo cual se refiere a la visión directa de Jesús, a su aspecto o apariencia física, a la
visión concreta de su persona, vista por ellos como siempre lo vieron (“dentro de otro poco me volveréis a ver”) Tampoco se
refiere a los acontecimientos que van a suceder en la crucifixión, pues de lo
contrario, como ya dijimos, lo hubiese expresado
directamente.
Luego ya
describe sucesos, diciendo: “Y me
dejaréis solo. Pero no estoy solo, porque el Padre está conmigo... Padre,
ha llegado la hora; glorifica a tu hijo…”,
“glorificar” significa “elevar”,
“para que tu hijo te glorifique a ti”, es decir,
te ensalce, te eleve, te exalte. “Y
que según el poder que le has dado sobre toda carne”, el poder de
hacer milagros de salud y el poder de transfigurarse, “dé
también vida eterna a todos los que tú le has dado. Esta es la vida
eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú
has enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado en la tierra, llevando a
cabo la obra que me encomendaste realizar” (Jn. 16:32 y
17:1-4).
¿Qué impresión
nos causan estos párrafos? Es como si alguien se despidiese, pero como estando
ya en otro lado. Nos está hablando como por un altavoz, mientras el vehículo en
el que se aleja de nosotros se encuentra lejísimo, aunque una apariencia suya
está delante de nosotros como en una pantalla, como sucede con la
televisión.
¿Cómo se enlazan
los acontecimientos que después sobrevienen con estas palabras de Jesús? En
primer lugar debemos observar que en
ningún momento habla de su crucifixión, pues el término “glorificar” significa
diametralmente lo contrario que “mortificar” y “crucificar”. En segundo
término, habla de su misión, “la
obra que me encomendaste realizar”, diciendo
que ya está cumplida, es
decir que
nada falta por hacer. Esto último, también, excluye que todavía reste la
crucifixión, en cuanto se entiendan rectamente dichas expresiones. Y siendo
la crucifixión el acto capital que según la teología eclesiástica vino a cumplir
Jesús, dichas palabras desautorizan una interpretación como la eclesiástica, es
decir que haya sido crucificado él para la salvación del
hombre.
Sintéticamente,
lo apresan en el huerto, y dice en Juan: “Jesús, que
sabía todo lo que le iba a suceder, se adelanta y les pregunta: «¿A quién
buscáis?» Le
contestaron: «A Jesús el Nazareno» Díceles: «Yo soy» Judas, el que le entregaba,
estaba también con ellos.
Cuando les dijo: «Yo soy», retrocedieron y cayeron en
tierra. Les
preguntó de nuevo: «¿A quién buscáis?» Le contestaron: «A Jesús el
Nazareno»
Respondió Jesús: «Ya os he dicho que yo soy; así que si me buscáis
a mí, dejad marchar a éstos»” (Jn. 18:4-8) Esta es
otra parte esencial de la interpretación que debemos hacer de los hechos. Vamos
a ver en lo que sigue todas las interpretaciones realmente extraordinarias que
se extraen de este diálogo entre Jesús y sus captores, todo lo cual confirma la
doctrina del Sagrado Corán: “Empero no le mataron ni le crucificaron, sino que
se les simuló [hacerlo]” (4:157), él apareció para ellos en uno de sus
seguidores que asumió su figura.
CUARTA
PARTE
La
interpretación de las claves
Hasta ahora estamos en
medio de los enigmas, de las conjeturas. ¿Cómo vamos a salir de ellas? Muy
fácilmente, hemos visto como primer asunto que Jesús tenía un poder personal de autoprotección,
que provenía del Espíritu Santo. Él era el purificado, el Mesías, a quien
nadie podía alcanzar con la mala intención de dañarlo. Nunca pudieron apresarlo,
no pudieron arrojarlo desde un precipicio, no podían capturarlo hasta que él lo
quiso, al entregarse en el huerto, y allí se quedó esa noche porque sabía que
debían apresarlo.[5]
Además del poder de
autoprotección, Jesús ejercía otro poder que ya mencionamos, el de la transfiguración, como está
suficientemente asentado en los evangelios. Además podía hasta ausentarse del
lugar en donde se encontraba, como cuando se aparece a los del camino a Emaús, y
después de acompañar un buen rato a los dos viajeros que lo conocían de antes
porque eran parientes suyos, ellos entonces no lo reconocieron, y luego se les
evaporó delante de sus ojos.
Entonces, combinaremos estos dos elementos, el de la autoprotección y el
de la transfiguración, con el hecho extrañísimo, que nadie explica, de que
cuando les
dijo: «Yo soy», retrocedieron y cayeron en tierra, lo que incluiría a la
tropa de diez o doce policías, por lo menos, que lo fue a apresar. Nos parece
que sus seguidores también cayeran inconscientes, por lo que iba a suceder y que
ellos no entendían, y así algunas versiones indican que todos cayeron a
tierra. ¿Cómo entonces interpretar este desmayo colectivo, no sólo de sus
enemigos, sino también de sus seguidores?
Lo
podemos interpretar como que en ese momento, cuando quieren capturar a Jesús, todavía está presente en él la fuerza
protectora que rechaza la agresión y repele a sus enemigos. Pero nos
preguntamos además, ¿por qué los que no lo agredían debían también quedar
inconscientes?, ¿qué fin tenía esto? Nosotros respondemos que eso sucedió para
que sus seguidores no presenciaran la
transfiguración que se produjo en ese momento: Judas es, con seguridad, el
único que queda en pie, junto a Jesús, y Judas mismo adopta la fisonomía de
Jesús. En ese mismo momento este último adopta una figura distinta y se
aparta del grupo. Lo vemos apartarse del lugar en el evangelio de Marcos
(14:51-52), como enseguida vamos a explicar.
Recapitulando,
en el momento que lo van a apresar, los que tenían una intención maligna a su
respecto son repelidos por la fuerza que ya conocemos, que protegió a Jesús
durante toda su misión, y esa gente queda totalmente inconsciente, cae de
espaldas. Y sabemos que estaban inconscientes porque hay una reiteración de la
misma escena, “Jesús” vuelve a preguntarles lo mismo, dado que habían perdido la
conciencia de lo anterior: “¿A quién buscáis?”... y él agrega “yo soy”, por
segunda vez. ¿Pero qué sentido tiene que se desmayen sus compañeros? Ellos
también caen inconscientes por un hecho todavía más profundo, y es que se va a
producir algo que ellos desconocían, y que no debían todavía conocer. Como ya
dijimos, ellos desconocían todo lo que iba a suceder, y cuando Jesús les hablaba
al respecto se preguntaban: “¿Qué está diciendo?” Cuando estuvieron en el huerto
no velaron con él, porque no sabían lo que estaba pasando realmente. Y él les
dijo, según el Evangelio de Juan: “Porque voy al Padre y no me veréis más... Mucho
tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello”
(16:10 y 12).
Cuando Judas
adopta la figura de Jesús, éste se aparta. ¿En qué lugar de los evangelios
comprobamos esto? Allí donde afirma que todos sus seguidores lo abandonaron y
huyeron, pero un joven “cubierto sólo de un
lienzo”
seguía a Jesús y a sus captores:
“Y
abandonándole huyeron todos. Un joven le seguía cubierto sólo de un lienzo; y le
detienen. Pero él, dejando el lienzo, se escapó desnudo” (Mr. 14:50-52). Es muy
extraño que un joven aparezca en la narración sin que antes se le hubiese
mencionado, pues no era del grupo de discípulos, ni venía con los policías, ya
que de lo contrario éstos últimos no tendrían por qué haberlo perseguido. A este
joven, dice en Marcos, intentaron prenderlo, y sucedió lo mismo que sucedía con
Jesús: “... Pero
él, dejando el lienzo, se escapó desnudo” Según nuestra
interpretación sigue habiendo así “un Jesús” que tiene el mismo poder de repeler
a sus agresores, pero esta vez bajo la apariencia de “un joven envuelto en un
lienzo” (vestimenta por demás rara, pues no se dice que fuera una “túnica”, por
ejemplo)
En cuanto al
suicidio de Judas, es una versión que no se puede aceptar según nuestra
interpretación de los hechos. Sospechamos que esa versión se habría creado para
justificar su desaparición, porque Judas se evapora, y nadie sabe dónde está.
Como no se sabe qué le sucedió, se cuenta de él que tiró los cuarenta dineros
con los que lo habían sobornado los rabinos y se ahorcó de un
árbol.
Hemos pasado por
alto algo que podríamos preguntarnos: Si admitimos que Judas adopta la figura de
Jesús, ¿cuál es la prueba a este respecto? La prueba está en que el joven que se
aleja del grupo tiene el poder de autoprotección que tenía Jesús, y el “Jesús”
que ahora queda como tal, es decir Judas, no tiene ninguna fuerza: Lo apresan,
le pegan, lo insultan, lo laceran, se burlan de él, le escupen... Son “dos
Jesús” heterogéneos, uno el verdadero, a quien nadie podía tocar, que enseñaba a
la gente y no dejaba una sola pregunta sin contestar. Nunca rehusaba responder a
nadie, y aún cuando algunos le preguntasen algo rebuscado, daba vuelta el
argumento malintencionado y los humillaba. ¡Compárenlo con el Jesús que queda,
que no tiene poder de ningún tipo, ni el poder de la palabra que tenía el Jesús
verdadero, un poder que enmudecía a sus enemigos y que enseñaba a los sacerdotes
del Templo, aún siendo él pequeño!
Dice: “¿Por
qué me preguntas? Pregunta a los que me han oído lo que les he hablado; ellos
saben lo que he dicho” (Jn. 18:21); y “«No respondes nada?
¿Qué es lo que éstos atestiguan contra ti?» Pero él seguía callado y no
respondía nada” (Mr. 14:60-61) Su deplorable actuación se muestra de muchas maneras, como
cuando dice: “Tú lo has dicho”, sin asumir una afirmación directa y coherente. A
la pregunta sobre si era en verdad el Mesías responde: “Tú lo has dicho...” (Mt.
26:64), una expresión enigmática pues él no lo dice.
“Los hombres que
le tenían preso se burlaban de él y le golpeaban” (Lc. 22:63); “algunos se
pusieron a escupirle” (Mr. 14:65); “y cubriéndole con un
velo le preguntaban: «¡Adivina! ¿Quién es el que te ha pegado?» Y le insultaban
diciéndole otras muchas cosas” (Lc. 22:64-65). Judas era
en figura quien personificaba a Jesús, y en cuanto a la realidad no era él. Pero
la denigración insultante y humillante que recibe el transfigurado no desmerece
la tarea humillante, dolorosa y sacrificada de Judas, sino por el contrario la
enaltece, porque si no fuera por el amor y la fidelidad hacia su maestro nunca
hubiese nadie asumido esa tarea.
Es recomendable
leer lo que dice el “otro Jesús” en los evangelios, como por ejemplo sus
deplorables actuaciones ante el Sanedrín y ante Pilatos y Herodes. Ante el
Sanedrín se produce este diálogo: “«Si tú eres el Mesías, dínoslo» Él les
respondió: «Si os lo digo no me creeréis»... «¿Entonces eres tú el hijo de
Dios?» El les dijo: «Vosotros lo decís, yo soy»” (¿!), una respuesta ilógica
pues la primera parte contradice a la segunda. La primera significa, como ya
hemos visto, que él no se hace cargo de las afirmaciones de los otros, sino que
más bien las rechaza, o al menos las deja en la duda, y en la segunda parte de
la respuesta, por el contrario, él acepta esas afirmaciones y las confirma. Ante
Pilato sucede lo mismo, Pilatos llama a Jesús y le pregunta: «¿Eres tú el Rey de
los judíos?» Respondió Jesús: «¿Dices eso por tu cuenta, o es que otros te lo
han dicho de mí?» (Jn. 18:33-34) ... «Luego ¿tú eres Rey?»”. Respondió Jesús:
«Tú lo dices, soy Rey»” (Jn. 18:37).
Los
evangelios agregan a veces, después de las respuestas del aparente “Jesús”, algo
con lo que tratan de explicarlas con pretensiones teológicas, pero que con toda
evidencia no pertenece al diálogo original, ni explica nada en definitiva. Pero
en realidad, cuando el transfigurado responde ante el Sanedrín “yo soy”, y ante
Pilato “soy Rey”, es como si dijese “yo acepto todo lo que ustedes dicen, porque
este es el papel que debo representar”
Allí están
también sus increíbles silencios, contrapuestos a su manera de actuar durante
toda la misión, y contrapuestos también al significado de su propia misión. A
menos que tengamos una interpretación tan sin fundamento como la que nos dan
oficialmente, sus silencios son de la misma naturaleza que sus respuestas ya
mencionadas: “tú lo dices” o “vosotros lo decís”. Pilato le pregunta a un
Profeta, a un Enviado de Dios, algo esencial que ese Enviado debería estar
obligado a responder a cualquier mortal, en cualquier circunstancia: “Le dice
Pilato: «¿Qué es la verdad?»” (Jn. 18:38). Esta es una invitación a enseñarle, a
extraerlo de su escepticismo y de su error, y aún en el caso de que fuera un
dicho hipócrita o sarcástico, un Mensajero de Dios debería aprovechar la ocasión
para enmendar a su interlocutor... Pero el “otro Jesús” nada responde, como dicen los
evangelios. Ante los sacerdotes y los ancianos que lo acusaban “no respondió nada” (Mt. 27:12), a pesar
de ser él mismo quien había dado latigazos a los mercaderes del Templo,
dependientes de esos falsos sacerdotes.
Pilatos se sorprende y le pregunta: “¿No oyes de cuántas cosas te acusan
[los sacerdotes]?” (Mt. 27:13), como se recrimina a un niño o a un inconsciente,
cuando éste debería ser el mismo Jesús que explicaba en el Templo, ante las narices de los
sacerdotes, que él sería sacrificado en Pascua por los sacerdotes del pueblo:
“Ya sabéis que dentro de dos días es la Pascua; y el Hijo del hombre va a ser
entregado para ser crucificado” (Mt. 26:2) ¿No se merecían estos sacerdotes una
explicación y una advertencia, o bien una fuerte recriminación y amenaza antes
de cometer su crimen?...[6]
El
colmo de esa horrible actuación, quizás lo más lamentable de ella, sucedió ante
Herodes: “Cuando Herodes vio a Jesús se alegró mucho, pues hacía largo tiempo
que deseaba verle, por las cosas que oía de él, y esperaba presenciar alguna
señal que él hiciera. Le preguntó con mucha palabrería, pero él no respondió
nada. Estaban allí los sumos sacerdotes y los escribas acusándole con
insistencia. Pero Herodes, con su guardia, después de despreciarle y burlarse de
él, le puso un espléndido vestido y le remitió a Pilato” (Lc. 23:8-9 y 11).
Huelgan las palabras.
Por
último, he aquí su enigmática respuesta a Pilato, cuando éste le preguntó quién
era y no quiso responder a ello, pero le dijo: “No tendrías contra mí ningún
poder, si no se te hubiera dado de arriba”, se interpreta que de parte de Dios,
y prosigue, “por eso, el que me ha entregado a ti…”, ¿a quién se refiere?,
“tiene mayor pecado” (Jn. 19:11) Si reconoce que los sucesos que se están
produciendo fueron ordenados “de arriba” por Dios, o al menos son tolerados por
Él, ¿a quién se refiere con “el que me ha entregado a ti”? ¿A Dios, a Herodes, a
los sacerdotes, a Judas, o al verdadero Jesús? Si el entregador cometió un
pecado al hacerlo, queda descartado que sea Dios, y también queda descartado
Jesús, que era impecable. Entonces, se trataría de alguno de los otros tres.
Pero, además, si de acuerdo a nuestra interpretación de los hechos debemos
descartar a Judas, pues éste no tenía ningún poder, y le fue ordenado hacer lo
que hizo, se refiere sin duda a los sacerdotes y a Herodes, en conjunto, como
representantes del pueblo judío.
Lógicamente,
como ya hemos repetido, es el mismo transfigurado el que más sufre la situación
de verse enfrentado a los enemigos de su maestro y deber callar o responder con
la misma pregunta, sin tener que decir quién era él y qué hacía suplantando allí
a su amado maestro. Esto es el sumo de la fidelidad y la entrega, y por eso este
pobre ser, merecedor de toda consideración y respeto, estará con Jesús en su
misma categoría en el más allá. Por eso, no deseamos denigrar a Judas en su
actuación, que por otra parte no dependía de su voluntad directamente, porque si
todo ello sucedía porque el Señor así lo dispuso, todo ello debía suceder así,
sin importar en última instancia la calificación que a nosotros nos produzca. Y
los términos que usamos, como “deplorable”, “denigrante”, “lamentable”, u otros
por el estilo, no tienen por intención calificar negativamente la persona del
transfigurado sino solamente remarcar que los hechos son en sí mismos indignos
de un Mensajero de Dios, no que Judas fuera en algo culpable o causante de esos
hechos. Por el contrario, los culpables de ello fueron los inicuos que se
amparaban en sus falsarias dignidades de sacerdotes y autoridades políticas,
cuando sólo respondían a sus bajos instintos.
Pero vayamos a
los muy importantes argumentos finales con los que intentaremos dilucidar
algunos enigmas. Quedarán no obstante muchos asuntos sin dilucidar, porque
nuestro intento no es agotar este tema con un opúsculo como el presente sino
solamente abrir una puerta hacia los secretos de los hechos alrededor de Jesús
el Mesías.
El sacrificio y su
reaparición
Si Jesús se transfiguró y
adoptó otra fisonomía después de la crucifixión, ¿Hay testimonio de esto en los
evangelios? Si, como por ejemplo cuando van las mujeres a ver la tumba al día
siguiente de la crucifixión y la encuentran vacía. Luego, María Magdalena vuelve
sola allí nuevamente y se pone a llorar, pero cuando se da vuelta encuentra a un
hombre que no conoce, y que confunde con el hortelano, el que cultivaba la
huerta allí situada, lindante con la caverna donde fue sepultado
Jesús.[7] El desconocido preguntó
a María Magdalena: “Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?” Ella, pensando que
era el encargado del huerto, le dijo: “Señor, si tú lo has llevado, dime dónde
lo has puesto, y yo me lo llevaré” Jesús le dijo entonces: “María” Ella se
vuelve y le dice en hebreo: “Rabbuní”, es decir “Maestro” (Jn. 20:5-16), como si
ella despertara de un sueño y descubriera a Jesús directamente.
Cuando Jesús
exclama: “¡María!”, es como si quisiera que la Magdalena recapacitara y viera
que era él. Entonces le ordena: “Deja de tocarme”, o “no me toques”, y esto
constituye una clave. El no quería que lo tocasen, pues tenía un cuerpo especial
con el que debía ascender a un plano superior, como también dice allí. Otra
interpretación es que sería peligroso que lo tocasen debido a su poder. Él
advierte a María Magdalena que no lo toque porque “todavía no he subido al
Padre. Pero vete donde mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a
mi Dios y vuestro Dios” (Jn. 20: 17). El siervo reconoce aquí también su
condición de tal.
Anteriormente a
este episodio se habían producido otros, muy significativos de lo que estaba
pasando. Por ejemplo, alguien aparece y remueve la piedra del sepulcro, y según
uno de los evangelios fue un ángel que “bajó del cielo” (Mt. 28:2-3); además,
siguiendo a Lucas, “dos hombres con vestidos resplandecientes” aparecen dentro
del sepulcro ante las mujeres que habían ido allí, el domingo muy temprano,
entre ellas María Magdalena (24:4)
En una
segunda oportunidad Jesús se presenta ante dos de sus seguidores en el camino de
Emaús, al tercer día de la crucifixión. Uno de ellos quizás fuera tío de Jesús,
y lo conocía desde pequeño, y el otro un primo suyo. Iban a una aldea llamada
Emaús, y “Jesús se acercó y siguió con ellos”, según dice en Lucas, para agregar
“pero sus ojos [los de ellos] estaban retenidos para que no le conocieran”
(24:15-16) En síntesis, era él, lo veían y no lo reconocían. Tenemos algo más,
les preguntó Jesús: “«¿De qué discutís entre vosotros mientras vais andando?»
Ellos se pararon con aire entristecido. Uno de ellos llamado Cleofás le
respondió: «¿Eres tú el único residente en Jerusalén que no sabe las cosas que
estos días han pasado en ella?» Él les dijo: «¿Qué cosas?» Ellos le dijeron: «Lo
de Jesús el Nazoreo, que fue un profeta poderoso en obras y palabras delante de
Dios y de todo el pueblo»”, y entonces le narra todo lo que había pasado. Él les
responde: «¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los
profetas! ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso y entrara así en su
gloria?»” “Gloria” y “glorificación”, como ya dijimos, significan “elevación”. Y
continúa el pasaje de Lucas: “Y, empezando por Moisés y continuando por todos
los profetas, les explicó lo que había sobre él en todas las Escrituras”. Ellos
le forzaron a quedarse, diciendo: «Quédate con nosotros, porque atardece y el
día ya ha declinado.»” Esto significa que estuvieron varias horas con él y no lo
reconocieron. Y continúa: “Y entró a quedarse con ellos. Y sucedió que, cuando
se puso a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se
lo iba dando. Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron”. Recién
entonces, al bendecir y ver cómo partía el pan y les daba de comer, y porque así
solamente lo hacía Jesús, tuvieron la inspiración de quién era él, sólo cuando
quiso que lo supieran. Para concluir afirmando algo extraordinario: “pero él
desapareció de su lado” (Lc. 24:17-31) Estaba sentado a la mesa junto a ellos, y
cuando se dieron cuenta quién era, de golpe se les esfumó, ¿no es esto
extraordinario?
Otro episodio:
Estaban todos sus discípulos reunidos, y dice en Lucas “él se presentó en medio
de ellos y les dijo: «La paz con vosotros» Sobresaltados y asustados, creían ver
un espíritu. Pero él les dijo: «¿Por qué os turbáis, y por qué se suscitan dudas
en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo. Palpadme y ved que
un espíritu no tiene carne y huesos como véis que yo tengo»” (24:36-39) Nosotros
interpretamos que él les debió mostrar que no tenía los signos de la crucifixión ni
en los pies ni en las manos, no porque él, como se cree erróneamente, los
hubiera tenido en algún momento, sino porque en realidad nunca los tuvo. Los discípulos tenían
miedo al verlo y pensaron que era una aparición fantasmagórica, ya que lo creían
muerto en la cruz. Pero él les aseguró el corazón que no poseía los estigmas de
un crucificado. ¿Para qué les pediría que comprobaran sus heridas si estuvieran
a la vista? Sólo se los pudo pedir porque en realidad nunca tuvo esas heridas.
“Tomás, uno de los doce,
llamado el Mellizo[8], no estaba con ellos
cuando vino Jesús. Los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor» Pero
él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi
dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré»
Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Se
presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas [él no necesitó abrir
ninguna puerta], y dijo: «La paz con vosotros» Luego
dice a Tomás: «Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi
costado, y no seas incrédulo sino creyente»” (Jn. 20:24-27) Esto
significa que sus laceraciones no existían, que su cuerpo estaba completamente
entero. El cuerpo lacerado y ajado por el sufrimiento no era ese que él exhibía,
lo cual para nosotros significa que nunca recibió ninguna herida.
En Juan también se narra
la aparición de Jesús en el Tiberíades: “Estaban juntos Simón Pedro, Tomás,
llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los de Zebedeo y otros dos
de sus discípulos. Simón Pedro les dice: «Voy a pescar» Le contestan ellos:
«También nosotros vamos contigo» Fueron y subieron a la barca, pero aquella
noche no pescaron nada. Cuando ya amaneció, estaba Jesús en la orilla; pero los
discípulos no sabían que era Jesús” (21:2-4)
Ellos, que
lo conocían de años, algunos eran sus primos y se criaron juntos, lo vieron en
la orilla del lago y no lo reconocieron.
Y lo que sigue es más
claro aún. Veamos: “Díceles Jesús: «Muchachos, ¿no tenéis pescado?» Le contestaron:
«No» Él les dijo: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis» La
echaron, pues, y ya no podían arrastrarla por la abundancia de peces. El
discípulo a quien Jesús amaba dice entonces a Pedro: «Es el Señor», [Pedro] se
puso el vestido -pues estaba desnudo- y se lanzó al mar. Los demás discípulos
vinieron en la barca, arrastrando la red con los peces; pues no distaban mucho
de tierra, sino unos doscientos codos. Nada más saltar a tierra, ven preparadas
unas brasas y un pez sobre ellas y pan” Es decir, Jesús había
preparado esto como otras veces había multiplicado la comida. Continúa la
narración: “Díceles Jesús: «Traed algunos de los peces que acabáis de pescar»
Subió Simón Pedro y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: ciento
cincuenta y tres. Y, aun siendo tantos, no se rompió la red. Jesús les dice:
«Venid y comed» Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: «¿Quién eres
tú?»
Sabiendo que
era el Señor” No osaban preguntarle, lo cual significa que no lo reconocían
manifiestamente, porque estaba transfigurado, pero ¿cómo sabían que era Jesús?,
de corazón, no por la fisonomía. Ellos querían confirmarlo, pero temían
preguntarle, aunque Pedro sabía que solamente Jesús podía hacer ese regalo de
llenarle la red de peces, y preparar de la nada una comida, pero nada preguntó.
Aún más, no se atrevían a tocar la comida, hasta que el mismo Jesús “toma el pan
y se lo da; y de igual modo el pez”, según dice el texto (Jn. 21:5-13) Esta fue
la tercera vez que Jesús se apareció a sus discípulos, y las tres veces no lo
reconocieron.
QUINTA
PARTE
Hechos extraños y
enigmáticos
Algo muy extraño que
sucede en el transcurso del juicio, antes de la crucifixión, son las tres
negaciones de Pedro. Como sabemos, éste es el sucesor de Jesús en la sabiduría y
en la conducción de su comunidad, porque todo Profeta de alta categoría deja un
sucesor con esas características. “Jesús le dijo: «Yo te aseguro: esta misma
noche, antes que el gallo cante, me habrás negado tres veces»” (Mt. 26:34; ídem
con una pequeña variante en Mr. 14:30) Unánimemente se interpreta esto como que
Pedro, por miedo, iba a mentir y a traicionar a Jesús. Pero una negación no
equivale necesariamente a una mentira, como todos sabemos, puede ser también
sobre algo verdadero, o bien una equivocación. Fuera de estas tres posibilidades
para las negaciones normales de la gente (verdad, mentira, equivocación) no
existen otras. ¿A cuál de las tres se refería Jesús al decir aquello a
Pedro?
La clave está en
la expresión “antes de que cante el gallo”, que no tendría sentido en la frase
si es que no tuviera un significado más profundo. Podría haber dicho, en lugar
de que cante el gallo, “antes de la crucifixión”, que era lo más lógico, o
“antes de que amanezca”, o “antes de que ladren los perros”. ¿Por qué dijo,
entonces, “antes de que cante el gallo”?
Quizás pocos
sepan que en la tradición sagrada el canto del gallo equivale a la glorificación
de Dios. Esto es muy importante, porque sobre la base de ello sabemos que Jesús
no diría algo como esto: “Tú mentirás tres veces, y después el gallo glorificará
a Dios”, porque la mentira no armoniza con la glorificación a Dios. Esta es una
idea repulsiva para la comprensión de lo sagrado. Pero he aquí que dice en los
evangelios: “Una criada, al verle sentado junto a la lumbre [que los guardias habían
encendido en el atrio del Templo para calentarse], se le quedó
mirando y dijo: «Este también estaba con él [con Jesús]» Pero él lo negó:
«¡Mujer, no le conozco!» Poco después, otro, viéndole, dijo: «Tú también eres
uno de ellos» Pedro dijo: «¡Hombre, no lo soy!» Pasada como una hora, otro
aseguraba: «Cierto que éste también estaba con él, pues además es galileo» Le
dijo Pedro: «¡Hombre, no sé de qué hablas!» Y en aquel momento, estando aun
hablando, cantó un gallo” (Lc. 22: 56-60) La
significación simbólica del canto del gallo después de las tres negativas de
Pedro significa que el secreto quedó sellado, la puerta quedó cerrada, hasta que
el Sagrado Corán la volviera a abrir, y así se conociera la verdad de aquellos
sucesos tan enigmáticos.
Pero ¿qué
podemos decir de un Pedro mostrado como mentiroso y cobarde que se pasa horas en
el Templo junto a un Jesús que es denigrado, humillado, insultado, golpeado, y
él, Pedro, no reacciona, nada dice? ¿Es el mismo Pedro que había sacado la
espada en el monte para defender a Jesús? Es evidente que Pedro sabía algo más
sobre lo que estaba pasando, y que sus negaciones no eran mentiras, sino verdad.
Aquel que era juzgado y crucificado no era Jesús realmente, y por eso él niega
al crucificado.
Secretos de la
crucifixión
El sacrificio que asume
Judas se justifica porque era el más débil de los discípulos, y por ese acto
llega a un elevadísimo nivel, como ostentaban el resto de los discípulos. Pero
¿cuál fue la necesidad de que alguien fuera crucificado? El sentido de esto es
que los judíos decidieron matar al Mesías, el más grande de sus Profetas después
de Moisés, y el más ansiosamente esperado, y así condenarse a sí mismos. Sin
embargo, el Mesías no podía ser muerto por la maldad del pueblo, estaba
preservado por un poder divino (lo cual ya hemos explicado), como nunca lo
estuvieron los Profetas de Israel. Entonces Dios entrega a alguien para que los
judíos concreten su intención, pues Él no impide la intención criminal de los
que se quieren condenar a sí mismos. Los judíos rompieron así definitivamente su
pacto o alianza con el Señor, que habían gozado a través de todo el Antiguo
Testamento, alianza que culminaba con la
aceptación del Mesías. Pero cuando éste llega lo rechazan, lo combaten, e
intentan matarlo. Dice en Juan: “Si yo no hubiera
venido y no les hubiera hablado, no tendrían pecado; pero ahora no tienen excusa
de su pecado… Si no hubiera hecho entre ellos obras que no ha hecho ningún otro,
no tendrían pecado; pero ahora las han visto, y nos odian a mí y a mi
Padre” (Jn.
15:22 y 24)
¿Quiénes lo
combaten?: No el pueblo directamente, sino la alta clerecía, que regularmente
defiende sus propios intereses egoístas. La alta clerecía estaba ligada muy
concretamente a las riquezas de este mundo; cuando él les demuestra que estaba
en contra de esos intereses, dando latigazos a los mercaderes del Templo, ellos
comienzan a prepararle la celada. A ellos no les preocupaba tanto que Jesús
dijera esto o aquello, que era o no Mesías, pues “administraban” las creencias y
podían desmentir y tergiversar lo que afirmaba Jesús, como hicieron con el resto
de los Profetas. Pero lo que les molestaba sobremanera era que él destruyera sus
tiendas, pues las tiendas del Templo eran de propiedad de los grandes
sacerdotes. Jesús desparramó sus monedas (¡vaya uno a saber si las pudieron
recuperar!), espantó las palomas del sacrificio que ellos exhibían para la
venta, etc. Los grandes sacerdotes, por interpósita persona, mercaban con el
culto, y el Templo era su gran negocio. Si ellos no otorgaban un permiso, nadie
podía comerciar allí.
Además, Jesús
venía a comprometer la alianza de la alta clerecía con el ocupante romano. Por
eso cuando exigen que él sea crucificado se apoyan en que quiso proclamarse “rey
de Israel”, lo cual constituía una rebelión contra el poder imperial romano.
Dice en Juan que los judíos, respondiendo a los grandes sacerdotes, gritaban a
Pilato: “«Si sueltas a ése, no eres amigo del César; todo el que se hace rey
se enfrenta al César» Al oír Pilato estas palabras, hizo salir a Jesús y se
sentó en el tribunal… Dice Pilato a los judíos: «Aquí tenéis a vuestro Rey»
Ellos gritaron: «¡Fuera, fuera! ¡Crucifícale!» Les dice Pilato: «¿A vuestro Rey
voy a crucificar?» Replicaron los sumos sacerdotes: «No tenemos más rey
que el César»” (Jn. 19:12-15)
Jesús nunca se
había proclamado “rey de Israel”, y había dejado su autoridad claramente
expresada al decir: “Si Dios no me testimonia yo no puedo dar testimonio de mí
mismo”, que era como decir a los pontífices y al pueblo: “Yo soy el Mesías
anunciado por la Escritura, y para prueba y testimonio he aquí los milagros que
Dios me permite realizar con Su Poder” Y al respecto, cierta vez les planteó
esto: “Las cosas que hacía Juan el Bautista, la autoridad de bautizar que tenía,
¿venía de Dios o de los hombres?”. Y ellos respondieron que no lo sabían,
negándose a decir que era de Dios. Porque Juan el Bautista había anunciado
claramente al Mesías, y sus seguidores, después de su desaparición, seguían a
Jesús. De modo que reconocer que Juan el Bautista tenía autoridad divina,
equivalía a confirmar que Jesús era el anunciado Mesías. Pero también si
declaraban que Juan no bautizaba por autoridad de Dios, este Profeta habría
quedado desmentido como un farsante, lo cual era muy peligroso para los mismos
intereses de los sacerdotes. Juan el Bautista era entonces grande en el corazón
del pueblo, había sido asesinado como mártir, y algunos sacerdotes lo habían
aceptado ya. Desmentirlo era oponerse al pueblo, a la religión, y contradecirse
a sí mismos.
La señal del profeta
Jonás
Durante la crucifixión
sucedieron algunas cosas muy extrañas que también contienen secretos, como que
el día se hizo noche, que saliera agua del cuerpo del crucificado, que se
desatara una tormenta. ¿Cómo se explica todo esto? Hay cosas que quizás no deben
ser ciertas, pero otras es posible que hayan sucedido realmente. Lo más
importante es que se presentan ciertos hechos contradictorios, como que Jesús
anunciara que no va a dar otro signo o prueba que el que dio Jonás, quien estuvo
tres días en el vientre de la ballena. Esto se interpretó erróneamente como que
iba a morir en la cruz y desaparecería por el mismo lapso que Jonás, lo cual no
sucedió precisamente con Jesús, pues él no desapareció tres días. De aquí nacen
otras confusiones y agregados a los hechos originales.
Jesús mismo
había dicho: “«¡Generación malvada y adúltera! Una señal pide, y no se le dará
otra señal que la señal del profeta Jonás. Porque de la misma manera que Jonás
estuvo en el vientre del cetáceo tres días y tres noches, así también el Hijo
del hombre estará en el seno de la tierra tres días y tres noches” (Mt. 12:39-40; Lc.
11:29-32) Pero, antes que nada, Jesús no estuvo en el “seno de la tierra”,
porque no lo sepultaron, como podemos
comprobar en Jn. 19:42; Lc. 23:55; Mr. 15: 47; Lc. 24: 3: “y entraron, pero
no hallaron el cuerpo del Señor Jesús”; Mr. 16:6: “Ved el lugar
donde le pusieron” La misma palabra usada para el sepelio del crucificado es
“sepulcro” y no “sepultura”, o “Inhumación”, lo cual indica el edificio donde se
pone a un muerto, no el hecho de enterrarlo.
También existe
al respecto una cuestión cronológica muy importante. Si suponemos que el
crucificado expiró el viernes a la noche,
siendo llevado enseguida al sepulcro, y que el domingo a la mañana había desaparecido
de la tumba, no habrían pasado
todavía tres días y tres noches. Pero si nosotros tomamos el tiempo desde el momento en que él se transfigura y
desaparece, hasta la primera vez que el domingo a la mañana lo ve María
Magdalena, a lo que ya nos referimos, estamos más cerca de los “tres días y tres
noches”
Esta es sólo uno
de los asuntos que deben meditarse mejor, pues es cierto que él dijo que
desaparecería, y que daría el signo de Jonás, de los tres días y tres noches.
Pero si resulta que desapareció un día y
medio, su promesa no se habría cumplido, lo cual es imposible. Se trata de
cosas muy importantes, sagradas, que deben ser correctas y exactas. Las palabras
de Jesús no eran vanas ni inexactas. Debemos, pues, interpretar las cosas con
mayor profundidad, ya que la interpretación que se le da a la gente en general
suena más bien a mitología. La gente en su ignorancia acepta pasivamente todo lo
que le presentan, que normalmente va dirigido a su sentimentalismo. Aunque hoy
ya nadie cree en mitologías, pero lamentablemente tampoco conocen la verdad, por
lo cual hasta lo verdadero cae bajo la picota de la duda y es rechazado como
falso.
Veamos cómo
podemos solucionar el enigma. Los judíos no podían mantener crucificados el
sábado, descolgaban a todos los ajusticiados el viernes a la caída del sol, y
cuando no estaban muertos los mataban rompiéndoles las piernas, y al quedar colgados sin apoyo
se asfixiaban por su propio peso. El sábado les estaba prohibido aplicar penas o
tener crucificados, y el sábado judío se cuenta a partir del viernes a la caída
del sol. Al crucificado lo sacaron de la cruz el viernes por la noche, y a la
mañana del domingo se comprueba que había desaparecido. En realidad, estaba desaparecido desde bastante antes.
Calculemos el tiempo en que estuvo en juicio, ida y venida a Herodes, y
podemos llegar más cerca de los tres días y tres noches de este modo: Jueves
(día), viernes (noche, a partir de la caída del sol del jueves), viernes (día),
sábado (noche), sábado (día), domingo (noche), y el domingo “muy temprano”, como
se dice, se produjo su reaparición.
De la cripta
donde habían puesto el cuerpo nadie lo ve salir, solamente María Magdalena lo
encuentra parado a la puerta, no lo ve levantarse de allí nadie. Pues si ese
cuerpo en la cripta no era el de Jesús, como sostenemos nosotros, al aparecer el
verdadero Jesús el otro cuerpo debía desaparecer. Era, digamos así, un cuerpo
dedicado solamente a un uso específico, el de la crucifixión. Una vez terminado
eso, desaparece de este mundo.[9]
Otro punto sumamente
oscuro es la conducta en la cruz del mismo crucificado. ¿Cómo podemos creer que
diga?: “«Eloí, Eloí, ¿lema sabactaní?», - que quiere decir «¡Dios mío, Dios mío!
¿Por qué me has abandonado?»” (Mr. 15:34) Es contradictorio con aquello que él
mismo había dicho: “Mirad que llega la hora (y ha llegado ya) en que os
dispersaréis cada uno por vuestro lado y me dejaréis solo. Pero no estoy
solo, porque el Padre está conmigo” (Jn. 16:32). Además, es contradictorio con
el sufrimiento que los Profetas precedentes supieron soportar. Pero aún más, los
mártires del cristianismo sufrieron martirios más atroces en algunos casos que
el que soportó el crucificado, y sin embargo, nunca dijeron que Dios “los había
abandonado”. ¿Y aquellos dos delincuentes que lo flanqueaban, acaso no estaban
en su misma situación? A pesar de esto uno de ellos dijo al otro: “«¿Es que no temes a
Dios, tú que sufres la misma condena [que Jesús, Profeta de
Dios]?
Y nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en
cambio, éste nada malo ha hecho» Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas
con tu Reino.»” (Lc. 23:40-42). Pareciera que junto al “¿por qué me has abandonado?”
del crucificado, este delincuente tuviera mayor fe, y soportara mejor el
suplicio, con mayor paciencia y perseverancia.
Apéndice
La interpretación
del Sagrado Corán sobre el secreto de Jesús
Dice el Sagrado Corán en
la sura (capítulo) cuarta:
153. La gente de la Escritura [judíos] te piden
[Profeta] que hagas descender una Escritura del cielo para ellos [de una sola
vez y ya escrita, como las Tablas de la Ley ], aunque ellos ya habían pedido a
Moisés algo mayor a esto, diciendo: “¡Haznos ver a Allah de manera visible!”,
entonces los arrebató el rayo fulminante debido a su iniquidad. Luego adoptaron
el becerro [como divinidad], después de haberles llegado las evidencias [de
la Realidad
divina], pero Nosotros disculpamos esto. Y dimos a Moisés un poder manifiesto
[al punto de obedecerle si les mandaba matarse].
154. Y elevamos el Monte por encima de ellos
debido a su pacto [para que teman quebrarlo], y les ordenamos: “¡Penetrad
humildemente por la puerta [de Jericó]!”, y les ordenamos: “¡No violéis el
sábado [pescando]!”, y les tomamos una alianza
gravísima.
155. Y por haber violado su pacto, y su rechazo
de los Signos de Allah [las evidencias de los Profetas], y haber asesinado a los
Profetas sin justicia alguna, y decir: “Nuestros corazones están encubiertos
[para la
Verdad ]”, aunque Allah [negándoles su Benevolencia] es Quien se
los selló debido a la impiedad de ellos, pues no creen más que
escasamente,
156. y por rechazar [a Jesús], y su afirmación de
un gran embuste acerca de María [de que procreó a Jesús en el
pecado],
157. y su afirmación [jactándose contra Allah y
Sus Profetas]: “¡Nosotros sin duda asesinamos al Mesías, Jesús hijo de María,
Mensajero de Allah!”, empero no le mataron, ni le crucificaron, sino que se les
simuló [hacerlo] Y así los que discrepan a su respecto [judíos y cristianos]
están realmente en la incertidumbre acerca de él [sosteniendo múltiples
conjeturas]: No tienen a su respecto ningún conocimiento, siguiendo en cambio la
opinión [caprichosa de sus tendencias] Empero no le han matado
ciertamente,
158. sino que Allah lo elevó hacia Sí [a uno de
Sus cielos], siendo Allah Poderosísimo [sin constreñir en contra de la razón],
Sapientísimo [de lo que determina].
159. Y de la gente de Escritura [cristianos y
judíos] nadie se exceptuará de creer necesariamente en él [Jesús, cuando
reaparezca], antes de su muerte [la del escriturario, o bien la de Jesús cuando
resurja], y el Día de la
Resurrección será testigo en contra de ellos [de todo lo que se
mencionó antes sobre sus maldades].
160. Así pues, debido a la iniquidad de quienes
son judíos, les prohibimos algunos beneficios que se les habían permitido, y por
su desvío extremo [de otros y de ellos mismos] del Sendero de
Allah,
161. y por su aceptación de la usura, cuando
les había sido prohibida, y por engullir la riqueza de la gente
fraudulentamente: Hemos, pues, dispuesto para los impíos de ellos un castigo
penosísimo.
162. En cambio, a los enjundiosos en el
conocimiento de entre ellos [obedientes de los mandatos divinos y reverentes de
los Profetas], y a los creyentes [los que siguieron al Profeta entre los judíos
de Medina], que creen en lo que te fue revelado [el Sagrado Corán], y lo que fue
revelado antes que a ti, y los que elevan la oración, y los que ofrecen la
contribución [de bienes], y los que creen en Allah y el Día Final [la recompensa
y el castigo]: A tales ya les otorgaremos una recompensa extraordinaria [por su
fe y sus obras, no por su religión o raza].
La interpretación de los
versículos: La Gente del Libro según el Islam
“Los del Libro”, o “la
gente del Libro”, o “de la
Escritura ”, son tanto judíos como cristianos, en cuanto ambos
aceptan la “Biblia” como fundamento de su fe, palabra esta que significa
“Libro”. La discrepancia entre ellos es respecto a la interpretación de esa
fuente fundamental, y en admitir algunos textos y rechazar otros, y los
cristianos, en especial, en admitir los Evangelios como parte de la “Biblia”.
En general los
libros que componen la
Biblia no son impecables, por lo que la aceptación de unos y el
rechazo de otros también resulta algo caprichoso. Sin embargo esto no impide a
judíos y cristianos, sobre todo a los protestantes, sostener que ellos tienen
los mejores y más auténticos testimonios, que fundan la fe más cierta, y suponen
que los únicos testimonios de la verdad revelada los poseen ellos, a pesar de
las evidencias en contra.
Dice el Sagrado
Corán: Di [Profeta]: “¡Gente de la
Escritura!, convengamos entre nosotros y vosotros en una misma expresión: Que no
adoraremos más que a Allah, ni asociaremos a El nada, ni nos tomaremos unos a
otros como señores en lugar de Allah”. Pero si ellos se rehusaran, declarad
[vosotros musulmanes]: “¡Testimoniad que nosotros somos en verdad musulmanes
[sometidos a Allah sin intermediaciones ni desigualdades]!” (3:64) Tal es la
distinción entre nosotros y ellos: Que no adoraremos más que Allah y no al
dinero, no al pueblo, que no unos a otros como esclavos.
Los errores de la gente
del Libro
Por haber violado su pacto, y su rechazo de
los Signos de Allah [las evidencias de los Profetas], y haber asesinado a los
Profetas sin justicia alguna, y decir: “Nuestros corazones están encubiertos para
la Verdad”, aunque Allah [negándoles su Benevolencia] es Quien se los selló
debido a la impiedad de ellos, pues no creen más que escasamente. Así define
el Sagrado Corán la ceguera del corazón en que cayeron la llamada “gente del
Libro”, una ceguera que no les permite comprender la Verdad. La palabra encubiertos tiene en el versículo dos
sentidos, la incapacidad de comprender la Verdad, pues le decían al Profeta
(BPDyC): “Nosotros no te entendemos, no sabemos de qué estás hablando”, como el
sentido contrario, pretender una falsa capacidad, superior aún a la del Profeta
(BPDyC), para entender la Revelación. Y dicen las mismas palabras que los
idólatras de ese momento: Nuestros
corazones están tapados respecto a lo que tú nos convocas (41:5). Pero Allah
es Quien selló sus corazones para la Verdad, lo cual significa que les impidió
alcanzar la fe, porque ésta es la apertura del corazón hacia la Realidad, por
haberse ellos obstinado en la maldad.
Los judíos
rechazaron a Jesús, y afirmaron un gran embuste acerca de María, con
ambos sean la Bendición y la Paz. Esto se refiere a que dijeron de ella que tuvo
a Jesús en el pecado, con un soldado romano. Por ese dicho de los judíos Jesús
(P) habló apenas nacido, diciendo: Por
cierto que soy el siervo de Allah, a quien El dio la Escritura y me hizo
Profeta (19:30) Y dice el Sagrado Corán que cuando vieron a María (P) llegar
con él en brazos le dijeron: ¡María!,
¡realmente has venido con algo abominable! ¡Hermana de Aarón!, ¡no fue tu padre
un corrupto ni tu madre una libertina! (19:27-28) pensando que ella traía
consigo el fruto de su pecado.
En cuanto a la
crucifixión, expresa: Empero no le
mataron ni le crucificaron, distinguiendo así el asesinato de la
crucifixión, quizás porque se refiere tanto a la historia de la crucifixión que
conocemos sobre Jesús, con él sean la Bendición y la Paz, como a otras que
narran que lo mataron de otro modo. Existen narraciones antiguas que relatan que
lo tiraron por una cornisa, etc. Por otra parte el Sagrado Corán se puede
referir al hecho de que no necesariamente el que es crucificado muere por esa
causa, sino que lo deben matar en la cruz para que muera, ya que por la sola
crucifixión tardaría mucho en expirar, y entonces le rompen las piernas, de tal
manera que al quedar colgado sobre sus brazos y al estrecharse la caja toráxica,
muere asfixiado.
Pero no le han matado ciertamente
(157), significa “concretamente”, pues en los hechos no lo mataron a él, sino que Allah lo elevó hacia Sí (158)
Y sino que se les simuló [hacerlo]
(157), significa que les pareció que estaban matando a Jesús (P) Esto puede
interpretarse de varias maneras: Primero que alguien adquirió su fisonomía, como
es muy aceptado por la tradición islámica, es decir, tomó su figura y fue
crucificado en su lugar. Se dice que uno de sus seguidores se ofreció tres veces
para estar en su lugar, y a la tercera Jesús, con él sean la Bendición y la Paz,
aceptó eso, que para él resultaba muy penoso, ya que detestaba el sufrimiento de
sus discípulos. Pero se trataba de una orden divina.
En segundo
lugar, no le han matado ciertamente
puede interpretarse que hayan capturado a otro parecido a él, cualquiera de
sus discípulos, y que lo mataron en su lugar, porque no conocían exactamente su
fisonomía. En tercer lugar, que alguno de sus discípulos o seguidores se ofreció
voluntariamente a morir en su lugar, sea que adquirió su fisonomía como hemos
dicho, o que no la adquirió sino que se hizo pasar por él sin cambiar de
fisonomía.
En cualquier
caso el hecho de que hayan matado a alguien con la intención de asesinar a Jesús
(P), es como si lo hubiesen matado a él (P), y por eso el Sagrado Corán le da
tanta importancia al asunto. El hecho en sí mismo es grave porque estaban
intentando matar al Mesías, a quien habían esperado durante siglos, y quien les
presentó las evidencias de su misión, pero lo rechazaron.
Hubo, también, a
través de la historia, varios casos de personas que pretendieron ser “mesías”,
antes y después de la existencia de Jesús (P) y quizás algunos fueron igualmente
asesinados. Pero el Sagrado Corán confirma la venida del verdadero Mesías, Jesús
hijo de María, sin detallar, sin embargo, cuándo ni dónde apareció. El Sagrado
Corán dice que Jesús es el signo del comienzo del fin de los tiempos (cfr.
43:61), y afirma también que él precede inmediatamente a Muhámmad (BPDyC), al
decir: Y he aquí que Jesús hijo de María
expresó: “¡Hijos de Israel!: Yo soy por cierto el Mensajero de Allah para
vosotros, confirmante de lo que me precedió de la Torá [sus mandamientos y
anuncios], y anunciador de un Mensajero que vendrá después de mí, cuyo nombre es
Áhmad [Muhammad]” (61:6)
Sino que Allah lo elevó
hacia Sí [a uno de sus cielos], siendo Allah Poderosísimo [para ello],
Sapientísimo [de lo que determina], completando así la
doctrina islámica sobre la desaparición de Jesús (P), que fue elevado en cuerpo
y espíritu, sin fallecer en este mundo, ni separarse su cuerpo de su espíritu,
porque el versículo no cita la muerte como condición de la elevación, sea la
muerte natural o el asesinato. Del mismo modo fue elevado Elías (P) En otro
versículo dice también: He aquí que Allah
dijo: “¡Jesús!, Yo te he de tomar y elevarte hacia Mí, y te eximiré de los
impíos (3:55) Entonces, Jesús (P) está vivo, tal cual era, y será vuelto al
mundo tal cual es, o bien bajo la fisonomía que Allah Exaltado quiera hacerlo
volver. Sobre ello existen numerosas tradiciones en el Islam.
La causa de su
desaparición, según la tradición islámica, se remite a protegerlo de los impíos,
como vimos que dice el versículo anterior. Pero también creemos que se debe a su
segunda venida, es decir que Jesús (P) no cumplió su misión completamente, que
ésta tiene aún una segunda etapa, y que él va a volver al mundo como cierre de
la época de prueba del Fin de los tiempos. El señala el principio del Fin de los
Tiempos, y el cierre del mismo, como la venida del Profeta Muhámmad (BPDyC) y la
revelación del Sagrado Corán constituyen la culminación o cúspide de nuestra
época. Jesús (P) sería como la ladera inicial de la montaña, Muhámmad (BPDyC)
como su cumbre, y Jesús vendría junto con Al-Mahdí (P) a poner fin a este
período, y a hacer prevalecer la fe sobre el resto de las tradiciones, aún cuando esto deteste a los impíos,
como dice el Sagrado Corán.
No es necesario
que Allah lo haya elevado sólo para protegerlo, habiéndolo protegido
anteriormente, al separarlo de su pueblo durante seis o siete años, cuando
quisieron matarlo. Dice el Sagrado Corán que Jesús y su madre fueron instalados en un promontorio,
provisto de sosiego, de aguas manantes (23:50), en este mundo, antes de ser elevado,
y así lo protegió de la persecución de los judíos. Luego de ese período fue
elevado, y cuando el versículo que ya hemos citado dice: Yo te he de tomar y elevarte hacia Mí, y
te eximiré de los impíos (3:55), “elevar” y “eximir” no son uno causa del
otro.
Dice también el Sagrado
Corán: Y de la gente de la Escritura
[cristianos y judíos] nadie se exceptuará de creer necesariamente en él [Jesús]
antes de su muerte [la del escriturario o bien la de Jesús cuando resurja] y el
Día de la Resurrección será testigo en contra de ellos. Este versículo
abarca en general a toda la Gente del Libro. Que el Día de la Resurrección será testigo en
contra de ellos, significa que lo será contra ambos grupos, no solamente
contra los que dicen seguirlo, pero no se elimina, sin embargo, la distinción
entre los dos grupos, cristianos y judíos.
El Sagrado Corán
expresa: Y he aquí que Allah dijo:
“¡Jesús!, Yo, por cierto, te he tomar y elevarte hacia Mí, y te he de purificar
de los que son impíos [los que te rechazan], y he de poner a los que te sigan
por encima de los que son impíos a ti [los judíos], hasta el Día de la
Resurrección” (3:55) Los que son impíos a él son los judíos, y los que lo
siguen son los cristianos, siendo él (P) testigo contra ambos grupos, aunque más
severo con los judíos. Pero si se interpreta que los que lo siguen de verdad son
los musulmanes, y que los que son impíos a él son tanto cristianos como judíos,
entonces él será testigo contra ambos grupos por igual.
El hecho de que
Jesús sea testigo, como dice el versículo, tiene dos sentidos: Cada uno de los
Profetas, con ellos sea la Paz, es testigo de su comunidad en este mundo, y
testigo de ella en el otro, así como Muhámmad (BPDyC) lo es de todos los
Profetas, con ellos sea la Paz, y de todas las comunidades a través de ellos.
Pero no quiere decir que Allah deja de ser Testigo cuando existe un Profeta.
Afirma el Sagrado Corán que Jesús (P) dirá: Y yo fui testigo de ellos mientras
permanecí entre ellos, pero cuando Tú me tomaste, Tú fuiste su Vigilante, siendo
Tú Testigo de todas las cosas (3:117) Allah es Testigo permanentemente, de
aquí que el versículo diga que es Vigilante (al-Raqíb) y Testigo (al-Shahíd), lo primero respecto de las
creencias o doctrinas transmitida por los Profetas (P), y lo último respecto de
los actos.
Las tradiciones islámicas
sobre Jesús
En cuanto a las
tradiciones, el versículo que dice: Y
por rechazar [a Jesús], y su afirmación de un gran embuste acerca de María [de
que procreó a Jesús en el pecado] (156), se transmite del Imam Yá`far
Al-Sádiq (P) lo siguiente: “¿Es que no endilgan a María Bint Imrán, de haber
quedado encinta de un niño de un hombre carpintero llamado José?” (T, V, p. 143) Una de la versiones
posibles que la tradición oral judía transmite, registrada quizás en el Talmud,
dice que José el carpintero fue el padre de Jesús (BP), y no hace mucho una
película hecha en Israel también daba la misma versión.
En otra
tradición respecto del versículo que dice: Y de la gente de la Escritura [cristianos y judíos]
nadie se exceptuará de creer necesariamente en él antes de su muerte (159) narra un
seguidor de los Imames, con ellos sea la Paz , que Al-Hayyay, un gobernante enemigo
de aquéllos, le dijo cierta vez: “Existe un versículo en el Libro de Allah que
me desconcierta”. Le pregunté, cuenta el otro: “¡Emir!, ¿qué versículo es?”
Respondió: “El dicho divino: Y de la
gente de la
Escritura nadie se exceptuará de creer necesariamente en él
antes de su muerte”, y continuó diciendo el Emir: “¡Por Allah! yo realmente
ordeno ejecutar al judío o al cristiano, y lo ajustician, y luego observo bien,
pero no veo que mueva sus labios hasta que se extingue”, o sea no ve que
reconoce de palabra a Jesús. Respondí: “¡Allah te perfeccione Emir!, esto no es
como tú lo interpretas”. Preguntó: “¿Cómo es?” Respondí: “Jesús descenderá al
mundo antes del Día de la
Resurrección , y no quedará nadie de la doctrina judía u otro
que no crea en él antes de su muerte [la de Jesús], y él rezará detrás de
Al-Mahdí (P)”. Respondió el Emir: “¡Ea!, ¿de dónde sacas esto?, ¿dónde lo
fundas?” Respondí: “Me lo contó Muhámmad Ibn Ali Ibn Al-Husein [el Imam Al-Báqir
(P)]”. Exclamó “¡Por Allah que lo has traído de una fuente pura!” (T, V, p. 143)
En Perlas esparcidas se trae la misma
tradición que hemos leído, con algunas modificaciones, y el siguiente agregado:
“...Cuando al cristiano le es quitado el espíritu los ángeles [de la muerte] le
golpean de frente y dorso, diciéndole: ‘¡Hete aquí, perverso!, el Mesías de
quien tú presumías que era Dios, o hijo de Dios, o un tercero en una trinidad,
es siervo de Allah, su Espíritu y su Palabra’ Entonces el cristiano creerá en
ese momento cuando no lo beneficie su fe. Y cuando al judío le es quitada el
alma, los ángeles le golpean de frente y dorso, y le dicen: ‘¡Hete aquí,
perverso!, el Mesías que tu presumías haber matado es el siervo de Allah y su
Espíritu’, y entonces el judío creerá en él cuando ya no lo beneficie su fe. Y
cuando sea el descenso de Jesús los que estén vivos de ellos [judíos y
cristianos], creerán en él como ya creyeron los que estén muertos”. Y la
tradición agrega, después de nombrar al Imam Muhámmad Al-Báqir (P): “¡Por
Allah!, no me lo había contado sino Ummu Sálamah [una de las esposas del Profeta
(BPDyC)], pero yo [el narrador] deseé encolerizar al Emir [enemigo de los Imames
(P)]”, es decir le contó que se lo había dicho un Imam, para ponerlo furioso,
porque era un gran enemigo de ellos, y perseguía a sus partidarios (T, V, pp.
143-144)
Y también en Perlas esparcidas se narra que el
Profeta (BPDyC) expresó: “¿Qué será de vosotros [musulmanes] cuando descienda
entre vosotros el hijo de María, y el Imam [de ese momento] sea de los
vuestros?”, es decir Al-Mahdí (P) (T, V, p. 144) Y en la misma fuente, Perlas esparcidas, se trae el dicho del
Profeta (BPDyC): “Poco falta para que el hijo de María descienda entre vosotros
como juez equitativo, matará a Al-Dayyal [el falso mesías o anticristo],
eliminará el cerdo, romperá la cruz, derogará la capitación [impuesto islámico
sobre los no-musulmanes], percibirá la riqueza [centralizará la riqueza], y la
prosternación será una sola para Allah, Señor de los seres [idéntica para todos
los seres, la oración islámica] Recitad entonces, si es que lo queréis: Y de la gente de la Escritura nadie se exceptuará de
creer necesariamente en él antes de su muerte [la de Jesús] y el Día de
la
Resurrección será testigo en contra de ellos (T, V, p.
144)
En Tafsír Al-Aiiáshi sobre el mismo
versículo 159, ...creer necesariamente
en él antes de su muerte y el Día de la Resurrección será testigo en
contra de ellos, Yá`far Al-Sádiq (P) expresó: “Es el Mensajero de Allah
(BPDyC)” (Id.) Es decir, el testigo del Día de la Resurrección en realidad no es
Jesús (P) sino Muhámmad (BPDyC) Esto se debe a que si en la tumba el cristiano y
el judío reciben la verificación de que Jesús (P) es el Mesías y un siervo de
Allah, que no es “Dios”, ni “hijo de Dios”, ni una persona de la “trinidad”, ni
fue matado por los perversos, con más razón deberá recibir ese fallecido la
verificación de que Muhámmad (BPDyC) es el Mensajero de Allah, el Profeta
anunciado por Jesús (P) Pues toda la Revelación anterior al Sagrado
Corán quedó abolida, y el Mensaje del Sagrado Corán es para todos los seres, y
todos deben conocerlo en vida, o en el momento de su muerte. Ahora bien, el Día
de la
Resurrección o del Juicio la función de testigo universal, como
sabemos por otras tradiciones, pertenece exclusivamente al Profeta Muhámmad
(BPDyC), aún cuando el resto de los Profetas, con ellos sea la Paz , sean testigos parciales de
sus propias comunidades. Pero Jesús (P) lo será de los cristianos y judíos, y en
el caso de estos últimos, de los que existieron a partir de su primera venida.
Es decir, en tanto Jesús (BP) se dirigió a los judíos, todos los judíos que han
existido desde su primera venida deberán responder sobre su veracidad o
falsedad.
De la misma
fuente Al-Aiiáshi, se cuenta que el
Imam Yá`far Al-Sádiq (P) expresó sobre que Muhámmad (BPDyC) será testigo: “La fe
de la gente de la
Escritura tiene como condición solamente a Muhámmad (BPDyC)”
(T, V, p. 145), es decir valdrá por lo que sostengan respecto de Muhámmad
(BPDyC) Esto es lógico, porque si Allah lo envió como el último de los Profetas
y Mensajeros (BPDyC) no fue por juego, y en tanto un cristiano o un judío
conozca su existencia (comenzando por los árabes cristianos y judíos, siguiendo
por los europeos que estuvieron tanto en contacto con el Islam, y finalmente por
los americanos) deberá responder de ello. Quizás muchos indígenas de América,
nominalmente cristianos, pero no embebidos en el error de sus tradiciones
antiguas, quizás sean los únicos que no conocen a Muhámmad (BPDyC), y esto
raramente, porque hoy se está difundiendo el Islam por todo el mundo. Entonces,
si Allah no juega con la humanidad, y le envió al último Mensajero (BPDyC) y al
último Mensaje, el Sagrado Corán, deberá cada uno rendir cuenta sobre esto .
Y en la misma
fuente Al-Aiiáshi se cuenta que Yábir
Ibn Abdallah Al-Ansári, con él sea la Complacencia de Allah,
transmitió sobre el mismo tema, de parte del Imam Muhámmad Al-Báqir (P), lo
siguiente: “Nadie, de ninguna de las religiones, morirá sin ver al Mensajero de
Allah (BPDyC) y al Emir de los creyentes [Alí (P)] verazmente, sea de los
primero o de los últimos” (Id.), es decir de cualquier época. Esta es una
tradición complementaria a la interpretación del versículo 159, al que sigue
puntualmente, porque el versículo se refiere a los judíos y a los cristianos y
no a todas las religiones. Tampoco se extrae claramente del versículo que el
muerto vea a Muhámmad y a Alí, con ellos sean la Bendición y la Paz. En realidad, los
musulmanes a la hora de su muerte, y antes de que sean sentenciados en la tumba
por los ángeles Múnkir y Nakír, deberán responder a qué Imam siguieron. Y el
Imam al que se siga debe estar vivo, según sostenemos nosotros. Pero el único
Imam vivo por excelencia en nuestra época es Al-Mahdí, Sáhib Al-Zamán
(BP)
Y en la misma
fuente se dice que un discípulo de Yá`far Al-Sádiq (P) narró: “Pregunté a Abu
Abdallah [un apelativo del Imam Yá`far Al-Sádiq (P)] acerca del versículo: Y de la gente de la Escritura nadie se exceptuará de
creer necesariamente en él [en Jesús]... y el Día de la Resurrección será testigo en
contra de ellos... y respondió: ‘Fue revelado especialmente para nosotros
[los Imames, con ellos sea la
Paz ] Ningún descendiente de Fátima, con ella sea
la Paz , muere, ni
sale de este mundo, antes de conocer el Imamato del Imam [de ese momento], así
como la
Descendencia de Jacob reconoció a José diciendo: ¡Por Allah!, Allah te ha preferido a
nosotros [12:91]’” (Id.) Esta es una tradición transmitida por una sola
persona, sin apoyo en otros transmisores, y no puede ser considerada muy
relacionada con el versículo en sí. Pero de todos modos, es verdad que
la
Descendencia del Profeta (BPDyC) son más responsables que el
resto de los musulmanes de reconocer al Imam de cada época. Me refiero a los
descendientes biológicos de Alí y Fátima, llamados fatimitas, alauitas, o
alidas. Muhámmad es el único Profeta (BPDyC) que tiene actualmente
descendientes, y todos ellos deberán responder, más que el resto de los
musulmanes, si reconocieron al Imam, que es también el jefe de su familia.
Tradiciones sobre la
crucifixión
En Mujtásar Ibn Kazír (MIK) se citan varias
tradiciones acerca de la crucifixión. En una de ellas, de la que nosotros
salteamos algunos párrafos, dice textualmente: “...Cuando Allah hizo surgir a
Jesús hijo de María, con ambos sean la Bendición y la Paz , con las evidencias y la
guía, lo envidiaron [los judíos] debido a lo que Allah Exaltado le había
concedido de la
Profecía y los milagros extraordinarios, (...) y se esforzaron
por perjudicarlo en todo lo que pudieran. Hasta el punto de que Jesús (P) no
pudo por temor ya morar con ellos en ningún lugar sino que multiplicó sus
traslados o viajes que hacía con su madre [Allah le había ordenado que se
ocultara por las noches para no ser muerto] Pero esto no conformó a los judíos,
y se empeñaron ante el monarca de Siria de esa época, un hombre idólatra,
adorador de los astros,... diciéndole que en Jerusalén había un hombre que
sublevaba a la gente y la corrompía, y perjudicaba al soberano y a su
gobierno...”. Y más adelante dice: “El gobernador de Jerusalén acató esto [la
orden que le mandó el soberano de capturar y matar a Jesús], y con una partida
de judíos salió hacia la casa donde éste estaba con el conjunto de doce o trece
seguidores, o bien se dice que eran 17, siendo el día viernes pasada la tarde,
la noche del sábado... Pero cuando Jesús (P) se dio cuenta de ellos, y percibió
que no había escapatoria de que lo encontraran, ni de que él los recibiera,
preguntó a sus seguidores: ‘¿Quién de vosotros recibirá mi fisonomía y será mi
compañero en el Paraíso?’ Y un joven de entre ellos se ofreció para esto, pero
fue como si Jesús (P) lo desechara. Y repitió la pregunta dos y tres veces, pero
cada vez sólo se ofrecía aquel joven. Entonces Jesús (P) exclamó: ‘Tú eres’
Allah lo convirtió, pues, a la fisonomía de Jesús, hasta que se hizo como él, y
fue abierto un tragaluz en el techo de la morada, dominó a Jesús (P) el letargo
del sueño, y fue ascendido al cielo en ese estado por el tragaluz. Como Allah
Exaltado relató: He aquí que Allah dijo:
‘¡Jesús!, Yo por cierto te tomaré y te elevaré hacia Mí.’ [3:55] Y cuando
fue elevado, salieron [es decir se dispersaron] tales personas [sus seguidores],
y cuando aquéllos [que los perseguían] vieron al joven, creyeron que era Jesús
(P), lo capturaron por la noche, y lo crucificaron, poniendo un espino en su
cabeza. Los judíos manifestaron entonces que concretaron su crucifixión, se
regocijaron y alardearon de ello, y varios grupos de cristianos aceptaron esa
versión, debido a su ignorancia y poco entendimiento. Los que estuvieron en la
morada con el Mesías (P) no retornaron, debido a que lo habían visto elevarse,
pero el resto de los cristianos supusieron, como los judíos, que el crucificado
era el Mesías hijo de María (P) (...) Allah Exaltado expresa, siendo Él el más
veraz de los dicentes: Empero no le mataron ni le crucificaron,
sino que se les simuló [hacerlo] [4:157], es decir vieron su fisonomía y
creyeron que era él, por eso también Allah dice: Y así los que discrepan a su respecto
están realmente en la incertidumbre acerca de él, sosteniendo múltiples
conjeturas, no teniendo acerca suya ningún conocimiento, siguiendo en cambio la
opinión caprichosa de sus tendencias. [Id.] Significa esto que quien de los
judíos pretenda haberlo asesinado, y quienes de los cristianos ignorantes
acepten su versión, todos ellos están en la incertidumbre a su respecto, en la
perplejidad y el desvío. Y por eso Allah expresa lo siguiente: Empero no le han matado ciertamente, sino
que Allah lo elevó hacia Sí [a uno de sus cielos], siendo Allah Poderosísimo
[para ello, sin constreñir en contra de la razón], Sapientísimo [de lo que
determina] [4:157-158]” (MIK, I, pp. 455-456)
Extraemos de
aquí una gran enseñanza, sobre que en el Islam lo más importante es que los
Profetas de Allah (P) no pueden ser vencidos. No se los puede matar hasta que
Allah lo permita, y cuando lo permite es para condenar a un pueblo. Así fueron
asesinados muchos de los Profetas por el pueblo judío, y antes por Israel, pero
solamente para cargar en el registro de ese pueblo mayor condena. Allah y Sus
Profetas son siempre los vencedores, a través de los creyentes cuando los
Profetas (P) no están presentes. Por lo tanto a Jesús, el hijo de María,
quisieron asesinarlo la casta de los sacerdotes corruptos y sus seguidores
fanáticos, como hasta hoy asesinan en Palestina, pero no lo lograron, porque
Allah es el mejor tramador de los que traman. Los entrampó, y creyendo ellos que
habían vencido a Jesús (BP), Allah hizo que su doctrina, su persona, su nombre,
su recuerdo, perdurara por siempre jamás. Tal es la victoria de Allah sobre los
impíos. Recordemos que el que acepta hasta hoy que Jesús (P) fue
asesinado, que era un falsario, que era hijo del adulterio o la fornicación, que
era un demente, o cosas por el estilo, equivale a quien cometió el acto de
rechazarlo, de perseguirlo e intentar matarlo, no interesa cuanto tiempo haya
transcurrido. La doctrina del Islam es que aquél que aprueba un acto es como el
que lo comete.
Entre las tradiciones de
la crucifixión se cuenta de Ibn Abbás lo siguiente: “Cuando Allah quiso elevar a
Jesús (P) al cielo, éste estaba en una casa con sus seguidores, doce de los
apóstoles, apareciendo él entre ellos mientras de su cabeza goteaba como agua.
Dijo: ‘Uno de vosotros me negará 12 veces después de haber creído en mí’ Y
preguntó: ‘¿quién de vosotros asumirá mi fisonomía, y será muerto en lugar mío,
y estará conmigo en mi categoría [del más allá]?’ Se levantó entonces un
muchacho, el más joven de ellos, y él le ordenó: ‘¡Siéntate!’ Luego volvió a
repetir lo mismo, y se levantó aquel muchacho ordenándole él que se sentara. Y
por tercera vez sucedió lo mismo, y entonces él (P) exclamó: ‘¡Tú eres ese!’ Le
fue impuesta la fisonomía de Jesús (P), y éste fue elevado por un tragaluz desde
la casa hacia el cielo. Y vinieron los agentes de los judíos, se llevaron la
apariencia y lo mataron, luego lo crucificaron. Algunos [de los seguidores] lo
negaron 12 veces después de haber creído en él, y se dividieron en tres
sectores, sosteniendo uno de ellos: ‘Dios estuvo entre nosotros cuanto quiso, y
luego se elevó al cielo’ Tales son los jacobitas. Y otro sector sostuvo: ‘Estuvo
entre nosotros el hijo de Dios cuanto quiso, pero luego Dios lo elevó hacia Sí’
Tales son los nestorianos. Y otro sector afirmó: ‘Estuvo entre nosotros el
siervo de Dios y Su Mensajero, tanto como Allah quiso, luego Allah lo elevó
hacia Sí’ Tales son los musulmanes [en época de Jesús (P)] Pero las dos
impiedades anteriores se impusieron sobre la musulmana, y la eliminaron
matándolos. Por lo cual, el Islam permaneció soterrado hasta que Allah hizo
surgir a Muhámmad (BPDyC)” (MIK, I, p. 456)
En otra
tradición que citaremos parcialmente dice que Ibn Is-haq relató: “...Cuando [los
judíos] se decidieron a ello [a matar a Jesús (P)], ningún siervo de Allah se
espantó tanto de la muerte como él... sin dejar de suplicar que se lo eximiera,
diciendo según relatan: ‘¡Allahumma! Si Tú eximes este cáliz de alguien de Tus
criaturas, ¡apártalo de mí!’ Y hasta el punto de que su piel debido a tal
calamidad exudaba sangre... Y los cristianos lo negaron, cuando confirman que
Jesús (P) fue crucificado, y niegan lo que de su noticia trajo consigo Muhámmad
(BPDyC)” (MIK, I, pp. 456-457)
De las
tradiciones citadas se deducen ciertas creencias islámicas sobre la desaparición
de Jesús (P): 1) Que no fue muerto ni crucificado. 2) Que fue elevado y
permanece hasta hoy vivo, sin haber muerto, en un plano superior o “cielo”, 3)
Que la causa de su actual existencia es que volverá a este mundo a completar una
segunda etapa de su misión antes del Día de la Resurrección , como lo indican
las numerosas tradiciones coincidentes. 4) Que su retorno a este mundo será con
la aparición de Al-Mahdí (P), que rezará ante la Ká `bah detrás de este, reconociendo su
autoridad, y que: a) matará al falso mesías o anticristo (al-masih al-Dayyal);
b) eliminará el crucifijo; c) eliminará al cerdo; d) abolirá la capitación. 5)
No aceptará de sus seguidores ni de los judíos otra fe que el Islam, e impondrá
junto a Al-Mahdí (P) la
Sharí `ah o ley islámica en toda la tierra. En ese momento
creerán en él todos los judíos y cristianos, en tanto les estaba prometida la
aparición del Mesías (P) 6) Gobernará Siria-Palestina, fallecerá finalmente y
será sepultado. Su desaparición física es presumiblemente posterior a la de
Al-Mahdí (P) 7) Su época y la de Al-Mahdí (P) será de bienestar total, y la
riqueza y las condiciones de la vida material serán holgadísimas, hasta el punto
que la riqueza circulará aunque nadie la acepte por no necesitarla (Cfr. MIK, I,
458)
Las tradiciones sobre el
fin de los tiempos
Aparte de lo ya citado,
existen otras tradiciones sobre Jesús (P) que citaremos parcialmente:
“...Descenderá en Al-Rauhá [una localidad de Siria], y desde allí peregrinará [a
la Ká `bah], o irá
en visitación, o ambas cosas a la vez” (MIK, I, 458)
Dice otra
tradición del Profeta (BPDyC): “Los Profetas son hermanos, por causa de que si
bien sus madres son diversas, la fe de ellos es única. Yo tengo prelación sobre
el resto de la humanidad respecto de Jesús (P) hijo de María (P), porque no hubo
Profeta entre yo y él, y él está por descender. Si vosotros lo veis reconocedlo:
Es un hombre de talla mediana, más cercano a [la tez] rosada y blanca, con dos
vestiduras rojizas, y como si su cabeza goteara sin que tenga humedad...
Convocará a la humanidad hacia el Islam, y Allah eliminará en su época toda
doctrina... En su época Allah aniquilará al falso mesías (al-Dayyal) Luego la
confianza y seguridad sobrevendrá en la tierra, hasta el punto de que los leones
apacentarán con los camellos, los tigres con las vacas, los lobos con los
corderos. Los niños jugarán con las víboras, sin que los perjudiquen. El [Jesús
(P)] permanecerá 40 años y luego fallecerá, y los musulmanes rezarán sobre él”
(MIK, I, 459)
En otra dice:
“No sobrevendrá la Hora
Final hasta que los occidentales [lit.: “bizantinos”] invadan
Al-A`maq o Dabiq [dos localidades del Cercano Oriente], y entonces saldrá contra
ellos un ejército desde Medina formado por la mejor gente de la tierra en ese
momento. Y cuando se enfrenten dirán los occidentales: ‘Permitidnos pasar contra
los que capturaron a los nuestros, para luchar contra ellos’ Responderán los
musulmanes: ‘¡No, por Allah!, ¡no os daremos paso contra nuestros hermanos!’ Y
los occidentales los atacarán, y un tercio [de los musulmanes] huirá, a quienes
Allah no perdonará nunca, y un tercio será muerto, que son los mejores mártires
ante Allah, y un tercio vencerá. Son los que no se dejaron encismar [por
Satanás] Entonces conquistaran Constantinopla. Y mientras ellos se encuentran
repartiéndose el botín, y sus espadas colgadas de los olivos, he aquí que
Satanás pregonará para ellos: ‘¡El Mesías ha venido a vuestras casas y
familias!’, y ellos saldrán [a recibirlo], siendo estos mentira. Y cuando
lleguen a Siria [Satanás] saldrá contra ellos. Y en tanto ellos se estén
preparando para la lucha, y cerrando filas, he aquí que será llamada a la
oración, y descenderá Jesús hijo de María y los dirigirá en ella. Cuando le vea
el enemigo de Allah [al-Dayyal] se derretirá como la sal en el agua, que si él
(P) lo dejara se derretiría y desaparecería. Pero Allah lo matará por su mano
[la de Jesús (P)], y éste les hará ver [a los creyentes] la sangre en su lanza”
(MIK, I, p. 459) Narró un discípulo del Mensajero de Allah (BPDyC): “Cierta
vez disertó para nosotros el Mensajero de Allah (BPDyC), y la mayor parte de su
discurso se refirió a lo que nos contó sobre el falso mesías (al-Dayyal),
advirtiéndonos contra él. Entre lo que nos dijo expresó: ‘No habrá una discordia
y seducción más grande, desde que Allah instauró a la descendencia de Adán (P),
que la prueba del falso mesías. Y Allah nunca mandó a ningún Profeta que no haya
advertido a su comunidad contra el falso mesías, siendo yo el último de los
Profetas, y vosotros la última comunidad. El aparecerá entre vosotros,
ineludiblemente. Si aparece y yo estoy entre vosotros, seré el defensor de todo
musulmán. Pero si surge después de mí, que cada cual sea el defensor de sí
mismo, siendo Allah mi heredero sobre todo musulmán. [Al-Dayyal] surgirá de una
brecha (o abertura) entre Siria e Irak, y destruirá a derecha e izquierda.
¡Siervos de Allah, gente, sed firmes! Yo os daré una descripción de él que
ningún otro Profeta anterior ha hecho: Inicialmente dirá: ‘¡Soy un profeta!’,
pero no habrá Profeta después de mí [de Muhámmad (BPDyC) ] Luego continuará y
dirá: ‘¡Soy vuestro señor!’, pero vosotros [creyentes] no veréis nunca a vuestro
Señor [a Su Luz] hasta que muráis. El [falso mesías] es tuerto, pero vuestro
Señor, Poderoso y Majestuoso, no es tuerto. Tendrá inscripta entre sus dos ojos
‘kafir’ (impío), que podrá leer todo creyente, sea o no alfabeto. Entre sus
seducciones está que tendrá un paraíso y un infierno, pero su infierno será
paraíso, y su paraíso infierno. El que sea probado con su fuego que pida el
auxilio de Allah, y que recite la primera parte [de la sura] de la caverna [18
del Sagrado Corán] que será para él frescor y salvación, como el fuego lo fue
para Abraham (P) Entre sus seducciones está que dirá a un beduino: ‘¿Si
observaras que hago revivir para ti a tu madre y a tu padre, declararás que soy
tu señor?’ Responderá: ‘Si’ Entonces un satanás se le representará en las
figuras de su padre y de su madre, que exclamarán: ‘¡Hijo mío!, síguelo porque
es tu señor’ Y entre sus seducciones es que se apodere de un ser y lo rebane con
una sierra hasta convertirlo en dos pedazos. Luego dirá: ‘¡Mira a este siervo
mío, que yo lo resucitaré ahora, pero él pretenderá tener otro señor que yo!’ Y
Allah lo hará revivir, y entonces el perverso le preguntará: ‘¿Quién es tu
señor?’ Responderá: ‘Mi Señor es Allah y tú eres al-Dayyal, el enemigo de Allah:
¡Por Allah!, ¡nunca me percaté tanto de ti [de tu maldad] como hoy!’ Y entre sus
seducciones está que ordenará al cielo llover y lloverá, y ordenará a la tierra
brotar y germinará. Y entre sus ilusiones está que recorrerá una región donde lo
desmentirán, y allí no perdurará sin morir un solo ganado,... y recorrerá otra
región que lo confirmará, y él [en recompensa] ordenará al cielo llover, y
lloverá, y a la tierra germinar y brotará, hasta que el rebaño de allí, ese día,
será más gordo de lo que era, y más corpulento, de flancos más anchos y ubres
fluidas en abundancia. No habrá entonces ningún lugar de la tierra que él no
holle, excepto Meca y Medina, donde no podrá incursionar nadie sin que lo
enfrenten los ángeles con espadas desenvainadas. Entonces se ubicará en el cerro
colorado [cerca de Medina], en el cabo del estero, y Medina temblará tres veces
con sus habitantes, y no quedará allí hipócrita alguno, varón o mujer, que no se
le una [a al-Dayyal] Y la maldad será eliminada de ella [de Medina] como el
crisol elimina la escoria del hierro, y ese día será llamado el ‘Día de
la
Purificación ’”. Entonces Ummu Sharík Bint Abi Al-`Akr le
preguntó: “Mensajero de Allah, en ese entonces ¿qué será de los árabes?”
Respondió: “Serán pocos y la mayoría de ellos estará en Jerusalén”. Más adelante
agrega la tradición, después de mencionar la aparición de Jesús (P): “Y cuando
al-Dayyal mire hacia Jesús (P) se derretirá como la sal en el agua, y partirá
huyendo. Entonces dirá Jesús (P): ‘Tengo para ti un golpe del cual no podrás
escapar’, y lo alcanzará luego en la puerta de Ludda, hacia el oriente, y lo
matará. Entonces Allah hará huir a los judíos, y no habrá nada de lo creado por
Allah Exaltado donde un judío se oculte, sea una piedra, o un árbol, o un muro,
o un animal, excepto [el árbol llamado] al-garqadah, porque es un árbol de
ellos, sin que cada cosa exclame: ‘¡Siervo de Allah, musulmán!, ¡he aquí un
judío, ven a matarlo!’”. Dijo el Mensajero de Allah (BPDyC): “Por cierto que el
lapso de al-Dayyal será de cuarenta años [otros hadices dicen cuarenta días, o
cuarenta meses, y otros cuatro años], un año como la mitad de un año, y otro año
como un mes, y otro año como una semana, y el último de ellos, sus días serán
como chispas, en el que alguno de vosotros estará por la mañana en la puerta de
Medina y no podrá traspasar su otra puerta hasta anochecer [por la rapidez del
tiempo]’ Se le preguntó: ‘¿Cómo rezaremos Profeta de Allah en aquellos tiempos
tan exiguos?’ Respondió: ‘Podréis hacer la oración como la hacéis en estos días
largos, y rezaréis’ Dijo el Mensajero de Allah: ‘Jesús el hijo de María (P) será
un juez equitativo de mi comunidad, y conductor (imam) justo. Destrozará el
crucifijo, eliminará los cerdos, abrogará la capitación, y será abandonada [en
su época] la caridad [debido a la abundancia de riquezas] El no montará sobre
asno ni camello, y [en su época] serán eliminados el rencor y el odio, y
quitadas la agresión y la violencia de todo virulento, hasta el punto de que el
pequeño pondrá su mano entre las víboras, y esto no lo dañará, y la pequeña
correrá a los leones, y ellos no la perjudicarán, y el lobo estará entre el
ganado como si fuera un perro que lo cuida. Y la tierra será llena de paz, como
la vasija se llena de agua. Y en ese tiempo todos coincidirán en la adoración
únicamente de Allah, y cesará la guerra y su iniquidad y crimen, y se quitará la
autoridad a Quráish [quizás se refiera a la custodia de la Ká `bah], y la tierra tendrá una
luz como de plata, y su vegetación germinará como en la época de Adán (P), hasta
el punto de que un grupo se reunirá para comer un racimo de uva, y con ello se
satisfarán, y otro grupo de gente se reunirá para comer una sola granada, y eso
los satisfará’... Se le preguntó: ‘¿Mensajero de Allah, qué hará que las yeguas
sean entonces baratas?’ [Él ya había expresado eso] Respondió: ‘Porque no serán
montadas para ninguna guerra’ [Y explicó luego:] ‘...Antes de la aparición del
falso mesías habrá tres años de sequía, y la humanidad pasará en ellos una gran
hambruna. Entonces Allah ordenará al cielo, en el primero de esos años, que se
cierre, y se suspenderá el tercio de su lluvia; y ordenará a la tierra que no
brote (no germine), y cesará el tercio de su vegetación. Luego en el segundo
año, Allah ordenará al cielo que se cierre, y cesarán los dos tercios de su
lluvia; y ordenará a la tierra que no germine, y no brotarán los dos tercios de
su vegetación. Luego Allah, Poderoso y Majestuoso, ordenará al cielo, en el
tercer año, que se cierre, y no lloverá del todo, ni una sola gota; y ordenará a
la tierra que no haga brotar su vegetación, y cesará toda vegetación y verde.
Entonces no quedará ningún animal de pezuña partida [que consumen los
musulmanes, como el cordero y la vaca] sin que muera, excepto lo que Allah
quiera’ Se le preguntó (BPDyC): ‘¿De qué vivirá la gente en esa época?’
Respondió: ‘De decir La Iláha illa Allah (no hay Divino más que
Allah), decir Alláhu Ákbar (Allah es
el más Grande), decir Subhana Allah
(glorificado sea Allah), y decir al-Hámdu lil-Láh (la Alabanza y la gratitud
sean con Allah), y esto será para ellos como la comida’” (MIK, I, pp. 459-461)
Y
en otra tradición expresó el Mensajero de Allah: “No se establecerá
la Hora final
hasta que los musulmanes no combatan a los judíos, y será que [los musulmanes]
los eliminen hasta el punto de que un judío vendrá a ocultarse detrás de una
piedra, o de un árbol, y dirá la piedra o el árbol: ‘¡Musulmán, siervo de
Allah!, ¡he aquí un judío detrás de mí, ven a matarlo!’, excepto el [llamado]
al-garqadah, porque es un árbol de los judíos” (MIK, I, p. 461)
Y en otra
tradición que citaremos parcialmente, el Profeta (BPDyC) describe al falso
mesías diciendo: “...Es un joven de pelo crespo (rizado o enmarañado), tiene un
ojo apagado, es como la figura de Abdul Uzzah Ibn Qáhtan [uno que existía por
entonces] El que de vosotros lo encuentre que recite ante él la primera parte de
la sura de la caverna [18 del Sagrado Corán, sus primeros diez versículos]
Aparecerá desde una brecha entre Siria e Irak, y dañará a diestra y siniestra:
¡Siervos de Allah!, ¡sed firmes [contra él]!” Se le preguntó: “Mensajero de
Allah, ¿cuánto permanecerá en la tierra?” Respondió: “Cuarenta días, un día como
un año, un día como un mes, un día como una semana, y el resto de los días como
vuestros días”... Le preguntaron: “Mensajero de Allah, ¿y cómo será su
traslación rápida sobre la tierra?” Contestó: “Será como la nube que es empujada
por el viento, y entonces llegará hasta un pueblo y los convocará, y crearán en
él y le responderán, y él ordenará al cielo y lloverá, y a la tierra y
germinará, y el ganado crecerá sobre lo que ya era, y tendrá ubres más
abundantes y fluidas, y será más ancho de flancos. Y vendrá a otra gente y los
convocará, pero ellos lo rechazarán, y se irá de allí, y la sequía dominará sin
que quede nada de sus riquezas. Y pasará junto a unas ruinas y les dirá:
‘¡Extrae [para mí] tus tesoros!’ y los tesoros lo seguirán como un enjambre de
abejas. Luego llamará a un hombre joven, lleno de juventud, y lo golpeará con su
espada y lo partirá en dos, como él desea. Luego lo convocará, y vendrá el joven
hacia él ya entero, diciendo: ‘La
Iláha illa Allah’ [no hay Divino sino Allah, rechazando a
al-Dayyal], mientras su rostro se ve sonriente. Y estando en esta situación,
Allah hará surgir al Mesías el hijo de María, con ambos sea la Paz , y éste descenderá junto al
minarete blanco, al este de Damasco, entre dos vestimentas amarillas, posando su
mano sobre las alas de dos ángeles, mientras que su cabeza estará goteando. Y
cuando la eleve de ella descenderán como si fueran perlas relucientes. Y ningún
impío percibirá el aroma de su ser [de Jesús] sin morir, y su aroma se percibirá
a lo lejos, tanto como le dé a él la vista. Entonces procurará encontrar al
falso mesías, y lo hallará en la puerta de Ludda [en Palestina], y lo matará.
Luego Jesús el hijo de María (P) llegará hasta lo de una gente, que Allah habrá
protegido de al-Dayyal, y limpiará sus rostros [metáfora por quitar de ellos la
angustia], y les dará a conocer sus categorías en el Paraíso. Y en tanto están
en esta situación Allah, Poderoso y Majestuoso, revelará a Jesús (P): ‘Yo he
hecho salir en combate a unos siervos Míos que nadie [de los creyentes] se
atreva a enfrentar: ¡Que Mis siervos [que están contigo] suban a la montaña!’ .
Y entonces Allah hará surgir a Gog y Magog, desde todo punto elevado [cfr.
21:96]..” (MIK, I, p. 461)
Otra tradición
expresa lo siguiente: “Surgirá el falso mesías entre mi comunidad, y permanecerá
cuarenta [no dijo si cuarenta días, o meses o años] Entonces enviará Allah a
Jesús el hijo de María que será parecido a `Uruah Ibn Mas`úd [uno de los
seguidores de él (BPDyC)], y procurará encontrarse con al-Dayyal y lo
aniquilará. Luego la gente permanecerá durante siete años sin que haya entre dos
[personas] ninguna discrepancia. Después Allah enviará un viento fresco desde el
lado de Damasco (o de Siria), y no quedará nadie sobre la faz de la tierra que
tenga en su corazón como un átomo de bien o de fe sin que le sea arrancado. Aún
cuando alguien se cobije en el interior de una montaña, ese viento penetrará
allí y se lo quitará... Entonces restarán sólo los peores de la humanidad, con
la rapidez del ave y con los objetivos de las fieras. No reconocerán ningún
bien, ni se abstendrán ante ningún mal. Entonces Satanás se les representará y
les preguntará: ‘¿Acaso no me obedeceréis?’ Le responderán: ‘¿Qué es lo que
quieres ordenarnos?’ Así les ordenará adorar a los ídolos, mientras ellos
estarán en una situación de bienestar, su existencia será buena. Luego será
tañida la
Trompeta , y nadie la escuchará sin que sea abatido. El primero
que la escuchará será un hombre que estará encalando el abrevadero de su
camellada. Entonces será fulminado, y el resto de la gente también. Después
Allah enviará una lluvia y resurgirán de ella los cuerpos de la gente. Luego
será tañida por segunda vez la
Trompeta y he aquí que ellos estarán resurrectos observando
[cfr. 39:68] Y se dirá: ‘¡Humanidad!, ¡venid a vuestro Señor!’ Y he aquí que
estarán enhiestos, y serán interrogados [cfr. 37:24] Luego se dirá: ‘¡Tomad
[ángeles] al grupo del Fuego [para introducirlo allí]!’ Se preguntará: ‘¿Cuántos
son ellos?’ Se responderá: ‘De cada mil, novecientos noventa y nueve’ Tal será
el Día en que los niños encanecerán [cfr. 73:17], y tal será el Día en que las
piernas se desnuden [se descubra lo oculto] [cfr. 68:42]’” (MIK, I, p.
462)
Por último, una
tradición del Profeta (BPDyC) expresa: “No se establecerá la Hora hasta que veáis diez
signos: Salir el sol por el poniente, la humareda, la bestia, la aparición de
Gog y Magog, el descenso de Jesús el hijo de María, el falso mesías, y tres
sismos: uno en oriente, otro en occidente, y un tercero en la península árabe, y
[por último] un fuego que saldrá de la región de Adén, que arremolinará a la
gente, y permanecerá noche y día con ellos donde estén” (MIK, I, p.
463)
[1] Utilizamos
el verbo en presente porque los seres como Jesús no pasan simplemente a la
historia, no son pasado, están siempre presentes.
[2] El
nacimiento extraordinario de María es narrado por el Sagrado Corán, donde se le
otorga una categoría espiritual equivalente a la de un profeta. Se cuenta que su
padre Imrán (así llamado Joaquín, el padre de María, en el Sagrado Corán) era un
hombre santo que había llegado a la ancianidad junto con su esposa, sin tener
hijos, y ya no podrían tenerlos. Por eso figura en el Sagrado Corán un ruego
como pedido de milagro (3:35), y Ana, la madre de María, consagra a Dios el
fruto de su vientre al Señor. Se interpreta esto como que esperaba un varón,
santo como su padre, que sucediera a éste como heredero de David, en la
descendencia profética. Cuando nace una niña su madre se asombra de ello. Dice
el Sagrado Corán: He aquí que la esposa
de Imrán rogó: “¡Señor mío! ¡He ofrendado a Ti lo que hay en mi vientre
consagrándolo [a Tu servicio]!: ¡Acéptalo de mí, porque Tú eres Oyentísimo [de
mi súplica], Conocentísimo [de mi intención]!” Y cuando la dio a luz, exclamó
[sorprendida y apenada]: “¡Señor mío! ¡He dado a luz a una hembra [no el varón
consagrado a Ti]!” Pero Allah es más Conocedor de lo que había alumbrado, y que
el varón no es como la mujer [en el servicio al Señor] “Y la he llamado María, y
por cierto que la amparo en Ti, a ella y a su descendencia [Jesús] de Satanás el
execrado” Su Señor la aceptó de ella [consagrada al Templo] con favorable
aceptación, y la hizo crecer de bella conformación [espiritual y ética], y la
encargó a Zacarías. Cada vez que Zacarías entraba en el claustro donde ella
estaba, encontraba con ella provisiones [de verano en invierno y de invierno en
verano] Exclamó [una vez]: “¡María! ¿De dónde te viene esto?” Ella respondió:
“Es de parte de Allah. Sin duda que Allah provee sin medida a quien Él
quiere” (capítulo 3:35-37)
[3] Los hombres
en ocasiones pueden cambiar los proyectos de otros hombres, pero no la misión de
los Profetas y Mensajeros, que vienen a revelar la Verdad. Aunque los hombres
tienen libertad para aceptarlos o rechazarlos. Entonces, que alguien lo
entregara era algo establecido e inevitable en la misión de Jesús, porque no
sería posible ello sin la determinación divina.
[4] En los
últimos años apareció un evangelio de Judas que sirvió de base a un documental
emitido masivamente que pretende confirmar el mismo argumento, aunque el aporte
del Sheij ha sido muy anterior (N.E) [Nota: Se denomina Evangelio de Judas
(o Evangelio prohibido de Judas) a un evangelio utilizado, según
testimonios de los Padres de la Iglesia, por la secta gnóstica de los cainitas.
Fue compuesto probablemente durante el siglo II. Este evangelio se creía desaparecido, pero
durante los setenta del siglo XX fue hallado en Egipto un códice copto
(supuestamente traducción de un original griego) en el que aparece un texto que
parece corresponder al Evangelio de Judas mencionado en la literatura cristiana
primitiva. En el texto se hace una valoración positiva de la figura de Judas
Iscariote, que en los cuatro evangelios canónicos es considerado como traidor a
Jesús.
[5] Los
evangelios no dicen cómo Judas supo que él estaba en el huerto, ni en ellos
figura que Jesús se lo haya dicho en ningún momento. Se separaron en la cena,
Jesús presuntamente se iría a Betania, como todas las noches, pero no fue así.
Este es otro indicio que refuerza la responsabilidad que había asumido Judas en
el asunto, pues conocería lo que debía hacer, sea porque Jesús se lo había
explicado, sea por inspiración.
[6] No debía
advertirles eso porque en realidad ellos debían proceder con libertad, aceptando
al Mesías o rechazándolo y asesinándolo, como a muchos otros Profetas. Pero no
era a él a quien realmente iban a asesinar...
[7] Un cuento
falso de los judíos de la época dice que el verdulero u hortelano era un
cristiano oculto, y que se llevó allí el cuerpo exánime de Jesús engañando a los
sacerdotes de Jerusalén. Pero que después lo enterró en otro lado, porque tenía
miedo de que la gente que allí fuera le pisara la verdura al visitar el sepulcro
de Jesús…
[8]La Biblia de
Jerusalén usa “mellizo”, traduciendo el original griego que dice “Dídimo”, y que
significa eso. También “Tomás” en arameo significa “mellizo”. Algunos le
atribuyen haber sido mellizo de Jesús, sosteniendo que la Virgen tuvo a ambos, y
los más audaces afirman que cuando fue muerto uno de los dos, el otro se hizo
pasar por el Jesús “resucitado”. Este es otro cuento de la fantasía judía.
[9] El hecho de
que fuera un cuerpo especial y sumamente extraño puede ser confirmado por las
anomalías que presenta el llamado “manto de Turín” o “Santo Sudario”, que se
dice que envolvió al crucificado una vez muerto. Pero no es nuestra intención
desarrollar este argumento que nos desviaría de la pretensión que tenemos de ser
breves y concisos.
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