Coronavirus golpea duro a localidad fronteriza con México
ELLIOT SPAGAT
AP5 de agosto de 2020 11:24 a. m.
Guardando distancias, el doctor Tien Vo habla con una
familia contagiada del coronavirus en Calexico, California, el 23 de julio del
2020. Vo atiende una gran cantidad de hispanos en su clínica y también hace
visitas a domicilio en el Imperial County, un condado con una gran cantidad de
hispanos pobres entre los que el virus causa estragos. (AP Photo/Gregory Bull)
El doctor Tien Vo entrega comida a un individuo que está
aislado tras contagiarse del coronavirus en Calexico, California, el 23 de
julio del 2020. (AP Photo/Gregory Bull)
El doctor Tien Vo fotografiado después de hablar con una
familia contagiada del coronavirus durante una de las visitas a domicilio que
hace en Calexico, California, el 23 de julio del 2020. goes to leave after
talking with a family quarantining after they tested positive for the
coronavirus Thursday, July 23, 2020, in Calexico, Calif. Vo and members of his
clinic bring food to patients that test positive and agree to quarantine. (AP
Photo/Gregory Bull)
Dulce García fotografiada cerca de su casa de Mexicali,
México, el 22 de julio del 2020. García cruza la frontera todos los días para
trabajar del lado estadounidense, en el Imperial County, que tiene una alta
tasa de contagios del coronavirus. Le asusta la posibilidad de contagiarse,
pero dice que no tiene otra opción. (AP Photo/Gregory Bull)
Dulce García se prepara para cruzar la frontera, desde
Mexicali (México) hasta Calexico, ciudad californiana donde trabaja, el 22 de
julio del 2020. La alta tasa de contagios del coronavirus en Calexico preocupa
a García, pero dice que no puede darse el lujo de dejar su trabajo del lado
estadounidense de la frontera. "Hay que sobrevivir", señaló. (AP
Photo/Gregory Bull)
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CORONAVIRUS-FRONTERA OLVIDADA
Guardando distancias, el doctor Tien Vo habla con una
familia contagiada del coronavirus en Calexico, California, el 23 de julio del
2020. Vo atiende una gran cantidad de hispanos en su clínica y también hace
visitas a domicilio en el Imperial County, un condado con una gran cantidad de
hispanos pobres entre los que el virus causa estragos. (AP Photo/Gregory Bull)
CALEXICO, California, EE.UU. (AP) — La última parada del
doctor Tien Vo, ya casi de noche, es en la casa de una mujer de 35 años que
padece diabetes, asma, artritis reumatoidea y, ahora, el coronavirus. El
COVID-19 había matado a su padre hacía seis días. Su hijo de 15 años se enteró
esa mañana de que él también se había contagiado.
Sentada en una silla reclinable junto a su cama y usando
oxígeno, Cynthia Reyes le cuenta al médico que ya no puede pararse sola.
“Me falta el aire. Me toma mucho tiempo llegar al baño.
Siento que me voy a desmayar”, dice la mujer.
Vo, quien se comunica con Reyes a través de mensajes de
texto varias veces al día y habla con ella por teléfono casi a diario, la
escucha y asiente.
“He hecho todo lo que puedo. Pero, a veces, eso no es
suficiente”, comenta Vo al salir de la casa.
Reyes vive en el Imperial County de California, un condado
agrícola en la frontera con México a menudo olvidado. Hasta hace poco tenía la
tasa de infecciones de coronavirus más alta del estado y sus dos hospitales
estaban desbordados. La mayor parte de la población del condado es hispana y
pobre, un sector que es afectado de una forma desproporcionada por el virus.
Vo es “una estrella del rock” que atiende a los necesitados,
según Alex Cárdenas, exalcalde de El Centro, la sede administrativa del
condado. Las dos clínicas del médico han hecho más de 27.000 pruebas de
coronavirus desde el 23 de marzo y entre el 25% y el 30% han dado positivo.
Vo y su esposa, quien es enfermera, emigraron de Vietnam
siendo adolescentes. Llegaron a Nueva York y de allí se mudaron al oeste. Hace
diez años se instalaron en el Imperial County, que produce muchos de los
vegetales que se venden en los supermercados estadounidenses durante el
invierno.
Vo, de 43 años, dice que se quedó porque la gente es amable
y agradecida. Nota su felicidad cuando lo reciben.
“Aquí hace mucha falta un médico”, expresó desde el asiento
de una camioneta de la empresa entre visita y visita. “No es difícil
complacerlos. Conversan conmigo. Me mandan mensajes de texto todos los días”.
Hasta ahora el Imperial County ha tenido más de 5.200 casos
por cada 100.000 habitantes, casi el triple que el Los Ángeles County, el
condado más grande del país. Casi el 20% de los pacientes del Imperial han dado
positivo, comparado con la tasa del 6,3% del estado.
Ha habido 220 muertes en un condado con 180.000 residentes.
San Francisco tienen cinco veces esa población y solo un tercio de las muertes
que hubo en el Imperial.
El Centro Médico Regional de El Centro, que dejó de recibir
pacientes por un corto tiempo en mayo, “está que revienta”, dice el doctor
Adolphe Edward, su director ejecutivo. Se instalaron carpas en el
estacionamiento que reciben a los pacientes del COVID-19, también una en la
sala de emergencias y otra en una unidad de cuidados intensivos.
La falta de camas obligó a transferir a más de 600 pacientes
de coronavirus a hospitales de otros sitios de California y generó ayuda de los
gobiernos estatal y federal, incluido un hospital de 80 camas en el gimnasio de
un community college y más camas para unidades de cuidados intensivos.
Las razones del fuerte brote en el Imperial County son
varias, pero las desigualdades figuran prominentemente. A menudo tiene las
tasas de desempleo más alta de entre las 389 áreas metropolitanas del país. La
tasa de desempleo era del 27,3% en junio.
El 85% de la población del condado es hispana, con elevados
índices de diabetes y obesidad. El polvo que levanta el viento contribuye al
asma. Su tasa de pobreza del 21% es una de las más altas de California. Abundan
las casas donde viven varias generaciones de una familia, lo que contribuye a
propagar el virus.
La carga de los servicios médicos aumenta porque llega mucha
gente de Mexicali, ciudad industrial mexicana de un millón de habitantes del
otro lado de la frontera. Muchos son ciudadanos estadounidenses o residentes
legales.
Dulce García nació en México y su familia se radicó en el
Central Valley de California cuando ella tenía 12 años. Se mudó a Mexicali hace
diez años porque su marido fue deportado. Cruza la frontera a pie todos los
días para trabajar en Calexico como asistente médica en una clínica del Centro
Médico Regional de El Centro. Es una de 60 empleados del hospital que viven en
Mexicali.
García, de 38 años, alquila una habitación en una casa de
Calexico junto contras mujeres, lo que le permite inscribir a sus hijos de 17 y
15 años, ambos nacidos en Estados Unidos, en escuelas públicas de la ciudad. De
vez en cuando pasa la noche en esa habitación, pero generalmente regresa a su
departamento de Mexicali. Su esposo la recoge en su Chevrolet Monte Carlo del
2001 y la lleva al barrio de calles arboladas donde vive, a diez minutos, con
un gran parque por el que caminan al caer la tarde.
García, quien se naturalizó estadounidense, dice que le
preocupa tener que cruzar la frontera todos los días para estar junto a
pacientes del COVID-19, pero que, al igual que tantos otros, no tiene otra
alternativa. Su sueldo en dólares rinde mucho más en México y compensa lo poco
que gana su marido como obrero de la construcción en Mexicali.
“Todo el mundo le teme a la pandemia, pero hay que cruzar”,
dijo García después de mostrar sus documentos a los inspectores del servicio de
inmigración al final de un corredor. “Hay que sobrevivir”.
La clínica de Vo se encuentra cerca de la zona comercial de
la ciudad, de la que parten calles anchas con numerosos negocios. El presidente
Donald Trump visitó la ciudad de 40.000 habitantes el año pasado para observar
su nuevo muro con postes de acero de nueve metros (30 pies) pintados de negro.
El estacionamiento de Vo se llenó de autos cuando empezó a
hacer pruebas del virus al paso en marzo. Al poco tiempo comenzó a recibir
gente sin cita previa y las colas se hicieron más largas.
Vo conoció a su esposa cuando ella estudiaba en Nueva York y
él hacía su residencia. Vivieron en el estado de Nueva York, en Phoenix, Yuma
(ambas en Arizona) y finalmente el Imperial County, donde dice que tiene unos
40.000 pacientes. Son además propietarios de una residencia de ancianos de 31
camas.
Uno de los factores que los atrajo a este condado es su
proximidad con el Orange County, donde viven muchos inmigrantes vietnamitas.
Ellos pasaron su adolescencia allí y sus padres todavía viven en Orange. La
pareja tiene una niña de nueve años y un varón de diez.
El incansable médico a menudo se desplaza con su uniforme
quirúrgico, incluso después del cierre de su clínica a las seis de la tarde.
Los domingos se toma las cosas con más calma y cierra a las dos de la tarde.
Cárdenas, el exalcalde de El Centro, condujo el auto de Vo
una noche reciente durante un recorrido para llevar comida a personas en
cuarentena que no tienen nadie que las asista.
La primera parada fue en la casa rodante de un individuo de
62 años que vive solo y tiene diabetes y asma. Luego pasaron por la modesta
vivienda de un hombre de 55 años con diabetes, que es una de siete personas infectadas
con el coronavirus en una residencia donde viven 12 miembros de una misma
familia de tres generaciones.
Judith Aguirre, de 53 años, cree que su esposo contrajo el
virus durante una visita para recibir diálisis porque varios otros pacientes de
la misma clínica también se contagiaron. Ella, una hija que está embarazada y
cuatro de sus ocho nietos que viven con ella en una casa de cinco dormitorios
también se contagiaron.
“Doctor, le agradecemos mucho lo que hace por el valle”,
dijo Aguirre después de que Vo le entregó cajas de carne asada, macarrones y
queso, pan y ensalada de repollo. “Escuché que usted atiende gente de noche,
que va a las casas de la gente”.
En la última parada de Vo, Reyes le habla de su padre de 69
años, “un hombre muy fuerte” que falleció tres semanas después de que se le
diagnosticó el virus.
“De repente, fue al hospital y no podía respirar”, comentó.
Una semana después, los síntomas de Reyes habían mejorado,
pero todavía requería oxígeno y encaraba un proceso de recuperación largo.
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