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sábado, 21 de noviembre de 2020

LAS 7 LEYES QUE DEBÍA CUMPLIR EL TLATOANI Y SU CARGO...

 LAS 7 LEYES QUE DEBÍA CUMPLIR EL TLATOANI Y SU CARGO...


Puede decirse que el origen del poder no provenía del ámbito profano, más bien, se encontraba en el ámbito sagrado, porque era otorgado por los dioses a los seres humanos que ellos elegían para que los representasen. En la opinión de Susan Gillespie, los gobernantes constituían una tercera categoría que mediaba entre los seres humanos y los dioses, ya que eran considerados similares a los dioses y similares a los humanos. Los tlatoque se convertían en intermediarios, no en los dioses mismos, ya que albergaban en sus cuerpos parte de la fuerza de los dioses a quienes representaban, la cual obtenían por medio del uso alternado o combinado de sus prendas e insignias divinas características. Al mismo tiempo, ya no eran considerados seres humanos comunes, pues podían comunicarse con los dioses y recibían ciertos poderes de ellos, situación que los colocaba en la cima de la sociedades del altiplano central mexicano.

A la orientación cósmica de la vida en los pueblos del altiplano central de lo que hoy es México correspondía una organización teocrática según la cual el tlatoani era portavoz y representante de la divinidad. Su poder emanaba de la libertad de matar y de impartir justicia. Parte de su gran responsabilidad consistía en hacer la guerra para mantener el equilibrio cósmico y la continuidad del Quinto Sol. Debía encabezar las ceremonias, exigir el cumplimiento del calendario y los sacrificios rituales, aunque el Cihuacóatl decidía de qué manera morirían quienes eran ejecutados, ofrendados y por supuesto los capturados.

Al tlatoani recién ungido se le recordaba que:

1. Debía tener la conciencia de ser imagen de la divinidad y depositario de la administración de la justicia.

2. No debía abusar del poder.

3. Debía ser generoso.

4. No debía desatender el areíto y el baile, ya que ayudaban a mantener el ánimo del pueblo, especialmente de los guerreros.

5. Debía comportarse con gravedad, con corazón de viejo.

6. Debía abstenerse de placeres corporales, borracheras y no malgastar la riqueza y el tributo.

7. No tener soberbia por la dignidad que no era suya sino de la divinidad.

Por ejemplo, el tlatoani mexihcatl vivía rodeado de los pipiltzin o nobles, que eran los descendientes de Acamapichtli y las 20 hijas de los jefes de los calpulli. Esta nobleza se convirtió en una minoría dirigente, sobre todo a partir de que Tlacaélel fue cihuacóatl, ya que había organizado el Consejo de los cuatro, todos nobles, de donde se escogía al gobernante. También les habían concedido grandes privilegios a los sacerdotes, separándolos definitivamente del pueblo. Sólo los pipiltzin podían ser funcionarios del gobierno, para lo cual debían cumplir con una serie de obligaciones, mucho más estrictas que las de los macehualtzin. Y si no se distinguían por su valentía, responsabilidad y mesura, se les denigraba hasta convertirlos en gente común que pagaba tributo y trabajaba en las faenas comunales. Los funcionarios estaban exentos de tributo y recibían del tlatoani habitación y sustento. Les correspondía también una parte de los productos agrícolas y de servidumbre del pueblo. Como concesión especial participaban en la comunión de los sacrificados en el ritual. La garantía de los privilegios del grupo dominante mexihcatl descansaba en la monopolización de la guerra, en el control del calendario y de la escritura. Estos últimos eran aportes médicas a la cultura náhuatl, junto con un profundo sentido religioso de la vida.

Ya dijimos que el tlatoani era el representante de la divinidad o Dios tutelar principal. Para cumplir con su misión de alimentar a los dioses asumía también los cargos de dignatario supremo de la organización sacerdotal y de jefe máximo de los guerreros. Los más altos funcionarios tenían también este doble desempeño sacerdotal y militar aun cuando, estrictamente, no estuviesen incluidos en la organización sacerdotal. Incluso tenían reservados aposentos en el Templo Mayor para hacer penitencia junto a los tlaloques.

Dos eran las formas de expresión de la religiosidad: la guerra florida y las grandes celebraciones. El tlatoani se encargaba de ambas. Estaba al tanto de los bailes y cantos, y participaba él mismo en algunas danzas al lado de sus colegas de Texcoco y Tlacopan.

Para consultar más:
-La conquista musical de México.
Lourdes Turrent.

-Rito al ascenso del poder de los tlaloques.
Daniel Alatorre Reyes. 
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