EL DERRIBAMIENTO DE ESTATUAS
Durante la revolución de independencia los habitantes de Nueva York derribaron la estatua ecuestre del rey Jorge III, en 1776. En México, la estatua del rey Carlos IV se salvó de la ira popular en 1824, porque Lucas Alamán, ministro del gobierno de Guadalupe Victoria, retiró “El Caballito” para resguardarlo en espacios de la Real Universidad de la capital.
Un cuadro muy popular recuerda cuando las tropas de George Washington entraron a Nueva York el 9 de julio de 1776, para leer ante el pueblo reunido la Declaración de Independencia, acordada en Filadelfia cinco días antes. Esa misma noche la multitud exaltada derribó la figura ecuestre del rey Jorge III.
Es toda una historia porque si en la memoria quedó grabada la Declaración del 4 de julio, que afirmaba que todos los hombres fueron creados iguales y que gozaban de libertad como un derecho inalienable (no vendible), es obvio que las cosas no funcionaron así, pues 85 años después estalló la guerra civil que buscó hacer realidad esa promesa.
Gracias al añejo movimiento por los derechos civiles sabemos que, a pesar de la abolición de la esclavitud en 1865, los racistas blancos del sur impusieron leyes discriminatorias y de segregación que hicieron persistir el desprecio a los negros y que provocaron horrendos crímenes en el siglo XX.
Se dice que estos nuevos movimientos (inspirados en el Black Lives Matter) son portadores de una nueva narrativa, pero en realidad lo nuevo es la protesta contra las persistencias sociales e ideológicas de la conocida historia sobre la moderna expansión colonial y el esclavismo a partir del siglo XVI y que en algunas regiones del mundo se prolongó hasta mediados del XX, con no pocas guerras de emancipación.
Cuando estalló la insurrección en Chiapas, en 1994, los indígenas no nos decían que hubo conquista hace quinientos años, o que hubo sometimiento de los pueblos originarios, sino que persistía un colonialismo interno, el racismo y el desprecio a los indios. Que con la invención del mestizaje, para desindigenizar el país, se había cercenado la autonomía de los pueblos originarios (que también es política). Y que esa memoria construida en el siglo XIX, como fundamento de un Estado nacional mestizo, había convertido a la mayoría indígena en una minoría (cada vez más reducida) sobre la que el Estado podía aplicar políticas paternalistas, igual que en otros sectores sociales. Esto es parte de las razones por las que fue derribada la estatua del conquistador Diego de Mazariegos, en San Cristóbal de las Casas, en 1992.
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