La fe en tiempos de incertidumbre. La Virgen de Guadalupe y la epidemia de matlazáhuatl en la Nueva España (1736-1739)
Por Thania Susana Ochoa Armenta (UNAM)
Resumen
En la epidemia conocida como matlazáhuatl (1736-1739) que afectó la zona centro y la región del Bajío de la Nueva España, se tiene registro que la gente recurrió a los santos y a varias advocaciones de la Virgen María: La Virgen de Loreto, la Virgen de los Remedios y la Virgen de Guadalupe. A ésta última se le atribuiría el cese de la epidemia, agilizando los trámites para jurarla como patrona de la capital el 27 de abril de 1737 y años después sería declarada patrona de todos los reinos de la Nueva España. Desde un enfoque cultural, el presente texto analizará algunas actividades que se llevaron a cabo en torno al culto a la Virgen de Guadalupe para hacerle frente a la epidemia de matlazáhuatl (1736-1739) en la actual Ciudad de México según cuenta la obra Escudo de armas de México (1746) del presbítero Cayetano Cabrera Quintero quien registró tanto aspectos médicos relacionados con la enfermedad como también la indudable intervención de la Virgen de Guadalupe para el término de la epidemia.
“En la angustia que ocasionó la Pestilencia, que cebada con más rigor en los Indios, mitigó sus ardores al abrigo de tanta sombra…”
Escudo de armas, Cayetano Cabrera Quintero.
A lo largo de la historia de la humanidad, se han registrado fenómenos propios de la naturaleza como terremotos, sequías o epidemias. Tales acontecimientos han provocado incertidumbre y miedo. La relación del ser humano con la naturaleza, la intención de darle sentido a lo que le rodea y no depende de sí, ha generado distintas explicaciones al respecto, una de ellas es la religión. Desde esta óptica, se han interpretado estos fenómenos como castigo divino e incluso se ha recurrido a ritos religiosos para abatirlo.
Hoy en día se conoce que cuando hubo epidemias u otros fenómenos naturales en siglos pasados, desde la creencia católica dichos acontecimientos se interpretaron como la furia de Dios y se crearon estrategias desde la liturgia como un puente comunicativo entre los seres humanos y lo sagrado, para propiciar el fin de los males. En lo que respecta al caso mexicano, se han registrado distintas epidemias que van desde la época prehispánica hasta las más recientes, como la Influenza H1N1 en 2009 y el contemporáneo COVID-19. El 26 de abril de 2009 miembros del clero mexicano realizaron una peregrinación rogativa junto con el Cristo de la Salud en las inmediaciones de la Catedral Metropolitana. Le pedían a la imagen que cesara la Influenza H1N1. En relación a ello, me contaron que en la noche del 29 de marzo del año en curso, sobre anillo Periférico a la altura de Naucalpan, había una “mega peregrinación”, en la cual se destacó que: “Le pedían a la virgen por lo que estaba pasando.” No es la primera vez que se realizan ritos para pedirle a las imágenes religiosas el fin de los males. En la epidemia conocida como matlazáhuatl que se suscitó en la Nueva España (1736-1739), la gente recurrió a los santos y a advocaciones de la virgen María: La virgen de Loreto, la virgen de los Remedios y la virgen de Guadalupe. Ésta última, fue declarada patrona de la capital el 27 de abril de 1737 (supliendo a San José) y se le atribuyó el cese de la epidemia. Como se verá más adelante, en 1746, sería nombrada Patrona de todos los reinos de la Nueva España.
Procesión rogativa para pedir cese de Influencia de AH1N1 el 26 de abril de 2009. Imagen tomada de: [http://www.esteticas.unam.mx/encrucijada/revista_01.pdf?fbclid=IwAR02Nq1aKOLpKIFQ0zMCLtg03qJeJeNtr3bVmJjoWOt97jaK9JYm4V7DBg8]
Desde una mirada cultural, el presente artículo analizará algunas actividades que se llevaron a cabo en torno al culto a la virgen de Guadalupe y a otras imágenes para hacerle frente a la epidemia de matlazáhuatl en la ciudad de México (1736-1739) según cuenta la obra Escudo de armas de México (1746) del presbítero Cayetano Cabrera Quintero y también como se aprecia en otros escritos de la época como en los Anales de Puebla y Tlaxcala. Por último, se hablará sobre una de las representaciones gráficas de esta epidemia y de la virgen que se reprodujo en la obra antes mencionada.
El Escudo de Armas de Don Cayetano Cabrera Quintero y la epidemia de matlazáhuatl
Cabrera escribió en 1747 Escudo de armas de México por encargo del Virrey de la Nueva España, el Dr. D. Juan Antonio de Vizarrón. En sus líneas, el autor destacó cómo la virgen concluyó con la epidemia matlazáhuatl, luego de que fuera jurada como patrona de la capital de la Nueva España. El título de la obra en sí mismo ya revelaba el contenido del libro: “Escudo de Armas de México: celestial protección de esta nobilísima ciudad, de la Nueva España. Y de casi todo el nuevo mundo. María Santísima, en su portentosa imagen del Mexicano Guadalupe. Milagrosamente aparecida en el Palacio arzobispal el año de 1531. Y jurada su principal patrona el pasado de 1737. En la angustia que ocasionó la Pestilencia, que cebada con más rigor en los Indios, mitigó sus ardores al abrigo de tanta sombra…” Por la formación de Cabrera como presbítero, gran parte del contenido de su argumento fue hablar de la virgen como benefactora y protectora de la Nueva España desde su aparición en el siglo XVI hasta los días en los que él escribe.
Esta obra significa mucho para quien tiene interés en saber sobre la epidemia de matlazáhuatl iniciada en 1736. También es de utilidad para quien esté interesado en conocer una narración con una perspectiva cotidiana de aquellos días de incertidumbre. Desde su posición como clérigo, el autor aportó una mirada conciliadora y diferente a tal acontecimiento catastrófico para la Nueva España. Aunque también dio elementos para comprender lo que sucedió aquellos días y explicó cómo era la enfermedad que asoló a la población.
En lo que respecta a la enfermedad, el presbítero destacó que la palabra matlazáhuatl, venía de la lengua náhuatl, significando: “voz compuesta de matlatl, la red, y por lo parecido, el redaño, y de zahuatl, la pústula o granos con que sin ver lo que decían a llamar: red de granos.” Gracias a actuales estudios sobre la enfermedad como los de la historiadora América Molina del Villar, se ha señalado que el maltlazáhuatl pudo ser tifo. Llama la atención que esta epidemia fue nombrada en náhuatl, lo cual hizo considerar a Cabrera que esto se debió a que el sector indígena fue el más afectado por la epidemia.
Los síntomas que presentaban los contagiados eran intensas sensaciones en el interior del cuerpo, así lo relató el presbítero: “Todos generalmente dicen acontecerles un continuado y universal frío, que sienten en todo el cuerpo, con grave incendio en todas las entrañas: lo que explican diciendo tener un volcán de fuego en el estómago”. Asimismo, las víctimas presentaron sangrado de nariz, ojos rojos, en su cuerpo amarillento les crecían póstulas y padecían de delirio. Las condiciones insalubres fueron el escenario perfecto para su veloz propagación sobre todo en el centro y el occidente de la Nueva España, siendo las ratas y los piojos los transmisores.
Cabrera relató que la enfermedad se originó en un obraje de Tacuba, en el mes de agosto de 1736. A fines de noviembre, ya se había extendido por la ciudad. Las pésimas condiciones del contacto con los animales y en general de la infraestructura de la región fueron el escenario idóneo para la propagación de la enfermedad. Como ya lo mencionamos, la epidemia afectó principalmente a los indígenas por lo que los criollos y peninsulares fueron perjudicados en menor medida.
El 31 de marzo de 1737 tan solo se calcularon 13, 264 españoles y criollos contagiados; impensable imaginar cuántos indígenas dolientes había para ese entonces. Otros grupos que se vieron considerablemente afectados fueron los que se encontraban en situación de calle o trabajaban en contextos poco óptimos. Estas personas tenían precarias condiciones laborales y sus espacios cotidianos de convivencia evidenciaban su pobreza y marginación social, sumida en un contexto insalubre y de poca calidad de vida.
La fe en tiempos de incertidumbre
El mes de agosto de 1736 la periferia de la capital de la Nueva España vio llegar a la epidemia llamada matlazáhuatl. A la par, en este semestre hubo mal tiempo; las lluvias inundaron tanto el campo como las calles de la ciudad y un huracán y temblores sorprendieron a los habitantes. Por si fuera poco, en el primer semestre de 1737 pasó un cometa y se suscitó un eclipse. Esta serie de fenómenos naturales fueron interpretados a posteriori como aviso del impacto del matlazáhuatl. Así se dejó ver en los Anales de Puebla y Tlaxcala: “Luego que comenzó el año se apareció una estrella humeante (cometa) siguiendo lo mismo las demás estrellas, y la peste tomó mayor vigor, convirtiéndose en matlazáhuatl hoy 28 de febrero.” Según también se creyó, el eclipse de sol provocó que la epidemia tomará mayor fuerza:
En este mismo año a principio del mes de marzo y a las siete de la mañana, hubo eclipse de sol, acometiendo con mayor fuerza el cocoliztli, arrojando por la boca y narices mucha sangre los enfermos, por cuya circunstancia murió multitud de gente. En este mismo año y a fines de mes de septiembre comenzó a mitigarse el cocoliztli.
Llama la atención que en este fragmento le llamaron a la epidemia “cocoliztli”. Se sabe que durante el siglo XVI hubo diversas epidemias que exterminaron a la mayor parte de la población indígena y les llamaron “cocoliztli”. El historiador y nanahuatlo Rafael López ha señalado que esta palabra, a diferencia de matlazáhualt -que sí apela a uno de los padecimientos de la enfermedad-, “viene del verbo cocoa que hace referencia a sentirse mal o a estar enfermo, y al sufijo liztli el cual se le pone a los verbos para convertirlos en sustantivos de tipo evento”, por lo que refiere a un acontecimiento de un malestar físico pero no como tal de una característica en concreto de la enfermedad. Independientemente de cómo llamó la publicación a la epidemia y explicado lo anterior, no se hace extraño leer que hayan llamado a la epidemia de 1736 como “cocoliztli” pues evidencia, finalmente, el mal latente en ese entonces.
La veloz propagación de la enfermedad por el centro y la región del Bajío de la Nueva España, propiciaron un ambiente de incertidumbre, el hambre no se hizo esperar, la muerte de la población indígena junto con el mal tiempo, propició la falta alimentos del campo. Asimismo, la dirección de recursos a los hospitales, medicinas y cementerios generó como consecuencia una crisis económica. Incluso las autoridades eclesiásticas de algunas comunidades decidieron suspender o disminuir por un tiempo el tributo que daban los indígenas. Los esfuerzos humanos parecían insuficientes. Entre otras medidas que se llevaron a cabo, se instalaron boticas para proporcionar medicamentos a los ‘necesitados’ (sin costo alguno) y se hicieron hospitales para los indios y para los mendigos.
Desde un principio tal escenario, fue interpretado como un castigo divino, por lo que el ayuntamiento, recurrió a ritos religiosos como rogativas novenas, procesiones, penitencias y rezos públicos para el cese de los males que acontecían. Cabe decir que la práctica de estos ritos era común desde que se llevó a cabo el Concilio de Trento en Italia a mediados del siglo XVI, en el cual se aclaró y se estableció cómo sería la doctrina católica.
No queda duda que los acontecimientos sucedidos en la epidemia de matlazáhuatl marcaron la diferencia para precipitar los trámites para el juramento de la virgen de Guadalupe como patrona de la Ciudad de México en 1737 y posteriormente, en 1746 declararla de la Nueva España. Aquellos años quedarían registrados como una coyuntura, hacia 1897 en el libro Historia de la aparición de la SMA. Virgen María de Guadalupe en México desde el año de MDXXXI al de MDCCCXCV. Tomo I se escribió al respecto de la virgen de Guadalupe y el matlazáhuatl en las primeras líneas del primer capítulo: “La peste de 1737 causa estragos en la ciudad y en las provincias.- El Cabildo Secular promueve y el Cabildo Eclesiástico conviene en la Jura del Patronato.- Los Comisarios de ambos Cabildos juran por Patrona de la ciudad a la virgen de Guadalupe.”
Pero antes que la virgen de Guadalupe fuera proclamada como Patrona de la capital, otras advocaciones marianas habían sido evocadas por el ayuntamiento en auxilio de la epidemia, como la virgen de Loreto (originaria de Italia) y la virgen de los Remedios (originaria de España). El culto a ambas vírgenes estaba muy arraigado en la sociedad novohispana. Entre otros milagros, a la primera se le había atribuido el cese de la epidemia de sarampión en 1727 en la capital de la Nueva España. En lo que respecta a la de los Remedios, de ella se cuenta que ayudó a los españoles en la conquista, también se le recurría frecuentemente para pedir lluvias y su santuario ubicado a extramuros de la ciudad en el cerro de Totoltepec, era uno de los más importantes de la región.
A pesar que sus devotos eran de diversos sectores sociales, era más evidente el culto por parte de los europeos. En contraste, cabe destacar, la virgen de Guadalupe tenía mayor influencia con los indígenas y con los criollos. Desde sus propios intereses, este último sector social la identificó y la apropió como símbolo de identidad nacional. En el discurso criollo, la virgen, al ser una advocación mariana aparecida en la Nueva España, representaba para ellos que la madre de Dios había volteado a ver directamente a esta entidad y su gente, por lo tanto, el reconocimiento eclesiástico significaba en gran medida el reconocimiento de lo local.
Cuando las plegarias, procesiones rogativas y otros ritos hacia la virgen de los Remedios no impulsaron el cese de los males, el ayuntamiento de la Ciudad de México realizó un escudo de armas protector de la epidemia, el cual se conformó por siete advocaciones religiosas: la sangre de Cristo, San José, San Rafael, San Sebastián, San Cristóbal, San Roque de Narbona y Santa Rosalía. En 1738, la Gaceta de México describió al respecto:
Con el mismo mismo intento de pedir que se aplaque la epidemia, el primero de febrero, se le comenzó en su santuario novena a Nuestra Señora de Guadalupe. El 24 de este mismo mes, salieron en procesión del monasterio de Regina Coeli, la imagen del Santo Ecce Homo, que está a cargo del comercio de esta ciudad, de todos sujetos se compone su ilustre humildad y paciencia. Con el mismo motivo, los días 26, 27 y 28, ha hecho a sus expensas la nobilísima ciudad, y ha asistido a ellas en mayores y misas, la primera a la precisosa sangre de Cristo, la segunda al señor san José y la tercera, al señor de San Sebastián y hará otras en marzo. En el mes de marzo, hizo la nobílisima ciudad (asistiendo a ellas) deprecaciones, con procesión, letanías mayores y misas a los gloriosos santa Rosalía en Santa Inés, san Roque en San Lázaro, san Cristóbal en la Merced, san Antonio en San Rafael en San Juan de Dios. En este mismo mes de marzo, salieron devotas y penitentes procesiones de San Bernardo con su imagen, la del milagroso Santo Ecce Homo y la del señor San José que se veneran en su iglesia de Santo Domingo, la de Nuestra Señora del Rosario y de San Francisco, la del señor san Antonio de Padua; a las dos primeras asistió el noble ayuntamiento y a la ilustre cofradía del mismo san Antonio. También en el santuario de Nuestra Señora de la Piedad, extramuros de esta corte a la deprecación que allí hizo, continuando en suplicar se aplaque la epidemia.
Asimismo, la iglesia designó cuatro lugares de culto en la Ciudad de México: al norte, la de la virgen de Guadalupe, al sur la de la virgen de la Piedad, al oriente la de la Bala y al poniente la de los Remedios. Incluso, se mandó a traer al Cristo de la Iglesia de Real de Minas de Ixmiquilpan, al cual se le rindió culto en la capital pero también fue insuficiente, la epidemia ardía y llegaba a un número de contagio considerable. Entonces el ayuntamiento vio en la virgen de Guadalupe, la posibilidad de curación y salvación de la capital y en general, de la Nueva España. Cabe destacar que desde su aparición en 1531 la devoción y culto en torno a su imagen fue continúa, pues a ella se le atribuían milagros.
El tiempo que duró la epidemia de matlazáhuatl, fueron meses difíciles para todos. Pero una vez que la enfermedad se fue diluyendo, en mayo de 1739 se realizó por las principales calles de la Ciudad una portentosa peregrinación para festejar el cese de la epidemia. Cabrera cuenta que, el evento fue magno y como muestra de agradecimiento a la virgen, se reprodujeron imágenes de ella y la gente las colocó en las entradas de sus casas.
En diciembre de 1746, luego de un largo proceso, se sometió a votación para jurar a la virgen de Guadalupe como patrona de la Nueva España, los votos fueron anónimos y la decisión afirmativa fue unanime. En abril de 1754 el papa Benedicto XIV la reconoció oficialmente como patrona de “toda la Septentrional América” y su fiesta se incorporó en el calendario liturgico.
Representaciones gráficas de las epidemias y religiosidad
En el Museo de la Basílica de Guadalupe y en la iglesia de San Pedro Apóstol, se halla un lienzo, en el que se plasmó una procesión para pedir el cese de la epidemia de cocoliztli en 1544 y para la epidemia de sarampión el 29 de octubre de 1727 en donde se realizó una procesión a Nuestra Señora de Loreto, respectivamente. En lo que compete a la epidemia de matlazáhuatl, se tiene como testimonio visual el grabado en cobre de Baltazar Troncoso con base en un dibujo del pintor José Ibarra de 1743 la cual fue reproducida en el Escudo de Armas de Cabrera.
Procesión a la imagen de Nuestra Señora de Loreto el 29 de octubre de 1727, pintura de San Pedro Apóstol, en San Pedro Zacatenco, GAM, CDMX. Imagen tomada de: [https://www.facebook.com/search/top/?q=Patrimonio%20Virreinal%20Mexicano%20sarampi%C3%B3n&epa=SEARCH_BOX]
A primera vista, el escenario que plantea la imagen es desolador pero también es esperanzador por la intervención divina. Al fondo del plano terrenal, se aprecia una ciudad inundada por personas de distintas edades en agonía por la enfermedad que les consume. Sus cuerpos apilados y semidesnudos de distintas edades dibujan un panorama de una problemática que rebasó las posibilidades humanas: lo divino debe intervenir en ello.
En contraste, en primer plano, se observa del lado izquierdo al propio Cabrera con la mirada en el cielo, atento con su pluma y hojas, registrando los hechos, mientras que a su costado se aprecian los comisarios del ayuntamiento, preocupados y con semblante de imploración. En lo que respecta al plano celestial, es necesario destacar la presencia de los rayos de sol, conocidos como Rompimiento de gloria, los cuales son interpretados como símbolo de la esperanza y de la luz ante la intervención divina sobre la tierra. En este caso, coincido con el historiador Luis Huitrón Flores quien identificó a la virgen de Guadalupe como mediadora entre la ira de Dios y del ser humano. Asimismo, desde el cielo, los ángeles bajan a la virgen de Guadalupe junto con la filacteria (Banda tipo pergamino que se encuentra en la parte superior del escudo) que tiene la leyenda: “Peltam un salutem urbis misma. Plut in Numa” que quiere decir: “Misma sin la seguridad del destino de la Ciudad. Escudo de Numa”.
Grabado en cobre de Baltasar Troncoso de un dibujo de José de Ibarra en 1743. La obra fue reproducida en el Escudo de armas de Cayetano Cabrera Quintero. Imagen tomada de: [https://www.researchgate.net/figure/Frontispiece-by-Baltasar-Troncoso-y-Sotomayor-in-Cayetano-de-Cabrera-y-Quintero-Escudo_fig1_318998613]
Por su parte, la historiadora del arte Paula Mues Orts en el catálogo de la exposición “Pintado en México: 1700-1790, Pinxit Mexici» que se llevó a cabo en el Palacio de Cultura Citibanamex – Palacio de Iturbide de noviembre de 2017 a marzo de 2018, ha señalado que las representaciones de la virgen de Guadalupe aumentaron a lo largo del siglo XVIII, sobretodo una vez que se declaró patrona de la Ciudad de México en 1737. A su vez, tanto ella como Huitrón Flores sostienen que probablemente la devoción popular hacia la imagen aumentó a partir de la epidemia de matlazáhuatl. Aquél interesado en conocer en persona representaciones pictóricas de algunas de las figuras religiosas mencionadas, el Museo de las Vizcaínas conserva en su acervo, una pintura de la virgen de Guadalupe hecha por José Ibarra en 1737, donde en la parte inferior se puede apreciar el Valle de México, asimismo, el inmueble también resguarda una obra pictórica de la virgen de los Remedios y del Cristo del Cardonal.
Como consecuencia de la epidemia, Cabrera registró el deceso de 40 mil 157 personas. A partir de este acontecimiento, en la Nueva España se tomaron nuevas medidas sanitarias y de salubridad. Perduraría este catastrófico episodio en la memoria de los que sobrevivieron para contarlo. El cese a la enfermedad sería acuñado a la virgen de Guadalupe y muy probablemente su culto a nivel popular incrementó, tal como lo hicieron sus representaciones plásticas. En el plano de lo jurídico, junto con una serie de circunstancias e intereses políticos por parte de un sector de la población, finalmente la declararon patrona de la Ciudad de México y posteriormente de la Nueva España, visibilizando la identidad criolla que simbolizaba.
Antes de concluir, no se debe perder de vista que en momentos de crisis como el actual, se le sigue invocando por distintos medios. Si bien, las prácticas religiosas ya no se dictan desde el estado, la religiosidad y la necesidad de darle sentido a la realidad, son latentes en el ser humano. Muestra de ello es que el 08 de abril de 2020 en una imagen de la virgen de Guadalupe en tonos neón publicada en una página, uno de los usuarios comentó: “Virgencita de Guadalupe, te agradezco por cada día de vida que me das junto a cada uno de mi familia, cuídanos y protégenos en cada momento, te pido madre linda nos des tu ayuda frente a esta enfermedad del coronavirus que seas tú quien nos dé una pronta curación a este mal, amén”.
Al respecto, no debe de extrañarnos escuchar plegarias o rezos a la virgen de Guadalupe o a otras imágenes religiosas para implorar el cese a la epidemia. Actualmente “la morenita del Tepeyac” tiene una fuerza impresionante en la devoción popular de los mexicanos. En plena epidemia de COVID-19 la gente sigue acudiendo a ella para el alivio de todos.
Para saber más
- Cuadriello, Jaime, “El discurso de la ceremonia de jura: un estatuto visual para el reino de Nueva España. El caso del Patronato Guadalupano de 1746”, Tiempos de América. Revista de Historia, Cultura y Territorio,2, 1998, pp.1-18.
- García Acosta, Virginia Araceli, América Molina del Villar y Juan Manuel Pérez Zevallos (Compiladores), Desastres agrícolas en México. Catálogo histórico, I: Épocas prehispánica y colonial (958-1822), México, FCE-CIESAS, 2003.
- Huitrón Flores, Luis Gerardo, Las imágenes religiosas invocadas durante la epidemia del matlazáhuatl en la Ciudad de México 1736-1739, Tesis de Licenciatura en Historia, Facultad de Filosofía y Letras- Universidad Nacional Autónoma de México, 2012.
- Katzew, Ilona, (Coordinadora), Pintado en México: 1700-1790, Pinxit Mexici, México, Los Angeles County Museum of Art y Fomento Cultural Banamex, A.C., 2017.
- Molina del Villar, América, La Nueva España y el matlazáhuatl 1736-1739, México, CIESAS – EL Colegio de Michoacán, 2001.
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