“Caía muerto el marido, moribunda sobre él su consorte y ambos cadáveres era el lecho en que yacían enfermos los hijos. Muchos halló la lástima asidos de los pechos de su difunta madre, chupando veneno en vez de leche”.
Así describía en el siglo XVIII Cayetano Cabrera y Quintero en su obra: Escudo de armas de México: Celestial protección de esta nobilissima ciudad de la Nueva España y de casi todo el mundo, donde narra la terrible epidemia de matlazáhuatl.
Estas escenas desgarradoras muy bien podrían aplicarse a la terrible peste negra que asoló Europa en el siglo XIV, o la epidemia de Covid 19, la cual a pesar de su bajo nivel de mortandad es altamente contagioso. Recordemos que en el siglo XVI las epidemias se hicieron presentes en el antiguo territorio mesoamericano diezmando el más del 90% de la población nativa en menos de un siglo.
La primera gran mortandad se dio a partir de 1520, meses después de la entrada de Hernán Cortés y su ejército a la capital mexica en noviembre de 1519. Se trató de la viruela, llamada en náhuatl Huey záhuatl, “grandes erupciones o granos”.
Al parecer quien inició la terrible epidemia fue un esclavo de color llamado Francisco de Eguía, quien llegó con la expedición de Pánfilo de Narváez a los arenales de Chalchihuecan en abril de 1520.
La gran expedición que superaba los 900 integrantes de inmediato establecieron contacto con los totonacas del señorío de Cempoala, incluido Eguía, por lo que rápidamente la viruela se esparció, primero en tierra caliente, para después llegar a las cabeceras de Tlaxcallan y finalmente llegar a los distintos altepeme de la Cuenca de México: Tezcuco, Chalco, Otompan, Sultepec, Tlacopan y finalmente Tenochtitlán. Para noviembre de 1520 la capital mexica estaba siendo asolada por la plaga.
Entre las víctimas se encontró el artífice de la terrible derrota que sufrieron los españoles durante su huida de Tenochtitlán el 30 de junio del mismo año. Me refiero al Huey Tlahtoani Cuitláhuac. Sin duda que entre los tres factores determinantes para la destrucción de la Triple Alianza y la caída de Tenochtitlán se encuentra la epidemia de viruela, la misma que mermó a las fuerzas tenochcas durante el sitio que Cortés le impuso a la ciudad, la que cobró fuerza debido a la falta de alimentos, agua y medidas de higiene a la que estaban sometidos los mexicas.
Es importante mencionar que no existía la viruela ni el sarampión en el continente América, por lo que los nativos no poseían los anticuerpos para resistir a esta enfermedad.
Antes de la llegada de los europeos ya existían epidemias en el “Nuevo Mundo” como la que se dio en el año de la tremenda hambre del año Diez Conejo, 1450.
En este año se dieron cambios climatológicos violentos causando una helada extemporánea que propició la destrucción de los cultivos, por lo que el hambre se hizo presente en los territorios dominados por el Huey Tlahtoani Motecuhzoma I Ilhuicamina. Los propios mexicas se vieron en la necesidad de vender sus propios hijos como esclavos por cargas de maíz, frijol, chía y amaranto a los totonacas del golfo.
Entre 1450 y 1454 también surgieron las enfermedades entre los indígenas, una epidemia que Alva Ixtlilxóchitl llama “catarro pestilencial” que se llevó a muchas personas, sobre todo mayores de edad.
Para 1531 en la naciente Nueva España se hizo presente el tepiton záhuatl, los pequeños granos o erupciones en náhuatl, el sarampión.
De acuerdo a la tradición guadalupana, el tío de Juan Diego, Juan Bernardino, se infectó de esta plaga, sin embargo gracias a la intervención “milagrosa de la Virgen de Guadalupe el 12 de diciembre del año mencionado logró salvar la vida.
El sarampión, también traído por los europeos, causó una terrible mortandad sobre todo en niños, jóvenes y adultos, pero no a los niveles de la aparición de la viruela. Esta última enfermedad azotó las tierras de la Nueva España entre 1537 y 1538.
Para en 1545 se presentó el cocoliztli, palabra que fue usada de forma genérica para designar una epidemia o terrible mortandad, pero que sin duda en ciertos periodos cobró singularidad al designar una enfermedad en particular, la cual aún está a debate entre especialistas. Algunos estudios mencionar que se trató de Salmonella, otros que fue una especie de fiebre amarilla, incluso hepatitis o tifoidea hemorrágica.
Es importante comentar que el cocoliztli era una enfermedad que no presentaba erupciones cutáneas sino copiosas hemorragias nasales y abscesos detrás de las orejas. Bernardino de Sahagún la describe de la siguiente manera: “El año de 1545 hubo una pestilencia grandísima y universal donde, en toda la Nueva España, murió la mayor parte de la gente que en ella había”.
Esto no sería nada comparada con una de las epidemias más letales que se hicieron presentes en este territorio, me refiero a la gran epidemia o Huey cocoliztli de 1576. Fue descrita como “pujamiento de sangre” debido a las copiosas hemorragias nasales, que “reventaban la nariz” a los enfermos, así como también sagrados profusos al defecar.
La enfermedad se extendió por todo el país cobrando la vida de al menos dos millones de personas. Bajo el manto de la tragedia, los campos quedaron desolados, los mercados presentaron desabasto y el costo de las mercancías se elevó causando hambrunas que despejaron el camino para esta terrible enfermedad. Germán de Somolinos menciona: “en agosto estalló la peste, la sangre corría por las narices, los frailes nos confesaban y nos dieron permiso de comer carne”.
Era común que poblaciones enteras se encomendaran al cuidado de varios santos como San Roque, San Sebastián, así como a la Virgen de Guadalupe, de Ocotlán e incluso la milagrosa Virgen de los Remedios, la misma que los conquistadores utilizaron como estandarte durante el sitio de Tenochtitlán.
Para que el estimado lector tenga una idea de la recurrencia de las epidemias en la Nueva España durante el siglo XVI comparto esta breve lista: 1521 viruela, 1531 sarampión, 1538 viruela, 1545-1548 cocoliztli, 1550 paperas, 1559 cocoliztli, 1563-1564 sarampión, 1566 cocoliztli, 1576-1681 huey cocoliztli, 1587-1588 cocoliztli, 1590 tlatlaziztli, 1592 tlatlaziztli, y finalmente 1595 sarampión y paperas. En la segunda entrega compartiré particularidades del terrible matlazáhuatl de 1736-1737.
Enrique Ortiz García
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