AL TIEMPO

Por orden presidencial, violando la Constitución y todas las normas electorales, hoy las brigadas de Morena y los mal llamados Servidores de la Nación, se han convertido en la moderna versión del “carterista” de barrio.

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La diferencia es que quien hoy asalta a los ciudadanos es el gobierno de López Obrador y el asalto se comete en todo el país, con fines electorales.

Y es que –en los hechos–, pasamos de la vieja consigna de “¡la cartera o la vida!”, a la versión electorera, del siglo XXI y los tiempos de pandemia, que por todo el país grita: “¡el voto o la vida!”.

Sí, los mexicanos deben entregar su voto a favor de Morena y sus candidatos, si es que quieren salvar la vida.

¿Por qué?

Porque empleados a sueldo del gobierno de Obrador –disfrazados de brigadistas de Morena o Servidores de la Nación–, recorren el país con la consiga remodelada que significa el despojo de los más preciado, a cambio de preservar la vida.

Antaño esa versión gritaba: “¡la cartera o la vida!”.

Hogaño la versión grita: “¡el voto o la vida!”.

De ese tamaño el gobierno criminal de López Obrador.

Pero vamos por partes.

Como seguramente algunos recuerdan, la consigna se acuñó en el México popular de los años 30, de donde pasó al cine mexicano de la época, en donde no era otra cosa que el simpático retrato de carteristas y ladronzuelos de barrio, que entonces asolaban las colonias populares.

–“¡La cartera o la vida…!”–, gritaba el ladrón, al tiempo que amagaba a su víctima con una pistola o con un puñal.

Con el tiempo y ya en desuso, la consigna pendenciera pasó a las carpas, a manera de sketch y por mucho tiempo fue un clásico de “Clavillazo” y de sus imitadores.

Hoy asistimos a la versión moderna del despojo de los más preciado, a cambio de preservar la vida.

Y es que apenas la mañana del domingo 14 de febrero –el mítico día del amor y la amistad–, el presidente mexicano se aventó la puntada de anunciar una dizque campaña de vacunación, sin vacunas, claro.

Tal campaña, consiste en el despliegue por las zonas más alejadas y más pobres del país, de miles de brigadistas que asaltarán a los que menos tienen y a los adultos mayores con el clásico de los tiempos lopistas: “¡el voto o la vida!”.

Si, por ridículo, por increíble y por ilegal que resulte, López Obrador anunció el inicio de una “campaña de vacunación”, sin vacunas, pero que recopilará los datos de la credencial de elector de los mexicanos que viven en los rincones más apartados del país.

Con esa lista el gobierno federal tendrá en sus manos los datos de los potenciales electores y a cambio, una vez que las vacunas contra la pandemia hayan llegado a México, los primeros en ser acunados serán los inscritos en esa lista.

Dicho de otro modo, a cambio del voto a favor de Morena, el gobierno de AMLO promete vacunas contra el Covid-19 a los mexicanos más pobres, que viven en condiciones más deprimidas, en las zonas más apartadas y en donde la pandemia no se ha generalizado.

Curiosamente la dizque campaña de vacunación iniciará en las regiones donde los ciudadanos son más apáticos al voto, donde el viejo PRI siempre tuvo sus reservas de votos y en donde la dádiva es la forma común de vida.

En cambio, en las zonas urbanas, en donde la pandemia está fuera de todo control, desbordada, y en donde las vacunas urgen para salvar vidas, el gobierno llegará más tarde, acaso a manera de castigo porque muchos de los mexicanos que viven en los centros urbanos no votarían por Morena y porque tienen claro el fraude en que se ha convertido el gobierno de AMLO.

En pocas palabras, no sólo asistimos al mayor fraude electoral de la historia –al fraude que cometen López y sus pandilleros–, sino a la política más degradante; aquella que utiliza la salud y la vida de los ciudadanos, como mercancía para conseguir el voto.

Y mientras el mayor crimen de Estado cobra carta de naturalización, la mayoría de las instituciones del propio Estado no sólo exhiben su insultante degradación, sino su mayor complicidad con el fraude electoral orquestado por el jefe de los criminales; el presidente Obrador.

Se los dije.