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miércoles, 10 de febrero de 2021

El mito del conquistador español y su puñado de iberos invencibles

 El mito del conquistador español y su puñado de iberos invencibles

Mérida: el pueblo donde honran al invasor Montejo que ganó múltiples batallas gracias a los guerreros de los pueblos indigenas del Anahuac y Huexotzinco que derrotaron a la insurrección que inició el 8 de noviembre de 1546.
Sin embargo honor a quien honor merece y los Montejo (padre e hijo) no son dignos de un monumento pues el mérito real de sus triunfos es de los guerreros nativos.
“Los pueblos mayas, cuya existencia estaba tan estrechamente ligada a su religión, encajaron peor que otros la fe cristiana y no entendían por qué los sacerdotes españoles prohibían sus danzas rituales y derribaban las ceibas sagradas de sus plazas (el Árbol de la Vida, metáfora del Axis mundi que unía el cielo con el inframundo en la cosmología y cosmogonía mayas). La gota que colmó el vaso fue el traslado de la nueva ciudad de Valladolid desde su emplazamiento original en Chauac-há a Sací, una antigua capital ceremonial maya, a causa de la insalubridad de la anterior ubicación. Los indios lo vieron como la profanación definitiva y explotaron” (1).
“El movimiento se inició en Valladolid, donde mataron a diecisiete españoles (incluido el alcalde y otros cargos) y cuatrocientos naboríos (indios auxiliares cristianizados) a los que consideraban traidores, además de arrancar los árboles plantados por el invasor y acabar también con los animales (perros, gatos, aves de corral…) que mancillaban con su presencia el Mayab en general y los santuarios en particular; se erradicó toda huella de cultura hispana, en suma. Las acciones fueron tan sanguinarias que los españoles capturados eran crucificados en tono de sorna o asaeteados, cuando no quemados vivos en copal o, directamente, sacrificados extrayéndoles el corazón. Luego se les descuartizaba para enviar las extremidades a otros lugares e incitarlos así a unirse a la insurrección. Veinte mil mayas se pusieron en pie de guerra” (2).
Años antes habían los Montejo habían sometido ciudades gracias a los aliados de los pueblos indígenas y acabado rebeliones de la misma manera:
“El contingente de mayor importancia numérica en el tercer intento efectuado por los Montejo para invadir y colonizar Yucatán, estuvo conformado por guerreros nahuas del centro de México. Habían sido reclutados en los antiguos altépetl de Azcapotzalco y Xochimilco; ambos, en algún momento de la entonces breve historia del dominio colonial, habían sido encomiendas de Francisco de Montejo “el Viejo”. Un contingente de quinientos guerreros de Azcapotzalco había integrado ya la hueste de Montejo cuando se dirigió a las Hibueras (actual Honduras) en 1537. En esta región de Centroamérica, los aliados nahuas de Montejo se negaron a secundar el alzamiento del cacique lenca Lempira y participaron en aplastar la resistencia de los indígenas hondureños. Esta experiencia de guerra y colonización sirvió a Montejo para darse cuenta de la importancia de los indígenas como sirvientes y combatientes para que cualquier empresa de los hispanos pudiera llegar a buen puerto; también fortaleció la confianza en los azcapotzalcas como auxiliares armados en sus empresas. Al terminar su incursión en Honduras, Montejo viajó a la Nueva España, en donde en 1539 pudo brevemente hacerse de la encomienda de Xochimilco por un tiempo suficiente, como para poder también extraer de allí recursos humanos para la guerra en Yucatán. Finalmente, a finales de 1540, llegaron a la Península de Yucatán, refuerzos compuestos por guerreros de los altépetl de Huejotzingo y Texcoco, aunque el mayor contingente de guerreros continuó siendo de Azcapotzalco” (3)
En conclusión, deberíamos acabar con ese afán de hacer pasar a los españoles del siglo XVI como conquistadores que con un supuesto número reducido de soldados ibéricos derrotaban a miles de guerreros de los pueblos indígenas gracias a una supuesta superioridad de armamento y de estrategia militar.
Eso es un mito histórico que debe terminar porque no corresponde a la realidad histórica que encontramos en los documentos del siglo XVI.
(1) (2) citas tomadas de la siguiente liga
(3) cita tomada de la liga

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