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jueves, 25 de febrero de 2021

La rebelión Mexica

 DURANTE el quinto mes indígena, llamado Tóxcatl, se realizaba una de las fiestas religiosas más importantes del calendario, en honra del dios Tezcatlipoca, señor de la noche

Los sacerdotes tenochcas pidieron permiso a Tonatiuh, como llamaban en mexicano que significa sol- a Pedro de Alvarado por su dorado y rojizo cabello. Tonatiuh accedió con la condición de que la fiesta la realizaran sin portar armas y sin que se sacrificasen víctimas en la ceremonia. Los sacerdotes aceptaron, quizá esperando sacrificar a espaldas de los extranjeros, y empezaron los preparativos de la ceremonia: los patios del templo mayor fueron barridos por los novicios, se aderezaron con papel de amate los muros y se modelo con masa de maíz el idolo de Tezcatlipoca, al que se engalanó con flores y banderas.
Los cantares son santos y no profanos, en alabanza del dios cuya es la fiesta..." Los danzantes habían ocurrido engalanados con las más finas plumas de aves preciosas, habían sacado las joyas y jade, los brazaletes y collares de oro, los tocados de radiantes plumas de quetzal; movían el cuerpo, la cabeza, los brazos y los pies, mudaban la voz. Pero cuando la fiesta en belleza y majestad, cuando como dice el informante indígena de Sahagún "se cantaba en rueda como olas del mar y el canto surgía la multitud se arremolinaba para no perder los suaves cánticos, los movimientos del baile y rumores de la música los mexica percibieron cuando los españoles "cerraron en todas partes las salidas y la puerta del águila, en el palacio pequeño, en la punta del tubo, en la serpiente del espejo. Y después de haberlo todo cerrado, ya nadie podía salir. También cerraron todos los lugares donde la gente se hallaba en masas... Y después entran al patio del templo los soldados con orden de matar".
Alvarado ordenó la señal de fuego, pretexto de una conspiración indígena, pero en verdad movido por la codicia de la riqueza de joyeles exhibidos en la espléndida fiesta o por querer imitar torpemente la política de temor ejemplar practicada por Cortés en Cholula.
Nadie, ni siquiera los cronistas españoles, han tratado de justificar el proceder tan brutal como estúpido un conquistador ambicioso y sin escrúpulos un escritor indígena al finalizar ese siglo escribía inflamado de indignación contra él: "El malvado capitán Sol, Pedro de Alvarado, [eral de corazón perverso]
Una vívida y dramática descripción de la matanza del templo mayor.
Entonces se escuchó el grito de guerra. Los jefes de la tribu que quedaban corrieron en búsqueda de sus flechas y escudos. Un clamor general se levantó en la ciudad convocando a los guerreros. Una nube de flechas y piedras cubrió a los teules y los obligó a replegarse a su cuartel en el palacio de Axayácatl.
Durante los días que siguieron los españoles se atrincheraron en el palacio de Axayácatl. Casi perdió Tonatiuh contacto con los de Cortés, Lo indígenas no acudían con bastimentos y las desiertas calles hablaban elocuentemente a los españoles de la decisión indígena, mientras en las cercanías del palacio los guerreros armados con sus escudos de combate, sus espadas, arcos y hondas, batían a cualquiera que quisiere abandonar el edificio. Alvarado, por otra parte, roció de saetas de ballestas y de disparos de fuego a los combatientes de México.
Tonatiuh, sin embargo, intentó buscar la paz amparándose en la intocable persona de Moctezuma. Izcuauhtzin, el general tlatelolca también prisionero, fue obligado a asomarse a los pretiles de las azoteas a hablar a los suyos, a los guerreros de Tlatelolco y México.
Alvarado todavía habría de cometer un error más. A instancias de Moctezuma dejó libre a Cuitláhuac, también prisionero en el palacio, para que - decía el soberano de México, recomendara la paz a los mexicanos. Pero el valeroso señor de Ixtapalapa, Cuitláhuac, salió de la infamia de la prisión a ponerse a la cabeza de los suyos. Y mientras Cuauhtémoc surgía a la historia como el guerrero de la rebelión, Cuitláhuac pasaría como el héroe de la expulsión y derrota de los extranjeros en la Noche Triste.
Libro Cuahutemoc
Salvador Toscano

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