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jueves, 25 de febrero de 2021

Victoria y Duelo

 Victoria y Duelo

Los DÍAS que siguieron a la huida de la Noche Triste fueron de victoria y duelo para los mexica. Durante varias semanas resonaron los tambores y teponaztles de las pirámides convocando a tlatelolcas, tenochcas y a sus aliados. Tres ceremonias embargaron a los de México: el sacrificio de los prisioneros teules; el duelo de los caídos, de los muertos en el canal de los Tolteca y de los llanos de Otumba; y la elección y consagración del nuevo señor. Finalmente trataron de reconstruir su ciudad y rehacer la moral del Imperio mexicano ganando aliados en las tribus neutrales.
El problema, pues, al que se enfrentaron los mexica al día siguiente fue el de limpiar de cadáveres de la laguna.
La ciudad de México contempló la cremación de los suyos y lloró amargamente. Creyeron que los españoles "no regresarían jamás".
También la ciudad fue lentamente reconstruida; se limpiaron las calles de tierra, se quitaron los obstáculos en las calzadas, se repararon los puentes.
Algo que preocupó de inmediato al consejo de la tribu fue la elección del nuevo señor.
Cuitláhuac, el animoso señor de Ixtapalapa, al que Gómara llama “hombre astuto y valiente”; era el guerrero afrentado que Cortés retuviera prisionero y sólo dejara libre a instancias de Moctezuma para pacificar a los suyos, pero en realidad el hombre que dejara los grilletes no para obedecer a su tlatoani sino para conducir a su pueblo. Este fue el elegido, el Huey Tlatoani nuevo de México. Cuauhtémoc, el otro héroe de la resistencia, dio su voto por el valeroso señor de Ixtapalapa.
Otro fue ungido como Tlatoani: Coanacochtzin. Texcoco pudo saludar a un descendiente de Netzahualcóyotl como su nuevo señor Volvían así a quedar integradas las cabezas de la triple alianza: Cuitláhuac, Coanacoch y Tetlepanquetzal; los señores de México, Texcoco y Tacuba
Pero cuando el Imperio empezaba a incorporarse de su pasada ruina, cuando los mensajeros de México recorrían el país buscando la alianza de las tribus, se extendió una epidemia. Reino un calor sofocante, llegó un temible y desconocido mal, las viruelas. Un soldado de color de Narváez había contagiado a los costeños, a los totonacas, y desde allá se propagó el mal; caía sobre una humanidad no vacunada por el mal, sobre hombres sin resistencias al virus, y el país entero fue víctima de la enfermedad. Los nativos la llamaron huezáhuatl.
Como lepra cubrió a los huezáhuat "Mucha gente moría de ella, y muchos también morían de hambre; la gente, en general, moría de hambre, porque nadie ya se preocupaba de la gente [enferma], nadie se dedicaba a ellos. A algunos la erupción sólo acometía en lugares aislados [con pústulas] a grandes distancias y no los hacía sufrir mucho, ni de ella morían tampoco muchos. Y en muchos hombres se afeaba la cara, recibían manchas en la cara o en la nariz, algunos perdían un ojo [o] cegaban completamente."
Y en el duelo de la epidemia, México hubo de llorar una pérdida: Cuitláhuac, el señor de México, quien murió a los ochenta días de su exaltación, víctima del maldito huezáhuatl, terminando así el tlatoani de la expulsión de los teules.
Libro Cuahutemoc
Salvador Toscano

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