Mientras conflictos como el de Rusia contra Ucrania continúen, o que los esfuerzos por contener y controlar la pandemia no aseguren la salud, o los problemas de hambrunas, de muertes en escuelas, mercados o por las calles en pleno día por delincuentes desequilibrados, o se acepten la violación de derechos humanos, o la restricción de libertades sean una constante cotidiana, la barbarie de la humanidad prevalecerá sobre el proceso civilizatorio.

En México las crisis de inseguridad, salud, económicas y de políticas sociales clientelares, anuncian el deterioro de instituciones y propósitos de la gobernabilidad, de una democracia ciudadana en donde la delincuencia organizada actúa abiertamente en las elecciones, con la omisión y complicidad gubernamentales, enajenando la voluntad del elector, que muestra un derrotero en contra de la democracia y la estabilidad de la nación.

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Las recientes tragedias en el linchamiento de Puebla, o las ejecuciones en Guerrero por controlar actividades productivas y de los mercados, así como en San Cristobal de las Casas, en Chiapas 0 el Estado de México, o los asaltos de contenedores en Colima o los bloqueos en autopistas o calles de ciudades en Michoacán o Zacatecas, o los microrobos en la Ciudad de México o las casillas zapatos y los controles en el pasado reciente de las elecciones, con el injerencismo delincuencial, sea de autoridades de gobierno o de los grupos criminales, en las seis elecciones, de Tamaulipas, Durango, Hidalgo, Aguascalientes, Oaxaca y Quintana Roo, nos muestran el rostro de la barbarie que vive nuestro país.

La civilización en el sentido positivista de mejora en condiciones de vida, de fortaleza y seguridad en la convivencia social, de buenos gobiernos y de desarrollo científico y tecnológico, se han ido socavando con decisiones en contra de la vida misma, por malas decisiones gubernamentales o de acciones aviesas de grupos de presión en la sociedad.

Cada vez es más claro que los hechos de barbarie continuarán mientras siga una política de avestruz gubernamental, mientras continúe el discurso de odio que divide, polariza y confronta, mientras finjamos demencia, como un alma bella hegeliana, esperando que las cosas cambien solas o por el avance del tiempo, cuando somos parte del desastre que miramos.

Esperemos que la destrucción que la barbarie tiene y genera, no inmovilice totalmente los deseos y acciones de mejorar en la política, la economía y la sociedad, tanto en México como en el mundo.