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miércoles, 14 de septiembre de 2011

Por qué he elegido ser muslim

Por qué he elegido ser muslim
No todo se elige. Eso es el yihad. La lucha contra el propio nafs, el ego, para conseguir elevarte, para evitar descender
Etiquetas: testimonio, autoconciencia, matrix, yihad, ego, islam, elige, lucha, propio

Se elige el Islam, yo lo elegí, yo fui guiado a ese encaminamiento y a ese devenir. Pero no se elige el resto
No he elegido ser vasco ni he elegido muy buena parte de mi manera de ser. Posiblemente muchos de mis pasos, de mis aciertos y de mis tropiezos y sonoras caídas no han sido elegidos. Pero sí escogí el Islam.
Al elegir el Islam como mi vía espiritual decidí optar por una vida con Allah subhana wa ta ala en el centro. La autoconciencia. La aceptación de Su Realidad Única. El sometimiento voluntario a una fuente inagotable de Amor y de Misericordia.
Desde dentro del Islam, desde el calor del Islam, desde ese regazo en el que el muslim está a resguardo del mundo en los brazos de Allah el Más Compasivo, desde ese punto vi a los musulmanes. Tuve que verlos, desnudos, de frente. Tuve que buscarlos.
Y así he tejido mi vida musulmana. De salat en salat, de Ramadán en Ramadán, a veces elevándome como a punto de volar entre nubes y otras veces al borde de las lágrimas al tener que mascar el polvo de tanta debilidad y mediocridad como hay entre una parte de los que son y/o se llaman musulmanes.
Se elige el Islam, yo lo elegí, yo fui guiado a ese encaminamiento y a ese devenir. Pero no se elige el resto.
Toca lo que toca. Hay momentos para la belleza, la armonía, la serenidad, el crecimiento espiritual e intelectual, la maduración como ser humano, la sorpresa ante tantas cosas. Pero hay también la decepción ante uno mismo: hay que aprender el autoperdón. Después, se puede pasar a lo demás.
El Islam es autoconciencia, es el despertar del Matrix. Es el salir de la puerta de tu casa cada mañana y recitar mentalmente la aleya del Trono, entre los coches, las gentes apresuradas. Sentirte extraño recitando palabras venidas de Allah el Excelso mientras das comienzo a una jornada bajo la lluvia incesante a la espera de cualquier semáforo en rojo, para que se ponga en verde. Del metro siguiente, el que te lleva a tu destino.
No todo se elige. Eso es el yihad. La lucha contra el propio nafs, el ego, para conseguir elevarte, para evitar descender. Y una de las cosas que más hacen descender es el dinero. Que en la teoría psicoanálítica acaba llevando, conceptualmente, a la pulsión de muerte. Por eso, esta sociedad desquiciada rezuma muerte, porque todo se ha entregado a la empresa, al dinero, a la destrucción del alma.
Quiero que mi vida tenga belleza, luz y armonía. Mi propio aspecto, mi ropa, mi manera de andar. Mi casa. Mi trabajo. Mi forma de hablar, mi gestualidad. No me estoy refiriendo a algo superficial y visual. Hablo de algo profundo y esencial. Si no tengo esa belleza suficiente en el exterior y en los otros, he de proporcionármela a mí mismo y que de ahí algo vaya hacia los demás, hacia el mundo. He de seleccionar imágenes, he de seleccionar espacios, he de seleccionar personas.
A veces pienso que Allah subhana wa ta ala me ha devuelto al Islam como una inmensa Misericordia antes de que llegue mi fin, la última etapa. Sé que en cualquier momento este breve paso por el mundo puede acabar. Observo mi cuerpo: va a apagarse. He de conocer la muerte. Quizá la pueda sentir plenamente, quizá me llegue adormecido. Pero sé que está ahí. Me siento débil, sumamente frágil ante el Juicio de Allah subhana wa ta ala. Pero me siento enamorado. Y un enamorado nunca teme ser abandonado por el objeto de su amor. Allah me ha fabricado y Él es el mejor de los jueces.
Quiero avanzar. Quiero escoger la bondad. Quiero escoger lo mejor. Quiero abandonarme a Allah subhana wa ta ala. Quiero perder peso. Lo que no me sirve. Casi todo. Quiero saber llorar, aunque sea sin lágrimas, como el adolescente que fui. Aunque ahora sea un hombre con muchas piedras en la maleta, en una maleta sin la que no sé viajar.
Que me dejen en paz los que quieren la desconcentración, el barullo, las palabras huecas, los altavoces. Todo eso es inútil, que lo descubran pronto.
Estoy harto de ruido. Estoy harto de fiesta. Quiero la palabra sincera, la verdad, el amor, párate ahí, détente un punto.
Y Allah sabe más.

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