Libro en PDF 10 MITOS identidad mexicana (PROFECIA POSCOVID)

Libro en PDF 10 MITOS identidad mexicana (PROFECIA POSCOVID)

  Interesados comunicarse a correo: erubielcamacho43@yahoo.com.mx  si quieren versión impresa o electrónica donativo voluntario .

miércoles, 16 de marzo de 2011

ARQUEOASTRONOMÍA MAYA Ing. Héctor M. Calderón

Inv. Héctor M. Calderón regresar
_________________________________________________________________

• Artículos

ARQUEOASTRONOMÍA MAYA
Ing. Héctor M. Calderón.


Insondable, como las profundidades del pozo meteórico (mal llamado “cenote Sagrado”) de los itzá, es la historia milenaria de esta civilización, que pudo escalar hasta la cumbre del conocimiento humano y universal.

Investigadores modernos, como el inglés Norman Hammond, han podido comprobar que el período formativo de esta gran cultura empezó a 8 mil o 9 mil años antes de Cristo.
Es una rama de los olmecas de Tabasco y Veracruz, a quienes debemos considerar como los verdaderos “protomayas”, puesto que ellos desarrollaron el sistema matemático de barras y puntos, el calendario arcaico integrado por la combinación de ciclos de 260 y 365 días, el empleo de ingeniosos dispositivos para observar al sol, la luna, los planetas y las estrellas, la agricultura intensiva en chinampas, en tierras bajas, el zodiaco y muchas cosas más.

Sobre este sub-estrato cultural apoyaron los mayas su propia civilización, y desarrollaron una arquitectura sin paralelo, gracias al empleo de técnicas ingenieriles para el aprovechamiento racional de los materiales locales.

La solidez teórica se ve confirmada por la supervivencia milenaria de sus construcciones, que han resistido sismos, ciclones y el ataque permanente de los elementos en un clima agresivo y destructor.

Se borra así el mito simplista de atribuir a los extraterrestres el transplante, el paquete, de toda esta civilización, a la cual no se le quería reconocer el mérito de haber incubado su propia grandeza, con persistencia, paciencia e inteligencia, a través de casi 10 milenios.

La nueva perspectiva que nos ofrecen los descubrimientos que asignan a los mayas una antigüedad semejante a la de Sumer, Caldea y los drávidas de la India, nos invita a buscar conexiones posibles con esos pueblos, coetáneos de los mayas.

Tales fetiches se encuentran también en Mesoamérica, principalmente en la zona purépecha y reciben el nombre de ·”caritas Chupícuaro””. Se les descubre también en el Valle de México; por ejemplo, en San Miguel Amantla, Azcapotzalco.

Tampoco extraña que en la religión del Río Indo existan figurillas de mujer de anchas caderas, idénticas a las de Tlatilco, que corresponden a la cultura arcaica del Valle de México.
En Angkor, Combodia, se observa el empleo del arco maya, en construcciones que son posteriores al período clásico maya, y que, en Asia, no tienen antecedentes propios.
El arco maya es un arco perfecto, diseñado con pleno conocimiento de las propiedades mecánicas de los materiales granulares que constituyen el cuerpo de los muros. Sigue con exactitud las líneas de esfuerzo de la masa y sus proporciones estéticas espetan los trazos reguladores clásicos y el número áureo.

Los mayas le sacaron mucho provecho y lo trazaron con proporciones que cumplen milimétricamente la elipse de Fenner.
Dependiendo de los materiales empleados en el interior de los muros: piedra y tierra estabilizada con cal, constituyeron los de pequeño claroy paredes cóncavas los que habían de salvar claros mayores.

En Palenque y en Uxmal, los arquitectos mayas usaron otras variantes atrevidas.
El araco gótico de la Edad Media europea es, en lo fundamental, un arco maya; pero tardío puesto que data del siglo XIII D.C., fecha en que la confederación maya del período clásico ya había desaparecido.

El contacto entre Asia y América tuvo que existir, no una sino muchas veces. A ello se atribuyen algunas semejanzas inquietantes. Por ejemplo, la de los bronces de la dinastía Han de China (200 A.D.a 200 D.C.), donde aparecen mascarones de estilo maya y grecas Tajín.

Aún con los egipcios, hay puntos de semejanza, a pesar de que los mayas ya contaban tres o cuatro milenios de historia cuando se construyó la primera pirámide: la de Sákara, mucho antes que la de Chefrén.

La deformación craneana es otro isomorfismo que se explicaría reconociendo que si bien los europeos ignoraban hasta poco antes del Renacimiento que la tierra era esférica y que existía el continente americano, los pueblos de Asia no tenían esta limitación.

La ciencia astronómica de los mayas se basaba en el registro de los movimientos aparentes de los cuerpos celestes y, en este sentido, era idéntica a la astronomía de los pueblos asiáticos y de los mismos egipcios.
La diferencia en el uso de las pirámides, como observatorios, probablemente consistía en que los egipcios observaban desde abajo, en un lugar prefijado, y tomaban el vértice y aristas de la pirámide como puntos de referencia, mientras que los mayas lo hacían desde arriba y marcaban sus puntos de referencia en otros edificios y en el horizonte.

De todas maneras, estamos hablando de una astronomía posicional, esencialmente igual a la que usaron los driudas y otros pueblos arcaicos, desde los albores de la civilización.
Los estilos arquitectónicos podrán haber sido diferentes. En el fondo, las técnicas de observación esencialmente las mismas y su objeto se cumplía con la determinación repetida de los solsticios, equinoccios, pasos del sol por el cenit, orto y ocaso helíaco de planetas y estrellas, etc., etc.

La arqueoastronomía maya pudo haber nacido aquí, sin influencia externa; pero también pudo haber sido traída de Mesopotamia, por inmigrantes, en el 9º milenio antes de Cristo.
La ruta de esta inmigración está marcada por la presencia de cerámica, caritas Chupícuaro y mujeres Tlatilco en el Valle de Indo. De ahí pudo haber pasado al Sur de la India donde dominaba todavía la cultura Drávida.

Allí se han descubierto molduras casi idénticas a las toltecas y mayas, fachadas de columnas de estilo Púuc, y otros elementos que sugieren transculturización.
La corriente migratoria tal vez viajó a Indochina, donde ya señalamos la presencia del arco maya y a Borneo, Java y Celebes, donde no solamente se han descubierto semejanzas arquitectónicas (construcciones ciclópeas), sino también factores sanguíneos y costumbres que son idénticas a las de nuestros indígenas.

Finalmente, alrededor del 8º milenio antes de Cristo, pudo haberse producido una inmigración a travéz del Pacífico. Para esas fechas, desde luego, ya había barcos. El Popol Vuh y los Anales de los Cakchiqueles hablan de que esta inmigración se hizo en balsas de troncos.

El hecho esencial es que los olmecas: tronco cultural de todos los pueblos de Mesoamérica pudieron ser quienes trajeron de Asia los conocimientos básicos no solo de la arqueoastronomía , sino también los rituales y doctrina que después practicaron los mayas.

Las iniciaciones mayas tienen una semejanza muy estrecha con los rituales masónicos que nos llegaron de Europa en tiempos recientes. Causa profunda admiración que se hayan conservado con tanta extraordinaria pureza las liturgias, a través de muchos miles de años.

La rama europea de la francmasonería encontró cauce a través de Grecia y en este logro se le atribuye un papel importante a Pitágoras.
En cuanto a los mayas, la tradición conservada en los Libros de Chilam Balam, el Popol Vuh y otros documentos es congruente con la hipótesis del cruzamiento del Océano Pacífico y también con el surgimiento de un gran polo civilizador que fue Teotihuacan.

La influencia de Teotihuacan, al cual identifican estos manuscritos con el nombre de Tulán Chiconautla, es perfectamente reconocible en Chichén Itzá; pero también en Caminaljuyú, Palenque y muchas otras ciudades mayas.

La astronomía que practicaban los mayas requería de algunos puntos elevados para poder ver el horizonte. Esto es lo que son las pirámides.
Desde estos sitios de observación se registraba el orto y ocaso del sol en las diferentes épocas del año, alineando las visuales con el horizonte en puntos precisos, o colocando como balizas o marcadores a estelas de piedra.

Sobre estas columnas de piedra se labraban inscripciones que contuviesen no solamente un texto histórico, sino también datos tomados de las observaciones celestes.
Aunque todos los edificios podían utilizarse para marcar visuales importantes, algunos de ellos tenían la función específica de observatorios.
En sus partes más elevadas se abrían ventanas y se construían paredes interiores que sirviesen como pantalla para que los rayos del sol naciente o poniente proyectasen su luz y marcasen de este modo, automáticamente, los solsticios y equinoccios.

Las ventanas o troneras se recortaban de tal manera que sus aristas interiores, alineadas con las exteriores opuestas, marcasen visuales importantes, no sólo para el estudio del sol, sino también para la luna y las estrellas.

La observación a través de una ventana se perfeccionaba instalando en ella bastidores de madera con hilos y cuentas que se movían para marcar la posición de los planetas y las estrellas.
Esta era también la función de las cresterías, que son un conjunto de marcos de piedra capaces de ser usados para la instalación de hilos y cuentas para identificar planetas y constelaciones.

A eso se debe que las cresterías sean un rasgo arquitectónico que sobrevivió a todas las épocas y estilos. No era un adorno, sino un aparato astronómico de utilidad permanente.
Con su ayuda pudieron los mayas medir los períodos sinódicos de Mercurio, Venus, Marte, Júpiter, Saturno y la Luna.
La paciencia milenaria de los astrónomos mayas les permitió expresar el resultado de sus observaciones en las fachadas de sus edificios con símbolos concretos y formar con ellos figuras que sintetizan su ciencia astronómica y meteorológica.

Así tallaron los mascarones de Chaac, que se integran con numerales y figuras geométricas que sugieren ser ciclos de manchas solares, posiciones del sol y de los planetas.
Les habría resultado imposible a los sabios mayas llegar a este grado de perfección si no hubiesen contando con un sistema de numeración racional y sencillo, basado en tres símbolos: el punto, que vale uno; la barra que vale cinco, y el cero.
Con este sistema, y el uso de la veintenas y las posiciones, pudieron desarrollar su ciencia matemática y ejecutar todas las operaciones que les fueron necesarias, incluyendo suma, resta, multiplicación, división, raíz cuadrada y cúbica.

También lograron inventar un calendario cuyos dos engranes se derivan del ciclo de Venus y el de Marte. Al primero le llamaron ·”haab” y tiene 365 días. No solamente es útil por su aproximación al año terrestre, sino que permite resolver la ecuación venusina, ya que 8 haabs son exactamente 5 ciclos venusinos de 584 días. En cuanto al otro ciclo, llamdo tzolkín, que abarca 260 días, es exactamente la tercera parte del ciclo marciano de 780 días.

Rel calendario maya le da a cada día un nombre que es la suma del día del haab y el tzolkín. Este nombre no se repite sino pasados 52 haabs.
En el período clásico, además de este sistema, que realmente es olmeca, ,los mayas usaron la “cuenta larga”, que no es otra cosa que darle a cada día un número progresivo, a partir de uan fecha de arranque convencional. En las estelas se expresan las fechas en los dos calendarios.

No hay comentarios:

Publicar un comentario