El eje Washington-París-Londres Jueves

El eje Washington-París-Londres Jueves
Por: Pedro Díaz Arcia

¿Hasta dónde puede llegar la hipocresía? ¡No se sabe! ¡La doble moral no tiene fronteras! La agresión contra Libia se escuda en el presunto objetivo de resguardar vidas civiles. Los hechos demuestran lo contrario.

Mientras el mundo retenía la respiración por el devastador terremoto, seguido del tsunami, que demolió las infraestructuras de Japón y causó daños aún incalculables en pérdidas humanas y materiales, desatando además la actual crisis nuclear, aviones y buques de la OTAN lanzaban bombas con ojivas de uranio empobrecido contra el territorio libio. So pretexto de proteger a la población de las ataques de Muamar Gadafi y crear condiciones para brindar ayuda humanitaria a Libia.

David Wilson, experto del capítulo británico de la organización “Paren la guerra”, indicó que los proyectiles -de unas 200 libras cada uno- contenían el mineral radiactivo de alta nocividad.

Es conocido que tras la explosión se libera a la atmósfera la sustancia radiactiva que puede ocasionar, entre otros daños de gravedad, cáncer pulmonar, trastornos neuro-cognitivos, síndromes de inmunodeficiencia y alteraciones cromosómicas.

Pero ni los intensos bombardeos de los aliados han logrado hasta ahora que Gadafi abandone el poder o que las fuerzas rebeldes avancen definitivamente sobre Trípoli.

Tampoco los peligrosos y destructivos misiles han hecho retroceder a los soldados leales al líder libio; por el contrario, el miércoles se destacaba una contraofensiva por parte del régimen.

Los países que encabezan la ofensiva comienzan a perder la paciencia.

No esperaron una resistencia de tal magnitud.

Ante el panorama, que no vislumbra una salida inmediata, los casi 40 estados que forman la alianza integraron un “Grupo de Contacto” para la conducción estratégica de la guerra, bajo la dirección de la OTAN.

Representantes de estos países, reunidos en Londres, afirmaron que las operaciones militares contra Muamar Gadafi evitaron un “derramamiento de sangre” y que éste debe abandonar el poder, aun cuando el propósito no figure en la resolución 1973 del Consejo de Seguridad de la ONU.

La troika de Occidente

La troika conformada por Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña coincidió en que la guerra debe continuar hasta alcanzar los objetivos planteados por la ONU. Entendiendo por tales, que los civiles “ya no estén amenazados”.

Los gobiernos del Grupo difieren en cuanto a los fines de la intervención: lograr el exilio del mandatario libio o someterlo a la Corte Penal Internacional (CPI) por presuntos crímenes de guerra.

Durante los debates Alemania y Turquía se opusieron al uso de la fuerza. Mientras el canciller de Rusia, Serguei Lavrov, declaró que el controvertido texto de la ONU tiene la intención de “proteger a la población, no de armarla”.

Por su parte, el ministro de Asuntos Exteriores de Francia, Alain Juppé, declaró que debían ser los libios quienes debían deshacerse de Gadafi.

Pero, ¿a cuáles libios se refiere el diplomático galo, a los que intentan avanzar por los “corredores” abiertos por los bombardeos aliados?

En realidad, sus palabras pueden ser interpretadas como un llamado a que actúen unidades élites de la CIA, de los servicios de inteligencia francés o británico, para eliminar al dirigente libio aprovechando los entretelones de la contienda.

Entre paréntesis, la inteligencia británica se adjudicó una antológica chapucería cuando el 4 de marzo un comando del Servicio Especial Aéreo (SAS), las fuerzas especiales de su Ejército, y un agente secreto del MI6, portando armas, mapas y explosivos, desembarcó en el puerto de Benghazi para contactar a los rebeldes, en una presunta misión diplomática.

Los agentes, presos y humillados, fueron devueltos por los insurgentes a su país de origen.

Preocupados porque el tiempo pasa, la sangre se desborda y la solución no aparece, en medio de críticas crecientes por el carácter festinado de los ataques y el despliegue desordenado de los opositores, una pregunta clave ocupa al Grupo de Contacto: ¿Cómo “proteger” a la población civil y suministrarle ayuda humanitaria sin ocupar el territorio?

La respuesta puede aportar la disculpa para que intervengan fuerzas terrestres de la alianza.

La sensación generalizada de que las milicias rebeldes dan muestras de “no tener demasiada voluntad de combatir” puede, por otro lado, potenciar la idea de que es necesario armar a los opositores al régimen libio.

Por el momento, Washington estudia si debe o no armarlos, ante el peligro de que Al Qaeda se fortalezca con la medida.

No se conoce el por ciento de miembros o simpatizantes de la organización terrorista que integran las fuerzas irregulares libias.

El almirante James Stavridis, comandante de las tropas estadounidenses en operaciones en coordinación con la OTAN, dijo el martes ante el Senado de su país que los servicios de inteligencia habían percibido “destellos de potencial presencia” de Al Qaeda y Hezbolá entre las tropas rebeldes.

Las imágenes de los muyahidines, armados por Occidente para combatir a las fuerzas soviéticas en Afganistán en los años 80 y que nutrió en sus raíces al Talibán, están presentes en los “tanques pensantes” de la eventual coalición.

Expertos en el tema argumentan que las acciones militares contra el país norafricano son ilegales e inmorales, al insistir en que la resolución 1973 del Consejo de Seguridad de la ONU sólo autoriza a la imposición de una zona de exclusión aérea en Libia.

Pero la legalidad no tiene caldo de cultivo en los cuarteles occidentales y la moral no abunda en sus palacios de gobierno.

De todas maneras, la Tierra hará la ronda habitual sobre su eje, sin que los llamados a la cordura detengan el genocidio de los unos y de los otros.