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jueves, 18 de agosto de 2011

La mujer entre el islam y la civilización occidentalby Isa Rojas

La mujer entre el islam y la civilización occidentalby Isa Rojas

¿Qué es la verdadera civilización?

La verdadera civilización

Para que una civilización sea realmente civilizada es esencial que tenga una firme convicción y creencia en Dios el Altísimo y que siga las leyes ordenadas por el Creador. Porque es esta creencia, junto con estas leyes, lo que transforma al mundo entero en un lugar de seguridad y verdadera felicidad, un mundo en el que cada persona siente seguridad con respecto a sí mismo y a su familia, propiedad y posesiones. Cada persona conocería su rol en la vida, y todos los tratados, ya sean económicos, políticos o sociales, serían hechos con las intenciones más puras y de la mejor manera. Ésta es la realidad de la civilización y es el criterio que se tiene que emplear cuando se decide qué naciones son civilizadas y cuáles no.

La mujer en las civilizaciones occidentales

Muchas mujeres en occidente –que tienen la presunción de estar “liberadas”– están siendo víctimas de un abuso por parte de los malos hombres. Ellas han sido tratadas como productos, como mercancías que se anuncian para vender, así es como muchas mujeres de estos países son “anunciadas” y compradas. Y todo esto ha sido hecho por la misma gente que clama la promoción de “los derechos de la mujer” y “la igualdad”. Es esencial preguntar: ¿Por qué libertad es la que están luchando? ¿Qué igualdad es la que buscan? ¿Es esta libertad e igualdad la que atrae a miles de muchachas inocentes para que se quiten la ropa y posen para hombres malos que puedan disfrutar de ellas? Y no solamente nos estamos refiriendo a la pornografía, sino también al abuso del cuerpo femenino por los anunciantes y en los programas de TV. Como todos los ejecutivos saben, la desnudez vende. Es difícil encontrar espectáculos y anuncios en los que no abusen de la mujer para promocionar sus productos.



Además de esto, uno simplemente tiene que mirar superficialmente las estadísticas de crímenes y violencia en cualquier país de occidente, especialmente aquéllos relacionados con la mujer. Cada año, millones de muchachas, muchas de ellas menores de edad, dan a luz a niños fuera del matrimonio. El porcentaje de muchachas de secundaria y bachillerato que están envueltas en actividades de promiscuidad aumenta cada año, parece que nadie lo ha pensado. Las relaciones premaritales y extramaritales son muy comunes y no se necesita de estadísticas, pues la sociedad ahora estima esto como aceptable. La violación, abuso marital y abortos prevalecen más en las sociedades que claman ser los campeones de los derechos de la mujer, de la misma manera las enfermedades de transmisión sexual, como el SIDA, herpes y la gonorrea.



En sus esfuerzos por “liberar” a la mujer, buscan alejar a las madres de sus hijos y dejar a los niños a cargo de extraños. Debido a esto, generaciones enteras han sido criadas, no por sus parientes (quienes los aman más y pueden proveerles la mejor educación), sino por completos extraños que no tienen interés sino en un cheque para enseñarles los verdaderos modales y la moral que ellos necesitan.



Ésta es otra pregunta: ¿Por qué la proporción más alta de suicidios en el mundo son todos encontrados en las naciones que claman ser la cima de la civilización humana?



Todo esto se deriva de una deficiencia: la gente se ha alejado de su verdadero propósito en la vida, la adoración al Creador, y no son capaces de llenar el vacío y la soledad que sienten. Ellos, sin embargo, tratan de saciar a sus almas con comida que no es para eso: se involucran con las drogas, alcohol, crimen, sexo y dinero. Ellos han fallado en lograr satisfacer su hambre espiritual y vacío con una completa satisfacción de los deseos sensuales, pero que se pueden satisfacer con la creencia en Dios y su adoración. Con el fallo de la determinación del problema, muchos en el occidente han pasado por alto la simple solución y, gustosa o inadvertidamente, defienden la destrucción de sí mismos, de sus familias y de la sociedad con la permisibilidad de promover tales males.

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