TURMEDA, FRAY ANSELMO DE (1352-c. 1432).
Turmeda fue franciscano hasta los 35 años, en que se hizo musulmán y pasó a llamarse Abdallah al-Tarÿumán. Respetado en el Islam, murió en Túnez con fama de santidad, mereciendo en Europa la consideración y el respeto de Alfonso V y Benedicto XIII. Escribió varias obras en catalán y en árabe, de gran acogida. La Disputa del Asno, inspirada en una enciclopedia árabe del siglo X, fue traducida al español en 1932. El relato es interesante por cuanto introduce, junto al tratamiento de las semillas por parte de las hormigas recolectoras, la comunicación mediante reclutamiento.
Disputa del Asno (1417)
[…] Un pequeño y sutil animal es la sabia y discreta hormiga; viendo su sabiduría y su experiencia dijo Salomón, uno de los hijos de Adán que ha sido el más sabio y discreto de entre vosotros, en su libro llamado Los Proverbios (capítulo VI): "¡Oh, perezosos! Ved la hormiga y aprended de ella sentido y discreción; observad la prisa que se da en el estío para recoger su alimento y poder reposar en el invierno y darse placer y gozo". Ahora mirad, fray Anselmo, y por vos mismo contemplad cómo sabia y discretamente construyen sus casas y habitaciones bajo tierra de diversas guisas y maneras unas largas, otras anchas; unas para habitar y permanecer en ellas; otras como cuevas y almacenes para guardar las viandas del invierno; las llenan de trigo, cebada, lentejas, habas, guisantes y otras vituallas. Y si sus víveres, por la humedad del local o la lluvia se estropean, cuando ven que hace un bello día de sol los sacan fuera para enjugarlos y secarlos, y cuando están secos los restituyen a las cuevas y almacenes. Y todavía, por el temor a que sus víveres germinen a causa del calor y la humedad, que son las dos causas de la generación, en el verano parten el grano de trigo en dos pedazos, y al de cebada, habas y lentejas le quitan la piel,
Hormigas sobre el hormiguero (Bestiario de Harley, c. 1230-1240)
porque saben que de esta manera ya no pueden germinar. Durante el estío se levantan muy de mañana y salen de su habitación para buscar víveres; y lo que cada una encuentra para comer, por mucha hambre que tenga, por nada del mundo se lo comería, sino que lo lleva lealmente a la casa para comerlo en común, sin sombra de propiedad. Y si alguna de las hormigas encuentra una gran cantidad de víveres, se vuelve muy sabiamente a sus compañeras, llevando un grano de lo que ha encontrado para mostrárselo, y entonces todas juntas o la mayor parte van al sitio descubierto y traen los víveres a su casa-habitación. Y si alguna de ellas encuentra víveres de gran tamaño, como un panal de miel o cosa semejante, al ver que por sí sola no puede arrastrar tanta carga, se vuelve a la casa y lo comunica a las otras; entonces, todas juntas o las que allí se encuentran van con ella al lugar de la vitualla, y si juntas pueden lo arrastran entero, y si no lo parten en pedazos y cada una lleva el suyo. Y cuando han llegado a la casa, las otras la preguntan el lugar de la vitualla descubierta., les dan las señas del camino y marchan una a una; y cuando encuentran a las que vienen, se paran y las besan (como vuestras mujeres catalanas cuando regresan de los perdones y encuentran alguna conocida), y vuelven a preguntarles hasta llegar al sitio de la vitualla y llevan a la casa su parte, como las demás compañeras.
Buch der Natur
(Konrad von Megenberg, c. 1350-1482)
Gobiérnanse, sin embargo, bajo la obediencia de su rey, y la que obra mal es castigada; según el crimen es grande o pequeño, le cortan una mano, un pie o la cabeza, y los cuerpos de las que por justa sentencia han sido condenadas a muerte, los colocan en el camino de sus habitaciones para dar ejemplo a las demás. Y los cuerpos de las que mueren por enfermedad, los entierran en una sepultura. Y cuando alguna, en caso de desventura, resulta herida por algún hijo de Adán u otro animal y ha perdido algún miembro, por lo que no puede volver a la casa, en seguida van todas por mandato del rey y la traen o la atienden hasta que queda curada o muerta. ¿No os parece, pues, fray Anselmo, que en nosotros hay tanta sabiduría y tanto sentido como en vosotros? Ciertamente que sí, y aun más. Y eso nadie que tenga uso de razón podrá contradecirlo […].
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